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Sonrisa
de gato, una novela generacional
que intenta sublevarse
crédito |
Es
una suerte de novela generacional que presenta algunos fantasmas de
la infancia, expresó Fernanda Melchor, ganadora del virtuality
Caza de Letras La
novela de Jorge Moch, premio Efraín Huerta 2007, se mueve
a contracorriente del género policiaco con un lenguaje exquisito:
Edgar Onofre |
Jorge
Moch lee fragmentos de su novela Sonrisa de gato, durante la presentación
en la FILU, lo acompaña Fernanda Melchor y Edgar Onofre
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En
su origen la novela Sonrisa de gato, finalista del premio Alfaguara
a primera novela 2006, estaba concebida bajo la categoría de
relato generacional; sin embargo, los personajes se sublevaron a su
creador cambiando la dirección de la historia, confesó
Jorge Moch durante la presentación de su obra en la Feria Internacional
del Libro Universitario (FILU).
Hay ciertos elementos en la novela que recuerdan a una forma de infancia
compartida en lo que considero “fantasmas de la infancia”,
ciertas cosas que dicen los mayores, algunas supersticiones que aparecen
y desaparecen por momentos en el texto, comentó Fernanda Melchor
Pinto, ganadora del virtuality Caza de Letras, organizado por la UNAM.
Moch plasma en su obra el momento en que la infancia termina para
ingresar al mundo de los adultos y el personaje principal de la novela
es un sobreviviente, un tiburón en un mundo de tiburones, agregó
Fernanda Melchor, destacando también el dominio del lenguaje
y los tiempos en la narración que poseen los personajes.
Melchor Pinto expresó que un tema también presente en
la obra es la contrainsurgencia, no como una guerrilla sino como un
impulso contestatario contra el hambre y el abuso, a lo que coincidió
Edgar Onofre Fernández-Serratos, jefe de prensa de la UV, al
afirmar que la estética de la novela va a contracorriente del
género policiaco y la novela negra, introduciendo un lenguaje
exquisito, contrario al lenguaje casi telegráfico del género.
Introduce ciertos giros en la puntuación, no obstante, los
juegos de palabras no son artilugios para ocultar o no decir las cosas,
ya que el autor desliza una crítica sin cortapisas a todo momento,
incluyendo una burla a las instituciones políticas y religiosas
recogiendo lo que se dice en privado acerca de ellas, precisó
Edgar Onofre.
Con su diversidad de personajes, tiempos narrativos y giros del lenguaje,
detallado en la violencia y la hipocresía de la cual es objeto
algunas veces, esta novela nos sugiere que el poder puede ser víctima
del odio que engendró, concluyó Onofre Fernández-Serratos. |
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