Año 5 • No. 183 • Junio 13 de 2005
Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Información General


 Ex-libris

 Gestión Institucional

 Investigación

 Vinculación

 Estudiantes


 Arte Universitario

 
Foro Académico
 
 Halcones al Vuelo

 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 


Jorge Vázquez Pacheco

Imaginación en su compleja producción escenográfica, derroche de buen gusto y talento a raudales es lo que ofreció la puesta en escena de la ópera Sansón y Dalila del maestro francés Camille Saint-Saëns (1835-1921), ofrecida en la apertura del festival Junio Musical en su décima edición.

Obra verdaderamente atractiva tanto visual como musicalmente, es difícil explicar por qué se monta en tan contadas ocasiones. El Teatro de Bellas Artes la reestrenó en la Ciudad de México apenas en 1984, con motivo del cincuentenario del teatro mismo, luego de muchos años de permanecer empolvada la producción, bajo la dirección concertadora de Enrique Patrón de Rueda; y pese a conocer y dominar la obra a la perfección, Patrón de Rueda sólo ha podido dirigirla en dos ocasiones después de aquella oportunidad. Una fue en San Juan de Puerto Rico, con Plácido Domingo en el rol de Sansón, y ésta en el Junio Musical xalapeño.

Cómo superar obstáculos
Es menester reconocer el trabajo del director de escena y escenógrafo José Antonio Morales y de su eficiente equipo. Gracias a su inventiva y creatividad, fue posible dar vida a una ópera que debió haberse cancelado si el entorno hubiese sido de menor enjundia entre quienes la harían posible. Pero Junio Musical no puede concebirse sin el espectáculo del arte lírico, y para lograr esta puesta en escena fue necesario echar mano de todo recurso.

Por fortuna, los resultados han sido de lo más satisfactorio y el público manifestó su reconocimiento en las tres sesiones –un ensayo general y dos funciones formales– con entradas extraordinarias.

Además de los personajes centrales, que son el juez y caudillo hebreo, la sacerdotisa filistea “Dalila” y el “Gran sacerdote”, los también protagonistas en esta obra son los pueblos filisteo y hebreo. Por ello, el desempeño del Coro de la Universidad Veracruzana es algo de lo mucho que debemos subrayar. Los grandes coros se destacan desde el inicio mismo, cuando en el primer acto los israelitas se lamentan de la esclavitud a que han sido sometidos.

Otro momento memorable es el coro de los ancianos hebreos, que en mucho recuerda el canto gregoriano. Se trata de un fragmento cantado inicialmente a capella y secundado prudentemente después por las maderas de la orquesta. Igualmente notable, con los integrantes semiocultos tras la escena, fue el canto con que los israelitas recriminan a Sansón que les haya traicionado por las caricias de una mujer, un momento que subraya la tragedia del caudillo antes de pasar a los coros que siguen a la Bacanal del tercer acto.

Un Sansón imponente y una hermosa Dalila
El tenor norteamericano Richard Lundberg es un hombre gigantesco, propietario de una voz de extraña pasta tan oscura como atractiva y sumamente apropiada para la caracterización del caudillo israelita. Quizá pueda señalarse su escasa movilidad en el escenario, ya que no resulta sencillo mover los más de 150 kilogramos que seguramente debe pesar su humanidad. Pero esto lo compensa con una dicción impecable, una recreación que fue más allá de lo simplemente correcto y un canto tan expresivo como convincente. Su desempeño durante el tercer acto fue simplemente sensacional.

Por su parte, la mezzosoprano Phyllis Pancella ha sido una Dalila no precisamente insuperable, pero sí difícil de igualar. Con una personalidad que en mucho nos recuerda a la Dalila de la sonorense Martha Félix, Pancella cuenta con la presencia escénica imponente, con una belleza física que corresponde adecuadamente a la personalidad de la sacerdotisa filistea y con la dotes histriónicas requeridas para el logro de un desempeño más que satisfactorio.

Hacia el inicio del segundo acto, Phyllis Pancella logró imprimir a su romanza una crudeza impresionante y un carácter siniestro que resultó casi impecable. La fiereza de sus deseos vengadores cobró aquí la fuerza que prefigura el trágico final del caudillo. Más adelante, Pancella y el barítono de Coatzacoalcos, Genaro Sulvarán, se convirtieron en el eje central de una historia de maquinaciones y traición pasional. Ni qué decir de su Mon coeur, el canto con que logra liquidar toda la fortaleza del juez hebreo. Pleno en seducción, de contornos fascinantes y engañosa suavidad, este fragmento fue resuelto por esta cantante con una eficiencia que sólo resultó superada por el formidable agudo con que grita ¡cobarde! a Sansón. Un momento estremecedor.

Los mexicanos
Genaro Sulvarán ha confirmado por qué se ubica entre lo más destacado en el contexto nacional. Su personaje nada tiene de sencillo, requiere de carácter y fortaleza vocal para sacar raja de un personaje duro y cruel. Conocedor a fondo de este rol, el cual ha cantado en varias ocasiones y en diversos teatros internacionales, Sulvarán sorprendió al público xalapeño por su entereza y capacidad.

Otro tanto es necesario consignar para describir el trabajo de Rosendo Flores. Este bajo regiomontano es especialista en roles como el que le tocó re crear. Ya antes le habíamos visto aquí mismo en el papel del anciano Timar para la ópera Turandot de Puccini. Hacia la conclusión del acto primero, el único en que aparece, Rosendo logró un sensacional acento en el profundísimo mi grave con que advierte al caudillo de la traición que le espera.

Y qué podemos mencionar de la eficiencia de los xalapeños que también participaron en los roles breves. Joel Pérez Arciniega es propietario de un timbre agudo que le facilita muchos momentos similares, mientras que el barítono Esaú Molina parece preparado ya para mayores empresas artísticas. Destacables también los papeles de Carlos Arturo Mendoza como Abimelech y de Javier Camarena.

La producción
Con esta ópera, la UV ha puesto en relieve su formidable capacidad para abordar y resolver empresas de enormes dimensiones. Todo fue manufacturado en esta institución y la inventiva de que se echó mano ha sido algo de lo más eficiente que hemos podido observar en asuntos del orden escénico.

La iluminación de Rosa Blanes fue apropiada en todo momento, mientras que la coreografía aportó toda la brillantez y energía necesarias.

Patrón de Rueda establece de nueva cuenta por qué es el director concertador más solicitado en el país, al tiempo que la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX) renueva los comentarios en el sentido de que no existe orquesta en México capaz de abordar todos los renglones musicales como este organismo. Esperamos ya el proyecto para el siguiente Junio Musical.