Año 5 • No. 192  • Septiembre 12 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Desde Inglaterra
El Presidencialismo en México: Presencia del INEHRM en la Universidad de Oxford / II
Por Fernando N. Winfield Reyes

A partir de la década de los años treinta ya no hay insurrecciones que prosperen y los hombres fuertes que hacen contrapeso a la figura presidencial son por lo general cooptados o integrados a la clase política hegemónica. Señala Garcíadiego que esta condición habría de prevalecer con bastante claridad hasta finales de la década de los años ochenta.

La Ciudad de México, o el Distrito Federal, se afianza como el foco del poder político, cultural y económico, sin desafíos, lo que puede denominarse la “gran centralización” de la nación. El presidente controla todas las corporaciones existentes, incluso el gobierno del Distrito Federal. Lo que observamos en el periodo actual es una condición totalmente impensada para aquellos años: es por ello que probablemente desde ahora “el destino del presidente de la república va a ser un predicado con muchas dudas” a la luz del juego de poder que se da con el gobierno de la Ciudad de México.

La etapa del presidencialismo fuerte que inicia en la década de los años treinta con la presidencia de Cárdenas se asocia por lo general a una etapa sin instituciones políticas reales, con la primacía de un partido, y con un imaginario popular favorable al presdente, en un proceso de cohesión y de articulación progresiva de un país. La figura presidencial encontrará una mayor fuerza con el surgimiento del “tapadismo” que se ubica entre 1950 y 1994.

Sin embargo, una pregunta que aparece en este entorno de análisis es ¿cuándo decae el presidencialismo en México? Garcíadiego comenta que esta tendencia de la declinación de un presidente fuerte, reconociendo la dificultad en historia de dar fechas precisas para fenómenos sociales que se desenvuelven en etapas temporales –como dice el poema de Jorge Luis Borges: “¿y qué Dios detrás de Dios la trama empieza?”)– puede ubicarse a partir de los años ochenta, durante la presidencia de Miguel de la Madrid. Las secuelas de lo sucedido en la elección presidencial de 1988 genera cambios en la relación de poder entre el presidente y los grupos hegemónicos entre quienes pueden mencionarse ciertos colectivos empresariales fuertes, los movimientos sociales urbanos y el cuestionamiento a la legitimidad de una elección, que en el periodo de Carlos Salinas de Gortari llevaría al reconocimiento paulatino de las fuerzas opositoras en los ejercicios denominados “concerta-cesiones” y rupturas internas en el propio partido en el poder.

La presidencia de Ernesto Zedillo, por ejemplo, fue una etapa en la que el ejecutivo tuvo que gobernar con un congreso en el que la oposición fue mayoría.

Parte del desprestigio actual de Vicente Fox no es la muerte del presidencialismo, como él mismo lo anunció a la nación en su toma de posesión, sino el incumplimiento de sus promesas y de las expectativas que generó en un amplio sector de la población. Con Fox probablemente muere el presidencialismo fuerte, aunque éste ya declinaba, toda vez que “Fox quitó al partido en el poder un gobierno débil”. Otro tipo de conjeturas pueden hacerse, aunque Garcíadiego advierte que “el hubiera no se conjuga en historia”.

En el contexto del análisis del centro del país y otras regiones, puede señalarse que aunque el Distrito Federal es la ciudad más poblada, no es una ciudad fuerte, a diferencia de lo que podía considerarse en las décadas de los cuarenta o sesenta. Han surgido regiones con una mayor autonomía y fuerza, en el Norte y en el Centro-Occidente de México.

Deben considerarse también las transformaciones económicas de México en los últimos años. En la actualidad es obvio que hay otro tipo de campesinos y de obreros, y por lo tanto otro tipo de instituciones. El papel de un estado interventor y controlador de la economía ha variado.

El presidente ya no controla tantos factores económicos. Surgen nuevos contrapesos a la figura presidencial. La política exterior ha cambiado también su énfasis y la ubicación de México en el contexto de las regiones internacionales. Por lo acontecido en el país y desde el recuento de los medios de comunicación en las últimas semanas, por ejemplo, el verdadero contrapeso del presidente es ahora el gobierno del Distrito Federal, donde existe un estrato de clase media fuerte, más politizado, que no necesariamente comparte la idea de que la figura del presidente sea un factor positivo en el imaginario colectivo. Si esto puede sonar como un pronóstico pesimista hacia las próximas y futuras elecciones presidenciales, debe reconocerse que a diferencia de la ficción o la narrativa imaginaria, «la historia describe un proceso histórico como lo que es».

Hoy en día, la historia desenlaza algunas observaciones que dan continuidad al presente. Hay fuerzas políticas encontradas, contrapuestas, sin articulación posible. El sistema presidencial y en particular el presidencialismo a la usanza mexicana han entrado en crisis y en una fase terminal. Se debe pensar y diseñar un nuevo sistema, más allá de lo que se ha considerado el “nuevo federalismo”. Se deben plantear nuevas instituciones, ya que las existentes operan muy agotadas…