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Año 8 / No. 328 / Octubre 6 de 2008 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Según el libro de Guadalupe Loaeza y Pavel Granados

“Para amar a la mujer hay que odiarla un poco”, decía Agustín Lara

Se presentó en la FILU “Mi novia la tristeza”


Mi novia la tristeza fue presentada en el marco de la FILU
por el escritor Pavel Granados, Cecilio Juárez y Gerardo Luna

Peniley Ramírez

Boca del Río, Ver.- El escritor Pavel Granados, el barítono Cecilio Juárez Osorio y el pianista Gerardo Luna presentaron Mi novia la tristeza, obra literaria que plasma la vida del músico y compositor Agustín Lara, en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) celebrada en la USBI de este campus.

Se trató de una velada rica en historias, anécdotas musicales del tlacotalpeño que habitó buena parte de su vida en el puerto de Veracruz, periodo que Pavel Granados y Guadalupe Loaeza, autores del libro, investigaron durante más de 15 años para la realización de este libro.

Alternando con canciones interpretadas por Cecilio Juárez Osorio, Pavel Granados explicó cómo al inicio de su carrera Agustín Lara no creía que se haría famoso; narró los inicios de Lara como pianista en un burdel en Puebla, sus tormentosas relaciones con las mujeres, así como los éxitos y fracasos de este icono de la música en México.

Para el autor de Mi novia la tristeza, Lara no fue un enamorado sensible sino que también creía que para amar a las mujeres había que odiarlas un poco al mismo tiempo; es decir “pensaba que las mujeres eran buenas y malas a la vez”, explicó Granados; de ahí que la obra es también la biografía de tres de las mujeres más importantes de su vida: Maruca Pérez, Lupita Alday y Angelina Brusquetta.

La mujer como enigma
En Mi novia la tristeza no sólo se cuenta la vida de Lara y las personas cercanas a él, sino también la historia de sus canciones; una de ellas, Noche de ronda, contiene el verso “luna que se quiebra sobre las tinieblas de mi soledad”, que surgió como un arrebato de celos.

Cuenta Granados que Agustín Lara tenía un centro nocturno. Lo había nombrado “El Teocalli” porque “era el sitio en donde se sacrificaba a los hombres”. Una de sus mujeres, Angelina Brusquetta, siempre le pedía que la llevara a conocer el lugar, hasta que un día él le dijo que irían con su amigo el pianista Raúl Rodríguez y su esposa.

“El mero día dijo que estaba de mal humor y no quería ir, ella quiso ir con la pareja de amigos y regresaron como a las 11 de la noche. Él estaba furioso y enojado, en el tiempo en que fueron a cenar compuso esa canción”, afirmó Granados.

“En esa época se consideraba que la mujer era una especie de enigma que no podía resolverse; Agustín Lara trataba de resolver esa incógnita”, explicó el escritor de la biografía; pero aseguró que Lara no pudo hallar la respuesta al enigma en la persona de Angelina Brusquetta, pues al volver él de Hollywood lo dejó y se fue a Puebla. Y aunque Agustín Lara no volvió a encontrarla, le dedicó al menos tres cuartas partes de su obra musical.

“Con la muerte de Lara, en 1970, ella enfermó”, afirmó Granados, al final de la tertulia celebrada en la USBI del campus Veracruz-Boca del Río. “Tenía un retrato suyo y platicaba con él. Murió en 1985 dejando todas las cartas y las fotos de su vida juntos”.