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Año 9 / No. 372 / Octubre 5 de 2009 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

La literatura trasciende a la teoría: Fontaine

Para el escritor chileno, la Cátedra Carlos Fuentes de la UV sirve
para establecer nexos entre autores de distintos países latinoamericanos,
interesados en revalorar la creación literaria

Susana Castillo Lagos

Arturo Fontaine es, ante todo, un apasionado de las historias. No importa si terminarán transformadas en un poema, un cuento o una novela, para él lo esencial es que hagan eco en la vida de quien se convertirá en su lector. Por eso el escritor, ése que en verdad tiene ganas de que sus ideas se traduzcan a la tinta y al papel, tiene que dedicarse de lleno a ello, ser productivo, responderle a aquellos que demandan buenas historias con un sólo objetivo: saber contarlas bien.

Y en ese sentido América Latina ha sido tierra fértil de hombres de letras que han trascendido fronteras por la valía de lo que escriben. En el caso de Fontaine, quizás, ese fue el primer paso para encontrar el respaldo de la Editorial Planeta de Buenos Aires, Argentina, que en abril de 1992 le publicó seis mil ejemplares de la novela Oír su voz.

Según relata Verónica Cortínez en su libro Albricia: la novela chilena del fin de siglo, en noviembre de ese mismo año se reimprimieron tres mil ejemplares y en febrero de 1993 la editorial realizó una segunda reimpresión de la obra. “En el contexto del mercado editorial chileno, estos números hacen de la novela un best seller”. Posteriormente, en 2003, Alfaguara Santiago volvió a publicarla.

En el marco de la instauración de la Cátedra Carlos Fuentes de la Universidad Veracruzana (UV), el escritor chileno habló de la literatura latinoamericana, opinó sobre la nueva novela política que se está gestando en esta región, elogió la obra de Fuentes y celebró que en la UV se lleven a cabo iniciativas que servirán de puente a aquellos que, como él, piensan que aún falta mucho por decir.

Con la globalización y todo lo que ella conlleva, la escritura pareciera cada vez menos regionalista, más universal. Por tanto, ¿todavía se puede hablar de una literatura latinoamericana?
Cuando Borges empieza a escribir es atacado en Argentina por extranjerizante, ajeno a la realidad latinoamericana, ajeno a la realidad Argentina. Él persiste en esto y hoy día, ¿qué es la literatura argentina sino Borges? La identidad cultural se construye, no es algo cerrado que dependa del pasado; está vinculado al pasado pero está vinculado a lo que va ocurriendo hacia adelante, son los propios creadores los que van armando ese patrimonio cultural que después nos parece el mundo de lo propio, es la casa que habitamos desde el punto de vista cultural.

Entonces, lo que es la literatura latinoamericana no es algo fijo en el tiempo, es lo que se está haciendo. Antes de García Márquez eso no existía, hoy día parece imposible que la literatura latinoamericana no lo incluya, o no incluya a un Borges, a un Fuentes, a un Vargas Llosa, qué se yo; eso forma parte de nuestro paisaje cultural, pero no estaba ahí hace 50 o 100 años.

Eso se construye, es una pregunta abierta: la literatura latinoamericana va a ser lo que los escritores y los lectores quieren que sea.

¿Y respecto de los lectores latinoamericanos?
Creo que una de las cosas que ha ocurrido muy fuerte, durante la última década o tal vez un poco más, es que los latinoamericanos estamos leyendo muchos autores no latinoamericanos, mucho más que nunca antes, diría yo. Ése es uno de los cambios fuertes que ha habido; hoy día tú tienes a la mano una enorme cantidad de autores que constantemente están cambiando, puede ser un japonés, un húngaro, un español, un hindú, un norteamericano. Estamos con un mundo de lectoría mucho más abierto.

¿Nos estamos volviendo lectores más universales?
Eso siempre ocurrió en pequeñas élites pero hoy día ocurre en el público, en el lector en general. Todo eso está cambiando un poco los hábitos de lectura. Por ejemplo, Sándor Márai (1900-1989) es un escritor húngaro que actualmente es muy leído en América Latina, España y otras partes del mundo.

Usted hace hincapié en que los temas sobre los que se puede escribir son los mismos desde hace siglos, la diferencia está en cómo son contados. En ese sentido, ¿qué nos puede decir respecto de la obra de Carlos Fuentes?
Creo que es una obra ejemplar. La muerte de Artemio Cruz es una de las más grandes novelas de la lengua, también ese cuento maravilloso que es “Aura”, y uno más reciente del libro Compañía inquieta, de 2004.

En Carlos Fuentes confluyen, y en ese sentido se anticipa un poco a nuestra época y por eso está tan vigente, por una parte una inquietud y una raigambre cultural muy latinoamericana, muy mexicana, con una mirada muy cosmopolita. Es un hombre que ha podido nutrir su mirada de mexicano con toda la literatura europea, norteamericana, en fin, y entonces ha hecho una renovación en lo formal y en lo temático muy grande, construyendo personajes muy entrañables, como es Artemio Cruz, por ejemplo, personajes en los cuales nos seguimos viendo y en los cuales yo creo que las generaciones futuras se seguirán viendo, porque son arquetípicos.

¿Coincide con él en que en la novela es un espejo crítico de la realidad?
Yo diría que sí, comparto eso plenamente; de hecho, pienso que la verdadera novela surge a partir de una cierta intuición de que el mundo, y en particular la conducta humana, es irreductible a la teoría. Cuando una persona cree que hay una teoría que da cuenta de la conducta humana de una manera satisfactoria hace un ensayo, o algo parecido. Pero la novela surge desde esa cierta intuición de que el mundo es de una complejidad, de una variedad que lo hace inexplicable desde las teorías. La literatura siempre está más allá de las teorías, aunque haya teorías metidas adentro, pero siempre una historia, un cuento, cuando tiene calidad literaria, trasciende la explicación teórica.

¿Qué opina de que al interior de la UV se estén dando este tipo de experiencias para repensar la creación literaria?
Es muy positivo que la Universidad Veracruzana haya adoptado esta iniciativa, que la haya puesto en marcha, porque estamos bastante aislados los escritores de los públicos latinoamericanos que se han segmentado.

Es curioso, en un mundo de globalización uno pensaría que deberíamos estar informados de los escritores colombianos mencionados por Santiago Gamboa, por ejemplo, y no lo estamos; muchos de ellos nunca los había oído mencionar.

Eso indica que por una parte tenemos a un grupo de autores, digamos globales, que llegan a todas partes, y hay otra literatura que está feudalizada, son autores que publica una gran editorial en Colombia, Argentina o en México. Hay poca comunicación, sobre todo en las generaciones nuevas, post boom; hay poco contacto.

Esta iniciativa de la Universidad Veracruzana yo creo que puede servir para poner en conexión a autores de distintos países latinoamericanos que estamos trabajando en líneas muy similares pero muy desconectados; es uno de los beneficios que va a tener esta Cátedra.

Esto es un ejemplo más de que la red de redes no lo es todo…
Internet es un mundo tan vasto que no nos basta. No puedes pretender que la gente encuentre sola en Internet a un autor argentino, es muy difícil llegar a él, tienen que haber alguna forma de selección, de contacto, de información que se agregue a Internet. Puede estar dado por una revista que te dé una mirada, que te entregue una selección, pero yo creo que el lector requiere información, jerarquías, un poquito de información antes de entrar a bucear así nomás.

Su obra en breve

Arturo Fontaine Talavera nació en Santiago de Chile en 1952. Es autor de las novelas Oír su voz (1992/2003) y Cuando éramos inmortales (1998); y de los libros de poesía Nueva York (1976), Poemas hablados (1989), Tu nombre en vano (1995) y Mis ojos x tus ojos (2007); también ha publicado ensayos, cuentos y traducciones.

Actualmente es director de la revista Estudios Públicos, del Centro de Estudios Públicos de Chile, donde se publican críticas de libros, ensayos y textos especializados sobre autores y temas internacionales; puede consultarse en: www.cepchile.cl.

Mencionó a las redes sociales como vetas de historias…
Creo firmemente en que, efectivamente, la gente busca historias en Facebook o Twitter, y eso es lo que está nutriendo todas estas redes de comunicación, la gente se está contando historias, eso tiene una demanda enorme y ahí hay un espacio para la literatura. Yo lo que sostengo es que si los escritores no hacemos bien eso, las historias las van a proporcionar otros, porque el hambre de historias está en la gente, va a estar siempre ahí. Hay que trabajar en ello.

El reto, entonces, tanto para los autores que están vigentes como para aquellas nuevas generaciones que se están formando, ¿es simplemente encontrar la mejor manera de contar una historia?
Así me parece, el tema está ahí. No creo que la literatura o la novela como tal estén en peligro, no veo eso; lo que veo más bien es, por una parte, esta fuga, de muchos escritores de talento, de la historia, una concentración en la experimentación lingüística, en ese tipo de cosas. Y por otra parte, escritores con menos talento que sí han captado que lo que hay que hacer es contar una historia. Entonces tienes una bifurcación entre autores comerciales, de no tanto talento pero que venden porque cuentan historias, y autores de talento que no venden porque no cuentan historias. Además hay un problema de conexión, de canales; por eso esta iniciativa de la UV es muy buena.

¿Qué destacaría usted, en este momento, de la literatura latinoamericana?
A mí me interesa un fenómeno que encabezan un grupo de escritores que podrían ser englobados bajo el concepto de nueva novela política latinoamericana, como Los años de la locura de Jorge Volpi (México), El desierto de Carlos Franz (Chile), Estrella distante y Nocturno de Chile de Roberto Bolaño (Chile), Un lugar llamado Oreja de Perro de Iván Thays (Perú), La hora azul de Alonso Cueto (Perú).

Ahí hay un grupo de novelas que valen mucho la pena, son novelas abiertas, no son dogmáticas ni didácticas ni de propaganda, pero abordan temas de conflicto político, de violencia, con originalidad, con talento; hay una preocupación ética, a mi juicio, muy bien trabajada porque está adentro de la historia, no es una literatura de evasión pero es una literatura bien construida donde la historia agarra, donde tú te ves en un mundo que tiene profundidad, que tiene humanidad.

Y en cuanto a su obra, ¿qué recomendaciones tiene para los universitarios?
Creo que mis novelas, es lo que está más a la mano además. Oír su voz es una novela urbana sobre los procesos de cambio y es básicamente una historia de amor, pero en una situación de análisis literario de lo que es el poder hoy, no sólo el político sino el económico. Es una novela en donde juega un papel importante el eros y también el eros del dinero.

Cuando éramos inmortales
es una novela de formación de un niño que madura, y en ese proceso se le abre el mundo; el personaje se llama Emilio, es como una membrana muy sensible que va descubriendo el mundo. Es un tema muy clásico, pero donde lo que a mí me pareció que tenía cierta novedad es la sensibilidad y particularidad de ese niño y, por otro lado, el hecho de que en lugar de terminar la novela en un momento en que el protagonista está maduro y sólidamente establecido en un nuevo mundo, más bien el personaje termina la novela en una situación de gran inseguridad, de gran intemperie, muy desnudo. Técnicamente es interesante porque la novela salta del yo al él permanentemente, y del ahora al pasado. Tiene una estructura que es como una cámara móvil, para dar cuenta del problema de la diferencia que hay entre los niveles de madurez del que relata y la vida real de un niño.