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Departamento de Prensa
Año 8 / No. 322 / Agosto 25 de 2008 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Los políticos son los que
están enfermos, no el país

Entrevista con Helio Flores

Edgar Onofre • Ilustración: Carlos Villarreral • Foto: Iris Aburto

Caricaturista imprescindible del periódico El Universal, el xalapeño Helio Flores Viveros se define a sí mismo y su trabajo de la siguiente manera: “Siempre he querido hacer crítica del poder, de la corrupción y de la impunidad, para no ser cómplice desde el silencio”.

Al día de hoy, todavía conserva la primera paga que recibió por una caricatura publicada en el Diario de Xalapa a los 13 años: 10 pesos, y no titubea en mencionar a sus más caros maestros (involuntarios, algunos de ellos): “Recuerdo a Germán Butze, el autor de Los Supersabios; para mí, fue un maestro de dibujo y de la actividad del caricaturista.

Recuerdo a Will Eisner, autor de El Spirit; a Joaquín Cervantes Bassocco, que hacía una historieta que se llamaba Wama. A Ernesto García Cabral, de quien recortaba y guardaba sus caricaturas en la secundaria. Y más recientemente, a (el caricaturista argentino Roberto) Fontanarrosa, con Boogie el Aceitoso”.

Crítico incansable de la realidad nacional, Flores Viveros es tan detallista en la caricatura –“me fijo mucho en las manos para ver qué tan bueno es el dibujante, son muy expresivas en el dibujo; parece fácil dibujarlas, pero no lo es”– como en la observación del panorama de nuestro país: “La caricatura es una obligación para manifestar la vergüenza por las condiciones en las que está el país”.

Tras ingresar a la Facultad de Arquitectura de la Universidad Veracruzana (UV), Helio Flores obtuvo una beca para estudiar dibujo y diseño en Nueva York, EUA, y ejercer plenamente su vocación de caricaturista y sobre la que, asegura, “la hago porque no sé hacer otra cosa, porque me gusta, porque es creativa y estimula: con suerte, hace pensar a los lectores”.

Helio Flores fue un niño cuyos maestros de literatura lo alejaron de las letras antes que motivarlo a leer: “En la escuela nos encargaban leer libros, pero era como un castigo. Hasta la fecha, me considero un lector principiante, que apenas empieza a descubrir escritores”. Hoy, es autor de una obra sólida y trascendente, reconocida con premios y, sobre todo, con lectores. En la siguiente entrevista, Helio Flores se refiere a sus convicciones, sus posturas políticas y su inquebrantable vocación crítica.

En entrevistas y otras intervenciones públicas usted ha hecho referencia tanto a una crítica como a una ética del trabajo del caricaturista. ¿Por qué el énfasis en ambos elementos?
La ética va ligada a cualquier profesión. Tal vez en la caricatura se note más, pero lo relaciono con la congruencia entre lo que dices mediante tu trabajo y cómo piensas y vives, que lo que haces en tu trabajo sea consecuencia directa de tu forma de pensar. Esto suena muy natural, pero no lo es tanto. Yo lo he visto con mis colegas que piensan de una manera pero trabajan de otra. Como que no hay congruencia. Y, para mí, ética y congruencia son elementales: un caricaturista que no tenga esa liga de una cosa con otra, no creo que sea muy efectivo.

¿Cuándo descubrió que en usted habitaba un espíritu crítico que terminaría por trazar una ética?
No sabría decir una fecha, pero creo que es parte del camino. Te vas dando cuenta conforme vas avanzando e influyen muchas cosas: la educación que tienes en la primaria, la secundaria, la preparatoria, no sé. Todo eso te da una forma de pensar y de ser, lo mismo para un carpintero, un abogado o, ya no digamos, un funcionario. Pero debería ser algo natural. No creo que todo mundo lo aplique, pero creo que eso es parte del aprendizaje natural, lo puedes aprender con los amigos o en familia. Todo eso te hace pensar de cierta forma. Uno aprende no sólo de lo que es bueno, sino también de lo contrario: también son lecciones.

El valor de la congruencia resulta muy interesante en un mundo que se dice hiperpragmático. ¿Le ha costado ser congruente?
No, no me ha costado trabajo. Absolutamente nunca. Y es que no lo veo como un esfuerzo o un castigo. Ni siquiera me planteo si hago las cosas de una manera o de otra: eso surge de una manera natural. A la hora de hacer tu trabajo, no nada más el dibujo, sino su contenido y la opinión implícita, detectas un absurdo o la demagogia, en el caso de los políticos, pero es de manera natural, no es cosa de decir: ¿Qué será bueno que opine sobre esto? La congruencia es un compromiso con uno mismo, natural. Y nadie te lo está exigiendo ni hay un castigo. Es como escoger ropa: te pones aquélla con la que te sientes a gusto porque te sale natural.

La estética de su obra es bastante dura, ¿busca retratar al poder de manera grotesca?
El espíritu crítico lo usas para ver lo que no concuerda. En la caricatura la crítica es fundamental; si no, no es caricatura. Y se retrata al poder de manera grotesca porque así es: no busco exagerarlo para hacerlo grotesco. Yo creo que así es. Escucho el discurso de un funcionario muy importante y veo lo que está haciendo y me parece grotesco, absurdo, una mentira exagerada. Es grotesco. Cuando se ven estos espots en la televisión, uno sabe que están diciendo puras mentiras y que el gobierno hace lo contrario de lo que dice: es grotesco. Aunque quisiera verlo y dibujarlo más exagerado de lo que lo veo, me costaría trabajo. El caricaturista termina por dibujarlo tal y como es, sin rascarle más al asunto.

¿Es este nivel de cinismo el que lo hace pensar que tenemos un país enfermo?
No, el país no está enfermo. Los políticos son los que están enfermos. Los que estamos viendo actuar, los que estamos oyendo decir cosas que no coinciden con la realidad, los que manejan la mentira en todos sus discursos, esos son los que están mal.

¿Y de qué mal estarán enfermos?
Pues puede ser corrupción, demagogia, mentira. Y lo grave que es una cadenita donde es casi imposible aislar a cada uno, porque casi todos son iguales, de todos los partidos. Pareciera que es una forma de ser, que si no son así no logran destacar en ese medio.

Estas aseveraciones son compartidas por caricaturistas, opinadores, escritores, etcétera, es decir, sabemos que hay protagonistas mentirosos o mezquinos, pero las cosas no cambian mucho. ¿No le da la impresión de que el poder y su ejercicio se trata de una enfermedad parecida al alcoholismo?
Sí, justamente acaban de acusar a los panistas de eso. Los alcohólicos tienen que reconocer que lo son para curarse. Es una enfermedad muy parecida. Pero, como dicen, la primera intención debe ser reconocer que algo está mal.

Después de 2006 se habló mucho de una polarización de la sociedad. De un lado estaba el sector político que quería mantener mentiras por verdades, mientras que otra parte de la sociedad peleaba por evidenciar las mentiras como tales. ¿Cree que esta polarización sea cierta, que existe una confrontación entre una mentira conocida a voces y una verdad que pugna por mostrarse?
Encuentro una diferencia, porque esa polarización tiene una razón de ser. He escuchado muchas expresiones, y cada vez que un oprimido o un explotado protesta contra su patrón, entonces se dice: el país está polarizado. O cada vez que hay elecciones y se comete un gran fraude, en donde la mitad lo cometió y la otra mitad protesta por el fraude, entonces se dice: es que el país está polarizado. Y yo digo: sí, está polarizado, pero hay una razón. Los que cometieron el gran fraude se les hace fácil explicarlo todo diciendo: el país está polarizado. Y los que fueron víctimas del fraude, protestan y marchan. Pero no se me hace justo explicarlo todo con el argumento de que el país está polarizado. Hay una razón para todo esto.

El último fraude que hubo en la elección presidencial de 2006, que fue un gran fraude, estoy convencido de ello, es motivo de esa gran polarización. Hubiera sido muy fácil que la elección hubiera sido legal, que se hubieran contado de nuevo los votos, pero como nada de eso se hizo, la mitad del país quedó inconforme, dolida, lastimada y todavía no se repone, mientras la otra mitad, la que cometió el fraude, está disfrutando del poder y cometiendo toda clase de atropellos y el resultado es un país que está polarizado. Si antes ya había inconformidades, si ya había señales de polarización, después del gran fraude la polarización se disparó. Tiene un origen y un motivo. No se trata de que no nos caemos bien. Los que originaron esa polarización son los que más usan ese argumento: el país está polarizado.

Como querer tapar al sol con un dedo…
Sí, es como no reconocer una gran falla, una gran violación. Es difícil que la polarización del país se arregle nada más con discursos. O simplemente negando que existió un fraude.

“Oprimido” y “explotado” son palabras que pertenecen a una semántica que parte de una tradición marxista y que parecían desterradas del vocabulario social y del de los medios. ¿Cree que estos conceptos tengan posibilidad de resurgir?
Estas palabras coinciden con una realidad: si no hubiera oprimidos o explotados, no habría necesidad de hablar de ellos. No creo que se trate de una cuestión de moda o consenso temporal, creo que es una realidad; si los hay, se debe hablar y son palabras que nombran parte de una realidad.

Sin embargo, expresarse en estos términos llegó a ser políticamente incorrecto y, se decía, obsoleto. ¿Nos equivocamos si consideramos que en la caricatura la pugna entre los dueños del poder y el pueblo, es decir, la lucha de clases, nunca dejó de existir?
En la televisión nunca se habla de oprimidos y de explotados. En los informes de gobierno, tampoco. Para esos medios no existen 60 millones de mexicanos en pobreza extrema, que son oprimidos y explotados. Qué bueno que los caricaturistas sigan hablando de eso, porque es una realidad y mientras no se reconozca que existe el problema no se encontrarán soluciones, independientemente de si se trata de teorías marxistas o leninistas. En los periódicos tampoco son palabras de uso común, pero no es porque no existan. En realidad, no se necesita ver periódicos o noticieros de TV para ver que hay 60 millones de pobres extremos. Pero es una realidad que existe, independientemente de las palabras que usemos para designarlos.

¿Será que para el sector empresarial, por ejemplo, no se trata de 60 millones de pobres, sino de 60 millones que tienen la oportunidad de enriquecerse?
Para ellos son flojos. Son pobres porque quieren, porque no quieren trabajar y no aprovechan las oportunidades.

Estos argumentos del sector empresarial se parecen mucho a los del sector político, ¿no le parece?
Son igual de grotescos. O hasta peores. Por eso se juntan entre ellos.

Es un lugar común, pero se ha dicho que la caricatura terminó por ser la verdadera conciencia crítica del país. ¿Está de acuerdo con eso?
Creo que así es; un poco, al menos. Pero no es cosa de que los caricaturistas hayan querido tener ese papel. Se asume, pero por la falta de que alguien más lo haga, porque ese papel deberían asumirlo, por ejemplo, los diputados, que dicen que son los representantes del pueblo. Y ellos son los que deberían defender los intereses del pueblo, pero es muy obvio que sólo están para servir a los de arriba.

Los caricaturistas hacemos este papel porque pensamos que eso es la caricatura. Desafortunadamente no tenemos los medios ni repercusiones inmediatas de nuestro trabajo. Otras personas, los funcionarios, gobernantes, son los que deberían hacer eso: estar al servicio de los ciudadanos y de los que menos tienen.

En realidad, a nosotros, los caricaturistas se nos considera una válvula de escape que hace reír a los lectores, pero lo que menos hacemos es hacerlos reír porque muchas de nuestras caricaturas no pueden ser graciosas. Algunas lo son por un trazo, un personaje, pero no necesariamente están hechas para reír. Pero no es un desfogue o válvula de escape que permite una sonrisa entre las noticias. A veces, lo que dibujamos no se trata de temas muy risibles. Ojalá las caricaturas fueran sólo para hacer reír.

Finalmente, ¿qué le significa el doctorado Honoris Causa que le otorga la UV?
La verdad nunca pensé que una distinción de este tipo pudiera otorgarse a una caricaturista. En principio, porque los caricaturistas somos un sector un tanto marginal y este tipo de reconocimiento suelen recibirlos escritores o intelectuales. Y menos hubiera pensado que yo podría recibirlo.

Lo tomo como un gran honor y, siendo de la Universidad donde estudié en mi juventud, es muy importante y me ha servido para reencontrarme con la institución. Y además del gran honor que de veras significa para mí este premio, el hecho de que sea de la Universidad Veracruzana, que es la mía, lo hace todavía mucho más significativo. Y, al mismo tiempo, como suele decirse, también siento la responsabilidad de recibir un doctorado de este tipo.