Dirección de Comunicación
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Departamento de Prensa
Año 9 / No. 357 / Junio 1 de 2009 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Discurso de Agustín Del Moral
en el Festival de la Lectura

22 de mayo de 2009

Solemos asignarle papeles a la historia. Solemos decir: la historia enseña, la historia juzga, la historia reivindica y así sucesivamente. Más allá de un acto de humildad y de respeto del ser humano cuando de enfrentarse a la historia se trata, no deja de haber en esta asignación de papeles, sin embargo, el riesgo de la arbitrariedad y, así, el del error. Una de las expresiones más socorridas en este terreno es: la historia demuestra. Decimos, por poner un ejemplo: “La historia demuestra que la Revolución Mexicana… etc., etc. etc”.

Con la lucidez que siempre le caracterizó, Octavio Paz expresó su desacuerdo frente al uso recurrente de este vocablo. No, –escribió Paz– la historia no demuestra; la historia muestra. Al eliminar dos letras y convertir el acto de demostrar en el acto de mostrar, el poeta cambió radicalmente el significado de este papel. Por decirlo de alguna manera, lo liberó de su carga ideológica. Al asignarle a la historia la tarea de demostrar, la hacemos partícipe y, en cierto sentido, cómplice de nuestras expectativas. Al asignarle la tarea de mostrar, la descargamos de esa responsabilidad, la despojamos de toda atadura ideológica y la dejamos en entera libertad de hacer lo único que tiene que hacer: mostrar.

Y sin embargo, insistimos. Es al amparo de esa insistencia y no obstante el riesgo que corro de caer en una arbitrariedad y en un error, entonces, que en esta ocasión retomo otra de las funciones que usualmente le concedemos a la historia: la de preparar. La historia, solemos decir, prepara.

Hoy estamos reunidos para dar comienzo al Festival de la Lectura. Este festival busca celebrar, en primera instancia, la aparición de los 30 primeros títulos de la Biblioteca del Universitario (BU). En el origen de este proyecto editorial inédito en la historia de la Universidad Veracruzana confluyen numerosas historias personales.

Confluye la historia de un dirigente de las luchas estudiantiles que en los años sesenta buscaron abrir canales de expresión democrática en la Universidad Autónoma de Sinaloa. De 1981 a 1985 fue rector de la UAS y su periodo se caracterizó, entre otras cosas, por el impulso decidido que se le dio a la producción editorial. Hoy es columnista del diario Milenio y director del suplemento Campus. Autor él mismo de numerosos libros, es un lector asiduo y sensible a todos los géneros literarios. Fue él quien concibió la idea de crear la Biblioteca del Universitario. Hablo de Jorge Medina Viedas.

Confluye también la historia de un economista de profesión, licenciado por la UV, maestro por el Centro de Investigación y Docencia Económicas y doctor por la Universidad de Barcelona. Ha sido profesor de licenciatura y posgrado en esta casa de estudios, en la UAM y en la UNAM. Fue director general del área académica Económico-Administrativa y secretario académico de esta institución. Hoy es rector de la misma. En su condición de máxima autoridad de la UV y sensibilizado por su propia experiencia como lector constante y atento, recibió con espíritu abierto la propuesta de creación de la BU, la hizo suya, la ha apoyado incondicionalmente y tuvo el gran mérito de dejar la dirección de la misma en manos de uno de los grandes escritores contemporáneos de lengua hispana. Hablo de Raúl Arias Lovillo.

Confluye asimismo la historia de un literato en el más amplio y profundo sentido del término: lector, escritor, traductor, editor. Como escritor, es autor de libros de cuentos como Infierno de todos y No hay tal lugar, de relatos como Nocturno de Bujara y de novelas como El desfile del amor. Como traductor, ha vertido a nuestro idioma a escritores clave como Conrad, Andrzejewski, Vittorini, Pilniak y Gombrowicz. Ha recibido premios de la importancia del Nacional de Ciencias y Artes, en la rama de lingüística y literatura, el Mazatlán, el Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana y del Caribe y el Cervantes. De conjunto, su obra es, ya, una de las mayores herencias literarias de que podamos disfrutar los hablantes de esta lengua. Él recibió con agrado y entusiasmo la propuesta de dirigir la BU y, como el gran lector y el fino editor que es, ha hecho de ella una de las colecciones literarias más ricas y variadas con que cuenta esta casa de estudios. Hablo de Sergio Pitol.

Confluye, en igualdad de condiciones, la historia de dos diseñadores talentosos y profesionales que, desde una perspectiva fresca y juvenil, dieron forma a la imagen pública de la colección. La primera tiene varios años trabajando con la Editorial de la UV y es la responsable del diseño de dos de las colecciones centrales de nuestra casa editora: Ficción y Biblioteca. El segundo es un grabador de primer nivel y, hoy en día, el director de la Facultad de Artes Plásticas de la UV. Hablo de Lucía Gómez Benet y de Carlos Torralba. No puedo dejar de mencionar en este terreno, por supuesto, a los jóvenes miembros del Taller de Grabado de la mencionada Facultad, quienes son los autores de las ilustraciones que dan vida a las portadas de los hasta ahora 30 títulos de la BU. Su historia personal también confluye en este proyecto. Hablo de Marco Antonio García, Daniel Berman, María Luisa Gómez, Esther Campos, Daniel Acosta, Miguel Ángel Hernández, Miriam González, Rubíe Espinoza, Miguel Ángel Hidalgo, Víctor Manuel Gómez, Adriana Hernández, Itzel Anaya, Tania Sánchez, Fernando Sevilla, Humberto Espino, Janet Amaro, Emilio Aguirre y Roberto González.

Confluye asimismo la historia de los tres miembros del equipo de edición de la colección. Su trabajo ha sido clave no sólo para el apuntalamiento, el sostenimiento y la continuidad de este proyecto, sino, además y sobre todo, para la entrega de ediciones bien cuidadas que, en más de un caso, han terminado convertidas en ediciones únicas o en verdaderas aportaciones a la historia de nuestro acervo editorial. Han sido editores en el más serio y profesional sentido de la palabra. Hablo de Lucía Riveros, Omar Valdés e Isabel Gallardo.

Confluye, por otra parte, la historia de los prologuistas. Por su origen, proceden lo mismo de las aulas de esta casa de estudios que de medios intelectuales o académicos que trascienden nuestras fronteras. Pero más allá de sus orígenes, su aportación ha sido igualmente clave para la entrega de ediciones de primer nivel. Sus prólogos son verdaderas invitaciones a la lectura, acaso el papel central de un prólogo cuando de formar nuevos lectores se trata. En muchos casos, igualmente, a su papel de prologuistas se ha sumado el de (co)editores del título en cuestión. Hablo de Manuel Sol, Elizabeth Corral, José Luis Martínez Morales, Francisco Beverido, José Luis Martínez Suárez, Juan Villoro, Efrén Ortiz, José de la Colina, Jorge Brash, Omar Valdés, Adriana Sandoval, Rodolfo Mendoza, Sergio Pitol, Porfirio Carrillo, Esther Hernández Palacios, Nidia Vincent, Rafael Antúnez, Teresa García Díaz, Anamari Gomís, Emilio Carballido, Carlos Pellicer, Julio Quesada, José Luis Rivas, Ángel José Fernández, Mario Muñoz y Joaquín González.

Confluye finalmente la historia de un grupo de animadores de la lectura que desde buen tiempo atrás vienen trabajando al interior de esta casa de estudios, y que han encontrado en la BU una herramienta eficaz en esa tarea y que, de esa manera, han contribuido a que esta colección llegue a sus principales destinatarios: los estudiantes de la UV. Hablo de Felipe Garrido, Olivia Jarvio, Celina Márquez, José Luis Martínez Suárez, Guadalupe Flores, Efrén Ortiz y Marianela Páez.

Todas estas historias personales han confluido para dar vida a la BU. A sus portadores, nuestro reconocimiento y nuestra gratitud por su determinante aportación a este proyecto editorial. Pero todas estas historias personales difícilmente habrían confluido de no existir otra historia: la de la Universidad Veracruzana. Sin el sustento material, espiritual y ético que representa esta casa de estudios, este proyecto editorial habría enfrentado otras realidades. No digo que no hubiera sido posible. Digo, simplemente, que otras hubieran sido sus condiciones.

Una parte importante de la historia de esta casa de estudios encuentra su asiento en el terreno de las humanidades. Si una vocación quedó de manifiesto desde el momento mismo en que puso sus primeros cimientos, fue su vocación humanista. Si una fortaleza ha sabido levantar a lo largo de su poco más de medio siglo de vida, ha sido la que ha cimentado en el campo de las humanidades. Y en este terreno destaca sobremanera su labor editorial. Es una historia que acaba de rebasar el medio siglo y que está llena de realidades, de aportaciones, de logros, de reconocimiento, de respeto y de prestigio. Es, para decirlo en pocas palabras, la labor que, bajo la conducción de Sergio Galindo, albergó la obra, en algunos casos la obra primera, de autores de la talla de Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti, Álvaro Mutis y José Revueltas. La historia también prepara. Y la historia de la Universidad Veracruzana ha preparado la existencia de la Biblioteca del Universitario.

Creo que tenemos muchos motivos para sentirnos orgullosos de estar aquí: por los primeros 30 títulos de la BU, por el Festival de la Lectura, por el hecho de estar reunidos en torno al libro. Pero, por encima de todo, creo que debemos sentirnos orgullosos de esta casa de estudios, de formar parte de ella y de ser beneficiarios de su historia. Debemos sentirnos orgullosos de que nuestra Universidad, una universidad pública, destine importantes recursos materiales y humanos al vehículo por excelencia del conocimiento: el libro, y de que el objetivo central de esta tarea sean sus jóvenes estudiantes.

Hay una idea de Walter Benjamin que con cierta regularidad acude a mi memoria. Benjamin dice que debemos persistir en nuestro afán de cambiar el mundo, pero que debemos hacerlo no en función de nuestros pequeños hijos liberados, sino en memoria de nuestros ancestros avasallados. Para Benjamin, el afán de cambio debe abrevar en el pasado, en el ejemplo de vida que nos han legado las generaciones que nos precedieron, en una tradición de resistencia, de perseverancia, de empeño en conseguir lo que la realidad nos dice que es inconseguible. Ojalá que algún día la historia nos muestre (sólo eso, nos muestre) que con la Biblioteca del Universitario la UV persistió en su afán de cambiar el mundo, y que lo hizo no sólo en recuerdo de sus antepasados sino, además, en función de sus hijos… ojalá, para entonces, ya liberados. Muchas gracias.