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Autora de la novela
El conversador y otros relatos
Soy políticamente
incorrecta: Anabel Ochoa
Recuerdo que le decía a mi marido:
“Júrame que si tú y yo nos separamos,
antes me ayudas a salir de aquí. No me podía
imaginar como mujer sola viviendo en México,
porque claro, yo tampoco soy el prototipo de una española
media, yo era una española muy loca”
Gina Sotelo
Alrededor de las 22:00 horas de este miércoles
19 de noviembre falleció en un hospital de la
Ciudad de México la polémica sexóloga,
psicoanalista lacaniana, Anabel Ochoa, considerada por
la revista Viceversa como “una de las 100 personas
que más influyen en la opinión de los
mexicanos”. |
La escritora participó en la pasada Feria Internacional
del Libro Universitario (FILU), donde se encontró con
un nuevo público, no sólo con sus seguidores
de la radio o la televisión, sino con aquellos que
como ella misma dijo “le han dado el voto de confianza”
a una de sus últimas aventuras: su libro El conversador
y otros relatos.
Aquí la entrevista que la escritora concedió
a UniVerso en septiembre pasado:
¿Cómo fue el proceso creativo que viviste
para llegar a esta novela?
Tras 25 años, mi marido y yo decidimos celebrar presentando
nuestros libros juntos. Todos estos años hemos convivido
24 horas al día juntos, lo cual yo creo que como vida
de pareja haría como 250 años de casados; entendiendo
que una pareja se ve dos o tres horas al día; nosotros
no nos hemos separado ni un minuto durante 25 años.
Así que yo presento la novela de Josú y él
presenta el mío. Se trata de mi libro número
13 y todos los ha prologado él.
Realmente no es que yo me haya puesto a escribir novela: yo
soy novelista mucho antes que escritora de libros de sexualidad,
lo que pasa es que las circunstancias de la vida a veces son
curiosas. Yo fui finalista de La sonrisa vertical, el premio
internacional de literatura erótica de Tusquets, en
dos ocasiones; uno conjuntamente con Josú, por un libro
de cuentos que escribimos a cuatro manos, y otra individualmente.
Cuando llego a México, mi literatura no la quieren
publicar porque no soy conocida; sabes como es el negocio
editorial, que sólo se venden los libros de los que
ya se han posicionado y nadie compra el libro de un desconocido.
Luego, al ser famosa por el tema sexual, me veo obligada a
seguir escribiendo libros sobre sexualidad. Para mí,
sí ha sido un placer realmente, pero también
una obligación y una esclavitud, porque año
con año escribo un libro y algunos años incluso
dos.
Y cada vez que pretendía sacar mi narrativa, los editores
me decían que no porque yo tengo un mercado muy concreto
y que mis lectores esperaban algo muy específico. Pero
este año sí me planté ante los editores
y les dije “¡Se acabó! Sale mi novela,
la quieran o no la quieran” y fue una imposición.
Y es que para mí está muy bien escribir libros
que ayuden, pero mi yo escritor, mi Anabel novelista, ésa
siempre tiene que estar amordazada y esto para mí es
un verdadero placer.
¿Será esta novela el ejemplo de
un crecimiento como persona?
Claro, pero como te digo, siempre escribí narrativa.
Mucho antes que “libros convenientes”. Siempre
escribí “cosas inconvenientes” que es el
mayor placer que me da. Y es que mis libros de consejos son
políticamente correctos; en mis libros de sexualidad
tengo que aconsejar que usen siempre condón, pero mis
personajes no, mis personajes pueden hacer verdaderas barbaridades,
aberraciones, puedo dejar volar la imaginación, no
estoy obligada a que hagan cosas correctas, puedo soñar.
Mencionaste tu llegada a México. Yo recuerdo
haberte visto en programas siendo siempre muy ácida
y aquí somos un país un tanto pudoroso aunque
en España –quizá– lo son más.
De Europa nosotros hemos heredado la religión católica,
entonces me gustaría que recordaras tu irrupción
en nuestro país.
Pues has de cuenta que era como un viaje a Afganistán
con los talibanes. Sí, la sensación para mí
como mujer era terrorífica y nunca creí que
me iba a adaptar. Pero gracias a que vivía en pareja
y a mi refugio en la escritura es que me pude adaptar. Recuerdo
que le decía a mi marido: “Júrame que
si tú y yo nos separamos, antes me ayudas a salir de
aquí”. No me podía imaginar como mujer
sola viviendo en México, porque claro, yo tampoco soy
el prototipo de una española media, yo era una española
muy loca.
Desde niña estoy viajando por el mundo, he roto esquemas,
soy hija de un anarquista, de una madre feminista, he viajado
por todo el mundo, vivido en la India, en Nepal, la Isla de
Bali, en África y no soy la española que le
reza a la virgen. Si allá era rara ahora imagínate
en México. Por suerte ya había muerto Franco
y había mujeres independientes y liberadas, el feminismo
estaba muy posicionado y yo estaba haciendo una vida muy autónoma.
Al llegar a México sentí pánico de cosas
tan sencillas como salir sola a dar una vuelta por un bar,
porque a dónde podía ir sola una mujer, salvo
que fuera uno profesional del sexo. Afortunadamente como me
dediqué a la literatura, viví bastante encerrada
y ahí si no había problema y el tiempo era más
relajado, sin la presión que había en Europa
por hacer todas las cosas rápidas. También pude
asistir al cambio prodigioso de México en estos años,
lo que es una cosa impresionante.
El conversador salió a la venta este año.
A ti que te conocen como divulgadora de la salud sexual, ¿cómo
ha recibido tu público este libro?
Pues muy bien, aunque las dudas las tenía todo mundo.
Decían que Anabel era otra cosa y se preguntaban si
al público le iba a gustar. Pero, al final, este libro
ha sido un hallazgo. La novela cuenta la historia de un intelectual
que, como muchos, es un inútil para ganarse la vida,
carece de sentido práctico a pesar de ser un gran pensador.
Entonces se le ocurre un día inventarse el oficio de
conversador por horas y pone un anuncio que dice: “Se
ofrece conversador por horas. Todos los temas”.
Él tiene un gran conocimiento cultural y se inventa
ese oficio. Empiezan a llegar los clientes a platicar con
él. Él más que misógino es un
ser misántropo, odia a la humanidad, no quiere relacionarse
con nadie pues los odia a todos. Es tan antisocial que piensa
que no va a involucrarse con nadie, pero se involucra con
sus clientes de una manera aterradora a través de las
palabras, lo que muestra que las palabras no son inocentes,
sino que cuando tú hablas con alguien o lo amas o lo
odias, o se te mueve el tapete de algún lado.
Yo, como formación de psicoanalista lacaniana que tengo,
creo que el pensamiento es lenguaje y el lenguaje es pensamiento.
Entonces esta historia se entrelaza toda a través de
las palabras; es una novela en la que a diferencia del lenguaje
coloquial que siempre uso he cuidado más el léxico
que uso. Yo he animado a leer a mucha gente porque escribo
como hablo y para la gente que me lee y que no tiene un conocimiento
muy amplio de las palabras es que al final del libro hay un
glosario para explicar todos los conceptos que consideré
importantes.
Me divertí mucho haciéndolo porque es casi un
diccionario de autor. Al principio quería hacer dos
cuartillas y a fin de cuentas es como un libro dentro de otro
libro. Cada explicación está llena de anécdotas
y de ejemplificaciones. Pero la gente ha reaccionado muy bien
al libro; tengo la alegría de que sé que lo
leen lectores de novela pero también gente que no estaba
acostumbrada a leer novelas y que da el voto de confianza
a Anabel y la lee. Ya veremos qué sucede a la larga,
es como un parto y a ver si nos sale el niño tonto
o listo.
¿Por qué el sexo fue el tema que
te llamó la atención de todos los temas de divulgación
que puede haber?
Realmente lo que pueda saber a nivel académico no tiene
que ver con la experiencia personal. Tengo una ardua formación
académica, tengo un currículo muy intenso, mi
formación es severa y completa en muchas disciplinas;
es decir, no necesitas haber pasado infartos para ser un buen
cardiólogo. Podría ser monja, frígida
y virgen y haber obtenido los mismos conocimientos. A mí
el sexo me interesa como parte de mi formación en la
psiquiatría y el psicoanálisis; no me interesaba
ni más ni menos, realmente no tenía ningún
interés en la sexualidad.
Es decir, es México que me demanda de pronto mis conocimientos
en sexualidad y lo significa como algo especial; para mí
no tenía ninguna significación especial, pertenecía
a mi formación integral. Y es que me doy cuenta cuando
estoy estudiando que de pronto sí se hacía un
vacío tremendo en todo lo sexual.
A raíz de la muerte de Franco, en España se
da ese llamado “destape” en el que la gente se
empieza a preocupar por la educación sexual. Estaba
trabajando en la Universidad del País Vasco en la Unidad
de Psicología y Psiquiatría y nos piden un proyecto
experimental para las escuelas vascas, quieren ser las primeras
del Estado español. Ocurrió que el gobierno
autónomo vasco decidió implantar la educación
sexual en las escuelas y cuando llegan a la facultad a pedir
un profesor que se anime a ello, nadie quiere y yo como aventada
que era dije que sí. No había modelos, entonces
estudiamos modelos franceses, los adaptamos a la idiosincrasia
del País Vasco y el modelo fue el que después
se hizo nacional para todas las escuelas españolas.
Pero a México llegué para escribir mi novela
como en un retiro, sin el más mínimo interés
en la sexualidad, pero aquí me corren de todos los
periódicos que te puedas imaginar y no encuentro trabajo.
Me decían que no necesitaban ideas eurocentristas.
Y no quería ser una mantenida por mi marido, eso era
una cosa terrible.
A raíz del SIDA, y mis asesorías para posicionar
el uso del condón en México, y de que me invitan
a un programa de radio por una casualidad, es cuando México
se plantea brindar educación sexual y descubren que
Anabel Ochoa –a la que habían corrido de todos
los sitios– era útil e informada y aquí
me tienes.
Del momento en el que llegaste a México
a la fecha, ¿has visto un avance en el tema de la educación
sexual? ¿Crees que hay una mayor apertura sobre este
tema?
Veo otro planeta absolutamente. Por supuesto que vivimos quejándonos
y hacemos muy bien, pues la cultura tiene la obligación
de quejarse de lo que falta, pero creo también que
desde ese punto de vista del que llega y observa tiene un
punto de vista privilegiado porque el fuereño observa
mejor que el nativo. Es un cambio prodigioso. Ahora que siento
que México es mío y digo “mi México”,
me siento muy orgullosa de todo lo que ha ocurrido.
No creía que mis ojos iban a ver esto. Los cambios
han sido dramáticos en el sentido positivo de la palabra.
Impresionantes, la labor que se hace, la apertura, la comunicación,
y creo que más en estos momentos en los que podemos
decir que las mentes liberales siempre han estado a favor
de la educación sexual, pero ahora hasta las mentes
conservadoras hablan de la necesidad de educación sexual.
Creo que entendieron que este silencio no puede seguir así,
si no las consecuencias son terribles. Pero sí ha cambiado.
Queda mucho por hacer pero lo que sí quisiera dejar
claro es que la educación sexual no es algo que yo
digo “la hago y se acabó”, sino que es
eterna y esa tarea la debemos hacer eternamente, debe pertenecer
a nuestra cultura, pero lo hecho es prodigioso y me siento
orgullosa de haber pertenecido a ese momento histórico.
Creo que algún día se escribirá la historia
de los cambios en México y son éstos que están
ocurriendo ahora.
Anabel Ochoa
Vivió más de 20 años en México
donde se convirtió en una figura pública importante.
Sus programas de radio, intervenciones televisivas, conferencias
y libros la volvieron la “sexóloga número
uno de México”. Dentro de sus títulos
publicados sobre diferentes aspectos de la sexualidad humana
se encuentran Mitos y realidades del sexo joven (2001),
Versiones y perversiones (2002), Juegos en pareja
(2003), 7 noches de amor (2004) y Los anticonceptivos
explicados a los jóvenes (2005).
De su obra literaria sobresalen el poemario La lengua muerta
(1998), el ensayo La palabra común. Diccionario erótico
México-España (2002) y la novela Tras el falo
(2002), finalista del premio internacional de literatura erótica
La sonrisa vertical.
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