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Ritual y muerte en el juego de
pelota
La Lápida de Aparicio
Héctor Morón Estrada |
El
juego de pelota mesoamericano es una magnífica muestra de la
capacidad que tiene el ser humano para transformar la vida en magia
y la magia en eternidad. Explicación del cosmos, lenguaje entre
el hombre y el dios, puente entre la vida y la muerte, el juego del
que dependía el destino de los pueblos.
¿Fueron olmecas los primeros jugadores de pelota?, ¿sus
inventores pertenecieron a un tiempo perdido que jamás se conocerá?
De entre los misterios más grandes de Mesoamérica, el
juego de pelota es uno de los más apasionantes y confusos,
sin embargo, cualquiera que haya sido el inicio de este deporte ritual,
tuvo la fuerza para marcar la vida de nuestros antepasados.
A lo largo y ancho del territorio que abarcó Mesoamérica,
se encuentran innumerables vestigios apuntando hacia el mismo punto:
el honorable sacrificio del jugador de pelota agradaba a los dioses
y garantizaba la permanencia del hombre en la tierra.
La forma exacta de jugarlo se desconoce a ciencia cierta, los motivos
para llevarlo a cabo y su desenlace parecen ser los mismos, incluso
pasando de una cultura a otra, sin importar si fueron o no contemporáneos.
Así, en diversos puntos del centro de Veracruz, distanciados
en el tiempo y el espacio como Tajín, Las Higueras y Aparicio,
se encuentran en los objetos similitudes asombrosas con vestigios
de otras culturas como la maya.
El Museo de Antropología de Xalapa resguarda entre sus salas
una lápida inquietante que representa una escena conocida como
Chicomecoatl o Siete Serpiente. En ella se reconoce a un jugador de
pelota que porta sus atavíos típicos: el cinturón
o yugo que protegía la cintura de los golpes de la pelota,
el faldellín y las rodilleras que lo protegían en las
caídas y los misteriosos objetos relacionados con el jugador
de pelota: el hacha, en su mano derecha, y la palma, aparentemente
sostenida por el yugo.
Destaca también el hecho de que este jugador permanece sentado
sobre una pirámide, símbolo de la importancia del personaje.
Finalmente, el detalle principal: las siete serpientes que brotan
de su cuello en lugar de la cabeza: Chicomecóatl. ¿Por
qué tiene siete serpientes? Pregunta el público que
visita el MAX, asombrado ante la misteriosa escena. La respuesta es
aparentemente simple: fue decapitado y las serpientes representan
la sangre que brotó de su cuello.
Un acto sanguinario a primera vista tenía mucho simbolismo
detrás, se representa aquí el punto medular del juego
de pelota, el momento crucial en que el ganador era sacrificado para
convertirse en mensajero, negociante y divinidad.
Por lo valioso de su vida, este gran hombre que moría en nombre
de su pueblo adquiría el derecho de sentarse en el séptimo
nivel de la pirámide. Por ello se le representa con siete serpientes,
simbolizando así la vida, la fertilidad y lo sagrado y mágico
del número siete.
Similares a la llamada Lápida de Aparicio se han encontrado
en toda Mesoamérica diversas representaciones de este personaje,
lo que más que simbolismo, habla de una creencia compartida
en un mundo que supo crear manifestaciones culturales únicas.
Visita el MAX y aprende más acerca del juego de pelota, observa
de cerca los yugos, hachas y palmas que caracterizaron a los jugadores
de pelota. Permite a tu corazón sentir el vibrante y grandioso
poder que descansa en los callados y magníficos objetos que
cuentan una sola historia: Mesoamérica.
El MAX está abierto de martes a domingo, de 9:00 a 17:00 horas;
las visitas guiadas gratuitas son a las 11:30. La entrada general
de martes a domingo es de 40 pesos, estudiantes y maestros con credencial
20 pesos. |
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