Año 5 • No. 197 • octubre 17 de 2005 Xalapa • Veracruz • México
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Corolarios de las inundaciones
Adalberto Tejeda Martínez*

Son varias las similitudes pero más las diferencias entre las inundaciones en territorio veracruzano provocadas en 1999 por la depresión tropical número once, y las de 2005 debidas al huracán Stan. Ambas ocurrieron en los primeros días de octubre, cuando la temporada de lluvias va llegando a su fin, los cuerpos de agua ya de por sí están rebosantes y el suelo saturado de humedad a grado tal que casi nada de la lluvia puede ser absorbida por el terreno.

Ambas contingencias se presentaron en el primer año de gobierno estatal, evidentemente cuando el gobierno federal va feneciendo. Las de 1999 se focalizaron en el norte del estado; las de hoy abarcaron casi toda la planicie costera y varios puntos serranos del centro, del norte y del sur. En 1999 la depresión tropical número once era poco amenazante, pero empujada hacia el flanco norte de la Sierra de Misantla por un frente frío dejó caer toneladas de agua: 217 litros por metro cuadrado en 24 horas en Martínez de la Torre, similares a los 223 en el Puerto de Veracruz el 4 de octubre de 2005. En 1999 los desbordamientos -e incluso la formación de ríos en lo que durante años fueron cañadas secas- ocurrió de noche y sorprendió a la población, lo que ocasionó más de 200 muertos oficiales y casi cien desaparecidos.

La llegada del huracán Stan estaba prevista; de último momento cambió su trayectoria y entró a tierra cien kilómetros al sur de donde se pronosticaba, 24 horas antes. El resultado es que a pesar de lo cuantioso de las pérdidas materiales y el número de damnificados, no hubo una sola muerte provocada directamente por el meteoro. Es decir, que la prevención y la alerta jugaron un papel importante. Aquí hay que abonarle créditos a los meteorólogos de la Comisión Nacional del Agua, Federico Acevedo en Veracruz y José Llanos en Xalapa, y a la eficacia en la coordinación por parte del Gobernador del Estado y la Subsecretaría de Protección Civil, junto con ejército y policías y marina y tantos otros.

Las cifras de damnificados son por demás contrastadas: menos de cien mil en 1999 contra casi millón y medio en 2005. Hace seis años se desbordaron cinco cuerpos de agua y ahora 31. Se afectaron 12 mil viviendas en 1999 y Stan se metió a 135 mil casas. Los albergues cobijaron a 18 mil personas en aquel entonces, y ahora lo hicieron con 200 mil. Fueron 20 tramos carreteros y puentes rotos en 1999 y ahora son 170. Es decir, que aproximadamente la relación de daños es de uno a diez.

Los municipios afectados por la depresión tropical de un sexenio atrás fueron 83, y ahora el huracán le llegó a 170. Sin embargo, en aquellos años, Pemex era una empresa segura, y no hubo asociación de inundaciones con derrames de aceite. Ahora cinco hectáreas en Tihuatlán fueron dañadas por una fuga de combustóleo al tiempo que ocurrían riadas por todos partes.
* * *
A pesar de que se fundamenta en la física, la meteorología no es una ciencia exacta porque es una ciencia experimental. Tiene sus porciones jugosas de teoría pero los trozos de experimentación son mayores. Una experimentación que no se compara con la de la física, la de la química o la botánica. En meteorología hay que contentarse con observar midiendo tantas veces como la naturaleza lo permita, pero midiendo de la mejor manera posible. Además, hace medio siglo se empezaron a incorporar los modelos computacionales (con bases físicas y matemáticas), y en el cuarto de centuria más reciente son una verdadera alternativa para experimentar. Modelar o simular en computadora y observar con precisión son, entonces, los caminos modernos. De ambos estamos escasos en Veracruz.

Las redes de observación meteorológica e hidrométrica se han ido debilitando en los últimos tiempos. Durante el sexenio estatal anterior desapareció el Servicio Climatológico y Meteorológico del Gobierno del Estado, dependiente de la entonces Subsecretaría del Medio Ambiente. Por su parte, la modelación llega a los salones de clases pero como ejercicio escolar, no como herramienta rutinaria para el pronóstico. Los modelos mundiales que circulan libremente en Internet no están enfocados –escalados, dicen los técnicos- al territorio veracruzano. Dotar a Veracruz de una red hidrometeorológica suficiente (ahora que sufre el deterioro del abandono durante los seis años anteriores y la destrucción de los propios hidrometeoros) y habilitar modelos de escala estatal (mesoescala, le llaman los que saben) es más que urgente.

Al mismo tiempo, hay que recabar toda la información existente de datos geofísicos pero también sociales y económicos, para tener una radiografía de estas catástrofes. La tarea es laboriosa pero se volverá sencilla si se entiende que esos datos son un bien público, y que desaparezcan los celos de los mandos medios que quieren tener la información en exclusiva para impactar al gobernante en turno.

Si a lo mencionado en los dos párrafos anteriores se añaden estudios serios que normen el crecimiento de los asentamientos humanos, y que sus resultados se apliquen sin la blandura que le imprimen la politiquería y la corrupción, podremos si no abatir, cuando menos evitar que crezca el número de víctimas en posteriores contingencias. Si como sociedad ya vamos incorporando medidas de prevención gracias a la previsión, tenemos que iniciar ya la planeación.

Porque ya son varios los expertos que coinciden en que esta temporada de huracanes en el Atlántico, particularmente larga, intensa y salida de madre –¡el huracán Vince pegándole a la Península Ibérica!–, podrá ser una consecuencia del llamado cambio climático global, y quizás el anuncio de lo que será la normalidad de las próximas décadas.

* * *
El dios Huracán era adorado en el Caribe prehispánico, y quizás tuvo advocaciones en la costa del Golfo de México. De modo que
–metafóricamente hablando– la civilización mesoamericana ha estado bajo su influjo desde siempre. En este año disfrazado de la Catrina de Posadas, pero con la ortografía ad hoc para entrar en territorio estadounidense, se enseñoreó en Nueva Orleáns con más saña que como suele hacerlo cada año en diversos puntos de las costas sur y sureste de Estados Unidos. En años futuros ¿se desplazará con más frecuencia hasta Nueva York, como en efecto lo ha hecho ocasionalmente? ¿Las riadas del verano de 2002 en Europa central –que llegaron a los corazones centenarios de ciudades como Praga, al margen del río Vitava; Dresde, en la parte alemana del Elba, y otras más al borde del Danubio o del Mar Negro– habrán de repetirse pero ahora por causa de vórtices inmigrantes nacidos en mares tropicales? Muy probablemente, pero dejando atrás las especulaciones en este momento cuando se inicia la reconstrucción en nuestro estado, de entre el fango acumulado van aflorando las verdaderas dimensiones de la tragedia chiapaneca, donde ha estado lloviendo sobre mojado desde hace semanas, dejando un luto imborrable en la frontera entre México y Guatemala.

* Docente de la Licenciatura en Ciencias Atmosféricas de la UV y Director General del Consejo Veracruzano de Ciencia y Tecnología.