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Discurso de Agustín
Del Moral
en el Festival de la Lectura
22 de mayo de 2009
Solemos asignarle papeles a la historia. Solemos decir:
la historia enseña, la historia juzga, la historia
reivindica y así sucesivamente. Más allá
de un acto de humildad y de respeto del ser humano cuando
de enfrentarse a la historia se trata, no deja de haber
en esta asignación de papeles, sin embargo, el
riesgo de la arbitrariedad y, así, el del error.
Una de las expresiones más socorridas en este
terreno es: la historia demuestra. Decimos, por poner
un ejemplo: “La historia demuestra que la Revolución
Mexicana… etc., etc. etc”.
Con la lucidez que siempre le caracterizó, Octavio
Paz expresó su desacuerdo frente al uso recurrente
de este vocablo. No, –escribió Paz–
la historia no demuestra; la historia muestra. Al eliminar
dos letras y convertir el acto de demostrar en el acto
de mostrar, el poeta cambió radicalmente el significado
de este papel. Por decirlo de alguna manera, lo liberó
de su carga ideológica. Al asignarle a la historia
la tarea de demostrar, la hacemos partícipe y,
en cierto sentido, cómplice de nuestras expectativas.
Al asignarle la tarea de mostrar, la descargamos de
esa responsabilidad, la despojamos de toda atadura ideológica
y la dejamos en entera libertad de hacer lo único
que tiene que hacer: mostrar. |
Y sin embargo, insistimos. Es al amparo de esa insistencia
y no obstante el riesgo que corro de caer en una arbitrariedad
y en un error, entonces, que en esta ocasión retomo
otra de las funciones que usualmente le concedemos a la historia:
la de preparar. La historia, solemos decir, prepara.
Hoy estamos reunidos para dar comienzo al Festival de la Lectura.
Este festival busca celebrar, en primera instancia, la aparición
de los 30 primeros títulos de la Biblioteca del Universitario
(BU). En el origen de este proyecto editorial inédito
en la historia de la Universidad Veracruzana confluyen numerosas
historias personales.
Confluye la historia de un dirigente de las luchas estudiantiles
que en los años sesenta buscaron abrir canales de expresión
democrática en la Universidad Autónoma de Sinaloa.
De 1981 a 1985 fue rector de la UAS y su periodo se caracterizó,
entre otras cosas, por el impulso decidido que se le dio a
la producción editorial. Hoy es columnista del diario
Milenio y director del suplemento Campus. Autor él
mismo de numerosos libros, es un lector asiduo y sensible
a todos los géneros literarios. Fue él quien
concibió la idea de crear la Biblioteca del Universitario.
Hablo de Jorge Medina Viedas.
Confluye también la historia de un economista de profesión,
licenciado por la UV, maestro por el Centro de Investigación
y Docencia Económicas y doctor por la Universidad de
Barcelona. Ha sido profesor de licenciatura y posgrado en
esta casa de estudios, en la UAM y en la UNAM. Fue director
general del área académica Económico-Administrativa
y secretario académico de esta institución.
Hoy es rector de la misma. En su condición de máxima
autoridad de la UV y sensibilizado por su propia experiencia
como lector constante y atento, recibió con espíritu
abierto la propuesta de creación de la BU, la hizo
suya, la ha apoyado incondicionalmente y tuvo el gran mérito
de dejar la dirección de la misma en manos de uno de
los grandes escritores contemporáneos de lengua hispana.
Hablo de Raúl Arias Lovillo.
Confluye asimismo la historia de un literato en el más
amplio y profundo sentido del término: lector, escritor,
traductor, editor. Como escritor, es autor de libros de cuentos
como Infierno de todos y No hay tal lugar, de relatos como
Nocturno de Bujara y de novelas como El desfile del amor.
Como traductor, ha vertido a nuestro idioma a escritores clave
como Conrad, Andrzejewski, Vittorini, Pilniak y Gombrowicz.
Ha recibido premios de la importancia del Nacional de Ciencias
y Artes, en la rama de lingüística y literatura,
el Mazatlán, el Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana
y del Caribe y el Cervantes. De conjunto, su obra es, ya,
una de las mayores herencias literarias de que podamos disfrutar
los hablantes de esta lengua. Él recibió con
agrado y entusiasmo la propuesta de dirigir la BU y, como
el gran lector y el fino editor que es, ha hecho de ella una
de las colecciones literarias más ricas y variadas
con que cuenta esta casa de estudios. Hablo de Sergio Pitol.
Confluye, en igualdad de condiciones, la historia de dos diseñadores
talentosos y profesionales que, desde una perspectiva fresca
y juvenil, dieron forma a la imagen pública de la colección.
La primera tiene varios años trabajando con la Editorial
de la UV y es la responsable del diseño de dos de las
colecciones centrales de nuestra casa editora: Ficción
y Biblioteca. El segundo es un grabador de primer nivel y,
hoy en día, el director de la Facultad de Artes Plásticas
de la UV. Hablo de Lucía Gómez Benet y de Carlos
Torralba. No puedo dejar de mencionar en este terreno, por
supuesto, a los jóvenes miembros del Taller de Grabado
de la mencionada Facultad, quienes son los autores de las
ilustraciones que dan vida a las portadas de los hasta ahora
30 títulos de la BU. Su historia personal también
confluye en este proyecto. Hablo de Marco Antonio García,
Daniel Berman, María Luisa Gómez, Esther Campos,
Daniel Acosta, Miguel Ángel Hernández, Miriam
González, Rubíe Espinoza, Miguel Ángel
Hidalgo, Víctor Manuel Gómez, Adriana Hernández,
Itzel Anaya, Tania Sánchez, Fernando Sevilla, Humberto
Espino, Janet Amaro, Emilio Aguirre y Roberto González.
Confluye asimismo la historia de los tres miembros del equipo
de edición de la colección. Su trabajo ha sido
clave no sólo para el apuntalamiento, el sostenimiento
y la continuidad de este proyecto, sino, además y sobre
todo, para la entrega de ediciones bien cuidadas que, en más
de un caso, han terminado convertidas en ediciones únicas
o en verdaderas aportaciones a la historia de nuestro acervo
editorial. Han sido editores en el más serio y profesional
sentido de la palabra. Hablo de Lucía Riveros, Omar
Valdés e Isabel Gallardo.
Confluye, por otra parte, la historia de los prologuistas.
Por su origen, proceden lo mismo de las aulas de esta casa
de estudios que de medios intelectuales o académicos
que trascienden nuestras fronteras. Pero más allá
de sus orígenes, su aportación ha sido igualmente
clave para la entrega de ediciones de primer nivel. Sus prólogos
son verdaderas invitaciones a la lectura, acaso el papel central
de un prólogo cuando de formar nuevos lectores se trata.
En muchos casos, igualmente, a su papel de prologuistas se
ha sumado el de (co)editores del título en cuestión.
Hablo de Manuel Sol, Elizabeth Corral, José Luis Martínez
Morales, Francisco Beverido, José Luis Martínez
Suárez, Juan Villoro, Efrén Ortiz, José
de la Colina, Jorge Brash, Omar Valdés, Adriana Sandoval,
Rodolfo Mendoza, Sergio Pitol, Porfirio Carrillo, Esther Hernández
Palacios, Nidia Vincent, Rafael Antúnez, Teresa García
Díaz, Anamari Gomís, Emilio Carballido, Carlos
Pellicer, Julio Quesada, José Luis Rivas, Ángel
José Fernández, Mario Muñoz y Joaquín
González.
Confluye finalmente la historia de un grupo de animadores
de la lectura que desde buen tiempo atrás vienen trabajando
al interior de esta casa de estudios, y que han encontrado
en la BU una herramienta eficaz en esa tarea y que, de esa
manera, han contribuido a que esta colección llegue
a sus principales destinatarios: los estudiantes de la UV.
Hablo de Felipe Garrido, Olivia Jarvio, Celina Márquez,
José Luis Martínez Suárez, Guadalupe
Flores, Efrén Ortiz y Marianela Páez.
Todas estas historias personales han confluido para dar vida
a la BU. A sus portadores, nuestro reconocimiento y nuestra
gratitud por su determinante aportación a este proyecto
editorial. Pero todas estas historias personales difícilmente
habrían confluido de no existir otra historia: la de
la Universidad Veracruzana. Sin el sustento material, espiritual
y ético que representa esta casa de estudios, este
proyecto editorial habría enfrentado otras realidades.
No digo que no hubiera sido posible. Digo, simplemente, que
otras hubieran sido sus condiciones.
Una parte importante de la historia de esta casa de estudios
encuentra su asiento en el terreno de las humanidades. Si
una vocación quedó de manifiesto desde el momento
mismo en que puso sus primeros cimientos, fue su vocación
humanista. Si una fortaleza ha sabido levantar a lo largo
de su poco más de medio siglo de vida, ha sido la que
ha cimentado en el campo de las humanidades. Y en este terreno
destaca sobremanera su labor editorial. Es una historia que
acaba de rebasar el medio siglo y que está llena de
realidades, de aportaciones, de logros, de reconocimiento,
de respeto y de prestigio. Es, para decirlo en pocas palabras,
la labor que, bajo la conducción de Sergio Galindo,
albergó la obra, en algunos casos la obra primera,
de autores de la talla de Octavio Paz, Gabriel García
Márquez, Juan Carlos Onetti, Álvaro Mutis y
José Revueltas. La historia también prepara.
Y la historia de la Universidad Veracruzana ha preparado la
existencia de la Biblioteca del Universitario.
Creo que tenemos muchos motivos para sentirnos orgullosos
de estar aquí: por los primeros 30 títulos de
la BU, por el Festival de la Lectura, por el hecho de estar
reunidos en torno al libro. Pero, por encima de todo, creo
que debemos sentirnos orgullosos de esta casa de estudios,
de formar parte de ella y de ser beneficiarios de su historia.
Debemos sentirnos orgullosos de que nuestra Universidad, una
universidad pública, destine importantes recursos materiales
y humanos al vehículo por excelencia del conocimiento:
el libro, y de que el objetivo central de esta tarea sean
sus jóvenes estudiantes.
Hay una idea de Walter Benjamin que con cierta regularidad
acude a mi memoria. Benjamin dice que debemos persistir en
nuestro afán de cambiar el mundo, pero que debemos
hacerlo no en función de nuestros pequeños hijos
liberados, sino en memoria de nuestros ancestros avasallados.
Para Benjamin, el afán de cambio debe abrevar en el
pasado, en el ejemplo de vida que nos han legado las generaciones
que nos precedieron, en una tradición de resistencia,
de perseverancia, de empeño en conseguir lo que la
realidad nos dice que es inconseguible. Ojalá que algún
día la historia nos muestre (sólo eso, nos muestre)
que con la Biblioteca del Universitario la UV persistió
en su afán de cambiar el mundo, y que lo hizo no sólo
en recuerdo de sus antepasados sino, además, en función
de sus hijos… ojalá, para entonces, ya liberados.
Muchas gracias.
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