Año 8 • No. 295 • Enero 14 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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  Tarzán,
el hombre mono
Roberto Ortiz Escobar
Para calentar los motores de la cinefilia, el Departamento de Cinematografía de la Universidad Veracruzana (UV) nos presenta durante el mes de enero seis películas de Tarzán, basadas en el mito que en 1912 creara Edgar Rice Burroughs. Todas fueron interpretadas por Johnny Weismuller, amante cuando joven de la mexicana Lupe Vélez y delirante cuando viejo lanzando alaridos en Acapulco como el personaje que lo encumbraría.

Nacido en 1904, Johnny Weismuller era hijo de emigrantes vieneses. Llama la atención que por su condición enfermiza se viera forzado a practicar la natación desde los ocho años de edad. Esta práctica lo llevó en la etapa juvenil a la superación de varios records mundiales y la obtención de 5 medallas de oro en las olimpiadas de 1924 y 1928.

El reconocimento público lo lanzaría rápidamente al cine, aunque en el caso de Tarzán, el hombre mono (Tarzan the ape man, 1932, de W.S. Van Dyke), su incursión se dio como bateador emergente, ya que el actor elegido originalmente para la cinta debió abandonar la filmación en los primeros días al sufrir una factura. El reemplazo y buen olfato del cineasta para la confección de su personaje y la efectiva recreación selvática, convirtió al filme en uno de los más taquilleros del año en Estados Unidos.

Y no era para menos, Johnny Weismuller sigue siendo la mejor encarnación que el cine ha dado a la figura de Tarzán. De cuerpo atlético, 1.90 metros de estatura, destreza natatoria y elegancia corporal muy en línea con el entorno animal, el actor asumió el personaje en 12 filmes a lo largo de 16 años.

El día de hoy se proyectará La fuga de Tarzán (Tarzan Escapes, 1936, de Richard Torpe), la tercera cinta de las interpretadas por Weismuller. Si en la primera Tarzán el hombre mono, 1932) veíamos a Tarzán raptando a una joven proveniente de Inglaterra, la seducción mutua y la determinación de Jane de quedarse con su amado en la selva; en la segunda (Tarzán y su compañera, 1934), Jane recibía visitas, se vestía cual dama británica, pero mantenía firme su vínculo de pareja.

En La fuga de Tarzán, Jane tiene visitas nuevamente. En esta ocasión la de una prima notificándole de una herencia que será destinada a la investigación entomológica si ella no la acepta. Entra en juego entonces la posibilidad de que la chica regrese a Europa.

Como en las anteriores, otra vez tenemos escenas de acción bien concebidas y un Tarzán hecho preso cual animal enjaulado y deprimido emocionalmente. Algo que sigue llamando la atención por la curiosa correspondencia son las imágenes donde vemos a los personajes en un set ambientado y, paralelamente, imágenes del ámbito africano real.

Destaca ese safari inicial con hileras de negros cruzando ríos, manglares y estepas. Inmediatamente, en el set, a quienes encabezan el recorrido y ven divertidos elefantes, jabalíes, jirafas y avestruces, como si estuvieran paseando en un parque dominical.

Ya en esta cinta la censura cubrió a Jane con más ropa de la que usaba en Tarzán, el hombre mono y Tarzán y su compañera. Para la cuarta de la serie (¡Tarzán encuentra un hijo!) debió de incluirse a un retoño que justificara la relación de Tarzán y Jane, ya que en plena selva no se garantizaban los requisitos del ritual matrimonial.