Con raíces prehispánicas,
su carácter familiar ha asegurado su permanencia
Las tradiciones de Día de Muertos,
un acto de amor
Marcelo Sánchez Cruz
El día de muertos es una de las celebraciones
más arraigadas en México; durante dos días,
la gente suele visitar los cementerios donde reposan los restos
de sus seres queridos y realiza otra serie de actividades
para recordarles.
Por ejemplo, en varias partes del país y de nuestro
estado son tradicionales los altares u ofrendas que se colocan
en las casas y que están destinados a conmemorar y
convivir con los miembros de la familia que físicamente
ya no se encuentran con nosotros.
Lo interesante de estas celebraciones es que todos los elementos
representativos de los altares vienen de una tradición
añeja, como lo comenta el director del Instituto de
Antropología de la Universidad Veracruzana (UV), Mario
Navarrete Hernández:
“Se puede decir que las celebraciones de estas ofrendas
se derivan de las fiestas de Ochpaniztli, uno de los 18 meses
o veintenas prehispánicas en que se recogía
la cosecha; las ofrendas eran una muestra de las primicias
de la siembra. Entonces, a los muertos se les veía
como una semilla que se enterraba para resucitar; así,
la cosecha era a la vez nacimiento de frutos y resurrección
de la semilla plantada”.
La antropóloga e investigadora del mismo instituto,
Lourdes Aquino, complementa: “Cuando nosotros vemos
los altares de ciertas zonas encontramos elementos comunes;
por ejemplo, en muchos lugares se coloca un arco de hojas
o flores, el cual representa la entrada al inframundo: es
uno de los símbolos heredados de la época prehispánica.
”También el papel picado, pues en las creencias
prehispánicas los muertos eran enterrados envueltos
en muchas capas de papel para poder pasar por el cielo de
montañas, el cual debían atravesar en su camino
al más allá; las velas que ponían les
servían para alumbrar en el camino, se les dejaba agua
para tomar. La ofrenda era una simbología de lo que
se necesitaba para llegar con bien al paraíso florido”,
explicó.
Ahora bien, si esta tradición viene desde tiempos prehispánicos,
¿cómo es que llega a la actualidad y sobrevive
a la evangelización española? La respuesta parece
ser –como muchas otras cuestiones en la cultura mestiza
de México– el sincretismo.
“Cuando llegan los colonizadores empieza la evangelización
de la Nueva España y se trata de imponer la religión
católica; los indígenas funden o identifican
algunas de sus deidades con las figuras del santoral católico:
San Juan el Bautista, identificado con el elemento agua, se
le asimila con Tláloc; San Miguel Arcángel,
el triunfante sobre el demonio, se le asimila con Quetzalcóatl,
aunque en realidad estaría en entredicho saber si Quetzalcóatl
triunfa en algún momento sobre Tezcatlipoca, quien
es igualmente visto como el diablo; María se representa
en la figura de Tonantzin, la diosa madre; y el mismo Jesucristo
es visto como la figura central del panteón, el dios
sol Huitzilopochtli. De este mestizaje teológico nace
una religión católica mexicana que permitió
algunos usos y costumbres readaptados, como es el caso de
los altares”, explica el arqueólogo Navarrete
Hernández.
Quizás uno de los aspectos más interesantes
de esta fiesta es ver cómo se modifican con las influencias
culturales y las particularidades de cada región: en
Papantla, por ejemplo, el altar tradicional no se coloca en
una mesa, sino que pende colgado pues los muertos, al ser
sólo espíritu, no deben tocar el suelo; en la
zona de Naolinco, Perote, Altotonga y Xico tienen siete o
nueve escalones, dependiendo de la tradición local.
Sin embargo, la tradición ha evolucionado; los altares
ahora son una manera de recordar a los miembros fallecidos
de cada familia, y aunque las costumbres varían en
cada lugar, en todo México la fecha se torna una verdadera
fiesta multicolor que poco tiene que ver con el aspecto triste,
luctuoso y atemorizante que puede tener la muerte cualquier
otro día del año.
Día de Muertos en la UV
Los universitarios no se quedan al margen de la celebración
de estas fechas, pues, más allá de cualquier
cuestión religiosa, es una expresión cultural
que debe ser conservada y alentada en sus estudiantes. Por
ello, diversas facultades e institutos realizaron exposiciones
no sólo de altares sino de diversas expresiones que
reflejan la cultura alrededor de los Días de Muertos.
En el Instituto de Antropología se preserva de manera
muy precisa la puesta de los altares, ya que el objetivo principal
de la muestra es dar a conocer a niños de edad escolar
las costumbres del pueblo veracruzano. En esta ocasión,
la muestra se conformó con cuatro altares de la zona
de La Huasteca, entre ellos de las localidades de Chontla
y Tempoal; cada uno dedicado a la memoria de personajes clave
en la vida del instituto como sus fundadores: Alfredo Medellín
Senil y José Luis Melgarejo Vivanco, y los recientemente
fallecidos Manuel Torres Guzmán y Roberto
Williams García.
En la Facultad de Enfermería, previo a la puesta de
la ofrenda y un festejo tradicional con tamales, chocolate
y pan de huevo, se dio un toque de conciencia a la celebración
y bajo el tema Día de vivos, noche de muertos, se realizó
una serie de conferencias y presentaciones en la mañana
del miércoles 29 de octubre para informar a los estudiantes
de las causas más frecuentes de muerte en jóvenes,
los riesgos de una vida de excesos y los beneficios de preservar
la salud.
Con un enfoque orientado a la creatividad, los Talleres Libres
de Arte de la UV realizaron una exposición de trabajos
basados en el tema del Día de Muertos en las instalaciones
culturales del FESAPAUV, donde la ofrenda se hizo acompañar
de las obras presentadas por alumnos de primer semestre, quienes
son tradicionalmente los responsables de esta actividad, como
lo explica Pablo Platas, coordinador de la exposición:
“Los alumnos de primer semestre tienen una gran naturalidad
y frescura en la obra presentada, pues aunque lo hacen con
cierto miedo por sentir que tal vez no emplean las técnicas
adecuadas, su entusiasmo es mucho y sirve para que experimenten
con el empleo de materiales.”
Para dar a los estudiantes una base en la cual sustentar los
trabajos presentados, reciben una conferencia previa en el
Museo de Antropología de Xalapa, donde se les informa
de los criterios culturales y sociales relativos a estas festividades,
siendo las obras resultantes una amalgama de la tradición
con la visión artística de los jóvenes.
Caso similar es el de los Talleres de Arte del Área
de Formación de Elección Libre del Modelo Educativo
Integral y Flexible (MEIF), quienes mediante un performance
multimedia con imágenes, videos, escenas de películas
como Macario, música, etc., presentaron una forma de
incluir a las nuevas tecnologías en la creación
artística.
“Aprovechando una propuesta novedosa es posible preservar
lo que significa en México la festividad del Día
de Muertos. Como parte del performance se presentaron en pantallas
cinco altares virtuales y un altar real. Pese a las nuevas
tecnologías y las diferentes maneras de expresarlo,
lo importante es que se mantenga el patrimonio cultural que
significan estas fechas”, comentó el director
de este espectáculo, Arturo Meseguer.
En la Facultad de Teatro, la propuesta para conmemorar estos
días es una celebración ecléctica que
combina la celebración artística, tradicional
y espiritual. Año con año realizan una invocación
a los espíritus, danzas tradicionales a los muertos,
como “la viejada” tradicional de la zona de La
Huasteca, los alabados de Naolinco, y se termina con un fandango
donde se lanzan globos de Cantoya dedicados a los difuntos;
este año se rindió homenaje a personalidades
del mundo del teatro que fallecieron en 2007: Emilio Carballido,
Alejandro Aura, Víctor Hugo Rascón Banda y Mery
Blunno.
Como se puede ver, la tradición va cambiando, es parte
de la cultura y la cultura no es estática. Ya sean
recreaciones fidedignas de las costumbres de una región
gracias a arduas labores de investigación, o creados
libremente por mentes artísticas y expresivas, lo importante
es que la cultura del Día de Muertos prevalezca, pues
en la medida que se preserve la parte de convivencia familiar
y afectiva que esta festividad representa, se conservará
una raíz de la idiosincrasia del mexicano, proveniente
de más de cinco siglos de arraigo.
“Ésta es una tradición que rinde culto
a nuestros seres cercanos, que hacen de los altares una cuestión
de amor, un recuerdo hacia gente con la que convivimos, que
nos dio cariño; tenemos dos días para recordarlos,
para sentir que están con nosotros. Eso es muy bonito”,
concluyó la antropóloga Lourdes Aquino.
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