Afirma investigador de la Facico
A través de la práctica amorosa,
los jóvenes reinventan a la ciudad
El investigador Genaro Aguirre analiza la
forma en que los jóvenes de 17 a 27 años viven
el amor en los entornos urbanos públicos
Los muchachos se apropian de los espacios
públicos, aprovechando las fisuras que deja la institucionalidad
en la vida de las ciudades, dijo
Fernanda Melchor
Boca del Río, Ver.- El desarrollo
que la zona conurbada Veracruz-Boca del Río ha experimentado
durante las últimas dos décadas ha contribuido
a la transformación de las prácticas amorosas
de la juventud, afirma el investigador Genaro Aguirre, académico
de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la
UV y autor de una investigación doctoral dedicada a
estudiar la experiencia, en términos de representaciones
y prácticas, que las nuevas generaciones viven a propósito
del amor.
“Hoy en día los jóvenes están viviendo
el amor de una muy diferente a cómo los integrantes
de otras generaciones lo vivimos”, explica el doctor
en Sociedades Multiculturales y Estudios Interculturales por
la Universidad de Granada. “Las formas en que los jóvenes
se apropian de los espacios públicos, aprovechando
las fisuras que deja la institucionalidad en la vida de las
ciudades, hace que puedan reapropiarse y aprovechar el desarrollo
urbano arquitectónico que la ciudad nos ofrece”.
En su trabajo, Genaro Aguirre trata de mostrar cómo
los espacios o rincones urbanos se convierten en rincones
emocionales. A través de encuestas, entrevistas, grupos
focales, observación directa y seguimiento fotográfico,
el investigador configuró una cartografía de
sitios privilegiados –playas, jardines, moteles, espacios
escolares, medios de comunicación virtuales–
para la experiencia amorosa en las ciudades de Veracruz y
Boca del Río. Su finalidad: convertir el discurso en
representaciones esquemáticas de la compleja realidad
social.
Lo privado en lo público
Para el investigador, la decisión de estudiar al
amor como práctica y no como concepto viene de
la necesidad de entendimiento de ciertas expresiones que
se viven alrededor del amor, a la luz de la crisis de
las instituciones
tradicionales como el matrimonio, y que tienen que ver
con un discurso histórico y cultural.
El trabajo muestra las semejanzas y las diferencias en
cuanto a las atmósferas y las plataformas disponibles
en la zona. “La atmósfera se ve influida
por cuestiones sociales y económicas, del equipamiento
y el presupuesto que los jóvenes pueden destinar
para la experiencia”, señala.
Así, jóvenes de distintas condiciones sociales
se distinguirán por utilizar plataformas diferentes
para vivir una experiencia privada en un espacio público,
como la pareja de jóvenes de clase media que se
aprovechan un rincón oscuro del patio de la preparatoria
para acariciarse, o cómo el chico adinerado que
le propone a la novia intimar en el auto a la luz de la
luna en una playa lejana.
Otro espacio privilegiado para el amor juvenil son los
centros comerciales, ya que reúnen en un solo sitio
buena parte de lo que la ciudad ofrece: cines, restaurantes,
cafés, centros de videojuegos. Y es en estas plazas
donde es posible ver estas formas de expresión
a muy temprana edad. “Incluso las señoras
van a dejar a sus nietos e hijos adolescentes, de entre
los 10 y 13, a sabiendas de que ahí se encontrarán
con la novia”, comenta el autor. “Y lo que
tenemos aquí es un acuerdo y un reconocimiento
por parte de los padres que los chicos van a abrirse a
la posibilidad de lo amoroso a y no solo a pasarla bien”.
Para Genaro Aguirre, la amplitud del conjunto de formas
de expresión socialmente permisibles actualmente
es lo que ha permitido a los jóvenes vivir el amor
con tintes distintos en comparación a lo que vivieron
sus padres y abuelos. Asimismo, la emergencia de nuevos
dispositivos de mediación tecnológica también
facilitan las relaciones entre los muchachos. |
Genaro Aguirre, académico
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Libertad y responsabilidad
Pero en la reapropiación o resignificación que
de estos recursos están haciendo los jóvenes
también existen riesgos, advierte el investigador.
“Existen fenómenos que no pueden comprenderse
más que a la luz de la postmodernidad, en términos
de estética de vida o de formas de expresión
poco convencionales, como el caso de los encuentros sexuales
entre estudiantes de secundaria grabados en video y que escandalizaron
a la sociedad porteña en fechas recientes”, subrayó
Aguirre.
Afirmó que, debido a las características de
la adolescencia, muchos jóvenes y jovencitas no alcanzan
a vislumbrar la ausencia de un respeto real, de dignidad y
de una administración consciente que su propio cuerpo
en construcción demanda, por lo que es fácil
que puedan caer en este tipo de violencia simbólica,
o inclusive, de violencia física real en las relaciones
de pareja.
A través de una encuesta sobre permisos y autoridad
aplicada a jóvenes, Aguirre descubrió que la
sexualidad no era una preocupación para los padres
a la hora de establecer reglas de convivencia y comportamiento
de los muchachos. “Y si eso no forma parte de un orden
disciplinario, al menos en términos de prioridad, entonces
no nos sorprendamos que los adolescentes se graben con los
teléfonos celulares; finalmente están reproduciendo
formas de libertad que les han sido brindadas”, apuntó
el investigador.
“No digo que haya que volver al control absoluto de
la sexualidad por parte de los padres, sino de hacer que los
jóvenes estén conscientes y sean responsables
de que poseen una libertad que otras generaciones no vivieron
igual, o que por lo menos no dejes que graben tu primera vez
en el celular”, añadió al respecto.
Comunicación y equidad
Pero no todo es negativo, señala Aguirre. “Algunas
transformaciones son muy positivas: por ejemplo, en las relaciones
amorosas informales del tipo “amigos con derecho”
hay un proceso más horizontal de comunicación
entre la pareja, al momento de proponer, consensar y asumir
una relación de este tipo”, explicó el
comunicólogo. Asimismo, los jóvenes en la actualidad
distribuyen más equitativamente los gastos de su relación
amorosa y la inversión que esto supone.
Por otra parte, parece existir un mayor reconocimiento de
la expresión de los sentimientos de decepción
por parte de los varones, sobre todo en la aceptación
de dolor y el llanto, “ese tipo de cosas que a mi generación
solo nos podía doler en espacios privados, o con amigos
y en la cantina”, bromea el autor.
“Esto quiere decir entonces que están ocurriendo
ciertas rupturas con culturas o con formas culturales que
diferenciaban muy claramente entre lo que vivían un
hombre y una mujer en las relaciones amorosas, y me parece
que esto también genera un estado de aprendizaje por
parte de los jóvenes”.
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