Dirección de Comunicación
Universitaria
Departamento de Prensa
Año 8 / No. 329 / Octubre 13 de 2008 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Participó en la FILU 2008

La poesía puede ser buena
contra el dogmatismo:
Jesús Silva-Herzog M.

Es el oportunismo lo que preside a los partidos políticos,
no hay realmente una discusión ideológica

Creo que lo que México necesita es –sin obsesionarse
con esa protección de museo– cambiar, ponerse al día,
reformarse: Silva-Herzog Márquez

Gina Sotelo

A propósito del décimo aniversario luctuoso del Premio Nobel mexicano Octavio Paz, la Feria Internacional del Libro
Universitario (FILU) efectuó una serie de actividades para recordar la obra y la figura del autor de Libertad bajo palabra y El laberinto de la soledad.

Una de las participaciones centrales fue la de Jesús Silva Herzog-Márquez en la mesa La imaginación crítica, en la que habló en torno al pensamiento político del poeta mexicano, una de las figuras intelectuales del siglo XX de mayor presencia y reconocimiento en el mundo. Paz, quien fuera nieto de otro escritor, Ireneo Paz “abogado, periodista y militar también”, mostró sus intereses literarios de manera muy precoz, publicando muy joven sus primeros trabajos en diversas revistas literarias.

Jesús Silva Herzog-Márquez habló de la importancia de reflexionar dónde está hoy Paz en la conversación mexicana, y subrayó que Paz desde la poesía veía lo que había detrás, el universo: “Ahí está la fuerza, la vigencia y la elocuencia de Paz, que sigue diciéndonos muchas cosas como los aspectos que nos hacen sentir más distantes. A mitad del siglo XX se preguntó quiénes y cómo somos los mexicanos. Pregunta que se hizo una y otra vez en El laberinto de la soledad.”
La siguiente es una charla en la que Silva Herzog-Márquez habla de Paz y la poesía, la izquierda, el concepto de identidad y menciona con cuál de las facetas del Poeta se queda.

Meses después de recibir el Premio Nobel, durante una entrevista Octavio Paz recomendó a los presidentes de Estados Unidos y México leer poesía en busca, tal vez, de humanismo y razón. A nuestros gobernantes, a nuestros políticos, ¿les sigue haciendo falta leer poesía?
Yo creo que sí. Creo que a lo que se refería Paz entonces, si lo entiendo bien, es que la poesía tiene la virtud de expandir el entendimiento, creo que el razonamiento poético le permite a quien la escribe o quien la lee, darse cuenta que los conceptos no son herméticos, que la realidad no está condensada con un marco estricto, sino que puede haber cruces y fecundaciones entre fenómenos que pensábamos que son aislados.

En ese sentido, creo que la poesía puede ser una buena vacuna contra el dogmatismo; que es valiosa también en la media en que permite la expansión de la imaginación. Creo que lo que encontramos con mucha frecuencia en los políticos es el agotamiento de las opciones, el agotamiento de las posibilidades y este empecinamiento, esta terquedad que insiste en recetas y en decisiones que no resuelven las cosas.

En ese sentido, ¿qué vemos hoy en la clase política?
Desde hace algún tiempo lo que vemos en la clase política es un grupo que no es capaz de transformar la realidad, creo que es el retrato de la impotencia de la política. Hay una desconexión de las cosas cotidianas.

Octavio Paz sostuvo, en 1972, que “los partidos modernos eran iglesias sin religión dirigidas por clérigos blasfemos”; al día de hoy, ¿los partidos políticos han superado ese estado o siguen siendo los mismos?
Yo creo que no. Yo creo que es un buen retrato de partidos que ya no existen, porque creo que lo que tenemos es el oportunismo. Es el oportunismo lo que preside a los partidos políticos, no hay realmente una discusión ideológica dentro de los partidos políticos; con cuánta facilidad vemos que de la izquierda se brinca a la derecha, de la derecha a la izquierda, que un partido que no postula a un candidato descubre que a la mañana siguiente ese personaje ya es postulado por el partido al que ha insultado durante toda su vida. En ese sentido yo creo que no son siquiera iglesias sin religión, son espacios de ambición sin ningún referente ideológico.

Decía además que “la literatura desnuda a los jefes de su poder y así los humaniza. Los devuelve a su mortalidad, que es también la nuestra”; en ese sentido, ¿cuál debe ser hoy el compromiso, digamos social, de los intelectuales y escritores?
Yo creo que ahora que estamos recordando a Paz y su compromiso básico que es la independencia crítica, la filiación simplemente con la inteligencia, con la libertad. Octavio Paz decía que hay que tener muy claro desde dónde se ejerce la crítica y ese lugar no puede ser la iglesia ni el partido ni la oficina burocrática: tiene que ser el escritorio. Yo creo que ese compromiso de autonomía es crucial.

Sobre este tema, yo creo que uno de los cambios reales que ha habido en el país es la expansión de los espacios críticos y de independencia; creo que hoy es muy común y fácil cuestionar a figuras como la del presidente y a veces lo que resulta muy difícil es defender al presidente, lo cual no quiere decir que esas críticas sean atenidas ni sean valoradas o reconocidas, yo creo que más bien hay un desprecio a la crítica pero no un temor a ella.

Al hablar del golpe de Estado organizado por Augusto Pinochet, en Chile, Paz escribió –con evidente dedicatoria para la izquierda–: “No protesto contra las protestas. Al contrario: las quisiera más generalizadas, energéticas y eficaces, sobre todo que sean acompañadas y seguidas de un análisis de los hechos”. Esa idea sigue siendo un reclamo que la gente le hace a la izquierda. ¿Qué tanta vigencia conservan las ideas o las posturas políticas de Paz en la actualidad?
Creo que fue un crítico severísimo de la izquierda, al punto que la propia izquierda demonizó en buena medida a Octavio Paz llamándolo agente del imperialismo y un vendido a Estados Unidos en algún momento absurdo; pero creo que le pedía Octavio Paz algo que es muy necesario: la puesta al día del ideario de la izquierda, la autocrítica, el reconocer las desviaciones y la defensa de su identidad que debe ser la promoción de la igualdad que era uno de los valores también del propio Paz.

Hablaba usted de que Paz pretendía la conciliación sobre la definición. ¿Este afán por la definición podría ser una de las causas de la polarización que hoy vive el país?
Lo que yo advertí es que en Octavio Paz hay una gran obsesión: tratar de definir qué es México, ver quiénes somos los mexicanos, cuáles es nuestra identidad, y trató de darle muchas respuestas a esa pregunta, pero creo que finalmente es una pregunta que no tiene respuesta o que tiene múltiples respuestas y en cada momento será una manera distinta de ser mexicano y hay también maneras simultáneas de ser mexicano.
En este aspecto, creo que el discurso de la identidad puede convertirse en un discurso profundamente conservador, en donde quien piensa que ya ha descubierto qué diablos es México lo que tiene que hacer es cuidarlo o protegerlo para que no cambie. Yo creo que lo que México necesita es –sin obsesionarse con esa protección de museo– cambiar, ponerse al día, reformarse.

Menciona el papel de Paz como un intelectual comprometido con la construcción de un país. ¿Actualmente el intelectual qué papel juega en la vida cotidiana de nuestra sociedad?
Creo que hay un debilitamiento del intelectual como el surtidor de crítica, creo que se ha banalizado el personaje del intelectual y creo que se ha subordinado en buena medida a la industria del espectáculo.

Usted hablaba de si Paz era liberal o no, ¿cuál es su respuesta?
Yo diría que es un liberal exótico, es un liberal muy renuente de considerarse liberal y si bien defiende los derechos, las libertades, la capacidad de cada quien de escoger su proyecto de vida, es muy crítico del mercado, del capitalismo en buena medida y creo que dice algo con una gran profundidad y es el hecho de que el liberalismo es incapaz de responder las preguntas profundas de la existencia humana.

¿Con cuál Paz se quedaría usted, con el poeta, el político, el crítico…?
Yo diría que con el poeta y con el ensayista Octavio Paz; los dos conforman un escritor de una gran profundidad, una gran elocuencia y creo que reivindican la fuerza mágica de las palabras.

Jesús Silva-Herzog Márquez

Nació en la Ciudad de México en 1965. Es licenciado en Derecho por la Universidad Nacional y maestro en Ciencia Política por la Universidad de Columbia, en Nueva York. Actualmente es profesor de tiempo completo del Departamento de Derecho del Instituto Tecnológico Autónomo de México. Ha sido investigador invitado de la Universidad de Georgetown y del Woodrow Wilson Center for International Scholars.

Entre sus publicaciones destacan el ensayo Esferas de la democracia publicado por el IFE en 1996; El antiguo régimen y la transición en México de editorial Planeta, Joaquín Mortíz, 1999; Andar y ver; El equilibrista, UNAM, 2005 y La idiotez de lo perfecto, Fondo de Cultura Económica, 2006.
Colabora regularmente en el diario Reforma de la Ciudad de México y otros diarios del interior de la República