|
|
Tarzán,
el hombre mono
Roberto Ortiz Escobar |
Para
calentar los motores de la cinefilia, el Departamento de Cinematografía
de la Universidad Veracruzana (UV) nos presenta durante el mes de
enero seis películas de Tarzán, basadas en el mito que
en 1912 creara Edgar Rice Burroughs. Todas fueron interpretadas por
Johnny Weismuller, amante cuando joven de la mexicana Lupe Vélez
y delirante cuando viejo lanzando alaridos en Acapulco como el personaje
que lo encumbraría.
Nacido en 1904, Johnny Weismuller era hijo de emigrantes vieneses.
Llama la atención que por su condición enfermiza se
viera forzado a practicar la natación desde los ocho años
de edad. Esta práctica lo llevó en la etapa juvenil
a la superación de varios records mundiales y la obtención
de 5 medallas de oro en las olimpiadas de 1924 y 1928.
El reconocimento público lo lanzaría rápidamente
al cine, aunque en el caso de Tarzán, el hombre mono (Tarzan
the ape man, 1932, de W.S. Van Dyke), su incursión se dio como
bateador emergente, ya que el actor elegido originalmente para la
cinta debió abandonar la filmación en los primeros días
al sufrir una factura. El reemplazo y buen olfato del cineasta para
la confección de su personaje y la efectiva recreación
selvática, convirtió al filme en uno de los más
taquilleros del año en Estados Unidos.
Y no era para menos, Johnny Weismuller sigue siendo la mejor encarnación
que el cine ha dado a la figura de Tarzán. De cuerpo atlético,
1.90 metros de estatura, destreza natatoria y elegancia corporal muy
en línea con el entorno animal, el actor asumió el personaje
en 12 filmes a lo largo de 16 años.
El día de hoy se proyectará La fuga de Tarzán
(Tarzan Escapes, 1936, de Richard Torpe), la tercera cinta de las
interpretadas por Weismuller. Si en la primera Tarzán el hombre
mono, 1932) veíamos a Tarzán raptando a una joven proveniente
de Inglaterra, la seducción mutua y la determinación
de Jane de quedarse con su amado en la selva; en la segunda (Tarzán
y su compañera, 1934), Jane recibía visitas, se vestía
cual dama británica, pero mantenía firme su vínculo
de pareja.
En La fuga de Tarzán, Jane tiene visitas nuevamente. En esta
ocasión la de una prima notificándole de una herencia
que será destinada a la investigación entomológica
si ella no la acepta. Entra en juego entonces la posibilidad de que
la chica regrese a Europa.
Como en las anteriores, otra vez tenemos escenas de acción
bien concebidas y un Tarzán hecho preso cual animal enjaulado
y deprimido emocionalmente. Algo que sigue llamando la atención
por la curiosa correspondencia son las imágenes donde vemos
a los personajes en un set ambientado y, paralelamente, imágenes
del ámbito africano real.
Destaca ese safari inicial con hileras de negros cruzando ríos,
manglares y estepas. Inmediatamente, en el set, a quienes encabezan
el recorrido y ven divertidos elefantes, jabalíes, jirafas
y avestruces, como si estuvieran paseando en un parque dominical.
Ya en esta cinta la censura cubrió a Jane con más ropa
de la que usaba en Tarzán, el hombre mono y Tarzán y
su compañera. Para la cuarta de la serie (¡Tarzán
encuentra un hijo!) debió de incluirse a un retoño que
justificara la relación de Tarzán y Jane, ya que en
plena selva no se garantizaban los requisitos del ritual matrimonial. |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|