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Macuiltépetl
podría ser el asentamiento prehispánico más
antiguo de Xalapa
Durante
tres meses, universitarios hicieron prácticas de campo
en un sitio arqueológico, cuyo desarrollo oscila entre
450 a.C. y 150 d.C.
Fernanda
Melchor (Fotos: Luis Fernando Fernández)
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En
el proyecto arqueológico Macuiltépetl, que se desarrolla
en el cerro homónimo de la colonia Progreso en la ciudad de
Xalapa, académicos y estudiantes de la carrera de Arqueología,
adscritos a la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana
(UV), realizaron durante tres meses la excavación de las ruinas
de lo que, al parecer, es el asentamiento humano prehispánico
más antiguo hallado en la ciudad de Xalapa, pues según
los estudios de fechamiento éste se desarrolló entre
los años 450 a.C. y 150 d.C.
Más antigua que los tres barrios considerados piedras fundamentales
de la ciudad, la zona arqueológica a estudiar es un área
extensa que llega incluso a la Cueva de la Orquídea, de la
cual la zona Macuiltépetl es sólo una pequeña
parte. Esta área logró conservarse gracias a al Ayuntamiento
de Xalapa, que la definió como protegida, evitando su urbanización.
Es por ello que el INAH, en coordinación con la Facultad de
Antropología de la UV, pretenden, una vez terminados los trabajos
de excavación, abrir la zona al público e integrarla
al Parque Ecológico Macuiltépetl. Incluso hay planes
de edificar un museo de sitio en uno de los espacios libres, con el
fin de exhibir las piezas halladas y explicar el origen y características
de este patrimonio histórico tangible. |
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La
zona excavada por los estudiantes está constituida por los
vestigios de varios edificios, una plaza y un patio central de lo
que fuera un asentamiento precolombino, cuyo fechamiento por radiocarbono,
o carbono 14, fue certificado por laboratorios del INAH e indica que
la zona se desarrolló entre los años 450 a.C. y 150
d.C.
Se trata de un hecho importante, pues hasta la fecha no se han descubierto
ruinas de tiempos tan remotos en la ciudad de Xalapa. Además,
la académica aseguró que ni los antiguos barrios que
conformaban lo que hoy es el centro de la capital de estado poseen
tal antigüedad. |
Mientras tanto, Lucina Martínez Utrera, directora del proyecto,
descartó que los vestigios del Macuiltépetl pertenezcan
al grupo étnico totonaco, debido al fechamiento que el INAH
les otorgó. “Los totonacos llegan al centro de Veracruz
del 600 al 900 antes de Cristo, y aquí estamos hablando de
grupos anteriores, por lo que vale la pena rescatarlo”, dijo.
Una vez terminado este conjunto de excavación, Martínez
Utrera afirmó que aún resta excavar la parte superior
de la zona, por lo que es necesario continuar con las exploraciones
del área, aunque consideró que lo ideal sería
que el Ayuntamiento pudiera delimitar la zona, separarla de la calle
y evitar que las personas lo degraden.
El proyecto Macuiltépetl se encuentra inscrito dentro de un
estudio regional dirigido por el Instituto nacional de Antropología
e Historia (INAH), que estudia los asentamientos prehispánicos
ubicados en el municipio de Xalapa y la región.
Los trabajos en el terreno de la Privada 17 de marzo de la colonia
Progreso, llamado zona Macuiltépetl, iniciaron en 1989, cuando
al realizar un pozo de sondeo fue descubierta una esquina de un edificio
prehispánico en lo que era un terreno baldío. Desde
esa fecha, estudiantes de distintas generaciones de la carrera de
Arqueología han explorado el área año con año,
utilizando las técnicas aprendidas en el aula y descubriendo
los vestigios de siete entierros, así como figurillas, vasijas
y diversos restos de cerámica, también llamados tepalcates,
que ya han sido enviados a la ciudad de México para su análisis. |
El
trabajo de campo forma expertos |
De
acuerdo con Martínez Utrera, esta práctica de campo
arqueológica tuvo como finalidad hacer que los alumnos aplicaran
y llevaran a la práctica los lineamientos teóricos y
metodológicos aprendidos en el aula. Martínez Utrera
resaltó que ambas, teoría y práctica, son experiencias
necesarias para la formación integral de expertos, pues “aunque
realizamos trabajo de campo, la arqueología debe estar fundamentada
en un proyecto de investigación, y aquí los alumnos
cubren una práctica inscrita dentro de un proyecto teórico
realizado previamente”, afirmó la académica. |
Universitarios
trabajando en la zona Macuiltépetl de la colonia Progreso.
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El
trabajo de campo arqueológico es una labor dura, pero al mismo
tiempo delicada, ya que consiste en remover cientos de kilos de material
inerte bajo condiciones climáticas adversas, aplicando con
gran cuidado técnicas específicas que permiten el rastreo
del mínimo vestigio de objetos de importancia arqueológica.
En este trabajo intervienen desde herramientas básicas, como
el pico y la pala, hasta cepillos y esmeriles diminutos, cuya labor
es librar hasta la última partícula de tierra de los
objetos hallados. |
“Las
prácticas de campo son indispensables, pues hacen que el alumno
adquiera un criterio científico que le permitirá discernir
entre las estructuras culturales y las naturales, así como
a visualizar los estratos culturales no alterados por materiales modernos”,
explicó la facilitadora.
En la zona Macuiltépetl, alumnos de distintos períodos
de la carrera de Arqueología excavaron el área, con
el fin de analizar las secuencias estratigráficas (o las distintas
capas de materiales que se han ido acumulando durante más de
dos mil años), dividiendo el terreno en una cuadrícula,
y llevando un control sistemático del lugar y profundidad específicos
de las muestras y objetos hallados, datos que se anotan en fichas
especiales que son enviadas al INAH junto con las piezas halladas,
para su análisis. La precisión del lugar y la posición
en que la pieza fue hallada es de vital importancia para comprender
su prudencia y uso antiguo. |
Antropología
UV destina 70 por ciento de sus recursos a prácticas in
situ |
Por
su parte, el director de la Facultad de Antropología, Javier
Kuri Camacho, declaró que casi el 70 por ciento de los recursos
destinados a la carrera son aplicados en llevar a cabo este tipo de
prácticas de campo.
“Incluso, hemos recortado el presupuesto para otros insumos,
con el fin de darle la oportunidad a nuestros estudiantes de salir
al terreno y aplicar personalmente las metodologías y conocimientos
que han aprendido en el aula”, dijo el funcionario. Los alumnos
reciben una cantidad mensual de 800 pesos, destinada a solventar algunos
gastos como alimentación y transporte a distintos puntos del
estado donde se realizan trabajos arqueológicos.
Afirmó que, aunque los estudiantes de las universidades públicas
disponen de menores recursos y espacios, en comparación con
los alumnos de instituciones privadas, esto no representa forzosamente
una desventaja, pues el aspirante a arqueólogo, que estudia
en una universidad pública como la UV, presenta menos dificultades
para incorporarse a la vida comunitaria de las regiones que investiga,
que alumnos de escuelas particulares.
“Podemos decir que las facultades de Antropología de
universidades privadas poseen mayores y más equipadas instalaciones
y laboratorios, pero eso no significa que el alumno esté mejor
preparado”, dijo Kuri Camacho.
Explicó que ha observado que los estudiantes de la UV muestran
una mayor facilidad para crear y aprovechar las herramientas que poseen
en el trabajo de campo, al grado de llegar a inventarlas o improvisarlas,
con el fin de no detener las maniobras de excavación durante
los trabajos arqueológicos. |
La
investigación arqueológica |
Por
otra parte, el investigador y experto arqueólogo del Instituto
de Antropología de la UV, Mario Navarrete Hernández,
explicó que la ciudad de Xalapa es muy antigua, pues el emplazamiento
más remoto que ha sido hallado pertenece al período
del Preclásico medio (600 a.C.). Y es a partir de esta época
en que se puede considerar la existencia de una población autóctona
xalapeña.
Navarrete Hernández describió el horizonte del Preclásico
medio como constituido por asentamientos pequeños distribuidos
en lo que ahora conocemos como el municipio de Xalapa, cuyo vértice
más al norte es la Hacienda de Paso del Toro, ubicado en la
cuenca del río Actopan, en la colonia 6 de enero; mientras
que a los costados, limita con Xilotepec y Banderilla, y al sur, con
el río Sordo y los municipios de Xico y Coatepec. |
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“Aunque,
ya específicamente en la ciudad de Xalapa, hemos encontrado
evidencias de comunidades olmecas (en la loma de San Pedro, donde
fue hallada una estatua de barro del estilo baby face) y totonacas
o pre-totonacas, aunque muchos colegas no lo reconocen como tal”,
afirmó el investigador.
En estos sitios hallado pequeñas figuras que retratan, “de
una manera muy inocente”, a la gente de aquellos tiempos. Se
trata de estatuillas cuyos rasgos están apenas insinuados,
o son a veces grotescos y cargados de adornos corporales.
Navarrete Hernández explicó que estos antiguos pobladores
vivían en asentamientos que no pueden considerarse ciudades,
sino más bien aldeas, aunque aceptó que “probablemente
existían algunas bastante grandes, sobre todo cerca de los
ríos”.
Según el análisis de los restos humanos y objetos hallados,
se puede afirmar que estas personas contaban con una agricultura incipiente
basada en el maíz, el chile, la calabaza y el chayote, hacían
cerámica y, probablemente, mantenían comercio con otras
aldeas y centros de la zona. |
Los vestigios de los antiguos barrios de la ciudad capital de Veracruz
serían más recientes, posiblemente del siglo XVI, la
época de la Conquista. “Xallapan, Techacapan y Xalitic,
entre otros, no van más allá de la época tolteca,
en el año 900 d.C.”. Sin embargo, Navarrete Hernández
afirmó que, en el ínterin, existieron otros asentamientos,
entre los cuales mencionó ciertas comunidades asentadas en
las faldas del cerro del Macuiltépetl, donde han sido encontradas,
en diversos épocas y sitios, estatuillas y fragmentos de cerámicas,
o tepalcates.
Por otra parte, el investigador Mario Navarrete describió la
emoción de la investigación arqueológica de la
siguiente manera: “Yo he encontrado muchas cosas, montones,
pero creo que pocas cosas me impactan más que encontrar un
instrumento musical. Entonces me limpio bien las manos y exploro el
objeto, que generalmente es un silbato, flauta u ocarina. Cuidadosamente
lo lavo, lo pego, y retengo en mis manos un instrumento que late,
que está vivo porque lo hemos hecho vivir nuevamente, y que
al acercarlo a la boca, aún suena”.
Afirmó que la emoción de ese instante es indescriptible,
pues “uno toca algo que hace más de mil 500 años
nadie había tenido en las manos, y que vuelve a vibrar con
la misma intensidad y emoción”, por lo que se trata de
“la resurrección de un objeto y de la persona que lo
creó y lo poseía y, efectivamente, después de
eso, no vuelve uno nunca a ser el mismo”, finalizó. |
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