Año 5 • No. 186 • julio 4 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Dos acontecimientos de altos vuelos: la Turangalila y Roby Lakatos
Impresionante cierre de Junio Musical
Jorge Vázquez Pacheco

El cierre del festival Junio Musical respondió a las expectativas. Dos acontecimientos de considerable envergadura se erigen como los momentos culminantes de este festejo cultural absolutamente afianzado en el ánimo del público: el estreno en Xalapa de la Sinfonía Turangalila, de Olivier Messiaen, el viernes 24, y la presentación del violinista húngaro Roby Lakatos con su ensamble al día siguiente.

Carlos Miguel Prieto, titular de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, tuvo el buen tino de preparar a los asistentes con un comentario en torno de la trascendencia de la obra del maestro francés. “Se trata de una sinfonía bella, importante y muy difícil”, dijo. “Y hemos preferido interpretarla antes que recurrir al repertorio tradicional francés, como pueden ser las partituras de Berlioz, Saint-Saëns, Debussy o Ravel, para ofrecer al público de Xalapa una obra representativa de la música del siglo XX”.

Una bella y prolongada sinfonía
Y vaya que se cumplió adecuadamente con las expectativas. La Turangalila es menos densa y difícil para el público de lo que podríamos imaginar. Su aparente prolongada duración se empequeñece ante la formidable variedad de temas, las ideas novedosas volcadas en la partitura y la increíble espiritualidad que se respira en la atmósfera que rodea esta impresionante creación.

Los solistas es un renglón a destacarse. Markus Bellheim es un excelente pianista alemán que se ha especializado en la interpretación de la obra de Messiaen, particularmente con el inmenso Catálogo de pájaros para piano solo. Esto le dota de la necesaria empatía para el abordaje de una obra tan compleja como la Turangalila, en la que el compositor asignó pasajes importantes para el instrumento.



Roby Lakatos durante su espléndida actuación.
Por lo que respecta a las ondas Martenot, es difícil concebir la presencia de alguien mejor capacitado que Valérie Hartmann-Claverie. A esta artista correspondió el privilegio de trabajar con el compositor en una de sus partituras últimas, la ópera San Francisco de Asís. Conocedora a fondo de las intenciones de Messiaen en torno de la obra que nos ocupa, Hartmann-Claverie funcionó en el Teatro del Estado de forma por demás eficiente, con un sonido discreto en su curioso aparato que resultó en el apoyo necesario para lograr los efectos que el maestro francés se propuso.

Los movimientos centrales de la Turangalila son algo de lo más memorable en esta obra, y en los mismos el sonido de las ondas Martenot destacó por su pureza, con aquella espiritualidad que se respira en el ámbito que rodea la partitura, mientras que los momentos de clímax resultaron en una apoteosis admirablemente resuelta por el director y el conjunto. La respuesta de los instrumentistas de nuestra Sinfónica de Xalapa fue ejemplar.

La “diabólica” genialidad
Un día después, el sábado 25, se dio el otro acontecimiento: la esperadísima presencia en esta capital veracruzana de Roby Lakatos con su ensamble.

No exageran quienes se refieren a las habilidades de Roby Lakatos empleando el adjetivo de “diabólico”. Lakatos hace gala de una destreza al violín que deja al público con la boca abierta. El virtuoso gitano hizo justicia a la celebridad que le respalda.

Para su presentación, la dirección de Divulgación Artística armó toda una orquesta sinfónica que funcionó bajo la dirección de Erasmo Capilla, a quien comúnmente ubicamos como el formidable violinista que es. Pero Erasmo también cuenta con una sólida preparación en la dirección orquestal, y de ello tuvo a bien dar una aplastante demostración.

Y es que el asunto no era para menos. Roby Lakatos ofreció recientemente una triunfal presentación con la Sinfónica de Londres, para después presentarse en la ciudad de Querétaro con el mismo Capilla, en el Teatro de la República. Pero ahora llegó con su ensamble y, como parte del mismo, el instrumento emblemático de la música húngara: el cimbalón.

La primera parte del concierto fue iniciada por la orquesta, con la obertura para la ópera La novia vendida de Smetana. De inmediato vino la demostración de habilidad y destreza en la interpretación de la música gitana. Hacia la segunda parte, Lakatos y su ensamble arrancaron el alarido del público al meterse de lleno en la interpretación de jazz, sorprendente si tomamos en cuenta que en esto el cimbalón tuvo una amplia y destacada participación.



Orquesta Sinfónica de Xalapa.
Hacia la parte complementaria de la velada, después de una brillante Rapsodia rumana número dos de Enesco, Lakatos con la orquesta y Capilla al frente de la misma abordaron Zigeunerweisen, la impresionante pieza que conocemos como “Aires gitanos” del español Pablo de Sarasate. Si la secuencia de bellas melodías es conmovedora en su primera sección, hacia el allegro final la filigrana se apodera de la pieza. Lakatos tomó este fragmento a una velocidad de vértigo, y la orquesta le secundó en una admirable demostración de agilidad. Cualquier otro conjunto orquestal menos capacitado seguramente habría sufrido un desbarre ante aquella endemoniada rapidez.
El violinista originario de Hungría no dejó ir las oportunidades de mostrar su pasmosa digitación sobre las cuatro cuerdas del instrumento. Los trinos de acertada afinación, así como pasajes completos ejecutados con base en armónicos perfectos, punteo con los dedos de la mano izquierda y glissandi sin tacha fueron la tónica dominante en un Lakatos aparentemente incansable y dispuesto a prolongar indefinidamente la sesión musical. Pocas ovaciones como la que el público le otorgó hemos presenciado, con todo mundo de pie y una descomunal gritería que saludó semejante virtuosismo.

Durante el intermedio, y con la presencia de los embajadores de Hungría y Bélgica en el palco, el rector Raúl Arias Lovillo hizo entrega a Lakatos de un reconocimiento a su talento y genialidad.