Falleció, en Madrid, Rafael Del
Águila
Dejó huella en la UV el mejor teórico
político español
Víctima del cáncer,
Rafael del Águila murió el 13 de enero, a los
55 años
En la UV fundó el Doctorado
en Ciencia Política, un posgrado que podría
volverse a ofrecer: Gidi Villarreal
Emilio Gidi
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“Su visión me permitió
conocer e interiorizarme del problema que representan
los pueblos indígenas para nuestro país
y lo que representa nuestro país para los pueblos
indígenas” |
“Fue
uno de los maestros que más influencia tuvo en
mis estudios. Sus enseñanzas enriquecieron mi
manera de entender el mundo” |
Dulce María Cinta
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Edith Escalón
Considerado el mejor teórico político
español de las últimas décadas, Rafael
Del Águila fue hasta su muerte un maestro y amigo excepcional.
Sus alumnos y colegas, tanto de España como de la Universidad
Veracruzana (UV), en México, coinciden en que es su
obra –fruto de una vida dedicada a la reflexión–
la que mejor refleja sus virtudes y explica lo indeleble de
su impronta intelectual.
Investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM),
autor de una prolífica obra que incluye libros e innumerables
escritos académicos y catedrático en universidades
de Estados Unidos, Inglaterra, Malasia, Italia y México,
Del Águila “tuvo la virtud de atreverse a penetrar
en los temas centrales de la ciencia política, incluso
en los más escabrosos”, según Fernando
Villaspín, su colega y amigo, quien junto a otros académicos
de su talla integran el Departamento de Ciencias Políticas
y Relaciones Internacionales de la UAM.
Del Águila inició en la UV el Doctorado en Ciencias
Políticas, un proyecto académico impulsado por
el entonces rector Emilio Gidi Villarreal, que dejó
a finales de los noventa una generación de investigadores
especializados en el área, un puñado de amigos
–entre ellos el propio ex Rector– que lamentaron
su muerte el pasado 13 de enero, cuando dejó de existir
víctima del cáncer, y una concepción
distinta de la ciencia política, cristalizada en sus
libros, ensayos y artículos.
Obra y personalidad excepcionales
Para Vallespín, quien le dedicó un artículo
en el periódico El País el 15 de enero, Del
Águila “nunca perdió de vista la realidad
de la política, muchas veces oculta detrás de
los convencionalismos. Pero su realismo tenía un fin
terapéutico, evitar que el maximalismo moral o la hipocresía
impidieran al final la realización de una democracia
mejor y más plena”.
En sus libros, Del Águila refleja esta visión.
Dos ejemplos: en La senda del mal (Taurus, 2000) abordó
las conexiones entre moral y política y la importancia
de pensar en profundidad las categorías fundamentales
de lo político. En Crítica de las ideologías
(Taurus, 2008), mostró la importancia de una “política
de mesura” democrática abierta a la crítica
y a la autorreflexión permanentes.
Para sus colegas y alumnos, la calidad de su obra irá
siempre unida a una personalidad sobresaliente, como lo demuestra
el hecho de que “hasta el final de sus días luchó
contra la muerte”, según sostiene Gidi Villarreal.
“Él nunca dejó de trabajar, de escribir,
de publicar, de dar conferencias, de enseñar, ni siquiera
después de que le detectaron un cáncer de pulmón
y un tumor en el cerebro; tuvo que someterse a operaciones
y tratamientos para el cáncer, quimioterapias, radioterapias.
Nunca se rindió. Ése era Rafael Del Águila.”
Por eso, recordarán siempre “al profesor dispuesto
a compartir con gran humildad y sencillez sus reflexiones
más recientes, a debatir críticamente”,
asegura otra de sus alumnas del Doctorado en la UV, Beatriz
Rodríguez Villafuerte.
Legado
Gidi Villarreal, quien conociendo sus textos tuvo la iniciativa
de buscarlo para fundar en la UV un posgrado de esta naturaleza,
reconoció que fue gracias a él que se volvió
especialista en el problema político de los pueblos
indígenas en México.
“Su visión me permitió –independientemente
de mi formación como abogado, como jurista– conocer
e interiorizarme del problema que representan los pueblos
indígenas para nuestro país y lo que representa
nuestro país para los pueblos indígenas, un
problema sin resolver y, por lo tanto, actual.”
Para Rodríguez Villafuerte no fue distinto: “Me
llevó a redescubrir textos ya leídos y a descubrir
otros muchos que desconocía, de su mano y bajo su tutela
recorrí con otra mirada las páginas de Tocqueville,
Hobbes, Weber, Locke, Maquiavelo. Los encuentros posteriores
en Madrid continuaron enriqueciendo y retroalimentando mi
trabajo, aún sin ser mi director de tesis”.
Dulce María Cinta, otra de sus alumnas en la UV e investigadora
de esta casa de estudios, añade: “Fue uno de
los maestros que más influencia tuvo en mis estudios.
Compartíamos el tener estudios de Economía y
Sociología. Sus enseñanzas enriquecieron mi
manera de entender el mundo”.
El jurista y ex Rector universitario consideró su muerte
una gran pérdida para la UAM, pero también para
la UV; sin embargo, aseguró que parte del legado que
dejó gracias al Doctorado en Ciencia Política
(que se ofreció por una sola ocasión) podría
recuperarse habilitando nuevamente el posgrado.
“El convenio con la UV sigue vigente y el equipo que
continúa en la UAM podría formar nuevas generaciones
de investigadores en esta materia, me atrevo a sostener que
la UV debería aprovechar ese vínculo.”
Rodríguez Villafuerte, Cinta Loaiza y Gidi Villarreal
coincidieron en que Rafael Del Águila ha dejado “huellas
profundas en la UV”. Su bibliografía “será
siempre un abrevadero de ciencia política indispensable
para los universitarios”, pues a través de ella
“podrían asomarse a una concepción de
las cuestiones políticas y sociales de una manera muy
humana y, sobre todo, de gran profundidad”.
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