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Cuenta
con la colección más rica del mundo |
Gina Sotelo |
•No
hay esculturas similares, ninguna otra cultura tuvo la idea o intención
de hacer retratos de las dimensiones de las cabezas colosales.
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Los Olmecas no desaparecieron, se convirtieron en nosotros: Roberto
Lunagómez. |
Hace
aproximadamente mil 500 años a.C., cuando en Egipto o Mesopotamia
florecían las primeras dinastías, en lo que hoy es
el sur de Veracruz y el norte de Tabasco se desarrollaron poblaciones
indígenas con base en una subsistencia basada en la explotación
de recursos acuáticos –pesca y captura de mariscos
y moluscos– y recolección de frutos, con incipiente
agricultura basada en el maíz. Estos grupos conformaron posteriormente
un sistema de representación que hoy conocemos como Olmeca.
Los olmecas no eran en particular un grupo social definido, sino
distintos grupos que compartieron una lengua y una cultura, pero
principalmente un sistema simbólico conformado por la escultura
que hicieron de grandes cabezas colosales, de tronos, de figuras
en tercera dimensión, alcanzando en el México antiguo
tal maestría, tal perfección, que ninguna cultura
igualó esta forma de esculpir.
Su desarrollo iconográfico los sitúa como los pioneros
en contar con las bases para un refinado sistema de escritura. Desarrollaron
los primeros sistemas contables –hoy conocidos como “cuenta
larga”. Fueron, asimismo, cien por ciento producto de una
evolución cultural que se dio en América. Estudios
recientes muestran que la jerarquización alcanzada por los
olmecas se dio cuando aseguraron su subsistencia en su dieta, además
que la agricultura a gran escala se dio cuando estaban conformados
ya como una civilización.
Esto puede sonar paradójico porque siempre se ha planteado
el hecho de que la agricultura es el detonante de la evolución,
de la creación de civilizaciones, pero en el caso de los
olmecas no fue así. La agricultura se desarrolló ya
cuando éstos estaban conformados como una civilización.
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Los
primeros asentamientos de una cultura madre
Experto en el tema, Roberto Lunagómez, arqueólogo e
investigador de la Universidad Veracruzana (UV), es el curador de
la Sala Olmeca del Museo de Antropología de Xalapa (MAX). El
habla de que, a diferencia de ciudades como Teotihuacan, los asentamientos
olmecas eran un conglomerado que funcionaba con base en la explotación
de distintos, digamos, nichos ecológicos.
Las primeras capitales olmecas se ubican en San Lorenzo, La Venta
y Tres Zapotes. Conformaban una sociedad altamente jerarquizada que
tenía clases sociales y un sistema de administración.
Se le llama “cultura madre” –explica Lunagómez–
porque civilización es, para muchos estudiosos, sinónimo
de cultura madre: “Los primeros estudiosos de los olmecas, tras
reconocer su alto desarrollo, plantearon que habían sido la
cultura primigenia, la que había dado origen a todas las demás
en nuestras sociedades. Esto es cierto y no a la vez, porque, efectivamente,
no tuvieron comparación con otras culturas en Mesoamerica en
su momento, pero por otro lado, los olmecas son producto de una evolución
social”.
Siguiendo a Lunagómez, la Olmeca no fue la madre de las culturas
de Mesoamérica, sino que fue una parte de ese desarrollo, quizá
el más adelantado de su época, pero no el único.
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La
colección Olmeca del MAX, única en el mundo
El MAX es uno de los museos más importantes de América
Latina; en México está considerado como el segundo en
importancia después del Museo Nacional de Antropología.
Su acervo museográfico Olmeca es uno de los más completos
del mundo. Hay colecciones de arte Olmeca en Nueva York, Londres,
París y México, pero ninguna es comparable en cuanto
a la cantidad y la calidad de las piezas que se muestran, lo que hace
único al MAX. Lunagómez explica:
“De las 17 cabezas colosales conocidas hasta hoy de los tres
sitios olmecas, siete están en el MAX. En el Museo Nacional
nada más hay dos, en el Parque Arqueológico de La Venta
hay cuatro y en el Museo de Sitio de San Lorenzo hay una cabeza expuesta;
entonces, si lo comparamos en cuanto a número, la diferencia
es muy notable”.
En Xalapa también hay otra representación de la jerarquización
política de los olmecas que es el trono, lo que antes era conocido
como altares: “Tenemos el trono más grande y otra serie
de tronos más pequeños, esto en lo que se refiere a
la escultura en roca. Pero en cuanto a talla de objetos olmecas en
otros materiales como son las piedras semipreciosas, como la verde,
también tenemos importantes piezas”.
El acervo al que se refiere Lunagómez está conformado
por hachas, máscaras y figurillas de distintos sitios como
Arroyo Pesquero, El Manatí, Hueyapan y otros. Desde esa perspectiva
podemos decir que efectivamente el MAX es único por sus características
en cuanto a su obra escultórica olmeca, además de la
obra del centro de Veracruz y de otras representativas del norte del
estado: “Sin embargo, la Olmeca sigue siendo la etiqueta, la
carta de presentación a nivel internacional de lo que es el
Museo de Antropología”. |
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Cabezas
colosales, representación de complejidad sociopolítica
Saber quiénes hicieron las cabezas olmecas, cómo las
trasladaron y a quién representaban ha sido fuente de innumerables
estudios. Pero en sí la cabeza colosal es una representación
de la complejidad sociopolítica de los olmecas. El tamaño
de estos bloques es imponente. La cabeza colosal más pesada
tiene alrededor de 40 toneladas y se encuentra en el zócalo
de la ciudad de Santiago Tuxtla. |
La más pesada del MAX es El rey, cuyo peso se estima en veinte
toneladas, lo cual nos habla de la empresa titánica que significó
no solamente trasladar estos bloques de roca volcánica desde
sus fuentes en las montañas de los Tuxtlas hasta una región
donde no existe la piedra original.
Roberto Lunagómez menciona: “Las cabezas colosales que
se encontraron en los sitios olmecas vinieron de zonas volcánicas.
Estamos hablando de bloques de 20, 30 ó más toneladas,
porque de estos bloques todavía se tuvo que trabajar el núcleo
para sacar la cabeza colosal. No hay evidencia de que las cabezas
fueran talladas en el lugar de origen, sino trasladadas en bloques
hasta los lugares o talleres donde las transformaban los escultores
olmecas”.
Explica que hay dos propuestas sobre su traslado: una por río
y la otra por tierra; incluso se han hecho experimentos recientes
por parte de investigadores británicos y japoneses, quienes
no han podido hacer flotar bloques pequeños dentro de las supuestas
balsas que trabajaron los olmecas. “Es posible hacer flotar
bloques tan grandes con la tecnología que hoy conocemos, pero
no se ha podido hacer lo anterior, aunque no se puede negar la posibilidad
de que lo hayan podido transportar por vías fluviales”.
Un factor muy importante a considerar es que no podían arriesgar
una obra de estas características trasladándola por
vía fluvial porque en cualquier momento podría zozobrar
la lancha y perder la pieza para siempre. La alternativa más
factible es que trasladaron los bloques por tierra “cientos
de personas, organizadas a manera de un ejército por un tipo
de ingenieros para construir vados, puentes y caminos y que ocasionalmente
tuvieron que cruzar ríos
a través de puentes”.
La jerarquía de las cabezas colosales está representada
en el tocado, en el casco de los representados, distintivo en cada
uno. Muchos creemos que los rostros son iguales pero, analizándolos
profundamente, no lo son. Sabemos –siguiendo a Lonagómez–
que son individuos maduros, posiblemente varones, con estrabismo bilateral
y entrecejo fruncido, labios gruesos, mejillas abultadas colgadas
y que pudieron haber representado a jerarcas, sacerdotes, jugadores
de pelota o guerreros.
“En Mesoamérica no hay esculturas similares, ninguna
otra cultura tuvo la idea o intención de hacer retratos de
estas dimensiones, ni siquiera la sociedad mexica, después
de mil años, hizo algo parecido. Quizá sólo se
puedan comparar con los colosos del Pacífico, los moais de
la Isla de Pascua también esculpidos en roca volcánica”. |
Xalapa,
sede lógica del Encuentro Internacional de Olmequistas
Recientemente se celebró en Xalapa el Encuentro Internacional
de Olmequistas, evento histórico que reunió a especialistas
en la civilización Olmeca. Se reunieron cerca de 20 estudiosos
provenientes de Honduras, Estados Unidos, Japón, y por supuesto
de México. |
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De
viva voz expertos, estudiantes, y público en general pudieron
escuchar las tendencias vanguardistas en cuanto a la investigación
arqueológica olmeca hoy en día, así como un
balance de las investigaciones de campo. Pero también la
tendencia de conocer más sobre la vida cotidiana de los olmecas.
Lunagómez explica: “Hoy por ejemplo sabemos que su
dieta tenía como base un alto porcentaje proteínico,
consumían mucho pescado, mariscos, pero también comían
perro y tortuga. Es posible que consumieran maíz en bebida
y en tamales. Incluso hay evidencia de que se les quemó la
olla de los frijoles”.
Las casas elites eran más grandes que las casas populares
olmecas. Las unidades habitacionales pudieron incluso tener dentro
de su propia casa un pequeño acueducto para tener agua potable,
o una especie de sistema de drenaje. Hay evidencia de posibilidades
de excusados en cerámica y repello de las paredes de sus
casas, especialmente en los baños.
Faltan muchas cosas por conocer, pero este tipo de eventos dan una
explicación muy fuerte de lo que queremos conocer más
allá de las cabezas colosales y de la escultura para conocer
su vida cotidiana. Pero, ¿qué pasó con los
olmecas? El investigador contesta:
“No se necesita ser un experto para saber que los olmecas
no se fueron a ninguna parte, simplemente cambiaron de lugar. Se
instalaron en el sur de Veracruz, Oaxaca, Tabasco y Chiapas. Sus
habitantes son descendientes de los olmecas de hace más de
tres mil años. Quizás dejaron de representar el estilo
Olmeca y cambiaron a otro, adaptándose a un nuevo modo de
subsistencia. Pero ellos siguen vivos en parte de nosotros”.
Roberto Lunagómez es maestro en arqueología por la
Escuela Nacional de Antropología e Historia, es candidato
a doctor en Antropología por la UNAM. Con una amplia experiencia
en arqueología ha recibido financiamiento de la National
Geographic Society (1999), la Foundation for the Advancement of
Mesoamerican Studies (2003) y CONACYT por citar sólo algunos
nombres. En el año 2002 recibió el premio “Alfonso
Caso” a la mejor investigación en Arqueología. |
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