Año 5 • No. 197 • octubre 17 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Ex-libris

 Gestión Institucional

 Vinculación

 Investigación

 Ser Académico

 Estudiantes

 
Arte  Universitario


 Foro Académico


 Halcones al  Vuelo


 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos



 

 

  Música, creatividad y comunicación
Gina Sotelo

Con apoyo en recientes teorías científicas en la rama de la física cuántica1 principalmente, se ha promovido en diversos ámbitos una nueva visión de la vida, la ciencia y el arte, en un nuevo paradigma integrador y unificador. En esta nueva cosmovisión se ha llegado a entender el origen de la vida y todas sus manifestaciones, incluida la naturaleza misma del hombre, como un proceso continuo de desdoblamiento creativo.

Estudiosos de las tradiciones humanas2 conocidas por la historia –y percibidas en sus cualidades esenciales por la antroposofía y la espiritualidad–, han logrado poner en nueva perspectiva a la cultura occidental y consecuentemente, al tipo de pensamiento dominante en el hombre moderno civilizado. Esta perspectiva ha terminado por exhibir para muchos, grandes bloqueos en la naturaleza creativa del hombre, bloqueos que se encuentran en la estructura misma del orden y funcionamiento sociocultural desde hace mucho tiempo.

Mi intención es señalar algunas formas y circunstancias donde actúan estos bloqueos, particularmente en nociones y manifestaciones musicales de la sociedad y en la academia, tratando de vislumbrar alguna posible solución integradora de fondo, a través de indagar en determinados aspectos.

Desde el punto de vista de corrientes espirituales, los bloqueos nacen o radican en la fragmentación de la realidad por el tipo de pensamiento de nuestra cultura. La tradición de la música culta europea y su enseñanza institucionalizada, responden a este modelo sociocultural y, naturalmente, a sus características fragmentadoras. Es preciso aclarar aquí que no pretendo subvalorar las cualidades profundas del arte occidental en unión con la ciencia. Mi propósito es el de referirme a ciertos aspectos que, estando tan presentes en lo cotidiano, terminan siendo ajenos a nuestra consideración, pero que representan la base de conceptos dudosos (o falsos) y de presupuestos que condicionan nuestra experiencia creativa y participativa.

Comienzo por referirme al concepto de “erudición musical” como concepto problema. Si bien no todos identificamos la noción con estas palabras, es una manera de nombrar su existencia tácita en nuestro pensamiento y en nuestro acercamiento a la experiencia musical. Toda esta “erudición musical” nace concretamente de las siguientes dos realidades o ámbitos: 1. La historia e institucionalización del arte, 2. La enseñanza gradual certificada y especializada.

Estas dos realidades han creado una especie de conciencia rectora en nuestras apreciaciones y definiciones sobre la música, sus usos y medios, pero sobre todo, arbitrarias delimitaciones con respecto a otros aspectos de la vida y su dinamismo.

Lo que ello termina produciendo a nivel individual es una limitación de nuestra confianza participativa, y también de nuestra capacidad de comunicación y observación de otras tradiciones o de otras manifestaciones locales e individuales.

Debido a que muchas veces la tendencia en los medios académicos es la profesionalización dentro de esquemas funcionalistas de la sociedad –con todas sus jerarquías políticas de organización y todo el proceso que ello implica–, hay muestras de que algunos especialistas, académicos o estudiantes –frustrados en muchos de sus intereses y expectativas– entran espontáneamente en una nueva conciencia y visión integradora alternativa. Estas personas optan muchas veces por regresar a formas primigenias de contacto con el sonido, la expresión vocal, la conciencia y el juego creativo en grupos organizados. Se trata de un nuevo tipo de experiencia comunitaria, a veces orientada a la comunicación y el diálogo, y otras veces a fines terapéuticos curativos4, por mencionar aspectos evidentes.

Por otra parte, debo mencionar algunas cualidades legítimas y positivas del conocimiento especializado dentro de las instituciones. Existen conceptos que han servido de vínculo entre la ciencia y el arte, tales como el de “estructura”5. En ramas cultivadas de arte y música es esencial hablar de estructura, planos y orden.

Específicamente puedo decir que la música comienza a crear estructuras a través de un depurado manejo de tipos de orden generativo6, como lo es el caso del orden fractal77 Orden que produce las formaciones de la geometría fractal o de fractales, en este caso con aplicaciones a conformaciones musicales y otros manejos, principalmente en la técnica cromática o de 12 sonidos8. También estas estructuras en la música se han vinculado estrechamente a la psicología cognitiva en relación con la coherencia entre planos estructurales, percepción de la polifonía, forma y discurso de una obra. Nuevos enfoques teóricos y de investigación también nacen dentro de cada sector especializado de la ciencia. Parece ser que de cierta forma, el nivel de especialización del conocimiento comienza a arrojar verdaderas herramientas para sustentar las nuevas visiones unificadoras.

Todo esto representa una erudición que tiende un puente con la especulación filosófica –nutrida por la física cuántica y corroborada por corrientes espirituales– sobre el universo y la vida como un organismo en constante recogimiento y desdoblamiento creativo. Esto podría entenderse como una analogía radical, madre de todas las analogías y metáforas entre el arte y la vida. Pero a pesar de esta nueva veta en los medios académicos, se sigue llevando a cuestas fuertes inercias de bloqueo a la comunicación y la creatividad, a través de elites o especialismos9 “autosuficientes” que se propician en los órdenes políticos institucionales. Además, mientras esta nueva erudición dentro de la ciencia y el arte institucionalizados no entre en un contexto global en las estructuras del pensamiento de nuestra civilización, puede en determinados círculos, propiciar actitudes aún mas fuertes de especialismo aislado y segregación entre las diferentes ramas del saber.

Sin embargo, la integración creativa, la comunicación y no sólo la información, aparecen como nuevas nociones en el trasfondo de nuestra realidad. Sólo falta que nazcan al plano de lo concreto, la convivencia y la comunicación presentes. (Comentarios al autor: lucarrma@hotmail.com)traducción de Verónica Canales (Barcelona: Piados, 2003).

Notas
1. Entre las figuras más importantes en la física cuántica destaca David Bohm con una obra extensa a través de publicaciones y ediciones de sus conversaciones y conferencias, que sobresalen por sus alcances multiabarcantes y de profunda relación entre la vida, la ciencia, la comunicación y el arte.

2. Son dignos de mención los estudios interculturales de Raimon Panikkar, figura en el terreno interreligioso y profundo conocedor tanto de las tradiciones de Oriente como de Occidente. Entre su aportación antroposófica destaca La intuición cosmoteándrica, traducción de Agustín López y María Tabuyo (Valladolid: Trotta, 1999).

3. Sobre la repercusión de la escuela institucionalizada en la sociedad, el progreso y la naturaleza creativa del hombre, puede consultarse a Ivan Illich, La sociedad desescolarizada, (México: Joaquín Mortiz/Planeta, 1985); obra de gran agudeza crítica.

4. June Boyce-Tillman, La música como medicina del alma, traducción de Verónica Canales (Barcelona: Piados, 2003).

5. David Bohm, Sobre la creatividad, edición de Lee Nichol, traducción de Alicia Sánchez (Barcelona: Kairós, 2001)

6. D. Bohm y F.D. Peat, Ciencia, orden y creatividad, traducción de Joseph M. Apfelbäume, (Barcelona: Kairós, 1988).

7. Orden que produce las formaciones de la geometría fractal o de fractales, en este caso con aplicaciones a conformaciones musicales.

8. Me refiero a la teoría de la música de 12 sonidos a partir de Schoenberg hasta Donald Martino, D. Lewin y Babbitt, siendo estos últimos teóricos y compositores destacados y de gran influencia en este plano en los últimos años.

9. Término usado por José Ortega y Gasset en La rebelión de las masas, al referirse a “la barbarie del especialismo”.