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Mireya
Mora Núñez, investigadora de la UNAM
En México respiramos ácido,
por el azufre de las gasolinas
Juan Carlos Plata |
Las
fuentes que emiten partículas a la atmósfera son diferentes
en todas las ciudades del mundo. El tipo de contaminación que
produce México es distinta a la que podría haber en
otras partes del globo, lo que hace necesarios estudios científicos
de carácter local para identificar esas sustancias en el aire
y establecer su origen para poder implantar medidas que permitan reducir
estas emisiones, aseguró Luz Mireya Mora Núñez,
investigadora del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la
UNAM. |

Luz Mireya Mora Núñez. |
“Gran
parte de las partículas atmosféricas son sulfatos, sustancias
ácidas y altamente nocivas para la salud que provienen del
azufre (SO2) que, a su vez, es consecuencia del uso de combustibles
fósiles. El contenido de azufre es muchísimo menor en
las gasolinas de Estados Unidos que en las que utilizamos en México,
por lo que prácticamente estamos respirando ácido. Por
tanto, las características de las partículas en el aire
serán diferentes en ciudades de
estos países”.
La investigadora presentó una ponencia en el marco de la Semana
de las Ciencias Atmosféricas, organizada por el Centro de Ciencias
de la Tierra de la Universidad Veracruzana (UV) y el Centro de Ciencias
de la Atmósfera de la UNAM. |
Afirmó que, al mismo tiempo que se realizan estos estudios
de carácter local, es necesario pensar en estos fenómenos
de manera global, porque lo que nosotros contaminamos o los fenómenos
naturales que se dan aquí, inciden no sólo en nosotros
mismos sino en escalas regional y global.
“Por ejemplo, cuando un volcán hace erupción hay
una fuerte emisión de bióxido de carbono (CO2) y hay
estudios que indican que durante dos años se queda una capa
de sulfato en la estratosfera que refleja la radiación solar,
lo que provoca un efecto de enfriamiento global (contrario al efecto
que tienen las partículas minerales, que absorben la radiación
y generan calentamiento), y las consecuencias son para todo el planeta,
no sólo para la región en la que está el volcán”.
En cuanto a los efectos que tienen estas partículas en la salud,
Moya Núñez dijo que hay muchos estudios que hablan de
una correlación entre los niveles de concentración de
las partículas atmosféricas y el aumento de la morbilidad,
pero es evidente que falta mucho por hacer en ese sentido.
“La pauta a nivel mundial la lleva la Escuela de Salud de Harvard,
que es donde se ha hecho el mayor número de estudios epidemiológicos
sobre contaminantes y partículas. Para poder ser concluyente
en los efectos de las partículas en la salud humana se necesitan
de cinco a 15 años de investigaciones. Se ha avanzado mucho,
sin duda, pero ahora mismo no estamos en condiciones de decir con
toda exactitud cuáles son todos y cada uno de los daños
que ocasionan en la salud y en qué dimensión”.
La investigadora reconoció que los estudios relativos a la
contaminación atmosférica en México están
retrasados con respecto a lo que se está haciendo en otros
países, sin embargo, dijo que ha habido grandes avances en
los últimos 20 años, sobre todo en cuestiones de gases,
como el ozono, pero el estudio de las partículas suspendidas
es reciente.
“Es hasta hace muy poco cuando las partículas atmosféricas
cobraron un mayor interés de estudio en la comunidad científica,
y eso se debió a que, según datos del Panel Interamericano
del Cambio Climático, la presencia de estas partículas
tiene ingerencia en el balance radioactivo de la atmósfera
y en el cambio climático”.
La primera cosa que detonó el interés de los científicos
por las partículas atmosféricas –según
la investigadora– fueron los problemas de visibilidad. Se sabía
que en ciertas urbes, por ejemplo Los Ángeles, había
problemas de visibilidad, y estos no podían ser causados por
gases, ya que los gases en la atmósfera son incoloros e inodoros,
lo que generaba los problemas eran las partículas de tamaño
relativo al rango visible (media micra, aproximadamente).
“A partir de que este estudio se fue desarrollando se descubrió,
primero, que hay dos tipos de partículas: las primarias, que
provienen generalmente de procesos de combustión, y las secundarias,
que se originan a partir de reacciones químicas en la atmósfera;
además se comprobó que la caracterización química
de ambas es muy compleja, ya que depende de las fuentes que las generan
(calidad del combustible, flota vehicular y tipo de combustión),
en otras palabras, las partículas de la ciudad de Los Ángeles
son muy diferentes a las de la Ciudad de México”.
Después se comprobó que había un componente orgánico
en estas partículas que es nocivo para la salud –metales
tóxicos y compuestos orgánicos que provienen de las
gasolinas, como el bencenotolueno, que tiene un proceso de conversión
gas-partícula y eso es lo que respiramos – y, aunado
a esto, que esas partículas tienen ingerencia en lo que conocemos
como cambio climático global, debido a que reflejan, absorben
o dispersan la radiación solar por lo que tienen que ver en
el balance radioactivo.
“Las partículas se tienen que estudiar más, caracterizar
más, es necesario correlacionarlas con las fuentes de emisión
para poder establecer o diseñar estrategias de control de emisión
que logren disminuir los efectos negativos que tienen en la salud
humana, en el balance radioactivo, en el cambio climático y
la visibilidad”. |
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