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Año 9 / No. 353 / Abril 27 de 2009 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Mitos y realidades de las
inundaciones en Xalapa

El riesgo de inundaciones no se debe tanto a lo copioso de las lluvias como al desarrollo urbano mal planeado

Adalberto Tejeda Martínez

Las tormentas que afectaron a la capital del estado en días pasados, han servido para recordar expresiones, acciones y omisiones gubernamentales y ciudadanas que es oportuno poner en el tapete.

En primer lugar, el término “tromba” no es el más apropiado en estos casos. Una tromba, en el sentido clásico del término, es un embudo de agua –similar a los remolinos del Valle de Perote, pero de agua– que se forma sobre un gran lago o sobre el océano y que cuando pierde su intensidad deja caer su contenido de líquido. Evidentemente estas tormentas no cumplen con tal definición.

Segundo, si bien son poco comunes los aguaceros y las granizadas en los abriles xalapeños, no son del todo una novedad. El 24 de abril de 1981 el pluviómetro del Servicio Meteorológico Nacional –ubicado en las inmediaciones de lo que hoy es Américas y Lázaro Cárdenas– registró 108.3 litros por metro cuadrado de lluvia en 24 horas.

Los chubascos de abril de 1981 afectaron varios sectores de la ciudad y fue hospitalizado un ebrio a punto de ahogarse. Fue el preámbulo de una catástrofe mayor: las tormentas del 2 y el 3 de mayo afectaron a los barrios de Coapexpan, San Bruno y La Lagunilla, destruyeron el recién inaugurado Instituto Municipal de Arte y Cultura –IMAC, hoy sede de la Delegación Centro Sur, ubicado entre las calles Hortensia y Ruiz Cortines– ocasionaron tres muertos y el ejército tuvo que repartir alimentos entre los cinco mil damnificados. En esas 48 horas el observatorio meteorológico de Xalapa registró una lluvia de 173 litros por metro cuadrado. ¿Se irá a repetir la historia a inicios de mayo próximo? Esperemos que no, pero éstos sólo son buenos deseos.

Esos valores quizá se alcanzaron o no en esta ocasión. No lo sabemos, por la sencilla razón de que el observatorio de Xalapa ha cambiado de ubicación frecuentemente: azotea del Palacio de Gobierno, Lomas del Estadio, Agua Santa y, apenas desde hace una década, en Xalapa 2000. El 16 de abril de 2009 se alcanzaron 95 litros por metro cuadrado en el norte de la ciudad, y en el sur unos 30; los datos del 19 son similares pero disminuyen de occidente al oriente. Para conseguirlos he tenido que hacer acopio de la bondad de colegas que tienen pluviómetros en sus domicilios o son responsables de su manejo, pues Xalapa no tiene una red termopluviométrica.

Por otra parte, también los registros históricos hablan de que más o menos un año sí y uno no cae granizo en abril. En resumen, atribuir estas granizadas al famoso cambio climático global puede ser acertado o no, pues hace 28 años, al menos, se presentó una tormenta tan copiosa como las recientes, pero estas últimas cayeron sobre una superficie más susceptible a encharcamientos.

Particularmente el mal manejo de la basura es un problema mayor. No es sólo cuestión de conciencia ciudadana, sino también gubernamental. ¿Se imagina usted una bodega de cacharros en plena calle propensa a los encharcamientos, donde además se bardan canchas deportivas que se sabe se anegan año con año? Pues eso es lo que ha hecho el a-yunta-miento de Xalapa en la calle Ana María Martínez, a un costado del horrendo IMAC. Ya suspendieron las obras de bardado y están desazolvando la calle, pero tuvieron que ocurrir estas tormentas para que las autoridades municipales echaran a andar el sentido común. ¿Quién pagará el tiradero de recursos en esas bardas inservibles que habrá que derribar?

Desde luego las condiciones se agravan en la época de lluvias, como por ejemplo el septiembre de 1994. El día 11 un aguacero de 75 litros por metro cuadrado hizo que los torrentes se desbordaran al interior de las habitaciones en las colonias Salud, Veracruz, Revolución, Mártires de Chicago, Emiliano Zapata, Lerdo de Tejada, el fraccionamiento Las Ánimas, y se desgajó una loma frente al edificio Chiltoyac en el fraccionamiento Xalapa 2000, lo que obligó a desalojar a 40 familias. El día 15, mientras la ceremonia del Grito se desarrollaba en un ambiente más bien “aguado”, se inundaban las colonias Salud, Represa del Carmen, Revolución y Rubén Pabello, con el saldo de un muerto, y se volvió a desbordar el Carneros, como lo habría de hacer el 22 de agosto de 1995 –cuando por cierto el pluviómetro no registró más de 40 litros por metro cuadrado en 24 horas– y en muchas ocasiones más.

En 1997 en siete ocasiones se presentaron inundaciones en la ciudad. En ningún caso la lluvia en el Observatorio llegó a cien litros por metro cuadrado en 24 horas.

Los anteriores ejemplos muestran que precipitaciones no tan intensas han provocado desastres en la ciudad, pues en ninguno de estos casos las lluvias se han aproximado al máximo histórico de 216 litros por metro cuadrado ocurrido el 31 de julio de 1961. También se observa que hay un grupo de colonias que casi siempre resultan afectadas: las que bordean las partes planas del río Carneros.

Es decir, que el riesgo de inundaciones no se debe tanto a lo copioso de las lluvias como al desarrollo urbano mal planeado: edificaciones en lechos de ríos aparentemente secos, condominios rodeados de cerros cortados a tajo, como el Chiltoyac, y a otras agravantes como el mal manejo de la basura, la pavimentación extensiva y la deforestación que facilitan los escurrimientos rápidos, sobrepoblación de autos que actúan como diques, entre otros.

Una red termopluviométrica urbana acoplada a un sistema de vigilancia meteorológica local, una mayor coordinación entre las distintas instancias meteorológicas que operan en el estado (Comisión Nacional del Agua, Centro Estatal de Estudios del Clima, Comisión Federal de Electricidad, compañías aseguradoras e instituciones académicas), una evaluación externa que busque mejorar los distintos pronósticos meteorológicos –públicos y privados– sobre la entidad veracruzana, políticas claras para abatir los rezagos ambientales y de riesgos que venimos arrastrando, son medidas urgentes; lo demás, son sólo buenas intenciones.

Por su parte, el cambio climático sin duda acentuará la de por sí amplia variabilidad de fenómenos atmosféricos incluyendo los de escala local, pero no lo convirtamos en una teoría de la conspiración de la naturaleza contra una humanidad responsable ambientalmente y bien gobernada, porque no somos ni una cosa ni la otra. (atejeda@uv.mx).