Oportunidades en México:
ser más miserable o morir
Entrevista con Élmer Mendoza y Jorge
Moch
Élmer Mendoza y Jorge Moch son escritores en
cuyas novelas vuelan pedazos de cartílago y sangre
o le vuelan la cabeza a un chico de 15 años desde
una camioneta.
El primero ha publicado cinco novelas en Tusquets (Asesino
solitario, El amante de Janis Joplin, Efecto Tequila,
Cóbraselo caro y Balas de plata) y recién
ganó el III Premio Tusquets Editores de Novela.
El segundo publicó Sonrisa de Gato, su novela
debut, en Alfaguara, ganó el Premio Nacional
Efraín Huerta y tiene una segunda novela, ¿Dónde
estás, Alacrán?, a punto de circulación
bajo el sello Planeta. |
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Mendoza vive en la Col Pop de Culiacán, Sinaloa,
es aficionado al beisbol y es catedrático de la Universidad
de Sinaloa. No hace mucho recibió en su casa al escritor
español Arturo Pérez-Reverte y le mostró
la cara bravía del norte del país.
Moch vive en un predio boscoso cerca de Xalapa, Veracruz,
es un detractor de los deportes televisados, gusta de cortar
su propia leña y tiene un perro más grande que
él mismo.
Siguiendo las claves de la novela negra, ambos han desenvuelto
su literatura en un mundo despiadado, violento, hipócrita
y depredador. De narcotraficantes, políticos corruptos,
policías desorbitados y muy pocas certezas y testosterona
desbordada. Cualquier parecido con la realidad nacional puede
leerse en la siguiente entrevista.
Edgar Onofre
¿Qué está
pasando en México? ¿Por qué explotaron
los índices de violencia?
Élmer Mendoza (EM): Vivo en el mundo
de la especulación y, por tanto, lo que diga seguramente
tiene poco que ver con la realidad. Pero sé que ha
habido un desacuerdo, que el gobierno federal ha declarado
una guerra para la que no estaba capacitado y para la que
no había identificado correctamente a su enemigo.
Es una guerra muy extraña, que al final es una guerra
de bandas; se dice que es por territorios y que hay un elemento
que azuza, pero no se sabe bien de qué se trata. Y,
como todas las guerras, tiene una gran carga de estupidez.
Vivimos en un país que tiene alguna vocación
para la violencia pero que tiene una justificación
económica y social muy fuerte: hay millones de pobres
y millones de clases medias pauperizadas, los egresados no
tienen empleos y la delincuencia, es decir, la forma de obtener
recursos para vivir a través del crimen, es cada vez
más un camino que eligen los jóvenes.
Veo un panorama muy desolador. Pueden hacer las marchas que
quieran, las reuniones de gobernadores que quieran, pero mientras
esto no se vea como un problema social intenso, no va a pasar
nada. Y lo horrible es que se está politizando y dentro
del mundo de las especulaciones se escucha que el crimen estará
presente en parte de las campañas del partido en el
poder para tener el control sobre las próximas elecciones.
Jorge Moch (JM): Es una señal
de debilidad del gobierno. Una señal inequívoca
de que al frente del gobierno está una persona débil,
medrosa, que sustituye el músculo que nunca tuvo con
la milicia en las calles, lo cual me pareció un error
terrible desde el principio. Entiendo que no había
muchas medidas posibles porque la policía en general
está infiltrada por el crimen o forma parte de los
cuadros de la delincuencia organizada.
Una de las promesas de campaña del presidente era el
empleo y es uno de los rubros donde la sociedad está
más golpeada. Se oprime cada vez más a las partes
más depauperadas de la sociedad; se tugurizan los medios,
se tuguriza la diversión, se reducen presupuestos en
cultura y el país en general no tiene ningún
avance; al contrario, estamos en franco retroceso y tenemos
un gobierno incapaz, por ineptitud, por inexperiencia y porque
su credibilidad está puesta en juego desde el principio
del proceso comicial que lo llevó al poder. Y el recurso
que encuentra es, supeditado a las políticas de EUA
en materia de narcotráfico, poner a los militares en
las calles a cometer muchísimos atropellos.
Cuando el presidente de los EUA,
George W. Bush, se reeligió en 2004 se popularizó
una teoría: el gobierno tenía una estrategia
para implantar el miedo como mecanismo de control sobre la
sociedad, los medios, etc. ¿Pensar en estos términos
es una locura o hay algo de razón?
EM: Me daría mucha pena que así
fuera. Justamente acabo de platicar con un norteamericano
en El Paso, Texas, y le pregunté esto mismo. Él
me decía que en EUA no existe una sociedad analítica
y que, simplemente, los votantes de Bush en la primera elección
son los mismos que lo hicieron ganar la segunda vez, que poco
importaba que hubiera hecho un mal gobierno o que la economía
estuviera por el piso. Eso no importó.
Me daría mucha pena que el pueblo mexicano estuviera
cayendo en lo mismo, en perder la capacidad de análisis.
Se sabe que los gobiernos ejercen un control férreo
sobre algunos analistas que trabajan en los medios, que otros
son de un entreguismo vergonzoso y que pocos son los que podrían
darnos luz.
Y una de las cosas que no me gustan es que están cayendo
demasiados policías que no merecerían caer.
Aunque la fama de la policía es que es corrupta, creo
que también hay policías que quisieran ver esto
resuelto pero que igual están controlados y no pueden
rebelarse completamente. Ni siquiera declarar ante las cámaras.
Y cuando te cuentan cosas, te piden que no menciones su nombre.
La atmósfera está muy turbia y cuando el río
está revuelto la ganancia es de ciertos pescadores
¿Somos un país que
se está engañando de forma deliberada?
EM: Lo que pasa es que es una sociedad muy
mediática y los políticos están todos
los días a todas horas ahí; entonces, puede
que la gente entienda que lo que es México, la vida
correcta, es lo que está en la televisión. Pero
el asunto está en cómo podemos, quienes hacemos
la vida en este país: la que trabaja, produce o hace
arte, plantear la verdadera realidad.
Somos acusados de ser escritores que sólo nos ocupamos
de la violencia, pero se trata de un juicio facilista: es
un asunto mucho más profundo. Estamos señalando
los defectos, la podredumbre, la complicidad que ha permitido
que en los últimos 50 años se desarrollen el
narco, el tráfico de armas, el contrabando de ropa,
que son mercados increíbles. Alguien tiene que permitirlo
y alguien tiene que pagar por eso.
No creemos en las leyes, porque constantemente son pisoteadas
y se pueden comprar. Un inicio sería que las leyes
fueran creíbles, justas y que se apliquen igual a todo
mundo, pero es posible que para lograrlo haya que perderle
un poco el amor a la vida.
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JM: Sí, sin duda
y por muchas razones. Hay sectores que deliberadamente
buscan el autoengaño o la perversidad de engañarse
y engañar a los demás. Y buena parte de
la sociedad está totalmente enajenada. Son sectores
muy amplios de la sociedad cuyo interés diario
es la supervivencia; no la información, no la cultura,
sino el día con día. Y al mismo tiempo son
los receptores ideales de toda la estupidez de los medios.
Toda esta ola reciente de chismes de farándula
no encontraría eco ni audiencia si la gente estuviera
mejor informada o tuviera un espíritu crítico,
pero es imposible pedirle esto a una sociedad que chapotea
en altos niveles de miseria.
Esto tiene que ver con políticas educativas perversamente
distorsionadas y que además siguen siendo víctimas
de embates de gente tan oscura y perversa como Elba Esther
Gordillo, por ejemplo. Y, además, de un gobierno
federal que le hace juego. |
Es un país que, además y en
muchos casos, puede llegar a entender de qué se tratan
las cosas pero no quiere enterarse y prefiere cerrarse a la
conciencia y el compromiso, porque es estrellarse contra el
muro de la autoridad.
¿Estarían de acuerdo
con la siguiente sentencia?: “Es incontrovertible la
complicidad entre crimen organizado y gobierno”
EM: Yo sí lo creo. En el caso específico
sobre narcotráfico, los estudios que hay explican que
nació coludido. Hay leyendas al respecto pero no hay
documentos porque seguramente se destruyeron.
Cuando esto inició, en los años cuarenta o cincuenta,
los narcos eran diferentes y tenían otro perfil, pero
ya estaban coludidos con el gobierno. Y, después, cuando
el poder económico de los narcos aumentó y la
ambición de los políticos también, las
pequeñas alianzas establecidas dieron pie a que se
hable de que están financiando campañas; de
que se hable de los Amigos de Fox, caso cuya investigación
se paró porque estaba tocando fondo y estaban dando,
según se escucha, con orígenes no publicables.
A partir de ahí es que se habla, se pregunta: qué
va a pasar, cómo es la participación de las
bandas, de la delincuencia organizada, no sólo de los
narcos, sino de los que lavan dinero, de los banqueros y empresarios
que lavan dinero, de la industria de la construcción
y turística que invierte cantidades estratosféricas
de dinero.
JM: Es incontrovertible: hay
una red de complicidades que se teje desde lo más hondo
del poder hasta lo más visible del narco. Y no sólo
del narco, también de la industria del secuestro, la
del asalto a bancos, la delincuencia organizada en general,
siempre se ha sabido. No podemos demostrarlo, desde luego,
y el que pueda seguramente va a amanecer muerto en una zanja.
Sí, incontrovertible es que hay complicidad y un beneficio
de abajo hacia arriba continuo, transgeneracional y que, incluso,
está permeando a la empresa lícita: el lavado
de dinero se está convirtiendo en el gran motor económico
de grandes zonas del país. Obviamente no se puede confirmar,
pero me han platicado, incluso dentro de la PGR, que había
convenios con los grandes barones de la droga en México
y el gobierno federal, algunos de los cuales consistían
en señalar rutas o cargamentos de forma ocasional para
darle algo a la opinión pública, sobre todo
a los gringos, para que dejaran de estar molestando. Pero
se permitía la operación del narco a cambio
de que tales barones nunca permitieran el consumo y crecimiento
de un mercado interno en México.
Eso se acabó cuando el gobierno mexicano, mal dirigido
por EUA, que no entiende un ápice de lo que es la sociedad
mexicana, se fue sobre los grandes nombres de la droga y traicionaron
el convenio que había con ellos. Al descabezar las
grandes organizaciones del narco, los mandos medios se sintieron
libres y empezaron a pelear por las plazas y las cúpulas,
y fue cuando nacieron los narcos más violentos que
hemos visto: el Chapo Guzmán, el Güero Palma,
el Mayo Zambada y a partir de ahí mandos menores que
han surgido y fracturado la estructura del narco en pequeñas
tribus.
Todo esto nace de errores de planeación, de una terrible
falta de visión y de la conivencia de las autoridades
de todos los niveles con todos los niveles de la delincuencia
organizada.
Si esta ecuación es real,
¿quiere decir que la relación del gobierno con
los gobernados es una perversa impostura?
JM: Los resultados están a la vista.
Tenemos un gobierno perverso y mentiroso.
EM: Hay poco más que decir. Todos
los días están tratando de engañarnos,
el gobierno y sus secuaces, la gente que los apoya incondicionalmente.
Es un asunto muy grave porque el país se está
quedando sin perspectiva, sin un futuro real. Moch habló
de la educación y es un asunto fundamental: educarse
para el futuro. Parece que lo único para lo que nos
están educando es para ser más miserables o
morir.
Un pueblo sin futuro, desahuciado
y huérfano al mismo tiempo, tiende a volverse loco
y la gente loca tiende a matar a alguien, ¿notan este
pulso en México? ¿Qué efectos notan de
este desahucio y orfandad?
EM: Que se viva aterrorizado. Aunque hay
zonas en que tradicionalmente se sabe que si no les concierne
el asunto los van a respetar. El terror es un fenómeno
que nace de rumores y los rumores no se pueden evitar: empiezan
en los medios y todo lo que se dice en prensa, radio y tele
termina por formar otra idea de la realidad. El rumor, el
miedo, la angustia, provocan desesperanza.
Y otra cosa que duele mucho es la miseria: es la peor injusticia.
A veces soy acusado de romantizar el mundo de los narcos,
pero a los que yo conocí cuando era joven sólo
querían tener dinero para ponerle una casa a su mamá
o montar un negocio. Son tipos que murieron y ése es
un esquema que dejó de funcionar porque se convirtió
en un negocio y, claro, alguien tuvo una visión mercantil
del asunto.
Es muy distinto si quieres tener dinero para poner un taller
o si buscas abundantes mujeres, camionetas del año,
que los policías se te cuadren y los políticos
te inviten a desayunar. Es todo un esquema para cumplir los
sueños occidentales. Se dice que una aspiración
muy antigua es ser feliz y en nuestro tiempo ser feliz está
muy relacionado con tener dinero. Y una forma de tenerlo rápido
es el crimen organizado.
JM: Creo que hay una parte
de la sociedad que sigue creciendo en sentimientos de terror,
pero me preocupa mucho que se abarata cada vez más
la vida y hemos ido perdiendo el asombro ante la violencia
y el asesinato. Cada vez es más barato mandar a matar
a alguien. Cuando antes nos asombrábamos de dos muertos
con tiro de gracia, hoy tenemos 11. Y decapitados.
Estamos llegando a altos niveles de brutalidad y salvajismo.
Y todo con el sólo propósito de mandarse mensajes
unos a otros. Hay comunidades donde el único camino
para salir de la miseria es ése: que no te importe
matar a otro. Y de forma salvaje. Y a él, su mujer,
su hijo y su abuelo. Y eso para mandarle un mensaje brutal
al de la tienda de enfrente.
Estamos perdiendo la mínima sensibilidad que nos quedaba.
Cada vez los asesinatos son más numerosos, casi multitudinarios,
son masacres, y cada vez nos importa menos y se nos hace natural
que cada día haya un promedio de 27-30 muertos a tiros
y 12 de ésos en Tijuana y Ciudad Juárez.
Y siempre va a venir el acto brutal y salvaje que sustituya
al anterior y esa normalidad perversa o torcida es la que
me preocupa.
¿Se vislumbra alguna esperanza?
EM: Yo soy un optimista irredento y eso me
permite ver una luz, en efecto. Soy de los que creen en la
educación. Igual habrá que rescatarla, como
decía Moch, de la mala manera en que es manejada. Creo
en la educación y el trabajo. Y si esas cosas se combinan
terminan por crear una conciencia sobre lo que está
pasando y lo que tenemos que hacer. La gente educada sólo
es peligrosa para los que fingen.
A veces me preguntan si yo he tenido problemas con los narcos:
nunca. En todo caso, los que me han dicho algunas cosas no
son narcos pero que se sospecha que lavan dinero. Me dicen:
“Váyase con cuidado”. Los otros esconden
poco, son delincuentes y ya. Pero esas tribus de cuello blanco
son los terribles.
Yo siempre quiero confiar en la gente, en recuperar los sueños
y los deseos profundos de querer ser otros, mejores, de trazarse
rutas para llegar a algún sitio. Tenemos que recuperar
la confianza que permite vivir. Se tiene que hacer porque
es el derecho al descanso, sin estrés. Y este derecho
se resume así: “No tengo cola que me pisen, estoy
tranquilo, voy a estar en mi casa, apacible, leyendo la última
novela de Jorge Moch”. Eso es lindo y ojalá todo
mundo lo ponga en sus sueños.
JM: A diferencia de Élmer,
soy sanamente pesimista. El país no tiene remedio,
como no sea un baño de sangre y ya estamos tres pasos
adentro, aunque no creo que sea lo recomendable. Creo que
el país se va a colapsar: deberá llegar un momento
que se agote y se refunde, pero no creo que me toque verlo.
Es un país demasiado lleno de taras y enfermedades,
que en lugar de curarse se han ido empeorando.
Un régimen de violencia social como el que estamos
viviendo viene como anillo al dedo a un gobierno débil
que pretende sustentarse sobre la fuerza de la represión.
Parte de esto también le conviene al gobierno, aunque
diga otra cosa: hay muestras de su hipocresía y su
doble discurso y no les creo nada. Me viene a la cabeza una
cita de Miguel de Unamuno, cuando le gritaban a los franquistas:
“¡Podrán vencer, pero no convencen!”.
La única esperanza que nos puede quedar serán
las artes. Tratar de reflejar nuestro tiempo, nuestra circunstancia,
pero no mucho más allá.
Las fuerzas políticas están infestadas de gusanos
y estoy hablando también de la izquierda, que ha dado
muestras de no ser capaz de resolverse a sí misma y
mucho menos de ofrecer un contrapeso coherente a un gobierno
tan nefasto como el de los últimos 30 años,
de tecnocracias neoliberales y supeditación de las
políticas públicas mexicanas a EUA.
Creo que el país se colapsará porque no le queda
otra. No sé qué fuerzas pudieran venir de la
izquierda, nunca será desde la derecha, y ofrezcan
un rescate nacional.
“La literatura puede salvar
al hombre, incluso en los casos más críticos”,
dijo Vila-Matas en una entrevista. ¿Están de
acuerdo?
EM: Eso es una broma. No me lo parece. Yo
soy de los que piensan que la literatura no salva. Facilita
la vida, incita a la reflexión, a la sonrisa y el disfrute.
Pero este concepto de salvación es parte de una filosofía
religiosa, muy profunda, y no creo que el arte ni la literatura
lleguen a tanto.
JM: Yo tampoco lo creo.
Vila-Matas, en todo caso, magnificó o idealizó
las cualidades de la literatura. Para que las letras representaran
una oportunidad de este país, la gente tendría
que leer y eso es una entelequia. La mayoría de los
mexicanos son analfabetas funcionales: saben leer y escribir
pero no son capaces de interpretar un párrafo. Y menos
uno de Vila-Matas.
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