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Cada
vez más estrechos
los lazos de México y Cuba
Luis Magaña Cuéllar
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Invitados
por el rector de la Universidad Veracruzana (UV), Pedro Trigo López
y Arsenio García Dávila, pasaron poco más de
una semana en tierras veracruzanas, atendidos por personal de la universidad
de manera expedita y llena de afecto.
Dos cubanos admirados por propios y extraños debido al papel
que jugaron a mediados del siglo XX en la lucha que culminó
con el derrocamiento de Fulgencio Batista y que permitió la
instauración de la primera república socialista en América.
Durante su estancia, fueron objeto de reconocimientos y asistieron
como invitados de honor a eventos conmemorativos y culturales diversos.
Visitaron, por ejemplo, el Instituto de Relaciones Culturales Mexicano-Cubanas
Flores Magón-Mella, con sede en la capital veracruzana y la
Unidad de Humanidades donde hablaron de sus experiencias con estudiantes,
profesores y otras personas que acudieron a escucharlos.
Fuera del ámbito universitario, también recibieron atenciones
de los ayuntamientos de Papantla y Tuxpan. Fue en este recorrido,
hacia el norte de nuestra entidad federativa, en el que tuve el privilegio
de acompañarlos. Partimos de Xalapa ellos dos, Joaquín
–el chofer asignado– y yo, el 19 de septiembre.
Pero, ¿quiénes son ellos? Pedro Trigo, que hoy frisa
los 80 años y cuya dicción y lucidez asombran, fue uno
de los 165 jóvenes que, comandados por Fidel Castro y Abel
Santamaría, atacaron el Cuartel Moncada en Santiago de Cuba,
el 26 de julio de 1953.
Muchos murieron en aquella acción, entre ellos Abel, en medio
de atroces torturas, y el hermano de Pedro, Julio Trigo, cuyo nombre
lleva hoy un renombrado hospital de La Habana; otros, como Fidel y
el propio Pedro, fueron apresados y liberados más tarde.
Tres años después, el 25 de noviembre de 1956, Fidel,
al mando de 82 jóvenes cargados de incertidumbres, sueños
y planes de justicia social, partían a bordo del Granma –embarcación
en la que cabían bien no más de 14– del puerto
de Tuxpan.
En su patria otros, que se levantarían en armas, los esperaban.
De esa expedición formaba parte Arsenio García, quien
ganó el grado de comandante por sus méritos en los campos
de batalla. Alrededor de un tercio de los 82 eran sobrevivientes del
asalto al cuartel Moncada.
Cuando salieron del puerto veracruzano, una lluviosa madrugada y con
el mar picado, Arsenio tenía sólo 20 años de
edad. Cabe aclarar que él no fue moncadista ni Pedro expedicionario
del Granma.
Llegamos a Papantla poco después de la una de la tarde. Hacía
calor tolerable, que no agotaba. El alcalde, don Martín Rizo,
nos esperaba en sus oficinas del Ayuntamiento; estaban allí
también algunos de sus colaboradores, reporteros y personal
de la UV, encabezado por el maestro Ariel Rivera.
El primer edil les dio la bienvenida y les entregó las llaves
de la ciudad; la directora de Turismo Municipal, Georgina Cortés,
se encargó de explicarles las características de los
trajes típicos papantecos que lucían tres bellas jóvenes;
Marilú Galván pronunció unas sentidas palabras
de acogida y Ariel Rivera hizo lo propio a nombre del vicerrector
de la región, les obsequió sendas series de litografías
de Teodoro Cano, artista papanteco de fama internacional.
Nos despedimos del alcalde. Luego, Ariel Rivera y su pequeña
comitiva y la directora de Turismo Municipal nos condujeron al parque
ecológico Xánath (flor, en totonaca), a orillas de la
ciudad, donde comimos sencillas y sabrosas viandas de la cultura culinaria
indígena en recipientes de barro. Luego visitamos El Tajín.
A la caída de la tarde, los amigos cubanos, el chofer y yo
emprendimos el camino a Tuxpan. En trayectos como ése conversábamos,
al estímulo de preguntas específicas, de la historia
de nuestros respectivos pueblos. |
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