Año 5 • No. 186 • julio 4 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Advierte Boaventura de Souza, teórico del altermundismo
Las relaciones entre individuos se
transforman en un apartheid social
Edgar Onofre


Académicos de diversas instituciones académicas
acudieron al encuentro con
 Boaventura de Souza.
Dado que los sistemas democráticos no han considerado la redistribución social de la riqueza, las ciudades se han convertido en espacios divididos entre civilizados y salvajes y las relaciones entre individuos se han transformado en nuevas formas de fascismo, de apartheid social, aseguró Boaventura de Souza Santos, sociólogo portugués considerado el principal ideólogo de la globalización alternativa y pionero del Foro Social Mundial, durante la conferencia que dictó en la Universidad Veracruzana.

Los modelos políticos y económicos vigentes en el mundo han expulsado a las mayorías de los contratos sociales que se pensaban establecidos y han devuelto a la mayoría a un sistema de organización social denominado Estado-Naturaleza, que se caracteriza por formas de convivencia de violencia primitiva. “Hoy los obreros saben que ya no tendrán más sus antiguos derechos laborales, pero la juventud sabe que jamás tendrá ningún derecho laboral”.

 
Boaventura de Souza.
Este esquema social ha derivado en democracias de baja intensidad en las cuales la relación entre la experiencia de vida de una sociedad y sus expectativas de progreso se han invertido: “Las expectativas de vida en el mundo son negativas: si la experiencia social resulta miserable, el futuro se imagina peor. Si en los setenta, los titulares de los diarios anunciaban reformas, entendíamos que eran para mejorar. Hoy entendemos que reformas significa empeorar, al grado que la crítica se ha visto en la necesidad de defender en muchas ocasiones no la reforma sino el status quo”.
De Souza, acaso el principal reformador de las teorías democráticas y sociales en el mundo, también destacó que los efectos de la globalización hegemónica, propuesta por los modelos neoliberales, resultan “moralmente repugnantes”, toda vez que 340 millonarios del mundo, juntos, son más ricos que 40 países del mundo donde viven dos billones de personas.

En tanto, el papel del Estado se ha modificado. Los Estados modernos privilegian las relaciones mercantiles, incluso en temas como educación y salud: “En el siglo XIX, se entendía que el Estado arreglaba los problemas sociales. Hoy, la sociedad civil es la que encuentra soluciones y el Estado es el problema”.

Para el profesor, “no existe una sola globalización, sino varias. Una es hegemónica, neoliberal y mercantil, y otra es contra-hegemónica, formada por movimientos de resistencia y lucha de todo el mundo que han creado lazos entre ellos”. Y advirtió: “Se dice que no hay alternativa a la globalización, pero sí la hay. El problema es que nuestras ideas políticas (de cuño occidental y un tanto hegemónicas) no nos permiten dar crédito a la alternativa que, sin embargo, ha surgido a pesar de las teorías”.

Destacó que “existe una crisis en el pensamiento político. Resulta molesto que hay tanto por criticar y no haya una teoría crítica fuerte. Que el capitalismo cada vez se parece más a lo que (Carlos) Marx predijo y que haya una crisis del marxismo. Hoy ya no existe una semántica en competencia entre la izquierda y la derecha, sino una semántica hegemónica”, que ha derivado en la homogenización de los discursos teóricos.

El teórico portugués advirtió sobre la necesidad de establecer otra organización política, “repensar el pensamiento crítico sin miedo y corriendo riesgos, para que se propale la idea de que éste no es el único mundo posible, que la realidad no se reduce a lo que ahora tenemos”.

Analizó la conformación del Foro Social Mundial (que ha congregado movimientos sociales de resistencia y lucha de todas partes del mundo), su naturaleza y sus pendientes, y explicó que la dimensión utópica del Foro no resulta vaga, pues ha resultado la primera respuesta global a la globalización hegemónica y neoliberal.

Al interior del Foro, dijo, se ha concluido que no hay una sola forma de poder y opresión, sino muchas; que debe haber igualdad entre los conceptos de igualdad y diferencia, pues “tenemos derecho a ser iguales cuando la diferencia nos hace inferiores y diferentes cuando la igualdad nos caracteriza”; que se debe privilegiar la rebelión antes que la revolución (pues ésta implica un camino único para la transformación), y que se debe gestar un nuevo internacionalismo, basado no en la concepción acuñada por la hegemonía de los países del Norte, sino en las necesidades de los países del Sur.

Además, resaltó la necesidad de establecer lo que denominó un «universalismo negativo», el acuerdo colectivo de que no existe una teoría general que resuelva todos los problemas.

“No existe un pensamiento único, la dignidad tiene diferentes lenguajes para expresarse”, por ello necesitamos traducir los problemas y conocimientos de una cultura de manera que sean comprensibles para otra y, en este sentido, rechazó “la arrogancia del pensamiento científico que no reconoce más conocimiento que el suyo”.