Año 7 • No. 285 • Octubre 15 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Entrevista con John B. Thompson
Gutenberg no ha sido derrotado


Edgar Onofre y Juan Carlos Plata

La historia del e-book es la historia de una revolución fallida, sostuvo

Ante el pronóstico –esparcido principalmente por los medios de comunicación a principios de los años 90– de la inminente desaparición de libro impreso ocasionada por la revolución digital, y del eventual surgimiento de los libros electrónicos o e-books, el sociólogo norteamericano John B. Thompson detectó que aun en el ámbito académico –intrínsecamente ligado a los libros– poco o nada se sabía respecto de la industria editorial, de las consecuencias reales de la tal revolución digital y que la incursión de los e-books en el mercado ha sido, hasta la fecha, un rotundo fracaso.

Mediante un estudio –que a la fecha ha durado 10 años– acerca del mundo de la industria editorial académica de habla inglesa, Thompson llega a la desconcertante conclusión de que el libro se ha servido de las ventajas tecnológicas y ha transformado completamente su proceso de producción, y más aún, sostiene que más allá de especulaciones, es el contenido lo que debe preocupar a las editoriales y no la forma en que se entregan esos contenidos a los lectores.

Nacido en Minneapolis, Estados Unidos, doctorado en Sociología por la Universidad de Cambridge, Inglaterra, investigador del Jesus College de la misma institución y actualmente catedrático de la Universidad de Minneapolis, John B. Thompson fue recientemente condecorado con la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana, en el marco de la Feria Internacional de Libro Universitario (FILU) 2007, en Xalapa, Veracruz, y ahí concedió la siguiente entrevista.

En su estudio referente a la industria editorial de habla inglesa –focalizado principalmente a las editoriales de corte académico–, ¿cuál es el balance general y cuáles las causas del momento que atraviesa?
El mundo de las editoriales académicas está pasando por un momento sumamente difícil porque el mercado se ha colapsado.
La pregunta es: ¿Por qué se ha colapsado? Mucha gente piensa que es debido al Internet. Se piensa que los estudiantes y los académicos obtienen la información que necesitan de Internet y ya no de libros. Esa es la explicación común, pero yo trato de mostrar que ese razonamiento es equivocado, esa no es la razón del fenómeno.
Lo que ha pasado es que los precios de las publicaciones periódicas se han elevado porque estas publicaciones pertenecen a grandes corporaciones y éstas incrementaron el precio de las suscripciones de acuerdo con la inflación desde los años setenta hasta los noventa. Esto provocó que las bibliotecas gastaran cada vez más dinero para mantener las suscripciones de publicaciones periódicas de corte científico y gastaran cada vez menos dinero en libros: ésa es la razón real por la que el mercado de los libros académicos se ha colapsado.

Su estudio se refiere a editoriales de habla inglesa –tanto en Reino Unido como en Estados Unidos–, ¿ese escenario podría aplicarse también en la industria editorial de América Latina?
La teoría, el marco teórico que he utilizado –la teoría de los campos de Bordieu y los conceptos de los actores de cada campo– pueden aplicarse a la situación en México, pero la lógica del campo –las características particulares– no porque la lógica de los campos de las editoriales académicas de habla inglesa son específicas.

Si uno quiere entender qué pasa en México se tienen que tomar los conceptos y aplicarlos en una investigación local que tome en cuenta las características particulares. La situación de este tipo de editoriales en México será muy diferente a la que tienen las de habla inglesa.

La situación particular de las editoriales en México no será, ni por asomo, parecida a la que guardan las editoriales de habla inglesa, pero si se quiere saber la realidad de las editoriales mexicanas recomiendo usar el mismo mecanismo de aproximación.

¿Las editoriales comerciales sufren el mismo problema?
No. El mundo de las editoriales que publican libros de interés general tiene una dinámica completamente diferente. Es por eso que esta teoría y metodología se basa en que los campos deben ser vistos de manera separada; no se pueden mezclar porque la dinámica de cada uno es muy distinta.

La dinámica de las editoriales comerciales de habla inglesa –que es la que estoy estudiando ahora mismo– en los últimos 30 años está determinada por tres fuerzas diferentes:
Una es la creciente concentración de las casas editoriales: las grandes corporaciones han comprado a la mayoría de las editoriales pequeñas y ahora sólo hay cinco grandes corporaciones que son dueñas de la mayoría de las casas editoriales de habla inglesa.

La segunda es el surgimiento de cadenas de librerías de venta al menudeo. En los últimos 20 o 30 años han surgido dos cadenas dominantes en Estados Unidos y dos en Inglaterra; estas cadenas tienen muchas librerías. Con el surgimiento de las cadenas, las librerías independientes han sido orilladas fuera del negocio porque no pueden competir.

Y la tercera fuerza es el surgimiento de los agentes literarios, quienes se han convertido en la llave a todos los contenidos; prácticamente todo es manejado por ellos. Estos agentes van con las editoriales y ofrecen los libros nuevos y han elevado los costos. Las editoriales tienen que arreglarse con un agente literario para tener acceso a los nuevos contenidos.

Entonces, las editoriales están entre dos jugadores muy poderosos: por un lado los agentes literarios que controlan el acceso a la oferta y al contenido y, por otro, las cadenas de librerías de venta al menudeo, que controlan el acceso a los consumidores.

Estos dos jugadores han elevado los estándares del juego y para las editoriales es cada vez más caro jugar. Esta situación ha puesto fuera del negocio a muchas editoriales que terminan siendo absorbidas por las grandes corporaciones porque no pueden mantenerse en el juego, porque sus bolsillos no son lo suficientemente grandes para pagar el elevado precio que deben pagar para mantenerse.

En México tenemos un problema diferente: antes de hablar de la revolución digital tenemos que resolver el problema de que se lee muy poco. ¿Esa cuestión podría ser el punto central de un estudio como el que usted realizó, pero focalizado a México?
Sí, la situación en México es muy diferente: yo no puedo hablar mucho del asunto porque no la conozco a profundidad, pero sé que el problema de los niveles de lectura es diferente en México que el que existe en Estados Unidos e Inglaterra.

No es fácil interpretar por qué la gente lee menos libros y dedica a la lectura menos tiempo que hace 30 años. Si bien es cierto que la avalancha de otras fuentes de entretenimiento e información –como la televisión, el radio, los periódicos y el Internet– han ocupado el tiempo de las personas y mucha gente que antes leía aparentemente lo ha dejado de hacer, es muy difícil interpretar este fenómeno; se tiene que ser muy cuidadoso.

En contraparte, últimamente ha habido fenómenos editoriales muy importantes que van a contracorriente de este supuesto, como el de Harry Potter, que ha llamado poderosamente la atención de la gente.

Usted sostiene que no existe una demanda real por los libros en formato electrónico, ¿podría generarse esa demanda en el futuro?
No se puede saber. Hay muchas especulaciones al respecto. Lo que yo he tratado de demostrar es que la historia del llamado e-book es la historia de una revolución fallida.

Cuando yo empecé a hacer este estudio, en el año 2000, todo mundo me decía que para cuando yo concluyera la investigación, el libro impreso habría desaparecido y que sería reemplazado por el e-book. Diez años después nos damos cuenta de que lo que prácticamente ha desaparecido es el e-book y no el libro impreso.

Parte del rompecabezas al que yo me enfrenté, fue entender por qué tanta gente se equivocó y por qué el libro sigue siendo el principal objeto cultural. Lo que trato de mostrar es que las especulaciones sobre el libro electrónico estaban basadas en interpretaciones muy superficiales del impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad.

Mucha gente cree que la tecnología es una fuerza arrolladora, que es una suerte de cosa absolutamente inevitable, que por el simple hecho de que la tecnología existe la gente la usa. Y entonces se tiene una especie de visión determinista del impacto de la tecnología en la vida cotidiana.

Yo trato de proponer una manera diferente de razonar acerca de ese tema, un acercamiento basado en el contexto social, porque a final de cuentas la tecnología es creada en un contexto social y se tiene que ser muy cuidadoso de ese contexto para entender para qué la gente usa la tecnología y cuánto está dispuesta a pagar por ella.

Si se mira cuidadosamente el contexto se verá que las especulaciones acerca del e-book se basaron solamente en la parte de la creación tecnológica y no en el contexto en el que se debería llevar a cabo la aplicación de esa tecnología.

Lo que pasó con el e-book fue que algunas personas gastaron mucho dinero tratando de crear un negocio a futuro, se invirtió mucho dinero en la creación de libros electrónicos y se pusieron en el mercado con la idea de que se apoderarían de él y desaparecería el libro impreso. Los impulsores de la idea se pusieron en el asiento del conductor de esa supuesta revolución pero, de hecho, no sucedió lo que esperaban.

Los e-books estaban en el mercado, pero la demanda nunca llegó. Los consumidores no los querían, no querían pagar por ellos, simplemente preferían seguir comprando libros a la antigua.

La historia no ha terminado: estamos en 2007 y el debate continúa. Si al momento de que los e-books llegaron al mercado hubiera habido una nueva generación de lectores que prefirieran los libros electrónicos, la historia hubiera sido completamente distinta; pero los consumidores, al parecer, todavía no quieren los e-books, todavía no les gusta leer en una pantalla y por eso prefieren comprar y leer un libro impreso.

No quiero decir que la demanda no se vaya a dar en futuro, lo que digo es que no ha sucedido todavía, todo sigue siendo mera especulación acerca de lo que podía pasar. La gente me pregunta con frecuencia si puede suceder y yo contesto: Claro, puede pasar, después de todo nadie predijo el iPod y sucedió. No niego la posibilidad de que suceda la revolución del e-book, lo que digo es que actualmente todas las evidencias apuntan a que no ha sucedido.

Si uno se pregunta qué deberían hacer las editoriales para prepararse para un futuro indeterminado, la respuesta es crear un archivo digital. Las editoriales producen todos sus libros a partir de un archivo digital, porque ese es el impacto real que ha tenido hasta hoy la revolución tecnológica en la industria editorial –yo la llamo la revolución oculta–: Todo el proceso de producir libros se hace de manera digital. La revolución digital está al interior de la industria editorial, cada libro que se publica ahora, antes de ser impreso es un archivo digital.

Entonces, las editoriales deben tener todos sus libros en ese archivo digital, y siendo así, tienen la posibilidad de distribuir esos contenidos de una manera electrónica en el futuro si y sólo si la demanda existe. Si eso pasa, estarían preparadas y se mantendrían en el negocio.

Lo que debe ser realmente importante para las editoriales es mantener sus ojos en la pelota, mantenerse enfocadas en su labor que es crear contenidos, eso es lo que las hace valiosas. No deben preocuparse por crear y distribuir e-books ahora mismo porque no existe la demanda.

¿Realmente las tecnologías –y no solamente en referencia a la industria editorial, sino en general– han cambiado al mundo? ¿Han cambiado al hombre?
Sí, creo que esta revolución ha sido enormemente importante, especialmente en la esfera de la cultura, porque ha creado una infraestructura tecnológica común para contenidos culturales que, creo, que es sumamente significativa.

Pero no estamos tecnológicamente determinados. La cuestión crucial es analizar siempre a esas tecnologías en contextos sociales específicos, cómo son usadas esas tecnologías en cada contexto; ésa es la clave del asunto.

Yo trato de mostrar que la revolución digital está viva en la industria editorial; esta industria no es más ese viejo archivo de contenidos que era en el siglo XIX. La revolución digital la ha transformado profundamente: aun cuando el libro se vea exactamente igual que antes, el proceso para producirlo y obtenerlo es completamente diferente.

Esto es algo que yo descubrí mediante la investigación, porque no tenía idea de que esto hubiera sucedido. Yo pensé, cuando empecé la investigación hace 10 años, que me enfocaría a los e-books y en cómo éstos reemplazarían a los libros impresos, pero cuando más avanzaba en la investigación me di cuenta de que no era la pregunta correcta. Los medios de comunicación estaban haciendo la pregunta equivocada, el impacto real de la revolución digital fue transformar la industrial editorial en sí misma.

El tema del e-book por ahora es completamente irrelevante porque la tecnología lo que hizo fue transformar internamente a la industria del libro, no necesariamente en la manera en la que el lector recibe el producto final. La cuestión no es si uno recibe un libro impreso o un archivo digital; eso no es importante. La revolución está ahí de todas maneras, sucedió.

¿Qué tiene el libro que lo ha hecho sobrevivir a tantas muertes anunciadas?
El contenido es la clave. Lo que hay adentro, las palabras, el texto, ésa es la cuestión crucial. La forma en la que ese contenido sea entregado, ya sea en un objeto material como el libro impreso o en un archivo electrónico, es una cuestión secundaria.

Entonces, ¿podemos decir que Gutenberg aún no ha sido derrotado?
Sí, Gutenberg está vivo todavía.


John B. Thompson, recientemente condecorado con la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana