A 40 años de la matanza en la Plaza
de las Tres Culturas
Unidad y educación para todos:
legado del dos de octubre
Alma Espinosa y David Sandoval
De acuerdo con estudiantes y académicos
de la Universidad Veracruzana (UV), el mensaje que dejaron
los miles de estudiantes que culminaron sus demandas en la
cruenta manifestación del dos de octubre de 1968 fue:
unidad y educación para mejorar nuestro entorno.
En el marco del 40 aniversario de la matanza de Tlatelolco,
UniVerso entrevistó a miembros de nuestra comunidad
universitaria para hacer un alto y analizar su legado, el
significado que este evento tiene para las nuevas generaciones
de universitarios y si la vigencia de aquel mítico
compromiso de los estudiantes con la educación superior
pública.
Así, estudiantes y académicos de diferentes
carreras de las áreas de Humanidades y Económico-Administrativa
coincidieron en señalar un rechazo a las represiones,
sobre todo aquellas de naturaleza violenta y en que la matanza
de la Plaza de las Tres Culturas dejó un legado de
unidad ante el bien común, así como el reconocimiento
y la necesidad de retribuir a la educación superior
pública.
“Como estudiantes, aceptamos ese compromiso y se vive
día a día en las aulas; sólo con la educación
vamos a salir adelante; ese es el gran mensaje del 68: unidad
y educación para mejorar nuestro entorno”, detalló
José Manuel Pozos, de la Facultad de Derecho.
De la misma carrera, Paulina Llanos destacó el compromiso
que tienen ahora los jóvenes de no sólo terminar
la universidad y obtener un título, sino ayudar a la
gente que lo requiere; esto es, distribuir el conocimiento
entre la sociedad veracruzana.
Para cumplir con esta premisa, la UV contempla el factor humanista
en todas las áreas académicas, según
reconoció Jorge Luis Ramos Zavaleta, estudiante de
Economía, al decir que en su facultad se maneja un
enfoque humanístico próximo a lo social y no
al mercado.
Así como hace 40 años, la escuela pública
brinda a miles de jóvenes la posibilidad de formarse
profesionalmente y por ello es necesario seguir defendiéndola,
además de retribuirle para que siga formando a otras
generaciones, consideró Erika Yaneth Rosario López,
de la carrera de Administración.
Su compañera Irais Alvarado Gutiérrez coincidió
en la necesidad de no sólo exigir a la educación
pública, y principalmente a la superior, sino apoyarla
para permitir que siga formando de manera honesta a jóvenes
y con servicios de buena calidad.
¿Cuál sería una forma de retribuir a
la educación? Anel Alonso Balderas de Administración
respondió: “Al inmiscuirme en el ámbito
laboral con ética y responsabilidad, al tiempo que
fomento los valores que me fueron enseñados a lo largo
de todos estos años de educación pública”.
Libertad de expresión
Adherido al derecho y defensa de la educación pública,
la comunidad universitaria resaltó también como
un legado del movimiento del 68 una mayor libertad de expresión.
Y es justamente ésta la que deben exigir los estudiantes,
que son motor de las sociedades, declaró José
Manuel Pozos, de Derecho.
“El movimiento de 1968 marcó un cambio en nuestras
vidas: ahora hay mayor libertad de expresión y los
logros que obtuvieron esos estudiantes siguen presentes”,
manifestó Stephany Rosas Méndez, quien cursa
el primer semestre de Derecho.
Rosa Aurora Rodríguez Espinosa es estudiante de Sistemas
Computacionales, cuyo abuelo, Luis Miguel Rodríguez
Díaz, participó en el movimiento. Este hecho
le ha dado un panorama de apertura para la defensa de ideas
y la seguridad de que los jóvenes obtendrán
logros mientras se mantengan unidos en una comunidad.
“El ejemplo que nos dejan los estudiantes del 68 es
un llamado para que la gente salga a las calles”, opinó
Victoria, alumna del octavo semestre de Sociología.
Llamó a los jóvenes a no tener miedo y consideró
que la forma idónea de resistencia es la apropiación
de los espacios que el poder les ha quitado.
Luis Edwin Bernal Upton, de tercer bloque de Sistemas Computacionales
Administrativos, coincidió en la libertad de expresión
y resaltó la unión como el medio para alcanzar
objetivos comunes. “Tenemos que movilizarnos por una
idea, por un sentir”, aseguró y lamentó
que hace 40 años la defensa de ideas tuvo una contestación
totalmente opuesta a lo esperado.
Para Anel Alonso la respuesta traducida en un ataque por parte
del ejército y el Batallón Olimpia, no sólo
afectó a los estudiantes que estuvieron en Tlatelolco,
a sus familias y amigos, sino que perturbó al país
porque demostró al mundo que, contrario a lo que dictaban
los discursos políticos, no había democracia.
Ante la pregunta sobre si los sucesos podrían repetirse,
la estudiante de Sistemas no descartó la posibilidad
de que se tomen medidas drásticas ante una manifestación
de la sociedad que luego de mucho tiempo no llegue a un acuerdo
con el gobierno en turno.
En contraste, Erika Rosario dijo que no volvería a
suceder porque antes se abrirían canales de comunicación
para llegar a un acuerdo. Irais Alvarado confió en
que el gobierno no tomaría las mismas medidas de represión
porque ahora se gobierna de manera distinta, con una política
más abierta al intercambio de ideas.
Las voces que perduran
Aunque las nuevas generaciones de estudiantes no vivieron
la matanza de Tlatelolco, sí conviven o han podido
aprender y convivir con quienes estuvieron involucrados en
el movimiento que se vivió en varios estados del país,
no sólo en el DF.
Guillermo Villar González, académico de la Facultad
de Idiomas y dirigente del movimiento estudiantil en la ciudad
de Xalapa dijo que como repercusión de la transformación
en la vida política y social de México en esa
década, se suscitó una reforma política
que significó la apertura para la participación
y libre expresión de organizaciones sociales vetadas
durante mucho tiempo; por ejemplo, el Partido Comunista y
posteriormente una serie de agrupaciones y asociaciones políticas
y sociales que definen el juego democrático.
Villar González declaró que si bien los logros
a nivel social han permeado en todas las estructuras políticas
del país, se ha sufrido una disminución en el
interés de los universitarios por el tema político,
pues “los estudiantes tienen más facilidades
de acceder a la información, de estar al día
y cuentan con muchas herramientas de participación
social.
”Sin embargo, ha decaído o se ha dispersado el
interés por una participación política.
Sé que hay muchos jóvenes que están participando
en movimientos políticos reivindicadores, pero México
está pasando por problemas muy graves y noto en las
universidades menos participación crítica en
política”.
El académico reafirmó el compromiso social latente
de los que participaron en el movimiento del 68. “Yo
siempre he pensado que si nuestra generación peleó
contra el autoritarismo, contra ese egocentrismo de las autoridades,
repetirlo, recrearlo, fomentarlo o apoyarlo es una traición
a los ideales que tuvimos en nuestro momento.
”Porque hay muchos ex líderes del movimiento
que, incrustados ya en el sistema, de alguna manera reproducen
estas prácticas o apoyan la implantación de
acciones autoritarias y ególatras de muchas autoridades,
mientras se erigen como críticos de la misma situación
de la que forman parte”, expresó.
La voz de Ernesto Fernández Panes, académico
de la Facultad de Antropología, también se escuchó
en las calles de Xalapa en la década de los sesenta.
Después de 40 años, recientemente participó
en varias mesas organizadas en la UV y en la Feria Internacional
del Libro Universitario (FILU) para reflexionar sobre los
hechos.
Ante la mirada retrospectiva al 68, Fernández Panes
consideró urgente analizar los sucesos políticos
del país, como la falta de autonomía de organismos
como el IFE, la corrupción y los salarios tan altos
de funcionarios que contrastan con la pobreza de los mexicanos.
“¿En quiénes confiamos, en los ministros
de la Iglesia que están en contubernio con el gobierno?”,
cuestionó.
De forma crítica, llamó a quienes participaron
en el movimiento y que ahora tienen 60 años en promedio
a no “hacerle a la “chochería” ni
suspirar por el pasado; tampoco decir que ahora los jóvenes
no se mantienen informados, no participan o no leen, porque
no es cierto”. Su opinión es que así piensan
quienes no abren canales de comunicación con las nuevas
expresiones de los jóvenes.
Además, instó a reflexionar no sólo sobre
el 68, sino también en el 88, año en el que
se dio el gran fraude electoral, y en el 2006, que está
muy reciente y que por una diferencia pequeña decidió
el rumbo del país. “Falta capacidad para movilizarnos
tanto en el ámbito electoral como en todos los frentes”,
consideró.
Héctor Amezcua Cardiel, académico de la Facultad
de Sociología, reconoce que la muerte y encarcelamiento
de cientos y miles de jóvenes repercutieron en la vida
política, económica, cultural y educativa del
país. Incluso, modificó el panorama de las universidades
públicas, las cuales, a partir de ese momento, intensificaron
sus discusiones sobre cómo transformar el sistema autoritario.
“Desde entonces seguimos en las clases tratando de construir
modelos teóricos que nos permitan entender qué
pasa con la sociedad en este momento”, explicó.
Aseguró que “cada generación tiene que
encontrar la manera para superarse y esa es la pedagogía
del 68”. Los retos de los jóvenes, dijo, son
enfrentar con aquella mítica actitud de los estudiantes
del 68 los problemas que aquejan ahora al país, movilizarse
y tomar la vida pública como asunto personal.
Otros retos que tienen ahora son diferenciar entre alternancia
y transición política, enfrentar la partidocracia
creciente, la narcopolítica, la larga marcha de la
transformación institucional y volver a pensar el problema
de la pobreza y desigualdad.
“Esta es la pedagogía del 68 que puede llevar
a que jóvenes como ustedes tengan la recuperación
de aquel espíritu. Los invito a recordar el dos de
octubre para enfrentar los problemas que actualmente se viven
con el mismo espíritu”, concluyó.
En sintonía con lo anterior, Villar González
se refirió al papel de las universidades al estimular
la conciencia social.
Aseveró que la función de las instituciones
va más allá de crear científicos, técnicos,
médicos o humanistas de calidad, pues la universidad
debe otorgar elementos para formar un criterio, crear hombres
más completos, cultos en el mejor sentido de la palabra.
“Se puede generar una conciencia y un interés
personal, que lleve a los individuos a ser universitarios
social y políticamente responsables”, aseguró.
Anel Alonso
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