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Año 9 / No. 335 / Noviembre 24 de 2008 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Autora de la novela El conversador y otros relatos

Soy políticamente
incorrecta: Anabel Ochoa

Recuerdo que le decía a mi marido: “Júrame que si tú y yo nos separamos, antes me ayudas a salir de aquí. No me podía imaginar como mujer sola viviendo en México, porque claro, yo tampoco soy el prototipo de una española media, yo era una española muy loca”

Gina Sotelo

Alrededor de las 22:00 horas de este miércoles 19 de noviembre falleció en un hospital de la Ciudad de México la polémica sexóloga, psicoanalista lacaniana, Anabel Ochoa, considerada por la revista Viceversa como “una de las 100 personas que más influyen en la opinión de los mexicanos”.

La escritora participó en la pasada Feria Internacional del Libro Universitario (FILU), donde se encontró con un nuevo público, no sólo con sus seguidores de la radio o la televisión, sino con aquellos que como ella misma dijo “le han dado el voto de confianza” a una de sus últimas aventuras: su libro El conversador y otros relatos.

Aquí la entrevista que la escritora concedió a UniVerso en septiembre pasado:

¿Cómo fue el proceso creativo que viviste para llegar a esta novela?
Tras 25 años, mi marido y yo decidimos celebrar presentando nuestros libros juntos. Todos estos años hemos convivido 24 horas al día juntos, lo cual yo creo que como vida de pareja haría como 250 años de casados; entendiendo que una pareja se ve dos o tres horas al día; nosotros no nos hemos separado ni un minuto durante 25 años. Así que yo presento la novela de Josú y él presenta el mío. Se trata de mi libro número 13 y todos los ha prologado él.

Realmente no es que yo me haya puesto a escribir novela: yo soy novelista mucho antes que escritora de libros de sexualidad, lo que pasa es que las circunstancias de la vida a veces son curiosas. Yo fui finalista de La sonrisa vertical, el premio internacional de literatura erótica de Tusquets, en dos ocasiones; uno conjuntamente con Josú, por un libro de cuentos que escribimos a cuatro manos, y otra individualmente.

Cuando llego a México, mi literatura no la quieren publicar porque no soy conocida; sabes como es el negocio editorial, que sólo se venden los libros de los que ya se han posicionado y nadie compra el libro de un desconocido. Luego, al ser famosa por el tema sexual, me veo obligada a seguir escribiendo libros sobre sexualidad. Para mí, sí ha sido un placer realmente, pero también una obligación y una esclavitud, porque año con año escribo un libro y algunos años incluso dos.

Y cada vez que pretendía sacar mi narrativa, los editores me decían que no porque yo tengo un mercado muy concreto y que mis lectores esperaban algo muy específico. Pero este año sí me planté ante los editores y les dije “¡Se acabó! Sale mi novela, la quieran o no la quieran” y fue una imposición. Y es que para mí está muy bien escribir libros que ayuden, pero mi yo escritor, mi Anabel novelista, ésa siempre tiene que estar amordazada y esto para mí es un verdadero placer.

¿Será esta novela el ejemplo de un crecimiento como persona?
Claro, pero como te digo, siempre escribí narrativa. Mucho antes que “libros convenientes”. Siempre escribí “cosas inconvenientes” que es el mayor placer que me da. Y es que mis libros de consejos son políticamente correctos; en mis libros de sexualidad tengo que aconsejar que usen siempre condón, pero mis personajes no, mis personajes pueden hacer verdaderas barbaridades, aberraciones, puedo dejar volar la imaginación, no estoy obligada a que hagan cosas correctas, puedo soñar.

Mencionaste tu llegada a México. Yo recuerdo haberte visto en programas siendo siempre muy ácida y aquí somos un país un tanto pudoroso aunque en España –quizá– lo son más. De Europa nosotros hemos heredado la religión católica, entonces me gustaría que recordaras tu irrupción en nuestro país.
Pues has de cuenta que era como un viaje a Afganistán con los talibanes. Sí, la sensación para mí como mujer era terrorífica y nunca creí que me iba a adaptar. Pero gracias a que vivía en pareja y a mi refugio en la escritura es que me pude adaptar. Recuerdo que le decía a mi marido: “Júrame que si tú y yo nos separamos, antes me ayudas a salir de aquí”. No me podía imaginar como mujer sola viviendo en México, porque claro, yo tampoco soy el prototipo de una española media, yo era una española muy loca.

Desde niña estoy viajando por el mundo, he roto esquemas, soy hija de un anarquista, de una madre feminista, he viajado por todo el mundo, vivido en la India, en Nepal, la Isla de Bali, en África y no soy la española que le reza a la virgen. Si allá era rara ahora imagínate en México. Por suerte ya había muerto Franco y había mujeres independientes y liberadas, el feminismo estaba muy posicionado y yo estaba haciendo una vida muy autónoma.

Al llegar a México sentí pánico de cosas tan sencillas como salir sola a dar una vuelta por un bar, porque a dónde podía ir sola una mujer, salvo que fuera uno profesional del sexo. Afortunadamente como me dediqué a la literatura, viví bastante encerrada y ahí si no había problema y el tiempo era más relajado, sin la presión que había en Europa por hacer todas las cosas rápidas. También pude asistir al cambio prodigioso de México en estos años, lo que es una cosa impresionante.

El conversador salió a la venta este año. A ti que te conocen como divulgadora de la salud sexual, ¿cómo ha recibido tu público este libro?
Pues muy bien, aunque las dudas las tenía todo mundo. Decían que Anabel era otra cosa y se preguntaban si al público le iba a gustar. Pero, al final, este libro ha sido un hallazgo. La novela cuenta la historia de un intelectual que, como muchos, es un inútil para ganarse la vida, carece de sentido práctico a pesar de ser un gran pensador. Entonces se le ocurre un día inventarse el oficio de conversador por horas y pone un anuncio que dice: “Se ofrece conversador por horas. Todos los temas”.

Él tiene un gran conocimiento cultural y se inventa ese oficio. Empiezan a llegar los clientes a platicar con él. Él más que misógino es un ser misántropo, odia a la humanidad, no quiere relacionarse con nadie pues los odia a todos. Es tan antisocial que piensa que no va a involucrarse con nadie, pero se involucra con sus clientes de una manera aterradora a través de las palabras, lo que muestra que las palabras no son inocentes, sino que cuando tú hablas con alguien o lo amas o lo odias, o se te mueve el tapete de algún lado.

Yo, como formación de psicoanalista lacaniana que tengo, creo que el pensamiento es lenguaje y el lenguaje es pensamiento. Entonces esta historia se entrelaza toda a través de las palabras; es una novela en la que a diferencia del lenguaje coloquial que siempre uso he cuidado más el léxico que uso. Yo he animado a leer a mucha gente porque escribo como hablo y para la gente que me lee y que no tiene un conocimiento muy amplio de las palabras es que al final del libro hay un glosario para explicar todos los conceptos que consideré importantes.

Me divertí mucho haciéndolo porque es casi un diccionario de autor. Al principio quería hacer dos cuartillas y a fin de cuentas es como un libro dentro de otro libro. Cada explicación está llena de anécdotas y de ejemplificaciones. Pero la gente ha reaccionado muy bien al libro; tengo la alegría de que sé que lo leen lectores de novela pero también gente que no estaba acostumbrada a leer novelas y que da el voto de confianza a Anabel y la lee. Ya veremos qué sucede a la larga, es como un parto y a ver si nos sale el niño tonto o listo.

¿Por qué el sexo fue el tema que te llamó la atención de todos los temas de divulgación que puede haber?
Realmente lo que pueda saber a nivel académico no tiene que ver con la experiencia personal. Tengo una ardua formación académica, tengo un currículo muy intenso, mi formación es severa y completa en muchas disciplinas; es decir, no necesitas haber pasado infartos para ser un buen cardiólogo. Podría ser monja, frígida y virgen y haber obtenido los mismos conocimientos. A mí el sexo me interesa como parte de mi formación en la psiquiatría y el psicoanálisis; no me interesaba ni más ni menos, realmente no tenía ningún interés en la sexualidad.

Es decir, es México que me demanda de pronto mis conocimientos en sexualidad y lo significa como algo especial; para mí no tenía ninguna significación especial, pertenecía a mi formación integral. Y es que me doy cuenta cuando estoy estudiando que de pronto sí se hacía un vacío tremendo en todo lo sexual.

A raíz de la muerte de Franco, en España se da ese llamado “destape” en el que la gente se empieza a preocupar por la educación sexual. Estaba trabajando en la Universidad del País Vasco en la Unidad de Psicología y Psiquiatría y nos piden un proyecto experimental para las escuelas vascas, quieren ser las primeras del Estado español. Ocurrió que el gobierno autónomo vasco decidió implantar la educación sexual en las escuelas y cuando llegan a la facultad a pedir un profesor que se anime a ello, nadie quiere y yo como aventada que era dije que sí. No había modelos, entonces estudiamos modelos franceses, los adaptamos a la idiosincrasia del País Vasco y el modelo fue el que después se hizo nacional para todas las escuelas españolas.

Pero a México llegué para escribir mi novela como en un retiro, sin el más mínimo interés en la sexualidad, pero aquí me corren de todos los periódicos que te puedas imaginar y no encuentro trabajo. Me decían que no necesitaban ideas eurocentristas. Y no quería ser una mantenida por mi marido, eso era una cosa terrible.

A raíz del SIDA, y mis asesorías para posicionar el uso del condón en México, y de que me invitan a un programa de radio por una casualidad, es cuando México se plantea brindar educación sexual y descubren que Anabel Ochoa –a la que habían corrido de todos los sitios– era útil e informada y aquí me tienes.

Del momento en el que llegaste a México a la fecha, ¿has visto un avance en el tema de la educación sexual? ¿Crees que hay una mayor apertura sobre este tema?
Veo otro planeta absolutamente. Por supuesto que vivimos quejándonos y hacemos muy bien, pues la cultura tiene la obligación de quejarse de lo que falta, pero creo también que desde ese punto de vista del que llega y observa tiene un punto de vista privilegiado porque el fuereño observa mejor que el nativo. Es un cambio prodigioso. Ahora que siento que México es mío y digo “mi México”, me siento muy orgullosa de todo lo que ha ocurrido.

No creía que mis ojos iban a ver esto. Los cambios han sido dramáticos en el sentido positivo de la palabra. Impresionantes, la labor que se hace, la apertura, la comunicación, y creo que más en estos momentos en los que podemos decir que las mentes liberales siempre han estado a favor de la educación sexual, pero ahora hasta las mentes conservadoras hablan de la necesidad de educación sexual. Creo que entendieron que este silencio no puede seguir así, si no las consecuencias son terribles. Pero sí ha cambiado.

Queda mucho por hacer pero lo que sí quisiera dejar claro es que la educación sexual no es algo que yo digo “la hago y se acabó”, sino que es eterna y esa tarea la debemos hacer eternamente, debe pertenecer a nuestra cultura, pero lo hecho es prodigioso y me siento orgullosa de haber pertenecido a ese momento histórico. Creo que algún día se escribirá la historia de los cambios en México y son éstos que están ocurriendo ahora.

Anabel Ochoa
Vivió más de 20 años en México donde se convirtió en una figura pública importante. Sus programas de radio, intervenciones televisivas, conferencias y libros la volvieron la “sexóloga número uno de México”. Dentro de sus títulos publicados sobre diferentes aspectos de la sexualidad humana se encuentran Mitos y realidades del sexo joven (2001), Versiones y perversiones (2002), Juegos en pareja (2003), 7 noches de amor (2004) y Los anticonceptivos explicados a los jóvenes (2005).

De su obra literaria sobresalen el poemario La lengua muerta (1998), el ensayo La palabra común. Diccionario erótico México-España (2002) y la novela Tras el falo (2002), finalista del premio internacional de literatura erótica La sonrisa vertical.