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Dos
acontecimientos de altos vuelos: la
Turangalila y Roby Lakatos
Impresionante cierre de Junio Musical
Jorge
Vázquez Pacheco |
El
cierre del festival Junio Musical respondió a las
expectativas. Dos acontecimientos de considerable envergadura se
erigen como los momentos culminantes de este festejo cultural absolutamente
afianzado en el ánimo del público: el estreno en Xalapa
de la Sinfonía Turangalila, de Olivier Messiaen,
el viernes 24, y la presentación del violinista húngaro
Roby Lakatos con su ensamble al día siguiente.
Carlos Miguel Prieto, titular de la Orquesta Sinfónica de
Xalapa, tuvo el buen tino de preparar a los asistentes con un comentario
en torno de la trascendencia de la obra del maestro francés.
“Se trata de una sinfonía bella, importante y muy difícil”,
dijo. “Y hemos preferido interpretarla antes que recurrir
al repertorio tradicional francés, como pueden ser las partituras
de Berlioz, Saint-Saëns, Debussy o Ravel, para ofrecer al público
de Xalapa una obra representativa de la música del siglo
XX”.
Una
bella y prolongada sinfonía
Y vaya que se cumplió adecuadamente con las expectativas.
La Turangalila es menos densa y difícil para el
público de lo que podríamos imaginar. Su aparente
prolongada duración se empequeñece ante la formidable
variedad de temas, las ideas novedosas volcadas en la partitura
y la increíble espiritualidad que se respira en la atmósfera
que rodea esta impresionante creación.
Los solistas es un renglón a destacarse. Markus Bellheim
es un excelente pianista alemán que se ha especializado en
la interpretación de la obra de Messiaen, particularmente
con el inmenso Catálogo de pájaros para piano
solo. Esto le dota de la necesaria empatía para el abordaje
de una obra tan compleja como la Turangalila, en la que el compositor
asignó pasajes importantes para el instrumento. |
Roby
Lakatos durante su espléndida actuación. |
Por
lo que respecta a las ondas Martenot, es difícil concebir la
presencia de alguien mejor capacitado que Valérie Hartmann-Claverie.
A esta artista correspondió el privilegio de trabajar con el
compositor en una de sus partituras últimas, la ópera
San Francisco de Asís. Conocedora a fondo de las intenciones
de Messiaen en torno de la obra que nos ocupa, Hartmann-Claverie funcionó
en el Teatro del Estado de forma por demás eficiente, con un
sonido discreto en su curioso aparato que resultó en el apoyo
necesario para lograr los efectos que el maestro francés se
propuso. |
Los
movimientos centrales de la Turangalila son algo de lo
más memorable en esta obra, y en los mismos el sonido de
las ondas Martenot destacó por su pureza, con aquella espiritualidad
que se respira en el ámbito que rodea la partitura, mientras
que los momentos de clímax resultaron en una apoteosis admirablemente
resuelta por el director y el conjunto. La respuesta de los instrumentistas
de nuestra Sinfónica de Xalapa fue ejemplar.
La
“diabólica” genialidad
Un día después, el sábado 25, se dio el otro
acontecimiento: la esperadísima presencia en esta capital
veracruzana de Roby Lakatos con su ensamble.
No exageran quienes se refieren a las habilidades de Roby Lakatos
empleando el adjetivo de “diabólico”. Lakatos
hace gala de una destreza al violín que deja al público
con la boca abierta. El virtuoso gitano hizo justicia a la celebridad
que le respalda.
Para su presentación, la dirección de Divulgación
Artística armó toda una orquesta sinfónica
que funcionó bajo la dirección de Erasmo Capilla,
a quien comúnmente ubicamos como el formidable violinista
que es. Pero Erasmo también cuenta con una sólida
preparación en la dirección orquestal, y de ello tuvo
a bien dar una aplastante demostración.
Y es que el asunto no era para menos. Roby Lakatos ofreció
recientemente una triunfal presentación con la Sinfónica
de Londres, para después presentarse en la ciudad de Querétaro
con el mismo Capilla, en el Teatro de la República. Pero
ahora llegó con su ensamble y, como parte del mismo, el instrumento
emblemático de la música húngara: el cimbalón.
La primera parte del concierto fue iniciada por la orquesta, con
la obertura para la ópera La novia vendida de Smetana.
De inmediato vino la demostración de habilidad y destreza
en la interpretación de la música gitana. Hacia la
segunda parte, Lakatos y su ensamble arrancaron el alarido del público
al meterse de lleno en la interpretación de jazz, sorprendente
si tomamos en cuenta que en esto el cimbalón tuvo una amplia
y destacada participación. |
Orquesta
Sinfónica de Xalapa. |
Hacia
la parte complementaria de la velada, después de una brillante
Rapsodia rumana número dos de Enesco, Lakatos con
la orquesta y Capilla al frente de la misma abordaron Zigeunerweisen,
la impresionante pieza que conocemos como “Aires gitanos”
del español Pablo de Sarasate. Si la secuencia de bellas melodías
es conmovedora en su primera sección, hacia el allegro final
la filigrana se apodera de la pieza. Lakatos tomó este fragmento
a una velocidad de vértigo, y la orquesta le secundó
en una admirable demostración de agilidad. Cualquier otro conjunto
orquestal menos capacitado seguramente habría sufrido un desbarre
ante aquella endemoniada rapidez. |
El violinista originario de Hungría no dejó ir las oportunidades
de mostrar su pasmosa digitación sobre las cuatro cuerdas del
instrumento. Los trinos de acertada afinación, así como
pasajes completos ejecutados con base en armónicos perfectos,
punteo con los dedos de la mano izquierda y glissandi sin tacha fueron
la tónica dominante en un Lakatos aparentemente incansable
y dispuesto a prolongar indefinidamente la sesión musical.
Pocas ovaciones como la que el público le otorgó hemos
presenciado, con todo mundo de pie y una descomunal gritería
que saludó semejante virtuosismo.
Durante el intermedio, y con la presencia de los embajadores de Hungría
y Bélgica en el palco, el rector Raúl Arias Lovillo
hizo entrega a Lakatos de un reconocimiento a su talento y genialidad. |
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