Año 6 • No. 236 • Septiembre 4 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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  Es más fácil hacer bibliotecas que lectores, dijo en la FILU
Los lectores se hacen en la casa
y la escuela: Garrido
Gina Sotelo
“Los lectores se hacen en la casa y en la escuela y luego crecen en la biblioteca. La veneración mágica del libro deja de lado lo que realmente es importante, que es la formación de lectores”, dijo Felipe Garrido al hablar de las bibliotecas y los bibliotecarios en la formación del futuro y los problemas que existen alrededor de esa construcción.

Fue este sábado y como parte de las actividades de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) 2006 que el escritor señaló que en México toda nuestra política de formación de lectores funciona al revés: “Porque es más fácil hacer bibliotecas que hacer lectores, tenemos bibliotecas y no tenemos los lectores que hacen falta. Deberíamos tener lectores y luego los lectores al necesitar bibliotecas, ellos solitos se encargarían de tenerlas”.


Felipe Garrido.
Para el autor de El lector se hace, no nace, formar lectores es facilísimo: “Hay que pervertirlos, hay que leer con ellos. Dejar de darles sermones leer con ellos, es como enseñar a la gente a bailar o a jugar domino, se aprende haciéndolo”.

Para Garrido, el primer lugar de formación de lectores – y el más importante– es el hogar y después la escuela y reiteró que los lectores no se forman en las bibliotecas, por el contrario, decir que se hace una biblioteca para tener lectores es no tener idea de su formación: “La biblioteca es el lugar donde el lector puede seguir capacitándose, formándose pero las bases están en la familia”.
Haciendo un poco de historia, Felipe Garrido añadió que esta deficiencia es una historia de siglos, pues cuando se construyó la Biblioteca Nacional se conformó con los libros recién decomisados de los conventos: “Hubieron tres momentos de clausura de conventos, en 1747, cuando se comenzaron a secularizar, luego 10 años después que vino la expulsión de los jesuitas y al final tras las Leyes de Reforma”.

Eran libros en latín sobre teología que a nadie le importaba y que nadie podía leer. De manera que –según Garrido – siempre ha habido una especie de relación mágica con el libro.