
Pablo Escalante Gonzalbo, investigador
de la UNAM, habló sobre el patrimonio arqueológico
Afirmó Pablo Escalante
Rendimos culto al pasado y aniquilamos su
racionalidad
El especialista del Instituto de Investigaciones
Estéticas de la UNAM
planteó la importancia de renovar la visón que
tenemos del patrimonio
“Hay una gran actitud reverencial hacia
nuestro pasado”, comentó
David Sandoval
No hay un patrimonio más valioso que otro, no hay
un patrimonio sagrado y otro profano, todo es memoria y habría
que conservar la que se pueda, afirma enfático Pablo
Escalante Gonzalbo, miembro del Instituto de Investigaciones
Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma
de México (UNAM).
Sus opiniones en torno al patrimonio abarcan tanto la enseñanza
de la historia en las escuelas como la viabilidad o incongruencia
de espectáculos con luz y sonido en sitios arqueológicos,
pero sobre todo ello impera una idea: debemos desmitificar
al pasado, ¿por qué? Básicamente, responde,
porque tenemos un sistema de culto al pasado mesoamericano
que aniquila su racionalidad histórica.
“Creo que en la cultura nacional se alimentan ideas
o fantasías, como la idea que nuestros antepasados
indígenas eran mágicos o especialmente comunicados
con el cosmos”, explica. “Y eran simples personas,
como nosotros, y esas fantasías las cargamos, a los
niños les hacemos cargarlas y les quitamos esa posibilidad
de relacionarse con el pasado como pasado; es historia y son
antepasados de carne y hueso con cosas fantásticas,
con crueldades y logros portentosos, son pueblos de la tierra”.
Sin embargo, dice el investigador, “se exagera; con
un carácter sobrenatural se crea un gran monstruo y
luego todos lo tenemos que cargar de diversas formas. Por
supuesto que no hablo de no cuidar o restaurar esas ruinas,
eso es patrimonio, pero es historia, es pasado, no hay nada
que venerar, ningún poder religioso en ellas, y creo
que una de las tareas pedagógicas sería colocar
la historia en esa dimensión: son humanos del pasado,
en procesos previos a los nuestros”.
Enseñanza de la historia: “Pendiente
gravísimo”
En el mismo sentido, agrega, “la enseñanza de
la historia de México es un pendiente gravísimo,
además de los muchos fallos que tiene la educación,
pero entre sus carencias más importantes está
la falta de proyectos para renovar la visión del patrimonio;
el desarrollo de la ciudadanía dentro de la educación
ayudaría a replantear la relación con nuestro
pasado”
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Reconoce que nos cuesta trabajo una relación
un poco más laica con el pasado: “Se supone
que los mexicanos somos laicos desde las Leyes de Reforma,
que son tan importantes en nuestra historia, pero hay
una gran actitud reverencial hacia nuestro pasado”.
Desde su punto de vista, debemos perderle cierto respeto
al pasado y explica: “Cuando digo que se debe perder
respeto al pasado, me refiero a colocarlo en situación
de carne y hueso y ser capaces de comparar el pasado prehispánico
con el siglo XIX; decir un rey es un rey, un sacerdote
es un sacerdote: ni unos volaban ni otros tenían
un cerebro diferente”. |
No sirve para aumentar ese orgullo nacional, opina, engrandecer
o exaltar más el pasado prehispánico: “Ya
sabemos que los mayas eran tan sabios que inventaron el cero,
que los teotihuacanos eran tan mágicos que construyeron
una plataforma que no podríamos construir, eso de por
sí no crea necesariamente orgullo o esa gran satisfacción”.
Por el contrario, opina que puede generar gran satisfacción
ser ciudadano, tener que ver con el destino de las cosas comunes,
“actitudes ciudadanas tendrían mucha más
posibilidad de producir ese sentido de satisfacción
y de orgullo, ahí es donde la noción de espacio
público es fundamental, las pirámides y las
plazas prehispánicas tienen que ser vistas como bienes
y espacios públicos que, por lo tanto, deben democratizarse
y descentralizarse como tantos otros espacios públicos”,
asegura.
Escalante Gonzalbo precisa: “Si los sentimos como propios,
si los sentimos más cerca, si los recuperamos estéticamente
con libertad, integrándolos a nuestra vida diaria,
tendremos más apego a ellos que si son una cosa grande,
descubierta por una decisión grande de un hombre grande
que después puso una barda grande para que no nos acerquemos
demasiado, solamente cuando llegue un profesor grande que
nos diga lo grande que eran aquéllos; mientras tanto
nosotros muertos de hambre de ciudadanía”.
La grandeza pasada se desliga al presente
El académico de la UNAM ejemplifica esta situación
mediante su labor y comenta que hace tiempo trabajó
en un proyecto para el Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH) dentro de la zona mixteca, en la localidad
de Coixtlahuaca, Oaxaca, y al encontrarse en una plática
con niños del lugar les habló de la grandeza
que había tenido el sitio al ser un punto importante
durante la época prehispánica en el comercio
de oro y plumas.
Recuerda perfectamente a estos niños tan inteligentes,
y uno de ellos le preguntó: “Si había
sido tan grande, ¿por qué ahora estaba así?”.
“No escatimé adjetivos para abordar sobre la
grandeza del Coixtlahuaca prehispánico pero el niño
tenía clarísima la situación de Coixtlahuaca
al día de hoy: todos sus tíos, todos sus primos
y sus padres, en California”.
Entonces, creo que el camino es distinto, precisa; con cierta
inseguridad hemos dotado de ese sentido de orgullo, exacerbando
la grandeza de las culturas prehispánicas al punto
que a veces la desligamos a nuestra propia identidad.
“Salvo algunas manifestaciones indígenas de presentar
ofrendas, creo que en general el mexicano urbano, aquellos
que subimos con tenis la Pirámide del Sol, no tenemos
la creencia de que haya una cuestión religiosa frente
a la cual rindamos veneración”.
No obstante, sí existen lugares donde existe una veneración,
como el caso del tipo de culto que hay entre pueblos mayas,
sobre todo de los Altos de Chiapas, “hay una cierta
veneración, que no es la de la religión mesoamericana
antigua pero guarda ciertas semejanzas y es una idea de que
existe un componente sagrado todavía al interior de
esas plataformas; sin duda ninguna, ahí si hay una
conservación mayor del sentido religioso”.
Reconocer derechos sobre el patrimonio
Un tema que Pablo Escalante considera sumamente importante
para el futuro es la relación de comunidades indígenas
del presente con los sitios arqueológicos y con su
administración y uso, tengan o no un nexo directo con
el sitio en cuestión, “porque sabemos que son
pueblos que se han movido pero guardan una relación
especial con las ruinas prehispánicas”.
“El derecho de comunidades que se encuentran más
cerca de la identidad, lengua y tradiciones de México,
que podrían tener un derecho preferente de acceso y
de relación con estos sitios, creo que debe reconocerse,
entenderse y promoverse de alguna forma: debe de discutirse”,
recalca Escalante Gonzalbo.
Si para algunos grupos indígenas de diferentes regiones
de México las estructuras precolombinas representan
un sitio de veneración religiosa, debe poder respetarse
ese espacio de devoción pero como bienes de comunidades
mayores que muchas veces atañen a la vida cotidiana
de poblaciones distintas y no indígenas, detalla el
investigador.
Respecto a las iniciativas internacionales de crear una nueva
categoría de patrimonio bajo la denominación
de “sitios sagrados”, opina que ahora hay una
nueva colonización de los recursos naturales y culturales,
“a veces interviniendo demasiado en cómo deben
ser vistos y cómo deben de rescatarse y de nombrarse,
y creo que debe haber mucha más participación
y libertad de actuación de los países poscoloniales
y de los gobiernos y los municipios de esos países
para definir los términos”.
“Perdón por el lenguaje coloquial, pero es como
decir que llegara un comité internacional de científicos
a decirme ese sitio es sagrado, cuando las regiones están
tratando de incorporarlo a su desarrollo, a sus planes turísticos
o urbanos o de paisaje o de visitas escolares, creo que sería
un poco impertinente, sería aceptar que vinieran a
definir el carácter sagrado de algo que finalmente
es patrimonio histórico, que debe ser el valor predominante”.
Agrega sobre el valor religioso: “Creo que otro tratamiento
de estos monumentos en términos religiosos permitiría
una forma extrema de tratar lo monumental como lo religioso,
está el ejemplo de lo que hicieron los talibanes con
las esculturas budistas, que bombardearon las imágenes
por su valor religioso, pasando sobre su valor histórico
y patrimonial”.
Preocupémonos por la conservación
Al ser interrogado respecto a los espectáculos de luz
y sonido en sitios arqueológicos o los festivales realizados
en ellos, Escalante Gonzalbo fija una postura personal: “Soy
partidario de cuidar los criterios técnicos cuando
se conocen y evitar los daños innecesarios al patrimonio
y, a la vez, creo en que las instancias municipales y estatales
deben tener una voz para definir un cierto uso del patrimonio
dentro de esos límites que aseguran un cierto bienestar
técnico del inmueble en cuestión”.
“No tengo una posición fija respecto a lo espectacular
en las ruinas”, destaca, “me molesta la gran inversión,
pero eso es un asunto particular, tampoco me gusta poner morado
Teotihuacan. Lo que digo es respetar en lo posible el bien
y no dañarlo; a mí me gusta pasear en silencio
y tranquilo con mis niños por los sitios arqueológicos
y si alguien quiere escuchar a los Beatles o lo que sea viendo
la pirámide, bien, yo respeto ese gusto pero insisto:
preocupémonos por la conservación y preocupémonos
porque la decisión no sea porque la tomó el
gobernador con el empresario o porque el sindicato decidió
meterle una puya al gobernador y boicoteó la decisión,
sino que sea una cuestión realmente organizada por
las comunidades, ya que reconociendo ciertos límites
se pueden hacer diversas cosas con las estructuras del pasado”.
Concluye la conversación fijando límites sobre
cómo tratar el pasado en nuestro presente: “Es
propio de nuestro tiempo exigir una actitud laica y ciudadana
frente al pasado y no una relación que lidie con valores
sagrados más allá de las comunidades tradicionales
supervivientes que pudieran reclamar algún nexo específico”.
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