Año 6 • No. 203 • noviembre 28 de 2005
Xalapa • Veracruz • México
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  Mireya Mora Núñez, investigadora de la UNAM
En México respiramos ácido,
por el azufre de las gasolinas
Juan Carlos Plata
Las fuentes que emiten partículas a la atmósfera son diferentes en todas las ciudades del mundo. El tipo de contaminación que produce México es distinta a la que podría haber en otras partes del globo, lo que hace necesarios estudios científicos de carácter local para identificar esas sustancias en el aire y establecer su origen para poder implantar medidas que permitan reducir estas emisiones, aseguró Luz Mireya Mora Núñez, investigadora del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.

Luz Mireya Mora Núñez.
“Gran parte de las partículas atmosféricas son sulfatos, sustancias ácidas y altamente nocivas para la salud que provienen del azufre (SO2) que, a su vez, es consecuencia del uso de combustibles fósiles. El contenido de azufre es muchísimo menor en las gasolinas de Estados Unidos que en las que utilizamos en México, por lo que prácticamente estamos respirando ácido. Por tanto, las características de las partículas en el aire serán diferentes en ciudades de
estos países”.

La investigadora presentó una ponencia en el marco de la Semana de las Ciencias Atmosféricas, organizada por el Centro de Ciencias de la Tierra de la Universidad Veracruzana (UV) y el Centro de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM.
Afirmó que, al mismo tiempo que se realizan estos estudios de carácter local, es necesario pensar en estos fenómenos de manera global, porque lo que nosotros contaminamos o los fenómenos naturales que se dan aquí, inciden no sólo en nosotros mismos sino en escalas regional y global.

“Por ejemplo, cuando un volcán hace erupción hay una fuerte emisión de bióxido de carbono (CO2) y hay estudios que indican que durante dos años se queda una capa de sulfato en la estratosfera que refleja la radiación solar, lo que provoca un efecto de enfriamiento global (contrario al efecto que tienen las partículas minerales, que absorben la radiación y generan calentamiento), y las consecuencias son para todo el planeta, no sólo para la región en la que está el volcán”.

En cuanto a los efectos que tienen estas partículas en la salud, Moya Núñez dijo que hay muchos estudios que hablan de una correlación entre los niveles de concentración de las partículas atmosféricas y el aumento de la morbilidad, pero es evidente que falta mucho por hacer en ese sentido.

“La pauta a nivel mundial la lleva la Escuela de Salud de Harvard, que es donde se ha hecho el mayor número de estudios epidemiológicos sobre contaminantes y partículas. Para poder ser concluyente en los efectos de las partículas en la salud humana se necesitan de cinco a 15 años de investigaciones. Se ha avanzado mucho, sin duda, pero ahora mismo no estamos en condiciones de decir con toda exactitud cuáles son todos y cada uno de los daños que ocasionan en la salud y en qué dimensión”.

La investigadora reconoció que los estudios relativos a la contaminación atmosférica en México están retrasados con respecto a lo que se está haciendo en otros países, sin embargo, dijo que ha habido grandes avances en los últimos 20 años, sobre todo en cuestiones de gases, como el ozono, pero el estudio de las partículas suspendidas es reciente.

“Es hasta hace muy poco cuando las partículas atmosféricas cobraron un mayor interés de estudio en la comunidad científica, y eso se debió a que, según datos del Panel Interamericano del Cambio Climático, la presencia de estas partículas tiene ingerencia en el balance radioactivo de la atmósfera y en el cambio climático”.

La primera cosa que detonó el interés de los científicos por las partículas atmosféricas –según la investigadora– fueron los problemas de visibilidad. Se sabía que en ciertas urbes, por ejemplo Los Ángeles, había problemas de visibilidad, y estos no podían ser causados por gases, ya que los gases en la atmósfera son incoloros e inodoros, lo que generaba los problemas eran las partículas de tamaño relativo al rango visible (media micra, aproximadamente).

“A partir de que este estudio se fue desarrollando se descubrió, primero, que hay dos tipos de partículas: las primarias, que provienen generalmente de procesos de combustión, y las secundarias, que se originan a partir de reacciones químicas en la atmósfera; además se comprobó que la caracterización química de ambas es muy compleja, ya que depende de las fuentes que las generan (calidad del combustible, flota vehicular y tipo de combustión), en otras palabras, las partículas de la ciudad de Los Ángeles son muy diferentes a las de la Ciudad de México”.

Después se comprobó que había un componente orgánico en estas partículas que es nocivo para la salud –metales tóxicos y compuestos orgánicos que provienen de las gasolinas, como el bencenotolueno, que tiene un proceso de conversión gas-partícula y eso es lo que respiramos – y, aunado a esto, que esas partículas tienen ingerencia en lo que conocemos como cambio climático global, debido a que reflejan, absorben o dispersan la radiación solar por lo que tienen que ver en el balance radioactivo.

“Las partículas se tienen que estudiar más, caracterizar más, es necesario correlacionarlas con las fuentes de emisión para poder establecer o diseñar estrategias de control de emisión que logren disminuir los efectos negativos que tienen en la salud humana, en el balance radioactivo, en el cambio climático y la visibilidad”.