Según el libro de Guadalupe Loaeza
y Pavel Granados
“Para amar a la mujer hay que odiarla
un poco”, decía Agustín Lara
Se presentó en la FILU “Mi novia
la tristeza”
Mi novia la tristeza fue presentada
en el marco de la FILU
por el escritor Pavel Granados, Cecilio Juárez y Gerardo
Luna
Peniley Ramírez
Boca del Río, Ver.- El escritor Pavel
Granados, el barítono Cecilio Juárez Osorio
y el pianista Gerardo Luna presentaron Mi novia la tristeza,
obra literaria que plasma la vida del músico y compositor
Agustín Lara, en el marco de la Feria Internacional
del Libro Universitario (FILU) celebrada en la USBI de este
campus.
Se trató de una velada rica en historias, anécdotas
musicales del tlacotalpeño que habitó buena
parte de su vida en el puerto de Veracruz, periodo que Pavel
Granados y Guadalupe Loaeza, autores del libro, investigaron
durante más de 15 años para la realización
de este libro.
Alternando con canciones interpretadas por Cecilio Juárez
Osorio, Pavel Granados explicó cómo al inicio
de su carrera Agustín Lara no creía que se haría
famoso; narró los inicios de Lara como pianista en
un burdel en Puebla, sus tormentosas relaciones con las mujeres,
así como los éxitos y fracasos de este icono
de la música en México.
Para el autor de Mi novia la tristeza, Lara no fue un enamorado
sensible sino que también creía que para amar
a las mujeres había que odiarlas un poco al mismo tiempo;
es decir “pensaba que las mujeres eran buenas y malas
a la vez”, explicó Granados; de ahí que
la obra es también la biografía de tres de las
mujeres más importantes de su vida: Maruca Pérez,
Lupita Alday y Angelina Brusquetta.
La mujer como enigma
En Mi novia la tristeza no sólo se cuenta la vida de
Lara y las personas cercanas a él, sino también
la historia de sus canciones; una de ellas, Noche de ronda,
contiene el verso “luna que se quiebra sobre las tinieblas
de mi soledad”, que surgió como un arrebato de
celos.
Cuenta Granados que Agustín Lara tenía un centro
nocturno. Lo había nombrado “El Teocalli”
porque “era el sitio en donde se sacrificaba a los hombres”.
Una de sus mujeres, Angelina Brusquetta, siempre le pedía
que la llevara a conocer el lugar, hasta que un día
él le dijo que irían con su amigo el pianista
Raúl Rodríguez y su esposa.
“El mero día dijo que estaba de mal humor y no
quería ir, ella quiso ir con la pareja de amigos y
regresaron como a las 11 de la noche. Él estaba furioso
y enojado, en el tiempo en que fueron a cenar compuso esa
canción”, afirmó Granados.
“En esa época se consideraba que la mujer era
una especie de enigma que no podía resolverse; Agustín
Lara trataba de resolver esa incógnita”, explicó
el escritor de la biografía; pero aseguró que
Lara no pudo hallar la respuesta al enigma en la persona de
Angelina Brusquetta, pues al volver él de Hollywood
lo dejó y se fue a Puebla. Y aunque Agustín
Lara no volvió a encontrarla, le dedicó al menos
tres cuartas partes de su obra musical.
“Con la muerte de Lara, en 1970, ella enfermó”,
afirmó Granados, al final de la tertulia celebrada
en la USBI del campus Veracruz-Boca del Río. “Tenía
un retrato suyo y platicaba con él. Murió en
1985 dejando todas las cartas y las fotos de su vida juntos”.
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