Landa
Ordaz señaló que a finales del año 2000 la
Comisión Nacional del Agua (CNA) informó que sólo
5 por ciento de los cuerpos de agua superficial del país
presentaba una calidad excelente; 22 por ciento estaba en condiciones
aceptables (es decir que un tratamiento convencional la convertía
en potable) y que 49 por ciento se consideraba como poco contaminado.
Sin embargo, advirtió que el mismo informe destacó
que 24 por ciento del agua nacional presentaba tal grado de contaminación
que resultaba prácticamente imposible darle algún
uso directo: “Esto implica que sólo 27 por ciento
de las aguas superficiales mexicanas eran de calidad aceptable”,
comentó”.
Esta situación, dijo, está asociada en gran medida
con las descargas de aguas residuales sin tratamiento que reciben
los cuerpos de agua, así como a la contaminación
difusa que no se evalúa, lo cual ha ocasionado grados variables
de contaminación.
Landa, quien participó en la Cumbre Mundial sobre Desarrollo
sostenible en Sudáfrica (2002), explicó que en cuanto
a aguas subterráneas el panorama es menos desalentador:
“La CNA ha detectado que 80 por ciento de los acuíferos
contienen agua de buena calidad, aunque identificó 40 acuíferos
con cierta degradación en su calidad por actividades antropogénicas
o por causas de origen natural”.
Evaluación
incompleta
Rosalva Landa, quien editó el texto Agua, medio ambiente
y sociedad al lado de Julia Carabias, aseguró que el monitoreo
de la calidad del agua en México, con base en las características
físicas y químicas de tipo inorgánico que
se estipulan en las leyes y normas es relativamente completo,
pero no se cumple con el monitoreo de las características
microbiológicas ni de las características químicas
de tipo orgánico.
Para ella, esto resulta un tanto obsoleto, ya que las decisiones
se basan prácticamente en parámetros de tipo inorgánico.
“Aunque los lineamientos de calidad del agua que se especifican
en las disposiciones aplicables en materia de aguas nacionales
de la Ley Federal de Derechos incluyen un gran número de
parámetros fisicoquímicos, no se estipula claramente
la obligación de su monitoreo”.
Y es que según explicó, la calidad del agua puede
evaluarse a partir de diferentes parámetros y por medio
de distintos métodos, ya sean físicos, químicos
o microbiológicos. Entre las características físicas
se determinan la turbidez, la cantidad de sólidos, el olor,
la temperatura y el color.
Las químicas, por su parte, incluyen la presencia de metales
pesados, nitrógeno y fósforo, pH, alcalinidad, conductividad
y dureza, así como los compuestos orgánicos naturales
(proteínas, carbohidratos y lípidos), los compuestos
sintéticos orgánicos y los gases disueltos en el
agua (nitrógeno, oxígeno, bióxido de carbono,
amoniaco y metano).
Mientras que las biológicas del agua se relacionan, principalmente,
con las poblaciones de microorganismos transmisores de enfermedades,
asociadas a desechos humanos y animales tratados inadecuadamente
o depositados en los cuerpos superficiales o en sistemas de agua
subterránea.