La literatura trasciende a la teoría:
Fontaine
Para el escritor chileno, la Cátedra
Carlos Fuentes de la UV sirve
para establecer nexos entre autores de distintos países
latinoamericanos,
interesados en revalorar la creación literaria
Susana Castillo Lagos
Arturo Fontaine es, ante todo, un apasionado de las historias.
No importa si terminarán transformadas en un poema,
un cuento o una novela, para él lo esencial es que
hagan eco en la vida de quien se convertirá en su lector.
Por eso el escritor, ése que en verdad tiene ganas
de que sus ideas se traduzcan a la tinta y al papel, tiene
que dedicarse de lleno a ello, ser productivo, responderle
a aquellos que demandan buenas historias con un sólo
objetivo: saber contarlas bien.
Y en ese sentido América Latina ha sido tierra fértil
de hombres de letras que han trascendido fronteras por la
valía de lo que escriben. En el caso de Fontaine, quizás,
ese fue el primer paso para encontrar el respaldo de la Editorial
Planeta de Buenos Aires, Argentina, que en abril de 1992 le
publicó seis mil ejemplares de la novela Oír
su voz.
Según relata Verónica Cortínez en su
libro Albricia: la novela chilena del fin de siglo, en noviembre
de ese mismo año se reimprimieron tres mil ejemplares
y en febrero de 1993 la editorial realizó una segunda
reimpresión de la obra. “En el contexto del mercado
editorial chileno, estos números hacen de la novela
un best seller”. Posteriormente, en 2003, Alfaguara
Santiago volvió a publicarla.
En el marco de la instauración de la Cátedra
Carlos Fuentes de la Universidad Veracruzana (UV), el escritor
chileno habló de la literatura latinoamericana, opinó
sobre la nueva novela política que se está gestando
en esta región, elogió la obra de Fuentes y
celebró que en la UV se lleven a cabo iniciativas que
servirán de puente a aquellos que, como él,
piensan que aún falta mucho por decir.
Con la globalización y todo lo que ella
conlleva, la escritura pareciera cada vez menos regionalista,
más universal. Por tanto, ¿todavía se
puede hablar de una literatura latinoamericana?
Cuando Borges empieza a escribir es atacado en Argentina por
extranjerizante, ajeno a la realidad latinoamericana, ajeno
a la realidad Argentina. Él persiste en esto y hoy
día, ¿qué es la literatura argentina
sino Borges? La identidad cultural se construye, no es algo
cerrado que dependa del pasado; está vinculado al pasado
pero está vinculado a lo que va ocurriendo hacia adelante,
son los propios creadores los que van armando ese patrimonio
cultural que después nos parece el mundo de lo propio,
es la casa que habitamos desde el punto de vista cultural.
Entonces, lo que es la literatura latinoamericana no es algo
fijo en el tiempo, es lo que se está haciendo. Antes
de García Márquez eso no existía, hoy
día parece imposible que la literatura latinoamericana
no lo incluya, o no incluya a un Borges, a un Fuentes, a un
Vargas Llosa, qué se yo; eso forma parte de nuestro
paisaje cultural, pero no estaba ahí hace 50 o 100
años.
Eso se construye, es una pregunta abierta: la literatura latinoamericana
va a ser lo que los escritores y los lectores quieren que
sea.
¿Y respecto de los lectores latinoamericanos?
Creo que una de las cosas que ha ocurrido muy
fuerte, durante la última década o tal vez un
poco más, es que los latinoamericanos estamos leyendo
muchos autores no latinoamericanos, mucho más que nunca
antes, diría yo. Ése es uno de los cambios fuertes
que ha habido; hoy día tú tienes a la mano una
enorme cantidad de autores que constantemente están
cambiando, puede ser un japonés, un húngaro,
un español, un hindú, un norteamericano. Estamos
con un mundo de lectoría mucho más abierto.
¿Nos estamos volviendo lectores más
universales?
Eso siempre ocurrió en pequeñas élites
pero hoy día ocurre en el público, en el lector
en general. Todo eso está cambiando un poco los hábitos
de lectura. Por ejemplo, Sándor Márai (1900-1989)
es un escritor húngaro que actualmente es muy leído
en América Latina, España y otras partes del
mundo.
Usted hace hincapié en que los temas sobre
los que se puede escribir son los mismos desde hace siglos,
la diferencia está en cómo son contados. En
ese sentido, ¿qué nos puede decir respecto de
la obra de Carlos Fuentes?
Creo que es una obra ejemplar. La muerte de Artemio Cruz es
una de las más grandes novelas de la lengua, también
ese cuento maravilloso que es “Aura”, y uno más
reciente del libro Compañía inquieta, de 2004.
En Carlos Fuentes confluyen, y en ese sentido se anticipa
un poco a nuestra época y por eso está tan vigente,
por una parte una inquietud y una raigambre cultural muy latinoamericana,
muy mexicana, con una mirada muy cosmopolita. Es un hombre
que ha podido nutrir su mirada de mexicano con toda la literatura
europea, norteamericana, en fin, y entonces ha hecho una renovación
en lo formal y en lo temático muy grande, construyendo
personajes muy entrañables, como es Artemio Cruz, por
ejemplo, personajes en los cuales nos seguimos viendo y en
los cuales yo creo que las generaciones futuras se seguirán
viendo, porque son arquetípicos.
¿Coincide con él
en que en la novela es un espejo crítico de la
realidad?
Yo diría que sí, comparto eso plenamente;
de hecho, pienso que la verdadera novela surge a partir
de una cierta intuición de que el mundo, y en
particular la conducta humana, es irreductible a la
teoría. Cuando una persona cree que hay una teoría
que da cuenta de la conducta humana de una manera satisfactoria
hace un ensayo, o algo parecido. Pero la novela surge
desde esa cierta intuición de que el mundo es
de una complejidad, de una variedad que lo hace inexplicable
desde las teorías. La literatura siempre está
más allá de las teorías, aunque
haya teorías metidas adentro, pero siempre una
historia, un cuento, cuando tiene calidad literaria,
trasciende la explicación teórica.
¿Qué opina de que al interior
de la UV se estén dando este tipo de experiencias
para repensar la creación literaria?
Es muy positivo que la Universidad Veracruzana haya
adoptado esta iniciativa, que la haya puesto en marcha,
porque estamos bastante aislados los escritores de los
públicos latinoamericanos que se han segmentado.
Es curioso, en un mundo de globalización uno
pensaría que deberíamos estar informados
de los escritores colombianos mencionados por Santiago
Gamboa, por ejemplo, y no lo estamos; muchos de ellos
nunca los había oído mencionar.
Eso indica que por una parte tenemos a un grupo de autores,
digamos globales, que llegan a todas partes, y hay otra
literatura que está feudalizada, son autores
que publica una gran editorial en Colombia, Argentina
o en México. Hay poca comunicación, sobre
todo en las generaciones nuevas, post boom; hay poco
contacto. |
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Esta iniciativa de la Universidad Veracruzana
yo creo que puede servir para poner en conexión
a autores de distintos países latinoamericanos
que estamos trabajando en líneas muy similares
pero muy desconectados; es uno de los beneficios que
va a tener esta Cátedra.
Esto es un ejemplo más de que la
red de redes no lo es todo…
Internet es un mundo tan vasto que no nos basta. No
puedes pretender que la gente encuentre sola en Internet
a un autor argentino, es muy difícil llegar a
él, tienen que haber alguna forma de selección,
de contacto, de información que se agregue a
Internet. Puede estar dado por una revista que te dé
una mirada, que te entregue una selección, pero
yo creo que el lector requiere información, jerarquías,
un poquito de información antes de entrar a bucear
así nomás. |
Su obra
en breve
Arturo Fontaine
Talavera nació en Santiago de Chile en 1952.
Es autor de las novelas Oír su voz (1992/2003)
y Cuando éramos inmortales (1998); y de los libros
de poesía Nueva York (1976), Poemas hablados
(1989), Tu nombre en vano (1995) y Mis ojos x tus ojos
(2007); también ha publicado ensayos, cuentos
y traducciones.
Actualmente es director de la revista Estudios Públicos,
del Centro de Estudios Públicos de Chile, donde
se publican críticas de libros, ensayos y textos
especializados sobre autores y temas internacionales;
puede consultarse en: www.cepchile.cl. |
Mencionó a las redes sociales como vetas
de historias…
Creo firmemente en que, efectivamente, la gente busca historias
en Facebook o Twitter, y eso es lo que está nutriendo
todas estas redes de comunicación, la gente se está
contando historias, eso tiene una demanda enorme y ahí
hay un espacio para la literatura. Yo lo que sostengo es que
si los escritores no hacemos bien eso, las historias las van
a proporcionar otros, porque el hambre de historias está
en la gente, va a estar siempre ahí. Hay que trabajar
en ello.
El reto, entonces, tanto para los autores que
están vigentes como para aquellas nuevas generaciones
que se están formando, ¿es simplemente encontrar
la mejor manera de contar una historia?
Así me parece, el tema está ahí. No creo
que la literatura o la novela como tal estén en peligro,
no veo eso; lo que veo más bien es, por una parte,
esta fuga, de muchos escritores de talento, de la historia,
una concentración en la experimentación lingüística,
en ese tipo de cosas. Y por otra parte, escritores con menos
talento que sí han captado que lo que hay que hacer
es contar una historia. Entonces tienes una bifurcación
entre autores comerciales, de no tanto talento pero que venden
porque cuentan historias, y autores de talento que no venden
porque no cuentan historias. Además hay un problema
de conexión, de canales; por eso esta iniciativa de
la UV es muy buena.
¿Qué destacaría usted, en
este momento, de la literatura latinoamericana?
A mí me interesa un fenómeno que encabezan un
grupo de escritores que podrían ser englobados bajo
el concepto de nueva novela política latinoamericana,
como Los años de la locura de Jorge Volpi (México),
El desierto de Carlos Franz (Chile), Estrella distante y Nocturno
de Chile de Roberto Bolaño (Chile), Un lugar llamado
Oreja de Perro de Iván Thays (Perú), La hora
azul de Alonso Cueto (Perú).
Ahí hay un grupo de novelas que valen mucho la pena,
son novelas abiertas, no son dogmáticas ni didácticas
ni de propaganda, pero abordan temas de conflicto político,
de violencia, con originalidad, con talento; hay una preocupación
ética, a mi juicio, muy bien trabajada porque está
adentro de la historia, no es una literatura de evasión
pero es una literatura bien construida donde la historia agarra,
donde tú te ves en un mundo que tiene profundidad,
que tiene humanidad.
Y en cuanto a su obra, ¿qué recomendaciones
tiene para los universitarios?
Creo que mis novelas, es lo que está más a la
mano además. Oír su voz es una novela urbana
sobre los procesos de cambio y es básicamente una historia
de amor, pero en una situación de análisis literario
de lo que es el poder hoy, no sólo el político
sino el económico. Es una novela en donde juega un
papel importante el eros y también el eros del dinero.
Cuando éramos inmortales es una novela de formación
de un niño que madura, y en ese proceso se le abre
el mundo; el personaje se llama Emilio, es como una membrana
muy sensible que va descubriendo el mundo. Es un tema muy
clásico, pero donde lo que a mí me pareció
que tenía cierta novedad es la sensibilidad y particularidad
de ese niño y, por otro lado, el hecho de que en lugar
de terminar la novela en un momento en que el protagonista
está maduro y sólidamente establecido en un
nuevo mundo, más bien el personaje termina la novela
en una situación de gran inseguridad, de gran intemperie,
muy desnudo. Técnicamente es interesante porque la
novela salta del yo al él permanentemente, y del ahora
al pasado. Tiene una estructura que es como una cámara
móvil, para dar cuenta del problema de la diferencia
que hay entre los niveles de madurez del que relata y la vida
real de un niño.
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