Participó
en la FILU 2008
La poesía puede ser buena
contra el dogmatismo:
Jesús Silva-Herzog M.
Es el oportunismo lo que preside a
los partidos políticos,
no hay realmente una discusión ideológica
Creo que lo que México necesita
es –sin obsesionarse
con esa protección de museo– cambiar, ponerse
al día,
reformarse: Silva-Herzog Márquez
Gina Sotelo
A propósito del décimo aniversario luctuoso
del Premio Nobel mexicano Octavio Paz, la Feria Internacional
del Libro
Universitario (FILU) efectuó una serie de actividades
para recordar la obra y la figura del autor de Libertad
bajo palabra y El laberinto de la soledad. |
|
Una de las participaciones centrales fue la de Jesús
Silva Herzog-Márquez en la mesa La imaginación
crítica, en la que habló en torno al pensamiento
político del poeta mexicano, una de las figuras intelectuales
del siglo XX de mayor presencia y reconocimiento en el mundo.
Paz, quien fuera nieto de otro escritor, Ireneo Paz “abogado,
periodista y militar también”, mostró
sus intereses literarios de manera muy precoz, publicando
muy joven sus primeros trabajos en diversas revistas literarias.
Jesús Silva Herzog-Márquez habló de la
importancia de reflexionar dónde está hoy Paz
en la conversación mexicana, y subrayó que Paz
desde la poesía veía lo que había detrás,
el universo: “Ahí está la fuerza, la vigencia
y la elocuencia de Paz, que sigue diciéndonos muchas
cosas como los aspectos que nos hacen sentir más distantes.
A mitad del siglo XX se preguntó quiénes y cómo
somos los mexicanos. Pregunta que se hizo una y otra vez en
El laberinto de la soledad.”
La siguiente es una charla en la que Silva Herzog-Márquez
habla de Paz y la poesía, la izquierda, el concepto
de identidad y menciona con cuál de las facetas del
Poeta se queda.
Meses después de recibir el Premio Nobel,
durante una entrevista Octavio Paz recomendó a los
presidentes de Estados Unidos y México leer poesía
en busca, tal vez, de humanismo y razón. A nuestros
gobernantes, a nuestros políticos, ¿les sigue
haciendo falta leer poesía?
Yo creo que sí. Creo que a lo que se refería
Paz entonces, si lo entiendo bien, es que la poesía
tiene la virtud de expandir el entendimiento, creo que el
razonamiento poético le permite a quien la escribe
o quien la lee, darse cuenta que los conceptos no son herméticos,
que la realidad no está condensada con un marco estricto,
sino que puede haber cruces y fecundaciones entre fenómenos
que pensábamos que son aislados.
En ese sentido, creo que la poesía puede ser una buena
vacuna contra el dogmatismo; que es valiosa también
en la media en que permite la expansión de la imaginación.
Creo que lo que encontramos con mucha frecuencia en los políticos
es el agotamiento de las opciones, el agotamiento de las posibilidades
y este empecinamiento, esta terquedad que insiste en recetas
y en decisiones que no resuelven las cosas.
En ese sentido, ¿qué vemos hoy
en la clase política?
Desde hace algún tiempo lo que vemos en la clase política
es un grupo que no es capaz de transformar la realidad, creo
que es el retrato de la impotencia de la política.
Hay una desconexión de las cosas cotidianas.
|
Octavio Paz sostuvo, en 1972,
que “los partidos modernos eran iglesias sin religión
dirigidas por clérigos blasfemos”; al día
de hoy, ¿los partidos políticos han superado
ese estado o siguen siendo los mismos?
Yo creo que no. Yo creo que es un buen retrato de partidos
que ya no existen, porque creo que lo que tenemos es el
oportunismo. Es el oportunismo lo que preside a los partidos
políticos, no hay realmente una discusión
ideológica dentro de los partidos políticos;
con cuánta facilidad vemos que de la izquierda
se brinca a la derecha, de la derecha a la izquierda,
que un partido que no postula a un candidato descubre
que a la mañana siguiente ese personaje ya es postulado
por el partido al que ha insultado durante toda su vida.
En ese sentido yo creo que no son siquiera iglesias sin
religión, son espacios de ambición sin ningún
referente ideológico. |
Decía además que “la literatura
desnuda a los jefes de su poder y así los humaniza.
Los devuelve a su mortalidad, que es también la nuestra”;
en ese sentido, ¿cuál debe ser hoy el compromiso,
digamos social, de los intelectuales y escritores?
Yo creo que ahora que estamos recordando a Paz y su compromiso
básico que es la independencia crítica, la filiación
simplemente con la inteligencia, con la libertad. Octavio
Paz decía que hay que tener muy claro desde dónde
se ejerce la crítica y ese lugar no puede ser la iglesia
ni el partido ni la oficina burocrática: tiene que
ser el escritorio. Yo creo que ese compromiso de autonomía
es crucial.
Sobre este tema, yo creo que uno de los cambios reales que
ha habido en el país es la expansión de los
espacios críticos y de independencia; creo que hoy
es muy común y fácil cuestionar a figuras como
la del presidente y a veces lo que resulta muy difícil
es defender al presidente, lo cual no quiere decir que esas
críticas sean atenidas ni sean valoradas o reconocidas,
yo creo que más bien hay un desprecio a la crítica
pero no un temor a ella.
Al hablar del golpe de Estado organizado por
Augusto Pinochet, en Chile, Paz escribió –con
evidente dedicatoria para la izquierda–: “No protesto
contra las protestas. Al contrario: las quisiera más
generalizadas, energéticas y eficaces, sobre todo que
sean acompañadas y seguidas de un análisis de
los hechos”. Esa idea sigue siendo un reclamo que la
gente le hace a la izquierda. ¿Qué tanta vigencia
conservan las ideas o las posturas políticas de Paz
en la actualidad?
Creo que fue un crítico severísimo de la izquierda,
al punto que la propia izquierda demonizó en buena
medida a Octavio Paz llamándolo agente del imperialismo
y un vendido a Estados Unidos en algún momento absurdo;
pero creo que le pedía Octavio Paz algo que es muy
necesario: la puesta al día del ideario de la izquierda,
la autocrítica, el reconocer las desviaciones y la
defensa de su identidad que debe ser la promoción de
la igualdad que era uno de los valores también del
propio Paz.
Hablaba usted de que Paz pretendía la
conciliación sobre la definición. ¿Este
afán por la definición podría ser una
de las causas de la polarización que hoy vive el país?
Lo que yo advertí es que en Octavio Paz hay una gran
obsesión: tratar de definir qué es México,
ver quiénes somos los mexicanos, cuáles es nuestra
identidad, y trató de darle muchas respuestas a esa
pregunta, pero creo que finalmente es una pregunta que no
tiene respuesta o que tiene múltiples respuestas y
en cada momento será una manera distinta de ser mexicano
y hay también maneras simultáneas de ser mexicano.
En este aspecto, creo que el discurso de la identidad puede
convertirse en un discurso profundamente conservador, en donde
quien piensa que ya ha descubierto qué diablos es México
lo que tiene que hacer es cuidarlo o protegerlo para que no
cambie. Yo creo que lo que México necesita es –sin
obsesionarse con esa protección de museo– cambiar,
ponerse al día, reformarse.
Menciona el papel de Paz como un intelectual
comprometido con la construcción de un país.
¿Actualmente el intelectual qué papel juega
en la vida cotidiana de nuestra sociedad?
Creo que hay un debilitamiento del intelectual como el surtidor
de crítica, creo que se ha banalizado el personaje
del intelectual y creo que se ha subordinado en buena medida
a la industria del espectáculo.
Usted hablaba de si Paz era liberal o no, ¿cuál
es su respuesta?
Yo diría que es un liberal exótico, es un liberal
muy renuente de considerarse liberal y si bien defiende los
derechos, las libertades, la capacidad de cada quien de escoger
su proyecto de vida, es muy crítico del mercado, del
capitalismo en buena medida y creo que dice algo con una gran
profundidad y es el hecho de que el liberalismo es incapaz
de responder las preguntas profundas de la existencia humana.
¿Con cuál Paz se quedaría
usted, con el poeta, el político, el crítico…?
Yo diría que con el poeta y con el ensayista Octavio
Paz; los dos conforman un escritor de una gran profundidad,
una gran elocuencia y creo que reivindican la fuerza mágica
de las palabras.
|
Jesús
Silva-Herzog Márquez
Nació
en la Ciudad de México en 1965. Es licenciado
en Derecho por la Universidad Nacional y maestro en
Ciencia Política por la Universidad de Columbia,
en Nueva York. Actualmente es profesor de tiempo completo
del Departamento de Derecho del Instituto Tecnológico
Autónomo de México. Ha sido investigador
invitado de la Universidad de Georgetown y del Woodrow
Wilson Center for International Scholars.
Entre sus publicaciones destacan el ensayo Esferas de
la democracia publicado por el IFE en 1996; El antiguo
régimen y la transición en México
de editorial Planeta, Joaquín Mortíz,
1999; Andar y ver; El equilibrista, UNAM, 2005 y La
idiotez de lo perfecto, Fondo de Cultura Económica,
2006.
Colabora regularmente en el diario Reforma de la Ciudad
de México y otros diarios del interior de la
República
|
|