Año 5 • No. 197 • octubre 17 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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  Un gran triunfo científico mexicano
Ruy Pérez Tamayo*
El presente artículo, publicado en la edición del12 de octubre en el periódico Crónica, editado en la Ciudad de México, da cuenta del logro de un grupo de científicos mexicanos, comandados por el doctor Rafael Valdez González, en el desarrollo del xenotrasplante de islotes de Langerhans de cerdos neonatos y células de Sertoli en pacientes con diabetes mellitas tipo 1
Acaba de aparecer, publicado en la revista European Journal of Endocrinology (Vol. 153, pp. 419-427, 2005), un artículo científico técnico sobre el xenotransplante de islotes de Langerhans de cerdos neonatos y células de Sertoli, en pacientes con diabetes mellitus tipo 1. La frase anterior puede traducirse al castellano no técnico como la publicación de los resultados de un estudio experimental exitoso y hecho en México para el tratamiento de una enfermedad que afecta a muchos millones de personas en todo el mundo, la diabetes mellitus tipo 1 o juvenil. Estos pacientes requieren, para funcionar como sujetos normales, de una o más inyecciones diarias de insulina, la hormona que regula el metabolismo de la glucosa.

Aun con el tratamiento sustitutivo adecuado, muchos de ellos desarrollan graves complicaciones de la diabetes y fallecen muy jóvenes. La enfermedad se debe a la destrucción de la parte endocrina del páncreas (los llamados islotes de Langerhans, responsables de la producción de la insulina en el organismo), por un proceso probablemente inmunológico con un componente genético en algunos casos. Hasta principios de la década de los años veinte en el siglo pasado, cuando se descubrió la insulina y empezó a usarse para el tratamiento de la diabetes, el pronóstico de los niños afectados por la enfermedad era siempre letal y a corto plazo; el uso de la hormona cambió tan sombrío pronóstico y puede considerarse como uno de los grandes éxitos de la medicina del siglo XX.

Ruy Pérez Tamayo.

Pero la terapia sustitutiva con insulina no cura la diabetes juvenil en ningún caso. Los médicos han seguido buscando otras alternativas para ofrecer mejor calidad de vida a los pacientes y evitar las temibles complicaciones de la enfermedad. Lo ideal sería evitar la instalación del padecimiento, lo que sólo podría hacerse conociendo sus causas y mecanismos, lo que es teóricamente posible, pero requiere mucha más información científica sobre el problema. Los avances en el conocimiento de las dos áreas de la biomedicina relevantes, la inmunología y la genética, permiten una actitud optimista, pero el tiempo requerido para alcanzar la profilaxis de la diabetes juvenil es imprevisible.
Desde el punto de vista terapéutico, o sea, cuando se diagnostica la enfermedad, aparte de la administración de insulina exógena ya mencionada, existen otras tres posibilidades:
1) trasplante de páncreas humano; 2) trasplante de páncreas no humano, y 3) trasplante de células troncales humanas generadas a partir del genoma del paciente y diferenciadas en células productoras de insulina.

De estas tres posibilidades, la primera se ha realizado en un número pequeño de enfermos con buenos resultados, pero enfrenta dos problemas casi insolubles: por un lado, los pocos donadores frente al número enorme de receptores potenciales, y por otro lado, la complejidad de la inmunosupresión necesaria para la conservación del trasplante en el receptor.

La tercera posibilidad mencionada es hoy día casi ciencia-ficción, no sólo por problemas biológicos (técnicas de clonación por trasplante nuclear) sino por su rechazo por grupos religiosos. Queda la segunda posibilidad, que es el trasplante de páncreas no humano, o sea, de otras especies, lo que se conoce con el nombre genérico de xenotrasplante. Esto también enfrenta graves problemas, pero son casi todos técnicos, por lo que algunos investigadores (no muchos) han hecho distintos intentos por resolverlos, desafortunadamente con poco éxito.

En el artículo científico motivo de este comentario, el cirujano mexicano Rafael Valdez González y sus colaboradores relatan su experiencia de cuatro años en 12 pacientes con diabetes juvenil a los que trataron con trasplantes de islotes de Langerhans obtenidos de cerdos neonatos. En ninguno de estos niños enfermos (edad promedio 14.7 años) se hizo inmunosupresión; los autores obviaron esta compleja problemática usando una doble estrategia: por un lado, mezclaron los islotes de Langerhans porcinos con otras células derivadas de los mismos cerdos (llamadas de Sertoli) que inhiben el rechazo inmune, y por otro lado, las encerraron en un dispositivo original cubierto por proteínas del propio sujeto, que también fue diseñado por ellos.

El estudio en los niños enfermos se inició después de que se hicieron múltiples ensayos de la técnica en animales experimentales y de que el protocolo fue revisado y aprobado por los comités de investigación y de ética del Hospital Infantil de México (en donde se llevó a cabo) y de la Facultad de Medicina de la UNAM, así como del National Transplant Center de los EEUU y del National Bioethics Committee de Inglaterra.

Los resultados de esta investigación son muy estimulantes: la mitad de los pacientes redujeron sus requerimientos diarios de insulina exógena en forma significativa (dos de ellos no la requirieron durante meses) y esta reducción se mantuvo constante durante los cuatro años del estudio. Ninguno de los pacientes tuvo complicaciones de la enfermedad en el periodo mencionado, ni problemas relacionados con los trasplantes, que permanecieron funcionales y sin signos de rechazo. Dada la complejidad y el número de los obstáculos teóricos que podían anticiparse del protocolo diseñado inicialmente, sorprende que las cosas hayan salido tan bien; los que nos dedicamos a la investigación científica sabemos por (dolorosa) experiencia que la mayor parte de nuestras ideas y experimentos están equivocadas y fracasan, aunque de estos resultados “negativos” también se aprende.

De hecho, Valdez González y sus colaboradores tuvieron problemas para lograr la publicación de sus resultados, ya que los editores de varias revistas científicas internacionales rechazaron su manuscrito porque los revisores no podían creer que fuera “verdad tanta belleza”. Seguramente hubo otras razones para la reticencia mencionada (celos profesionales, malinchismo invertido, intereses económicos) porque los científicos somos seres humanos, pero la convicción de que sus datos eran correctos, la persistencia y hasta la terquedad de los investigadores mexicanos, finalmente logró que sus resultados se publicaran en una revista de gran impacto internacional. De acuerdo con la estructura de la ciencia, lo que sigue ahora es que las técnicas y los resultados se reproduzcan en otros sitios y con otros pacientes, para confirmar su validez general o rechazarla.

Como en todo trabajo científico, el de Valdez González y su equipo resuelve unos problemas pero crea otros nuevos, cuya solución requiere de otras ideas y de más trabajo: por ejemplo, ¿por qué sólo la mitad de los pacientes de diabetes juvenil trasplantados con islotes de Langerhans porcinos respondieron en forma favorable?, o bien, ¿por qué no se rechazaron los xenotrasplantes, como ocurre en forma sistemática con todos los otros experimentos de este tipo en los que el receptor no está inmunosuprimido? No dudo que Valdez González y sus colaboradores ya han pensado en estas y otras interrogantes más creadas por su estudio, ya han postulado hipótesis para explicarlas y han diseñado experimentos para ponerlas a prueba, y estoy seguro de que cuando escribo estas líneas están trabajando febrilmente en sus nuevos problemas.

La publicación del trabajo del doctor Rafael Valdez González y sus colaboradores es un gran triunfo científico para México. Demuestra que a pesar de la muy débil y subdesarrollada tradición científica mexicana, de la permanente desatención de las autoridades políticas y de la sociedad civil a la ciencia, de la demagogia, incomprensión y amarillismo con que se tratan los asuntos relacionados con el desarrollo científico en nuestro país, existen talento, capacidad y ganas de hacer cosas originales en campos científicos muy competidos al nivel internacional. Dudo que los medios tengan la sensibilidad y los conocimientos necesarios para reconocer la importancia médica y científica del trabajo de Valdez González y su grupo motivo de este comentario, pero la Secretaría de Salud, la Facultad de Medicina de la UNAM y otras instituciones de educación superior relacionadas con la medicina en nuestro país sí los tienen. Su reconocimiento público sería un gran estímulo para estos investigadores. Este artículo representa mi modesta contribución a este objetivo.

* Profesor Emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México. Miembro de El Colegio Nacional, de la Academia Mexicana de la Lengua y del Consejo Consultivo de Ciencias. La UV le otorgó, en septiembre de 2004, su Medalla al Mérito, y ha instituido una Cátedra con su nombre.