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En
el IV Foro de Ciencia, Tecnología y Sociedad de la UV
Analizarán sistema científico-tecnológico,
interculturalidad y sociedades innovadoras
José Antonio Hernanz, Investigador del Instituto
de Filosofía |
Una
de las principales tendencias en el desarrollo de políticas
de Educación Superior en todo el mundo durante los últimos
años está siendo la de centrar el papel de las Universidades
en la distribución social del conocimiento. Esta tendencia,
lejos de constituir una moda o una fórmula mágica de
generación de bienestar, plasma la importancia estratégica
de la construcción del conocimiento, su aplicación y
su distribución dentro de organizaciones definidas (estados,
empresas, etc.) en la configuración social y política
del siglo XXI.
Parece claro que esta centralidad de la transformación de las
Instituciones de Educación Superior (IES) tiene como uno de
sus ejes fundamentales la formación de profesionales del sistema
tecnológico, esto es, de profesionales que sean capaces de
generar nuevas ideas y usos de las aportaciones de las tecnologías
contemporáneas, así como de desarrollar propuestas novedosas
en investigación científica básica.
Ese es uno de los detonantes del desarrollo de institutos tecnológicos
por toda la República Mexicana, así como del fortalecimiento
de los grupos de trabajo que se dedican a la formación de recursos
humanos de alto nivel (doctorado, eminentemente) en el área
técnica de universidades y centros de investigación
de vanguardia.
Ahora bien, para que una sociedad como la mexicana sea capaz de encontrar
su propia dinámica de desarrollo social, físico e intelectual,
dentro de unos parámetros de sustentabilidad razonable, debe
asumir un reto paralelo al del aumento de la población activa
que trabaje en el ámbito tecnológico (desde la creación
de patentes hasta el ensamblaje de aparatos de mediana o baja tecnología):
la inserción de ese sistema científico-tecnológico
en su universo de significados, en su cosmovisión, de manera
que seamos capaces de comprender de manera crítica el presente
que vivimos, su creciente complejidad tecnológica, política
y cultural. Ese es el reto de lo que se viene llamando “alfabetización
científico-tecnológica crítica”.
Evidentemente, este reto no es sencillo, pues obliga a identificas
diversos problemas que se entrecruzan, muchos de ellos de manera novedosa,
en las sociedades contemporáneas. De entre esos problemas,
en su cuarta edición el Foro de Ciencia, Tecnología
y Sociedad de la UV, se propone establecer un puente de diálogo
entre al menos tres: la relación del creciente sistema científico-tecnológico
con la interculturalidad, y muy especialmente la rica interculturalidad
mexicana; el desarrollo de políticas de innovación,
a través de los actores de la toma de decisiones en este campo,
y la relación entre educación superior y distribución
social de conocimiento.
Respecto al primero de ellos, la relación entre sistema científico-tecnológico
e interculturalidad, parece –he ahí lo problemático–
que se está hablando de dos cosas bien distintas, universal,
impositiva, la una, y local, socialmente construida, la otra, de manera
que el diálogo entre ambas se agota en la improductiva discusión
sobre hasta dónde debe llevarse la frontera entre los desarrollos
de la ciencia y la tecnología (modernas, occidentales) y el
respeto a lo “étnico-cultural” y la necesidad de
su pervivencia.
Esta primera lectura del problema, a ojos vista estéril si
no se le hace ir más allá, hacia sus raíces,
nos obliga a preguntarnos por el lugar de la ciencia en la cultura,
para darnos cuenta de que es una construcción social, que sólo
tiene sentido en tanto que se articula con el resto de prácticas
epistemológicas y culturales de la construcción simbólica
de una red de ciudadanos. La ciencia, sobre todo si la entendemos
en el complexus de un sistema científico-tecnológico,
forma parte de las dinámicas sociales, culturales y políticas.
Respecto al segundo, resulta muy llamativo el intenso esfuerzo y el
encomiable consenso de la Cámara de Diputados de Veracruz para
presentar a la ciudadanía una ley de ciencia y tecnología,
así como un Consejo que trabajará para desarrollarla
y armonizarla con los intereses y las posibilidades de Veracruz. Este
esfuerzo es coherente con el debate actual sobre la necesidad de fortalecer
políticas que lleven la investigación científica
y el desarrollo tecnológico a la meta de la innovación.
Innovar no consiste tan sólo en “hacer cosas nuevas”,
sino en desarrollar creativamente soluciones para resolver necesidades
de los diversos grupos humanos y culturas que conviven en Veracruz,
de manera colaborativa con el resto de México y del mundo.
En ese sentido, parece claro que sólo podemos hablar de innovación
sostenible cuando ésta involucra y se revierte en toda la sociedad,
siendo ésta la clave que permite medir –cuantitativa
y cualitativamente– el impacto de los procesos de distribución
social del conocimiento.
Respecto al tercero, que cierra el círculo de esta interacción
problemática, nos encontramos con que, en esta necesidad de
promover acciones, estrategias y visiones a largo plazo de crecimiento
sostenible en un entorno intercultural integrado (en el que la diferencia
es riqueza, la homogeneidad pérdida de innovación),
al menos contamos con un actor clave, claramente detectado, para lograr
este flujo de transformaciones sociales, culturales y políticas:
la universidad.
De este modo, la Universidad es seguramente la organización
que más claramente se ha replanteado su misión y sentido
de supervivencia en el contexto de la sociedad del conocimiento, y
eso no sólo gracias a su tradicional función de formación
de capital humano altamente cualificado, sino por ser un espacio en
que, desde su creación en los albores de la modernidad, ha
habido un debate crítico, sincero y profundo sobre el hombre
mismo. Todo ello nos da una pista clara de la inanidad del debate
sobre la vigencia de las humanidades en las IES de la sociedad del
conocimiento: sin ellas se pierde la perspectiva que permite hacer
del conocimiento una fuente sustentable de bienestar y responsabilidad
social o, en definitiva, de construcción de una ciudadanía
que tomará decisiones sobre el rumbo a seguir del sistema científico-tecnológico.
No en vano el Congreso Iberoamericano de Filosofía de la Ciencia
y la Tecnología, que tuvo lugar en Tenerife (España)
el pasado mes de septiembre, tuvo como lema “Ciencia, tecnología
y ciudadanía en el siglo XXI”. La ciencia y la tecnología
no sólo son parte del universo simbólico contemporáneo,
sino que además, como sistema, son herramientas fundamentales
para la construcción de los ciudadanos, comprometidos críticamente
con su presente, capaces de tomar decisiones en procesos deliberativos
intersubjetivos e interculturales, para así determinar sus
propios proyectos de vida como individuos y como sociedades.
Todo esto es lo que se va a discutir en el IV Foro de Ciencia, Tecnología
y Sociedad de la UV, que se celebrará los días 30 de
noviembre y 1 de diciembre, en el auditorio de la dirección
general de Investigaciones, en sesiones de trabajo de 9:00 a 14:00
horas. En estas sesiones tendremos tres conferencias y tres mesas
de trabajo, para discutir abiertamente los problemas que se han venido
desgranando en los párrafos anteriores; por supuesto, y por
eso es un foro, esperamos que la discusión sea totalmente abierta,
y que en ella participe el público que nos acompañe.
Una muestra del carácter interdisciplinario de este encuentro
es la diversidad de dependencias que participan en su convocatoria:
las direcciones generales de Investigaciones, de Posgrado, del Área
Biológico-Agropecuaria y del Área de Humanidades; el
Instituto de Investigaciones Biológicas y el Instituto de Filosofía.
Para cualquier duda pueden ponerse en contacto con Adalberto Fox (afox@uv.mx),
de la dirección general de Investigaciones de la UV, o con
José Antonio Hernanz (jhernanz@uv.mx),
del Instituto de Filosofía de la UV. |
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