Sostuvo el escritor
Ignacio Padilla
No hay otro compromiso que
escribir el libro más bello posible
Aún historias en África
o el Tibet reflejan profundas realidades mexicanas
La actitud del magisterio hacia la
educación está cargada de displicencia,
negligencia, pereza, incluso encono contra el acto de
la enseñanza
Lo único que en realidad unifica
a la literatura latinoamericana son los pasaportes de
sus autores
Edith Escalón
Autor de novelas, cuentos y ensayos que han sido traducidos
a más de 15 idiomas y que le han valido una docena
de premios nacionales e internacionales, Ignacio Padilla
es considerado hoy uno de los 50 narradores más
importantes para el siglo XXI. |
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Con Pedro Ángel Palou, Jorge Volpi, Eloy Urroz, Ricardo
Chávez-Castañeda y Vicente Herrasti, integra
la llamada “generación del crack” de la
literatura mexicana, un movimiento que planteó la ruptura
con el llamado post boom latinoamericano, y que, a decir del
escritor, ha sido malinterpretado por los medios de comunicación
y los críticos literarios.
En su visita a la Universidad Veracruzana (UV), donde participó
como ponente en la primera edición de la Cátedra
Carlos Fuentes, Ignacio Padilla habló del único
compromiso que debe tener la literatura, de su obra, sus preocupaciones
y su reconocimiento más reciente, el Premio Nacional
de Ensayo Estación Palabra Gabriel García Márquez.
Usted ha rechazado abiertamente que la literatura
latinoamericana deba llevar implícito un compromiso
social y ser reflejo de lo que sucede en la región,
¿cómo entiende entonces su deber ser?
Para mí toda buena literatura es humana y, por lo tanto,
comprometida con una sola cosa: la belleza. Creo que no hay
que confundir la ética con la estética y no
creo que el escritor, en cuanto que escritor, tenga otro compromiso
que no sea el de escribir el libro más bello posible.
Pero Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez…
ellos la proyectaron en el ámbito de las letras universales
a partir de una identidad común, ¿hoy ya no
existen ese u otros rasgos compartidos en la creación
de las nuevas generaciones?, ¿los hay en el grupo del
crack que tuvo a estos grandes literatos como maestros?
Cada vez menos. Yo creo que lo único que en realidad
unifica a la literatura latinoamericana son los pasaportes
de sus autores, de quienes nacimos en esta región estrechamente
imbricada con el resto del mundo. Podría decirse que
la lengua, pero no; hay novelas escritas en inglés
o francés de autores que han nacido en América
Latina y no veo por qué no podrían considerarse
literatura latinoamericana. Y aclaro, el hecho de que una
novela sea ubicada en África no va a evitar que la
lectura que el escritor haga de esa historia tenga lo que
ha llevado del país donde nació o creció,
donde estuvo o donde se educó.
Por eso, a diferencia de ellos, usted y los escritores del
crack evitan escribir sobre México…
No siempre, eso es más una especie de mitología.
Puedo asegurar que en mi obra hay muchos reflejos de los cambios
sociales, políticos y económicos de Latinoamérica;
de hecho, si sumamos las novelas escritas por los autores
del grupo del crack, 80 por ciento ocurren y aluden directamente
a situaciones específicas del país. Lo que pasa
es que los medios de comunicación han estimulado la
idea de que sólo escribimos novelas sobre nazis, cuando
han sido únicamente tres, pero aun en ellas, o en mi
caso, en las que ocurren en el Tibet, en Rusia o en la antigua
Yogoslavia, he descubierto reflejadas profundas, estrechas,
cercanísimas realidades mexicanas.
Sus libros
Narrativa extensa: El año de los gatos
amurallados (1994), Las tormentas del mar
embotellado (1994), La catedral de los ahogados
(1995), Si volviesen sus majestades (1996),
Los funerales de Alcaraván (1999),
Amphitryon (2000), Espiral de artillería
(2003), La gruta del Toscano (2006);
Narrativa corta: Subterráneos (1990),
Trenes de humo bajoalfombra, Las antípodas
y el siglo (2001), El androide y las quimeras
(2008); Narrativa infantil: Los papeles del
dragón típico (1991), Las tormentas
del mar embotellado; Ensayos: El diablo y Cervantes
(2005), El dorado esquivo: espejismo mexicano
de Paul Bowles, Los funerales del alcaraván:
historia apócrifa del realismo mágico,
inédito, y Darío en Tiberíades:
García Márquez y el naufragio americano,
inédito.
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¿A pesar de ser contextos
tan distintos?
Claro que sí. Espiral de Artillería, por
ejemplo, es una novela que ocurre en un supuesto país
ex satélite soviético, ahí narro
la historia del surgimiento zapatista, y de la fabricación
de la heroicidad del subcomandante Marcos, y cuento
paso por paso el dolor del parto democrático
no sólo en la Rusia de hoy, sino en el México
que estábamos viviendo en el año 2000;
es una novela sobre la impostura del movimiento reivindicativo
que involucra al zapatismo y al proceso democrático.
¿Y por qué no contarla en México?
La historia me pide ser contada en otro lado, sólo
a posteriori descubro cuánto hay de lo único
que puedo poner en mi literatura: mi experiencia personal.
Lo que sucede es que mi mundo es muy libresco, yo no
pensé en escribir una novela sobre el movimiento
zapatista, lo único que quería era escribir
una novela sobre submarinos, por desgracia en México
no los hay y de ubicarla aquí hubiera resultado
radicalmente inverosímil, por eso la escribí
en un país imaginado.
La violencia, la inseguridad y el narcotráfico
son los temas que hoy ocupan y preocupan en México,
¿han influido también en la creación
literaria?
Poderosamente, sobre todo en mi generación, porque
nacimos y crecimos en la Ciudad de México y evolucionamos
como creadores en la época de la gran irrupción
de la violencia en el país, especialmente después
del terremoto del 85, que es cuando surge la putrefacción,
la violencia tenaz, la violencia económica y
el rencor social.
Nuestras novelas están marcadas por la violencia
que atestiguamos, que padecimos como ciudadanos; no
como gremio, aclaro, porque no hay injerencia del crimen
organizado en el sector literario sencillamente porque
éste en México no produce dinero, ellos
no invertirían tiempo y esfuerzo en un negocio
que no es negocio, ¡para qué tomarse la
molestia en un país sin lectores!
Ése es uno de los problemas de México
que realmente me preocupa: es trágico que estemos
tan mal a consecuencia del gran dilema educacional y
fundamentalmente magisterial que venimos arrastrando.
Mientras no se remedie la situación magisterial,
mientras los maestros no estén interesados en
la enseñanza del niño y mucho menos en
la lecto-escritura seguiremos viviendo en un país
con grandes, magníficos escritores, que tendrán
que seguir publicando en otros países. Yo creo
que la actitud del magisterio hacia la educación
de mis hijos y de todos los niños de este país
está cargada de displicencia, negligencia, pereza,
incluso encono contra el propio acto de la enseñanza.
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Ha pasado más de una década desde
que fue leído por primera vez el Manifiesto Crack,
y en todos estos años ustedes han rechazado la interpretación
que se ha hecho de él, ¿por qué son necesarias
tantas aclaraciones?
Creo que hubo falta de claridad nuestra y un afán de
escándalo de los medios. El manifiesto del crack es
lúdico y, por lo tanto, poco claro; eso permitió
que los medios en España, primero, y luego en América
Latina, el resto del mundo, e incluso en la academia, llegaran
a pesar que éramos una generación más
contestataria y rupturista de lo que éramos en realidad.
Incluso se procuró confrontarnos con los maestros a
los que nosotros queríamos volver; afortunadamente
fueron ellos –Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, García
Márquez– los primeros que defendieron nuestra
postura y dijeron: “Todo lo contrario, lo que estos
chicos están proponiendo es una fisura en una tradición
para volver a los orígenes de los maestros latinoamericanos”.
Mientras tanto, se ha erigido un crack muy distinto al que
nosotros propusimos: se dice que es una generación,
que somos todos escritores latinoamericanos nacidos en los
sesenta, que sólo escribimos novelas sobre nazis, que
afirmamos haber inventado el cosmopolitismo en la literatura
latinoamericana, que queremos luchar contra las lecciones
del boom latinoamericano, y nada de eso es cierto.
Este año, cuando recibió el Premio
Nacional Estación Palabra Gabriel García Márquez
sobre literatura latinoamericana, dijo que el ensayo era la
manera explícita de agradecer por su obra al Nobel
de Literatura, ¿qué ha sido para usted este
maestro?
Un gran escritor, sin duda, el escritor vivo que más
ha influido en mi ser escritor. Ese ensayo (“Darío
en Tiberíades: García Márquez y el naufragio
americano”) es verdaderamente un homenaje. Para mí
García Márquez es el maestro de los títulos,
de las dedicatorias, de la adjetivación, de la creación
de personajes, el gran maestro del sentido del humor; sin
duda, el autor más completo que tenemos en América
Latina, el más versátil.
Ahora corresponde otro homenaje a Carlos Fuentes,
uno más de sus maestros…
Y me parece un acontecimiento importantísimo, no sólo
porque lo promueva una institución tan sólida
como la Universidad Veracruzana, sino porque el propio Carlos
Fuentes está involucrado en la Cátedra que lleva
su nombre. Lo festejo aún más porque hacerlo
en Xalapa, una ciudad con una tradición cultural tan
brutal, contribuye a la necesarísima descentralización
de la creación y la cultura en nuestro país.
Ha sido un acierto de todos aquellos que lo hicieron posible.
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