Año 5 • No. 185 • junio 27 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Alma Espinosa

La cuenca del Bajo Papaloapan, donde tierra y agua esconden vestigios maravillosos de los antiguos pobladores de lo que hoy es Veracruz, es recorrida palmo a palmo por investigadores y estudiantes de Arqueología, para desvelar misterios que podrían dar nuevas pistas sobre la cultura en Mesoamérica
Más allá de ser un baúl lleno de tesoros arqueológicos, Veracruz es un estado clave en Mesoamérica pues cobija en sus tierras y aguas los secretos de culturas que, además de aportar conocimientos invaluables, dotaron de identidad a pobladores que, sin saberlo, heredaron el sentido de pertenencia.

Guiados por este sentido, centenares de arqueólogos han emprendido la búsqueda de sus raíces, y Veracruz sigue siendo una de sus vetas inagotables, pues han sido numerosos y monumentales los descubrimientos realizados hasta la fecha. Es el turno de sacar a la luz una historia que podría cambiar las conclusiones de muchas de las investigaciones arqueológicas realizadas en la Costa del Golfo: el caso de la región de la Cuenca del Bajo Papaloapan.

El área, que comprende los municipios de Tlacojalpan, Otatitlán, Chacaltianguis y Cosamaloapan, es una muestra muy particular de una serie de asentamientos que datan del periodo posclásico. En el lugar existen evidencias de sitios conformados por construcciones situadas en dos líneas paralelas, entre las cuales existió un cuerpo de agua.

Lo peculiar es que no se tienen registros en fuentes bibliográficas de que en Mesoamérica se haya dado este tipo de sitios, de acuerdo con lo señalado por Pedro Jiménez Lara, coordinador del proyecto “Patrón de asentamiento y poblamiento prehispánico en la Cuenca del Bajo Papaloapan, Veracruz”.

Según el académico del Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIHS), el sitio de El Socorro, localizado en el municipio de Tlacojalpan es uno de los más importantes que se han encontrado porque rompe totalmente con el esquema mesoamericano, que se basa en una plaza central conformada por cuatro montículos. El referido sitio muestra dos líneas con una laguna en el centro.

Respecto a El Socorro se tiene la hipótesis de que fue un área de producción de especies menores con que se comerció con las comunidades aledañas. Un aspecto que refuerza tal suposición, explicó, es que el topónimo de Chacaltianguis significa en náhuatl “mercado de camarones”.

Un atractivo adicional que llamó la atención de Pedro Jiménez –quien ha trabajado en el lugar con colegas de otras instancias y con estudiantes de la UV–, es que la arqueología que ofrece el sitio no es preciosista, no tiene grandes construcciones como El Tajín o Teotihuacan. La región del Bajo Papaloapan probablemente ha sido desdeñada por los científicos por mostrar construcciones de barro, sin recubrimiento de piedras, y estar situado en una región climáticamente difícil para trabajar, pues la temperatura puede llegar hasta los 52 grados.
Nace un gran proyecto
Desde 1999 se observó que la región del Bajo Papaloapan estaba prácticamente fuera de los proyectos gubernamentales, por lo que se lanzó la iniciativa de realizar un proyecto cuyo eje primordial es el rescate arqueológico para la identificación de un patrón de asentamiento, a pesar de que la región muestra un grave deterioro a causa de los fenómenos naturales y, desafortunadamente, por el ser humano.

Con base en esa idea, comenzaron los trabajos de superficie que requirieron labores de reconocimiento y prospección y se realizaron excavaciones extensivas e intensivas, con el fin de recopilar datos de la cronología, que sirvieran para el entendimiento y comprensión de los grupos asentados en esta región mesoamericana.


Estudiantes de Arqueología participan en la excavación terrestre y subacuática.
El avance que se ha logrado de seis años a la fecha es de una cobertura del 40 por ciento del total de la superficie propuesta, alcanzado en seis temporadas de campo, y se han realizado planos topográficos, se han encontrado áreas de entierros y un gran número de piezas prehispánicas, tanto en tierra como en agua.

De acuerdo con Jiménez Lara, los objetivos esenciales del proyecto son crear un detonador económico cultural, además de dotar de identidad a los pobladores que actualmente habitan esta zona. Ello se logrará mediante la realización de un estudio sistemático de la región, el reconocimiento y protección del patrimonio arqueológico, el establecimiento de enlaces con diversas universidades e instituciones especializadas para que participen en los trabajos de investigación, el rescate del Río Papaloapan y la creación de un espacio cultural denominado “Casa de las Mariposas, Complejo Cultural Tlacojalpan”.
El complejo está situado en una casa donada por la comunidad y restaurada por la Comisión para el Desarrollo del Papaloapan con la participación de universitarios interesados en rescatar el área y devolver a los pobladores las riquezas de su cultura. La Casa, situada en el municipio de Tlacojalpan, tendrá como eje central el museo regional en el que se plasmará la historia del Bajo Papaloapan.

El lugar albergará talleres de cerámica, impartido desde hace tres años por Gaudencio Hernández, de los Talleres de Artes Plásticas de la UV; laudería, que estará a cargo de los integrantes del grupo Son Yacatecuchtli que ya han trabajado en la zona; zapateado, teatro, son y cocina. A partir de este último se pretende instalar un restaurante de comida regional atendido por los habitantes de la comunidad, como resultado de la línea de investigación dirigida por el especialista en gastronomía prehispánica José Ochoa, quien también es dueño de un reconocido restaurante del Callejón del Diamante de la capital veracruzana.


Con la participación del Gobierno del estado y de estudiantes
de la UV, la casa donada por los habitantes de Tlacojalpan
fue restaurada para albergar el museo regional.
Para los niños y adolescentes también se tienen planeadas actividades como el taller de lectura, que estará basado en su relación con el río y tendrá como producto la realización de publicaciones artesanales.

Otra de las líneas de investigación que se desarrollan en el lugar es la etnográfica, a cargo de la antropóloga María Elena Roca, quien actualmente cursa el doctorado en Teoría de los estudios regionales que ofrece el IIHS. Dicha línea, que se trabaja desde hace un año, tiene como objetivo central el rescate de mitos y leyendas.

La cultura oral y escrita no será el único rescate que se realice en la región. También se tiene contemplada una meta muy ambiciosa, la de rescatar el Río Papaloapan de la grave contaminación provocada, entre otros, por las empresas cerveceras, papeleras e ingenios azucareros. En este trabajo de investigación participan especialistas expertos en ríos de las universidades de Sao Paulo y Pernambuco, Brasil.

El que es el segundo cuerpo de agua más importante de nuestro país muestra un grado avanzado de contaminación, lo que ha repercutido en especies acuáticas como el manatí que está muriendo por esta causa y aún no se cuenta con programas efectivos que contribuyan a remediar la situación, dijo Jiménez Lara.
En la búsqueda de tesoros
Como parte del proyecto “Patrón de asentamiento y poblamiento prehispánico en la Cuenca del Bajo Papaloapan”, se han realizado trabajos de investigación arqueológica en los que fue posible encontrar, en el sitio La Campana (municipio de Tlacojalpan), la osamenta de una mujer de aproximadamente 28 años de edad.


Arturo González González.
Junto a ella se encontraron varias pertenencias y ofrendas que revelaron un cierto estatus de riqueza.

Para que contribuyera al conocimiento de la población asentada en el lugar entre los años 1000 y 1500 a.C., la osamenta fue enviada a la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua para realizar los estudios correspondientes de antropología forense y la restitución facial.

Recientemente el rostro de la mujer conocida como la Dama de Tlacojalpan, llegó a nuestras tierras para tenerlo temporalmente en el Museo de Antropología de Xalapa en la exposición “Tlacojalpan; agua y cultura”, que podrá ser visitada durante el mes de diciembre; posteriormente será expuesta en su destino final, la “Casa de las Mariposas”, pues formará parte del guión museográfico del museo regional.
Dicho museo también resguardará las piezas que fueron encontradas en el Río Papaloapan por un equipo de investigadores de la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia. El biólogo, arqueólogo y paleontólogo Arturo González González, coordinador del equipo del INAH, comentó que trabajar en el río fue difícil, pues la corriente cambiaba de intensidad conforme la profundidad, además de que la visibilidad era escasa, prácticamente de 30 a 40 centímetros.


José Ángel Ruiz Cabañas.
Arturo González, quien actualmente dirige el Museo del Desierto, uno de los más importantes y vanguardista del país por el concepto museístico y por contener la colección más grande de fósiles de dinosaurios, explicó que las diferentes corrientes del río Papaloapan ayudan a lavar las paredes dejando al descubierto algunas piezas prehispánicas e incluso las arrastra algunos metros.

“Lo más extraño fue encontrar restos de ocupaciones olmecas en la zona, pues son anteriores a la época en que se había situado el sitio arqueológico”. Por ello, y dada la relevancia de los hallazgos en el campo de la arqueología subacuática, pretende visitar el sitio anualmente.
Afortunadamente, la carrera de Arqueología de la Universidad Veracruzana procura la formación de científicos capaces de realizar rescates subacuáticos, ya que este tipo de arqueología es un gran complemento de la terrestre. Según el director del Museo del Desierto, situado en Saltillo, Coahuila, ésta es la única casa de estudios en la que ha podido encontrar un grupo de jóvenes entusiastas y muy profesionales, “lo cual nos da mucho gusto porque México tiene un mayor patrimonio bajo del agua que en tierra”.


Uno de los integrantes del equipo al que se refirió es José Ángel Ruiz Cabañas, estudiante de octavo semestre de la carrera de Arqueología, quien participó en las excavaciones que revelaron a La Dama de Tlacojalpan y contribuyó en el levantamiento del plano digital del sitio El Socorro, mediante imágenes satelitales.

Ángel Ruiz resaltó la invaluable experiencia que tuvo como estudiante en un proyecto tan importante para la Universidad, pero más trascendente para los habitantes de las comunidades que comprende el área de estudio, pues sus opciones son muy reducidas debido a que no encuentran un impulso económico y mucho menos un elemento que los cohesione como sociedad.

Tan sólo con el rescate, reconstrucción y devolución de las figurillas se les da un sentido de identidad a la comunidad. Con el museo regional se dejará atrás el sentido de arrebato de piezas y sentirán lo valioso de los vestigios y el sentido de pertenencia. Además, con esto se pretende evitar el saqueo y destrucción que persiste en aquella región.

Para Ruiz Cabañas, con experiencias como la vivida en los municipios de Tlacojalpan, Otatitlán, Chacaltianguis y Cosamaloapan, los estudiantes pueden darse cuenta del verdadero sentido de las carreras afines a la Antropología y su repercusión en el contexto social, económico, político, etnográfico y cultural de las comunidades.