Año 5 • No. 193 • septiembre 19 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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La ciudadanía desatiende sus problemas y se los deja al poder
En política, México siempre ha creído en la providencia: Porfirio Muñoz Ledo
Edgar Onofre Fernández
En términos de política, México siempre ha creído en providencialismos y, dado que heredó formas caudillistas del ejercicio del poder público, la ciudadanía desatiende sus propios problemas y los deja en manos del poder, aseguró Porfirio Muñoz Ledo, político considerado uno de los personajes clave en la transición de nuestro país hacia la democracia, durante su participación en la FILU 2005.

Porfirio Muñoz Ledo.
En el Foro Internacional Educación, Política y Democracia, Muñoz Ledo rechazó que el presidencialismo haya concluido de manera definitiva, pues la sociedad delega más que antes sus responsabilidades en las estructuras del poder, y añadió que, aún después de 12 años de transición política en el país, la alternancia en el poder no es del todo real, sino que se ha tratado de un proceso que explicó con la popular locución “quítate tú para ponerme yo”.
Añadió que al existir demasiados niveles de representación en las estructuras de gobierno, a lo que se refirió como una “comitocracia” o el mandato de los comités, “la representatividad se ha convertido en un gran laberinto donde se pierde la presencia ciudadana” y aagregó, en el mismo sentido, que el delegacionismo de responsabilidades significa una negación de la ciudadanía.

América Latina padece de una ciudadanía de muy baja intensidad, tanto en términos políticos y civiles como económicos. “La ciudadanía vota, se va y se le vuelve a ver hasta la próxima elección, se odia al presidente que se va con una intensidad que sólo corresponde a la fe que se le tiene al nuevo candidato y eso es síntoma de una sociedad primitiva. No se exigen los derechos ni se cumplen las obligaciones, además de que la ciudadanía participa escasamente en el desarrollo de sus comunidades y la desigualdad que se origina crea un sentimiento de no pertenencia a la sociedad”.

No obstante, propuso las siguientes claves para aumentar la participación ciudadana en un régimen democrático:

Uno, modificar el régimen político: “Es indispensable terminar con el presidencialismo, que sólo es un depósito de la autoridad”.

Dos, modificar el sistema de representatividad, lo que implica democratizar los partidos, modificar el sistema electoral –y en este sentido propuso la obligatoriedad del voto y la sanción de la abstención.

Tres, establecer esquemas de democracia directa e indirecta mediante plebiscitos y referéndum que permitan a la sociedad intervenir en la toma de decisiones y cuya necesidad resulta evidente luego de que existe una diferencia abismal entre lo que vota la ciudadanía y lo que votan las cámaras de representantes.

Cuatro, ciudadanizar las instituciones, proceso que constituye, según expresó, la gran promesa de la democracia.

Cinco, fortalecer los poderes municipales y enfocar las reformas del Estado desde una perspectiva local: “Tal vez la reforma más profunda es fortalecer el poder local y rescatar la soberanía municipal, pues los municipios están, incluso, excluidos de la sociedad”.

Seis, revisión total del esquema educativo del país, toda vez que “la educación actual no está concebida para formar demócratas sino patriotas, por lo que no se cultivan los valores de la democracia”.

Y siete, regulación de los medios, a quienes se refirió como la calamidad pública: “Algunos políticos no estamos de rodillas ante los medios”. Llamó a la participación de los medios en la democracia como “el despotismo de los spots” y adelantó que no se debe comprar tiempo de transmisión a los medios: “Eso es norteamericano, pero no es ético”.

La democracia que viene, dijo, no puede llevarse a cabo sin un conjunto de reformas, unas relativas a la sociedad y otras al Estado. “De otro modo, estamos condenados a repetir el mito de Sísifo, que cada vez que lograba empujar una enorme piedra hasta la cima de una montaña, la dejaba caer y tenía que empujarla
de nuevo”.


 
 
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