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Año 9 / No. 385 / Enero 25 de 2010 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

“Trabajar duro y trabajar juntos”

A la búsqueda del Gung Ho

El espíritu de las Cooperativas Industriales de China y su influencia en una pareja norteamericana que se conoció en una posada en México es ahora recuperada por investigadores de la UV y el Centro de Estudios China-Veracruz

Juan Carlos Plata

Bundy Illsley está sentada en la sala de su casa, junto a la reproducción de una troje que funge como habitación, en Uruapan, Michoacán, a aproximadamente 12 mil 700 kilómetros de la capital de China, Beijing. A pesar de la distancia geográfica y temporal, los libreros de la casa rebosan de volúmenes, casi todos en inglés, sobre el mítico y distante gigante asiático y un concepto: Gung Ho.



Bundy Illsley en su casa de Uruapan, Michoacán

Ideado por el internacionalista neocelandés Rewi Alley y un grupo de voluntarios chinos y de otras nacionalidades, el concepto Gung Ho –que significa “trabajar duro y trabajar juntos”– es una abreviación para el movimiento de Cooperativas Industriales Chinas, iniciado en 1937, cuya misión principal era organizar a los trabajadores chinos refugiados y sin empleo para trabajar a favor de la resistencia contra la invasión japonesa.



El símbolo del Gung Ho
El sitio de Internet del International Committee for the promotion of Chinese Industrial Cooperatives detalla: “Las cooperativas Gung Ho se esparcieron por todas las áreas no ocupadas de China desde 1939 y el movimiento alcanzó su esplendor en 1941 con alrededor de tres mil cooperativas y una membresía cercana a los 30 mil cooperativistas. Producían más de 500 clases de productos de primera necesidad para la población, además de mantas, uniformes y otros productos militares para el frente de batalla. Se volvieron el movimiento más popular en la historia de las cooperativas de China”.

Para 1942, Rewi Alley enfocó su atención en la creación de escuelas en las que se entrenara y capacitara a los jóvenes en las habilidades necesarias en las cooperativas. Fundó escuelas y las llamó Bailie Schools, en honor de Joseph Bailie, misionero norteamericano que fue pionero en las ideas de integración y educación práctica en China.

En esa escuela trabajó un inventor autodidacta norteamericano llamado Walter Illsley, quien años después viviría y fallecería en Uruapan, Michoacán. Un equipo de investigadores de la Universidad Veracruzana (UV), conformado por Guadalupe Barrientos, Jorge Pascual y el director del Centro de Estudios China-Veracruz, Aníbal Zottele, se dio a la tarea de recuperar su experiencia.

De nueva cuenta, la página de Internet del International Committee for the promotion of Chinese Industrial Cooperatives relata: “En 1944 la escuela estaba en la provincia de Shaanxi pero, con el ejército japonés avanzando en esa dirección, Alley decidió llevarla más adentro del territorio chino y escogió la semidesértica y milenaria ciudad de Shandan, en la provincia de Gansu, en donde por varios años se formaron cientos de jóvenes técnicos que hicieron un trabajo invaluable en la reconstrucción del país después de la guerra y donde se incorporaron muchos voluntarios neocelandeses y de otras nacionalidades (incluido Illsley, en 1947).

”Luego del establecimiento de la República Popular China en 1949, el nuevo gobierno llevó la escuela a la capital de la provincia de Lanzhou, donde se convirtió en parte de un nuevo instituto tecnológico, el Bailie Oil School, asociado a la nueva refinería de la ciudad”.

Bundy y Walter Illsley
Walter Illsley nació en Muskegon, Michigan; Bundy Granich, en la ciudad de Nueva York. El padre de él era ingeniero e inventor, los de ella artistas y bohemios. Él viajó a China en 1946 como miembro de la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU); ella, en 1944 trabajaba como chofer mensajero en Nueva York y en los veranos asistía a sus padres en un campamento de verano para niños, con actividades de artes plásticas, en el mítico campo de Woodstock. Se conocieron en México, en una posada, el invierno de 1953 y se casaron en agosto del año siguiente en las faldas del volcán Popocatépetl.


Bundy Illsley en la fábrica San Pedro

Los dos llegaron a México en 1953: Bundy, en compañía de Lila Andrews Wilson, esposa del pintor y muralista norteamericano Anton Refregier, ambos amigos de la familia de Granich; Walter, expatriado para evitar la cárcel por no haberse enlistado en el ejército para la Segunda Guerra Mundial y después de haber pasado siete años en China.

A principios de 1954 Walter Illsley viaja a Guatemala donde tiene la intención de establecer cooperativas y escuelas similares a las de China, pero la intervención norteamericana en ese país frustra sus planes y regresa a México.

Luego de contraer matrimonio, los dos pasan una temporada en Sonora, trabajando con indígenas seris. A su regreso a la Ciudad de México un conocido les dio una carta de presentación para que fueran a Uruapan, Michoacán, a entrevistarse con el general Lázaro Cárdenas.

El libro Telares Uruapan. Una historia que contar, de las antropólogas Maya Lorena Pérez Ruiz y Daniel Altbach Pérez , detalla: “Walter Illsley habló con el general, quien les ayudó a regularizar su situación migratoria y les dio facilidades para realizar proyectos (inicialmente de cooperativas rurales). Los Illsley viven una temporada en Tanaco (comunidad serrana de la denominada meseta purépecha, donde ayudan a la instalación de agua entubada) y regresaron a Uruapan cuando Bundy supo que estaba embarazada.

El espíritu del Gung Ho:
Ayudarse mutuamente para alcanzar la prosperidad común.

Los principios del Gung Ho: Organización voluntaria, autofundación, autogobierno, contabilidad independiente, asumir todos las ganancias y las pérdidas, dirección democrática, distribución del trabajo y ganancias en partes iguales.

  ”Volvieron a entrevistarse con el general Cárdenas, y éste giró la instrucción: los Illsley organizarían un taller de capacitación textil para jóvenes indígenas de las comunidades de Calzontzin (formada por los refugiados de la formación del volcán Paricutín) y Tanaco. Se compraron telares abandonados y se iniciaron actividades con cuatro telares.”

Bundy Illsley rodea la mesa del comedor y se dirige a la cocina por un vaso de agua, pero ante la sola mención del nombre del general Lázaro Cárdenas se detiene, mira fijamente a los ojos y dice con solemnidad: “Era un hombre excepcional”.

En 1956, los Illsley compran la emblemática fábrica San Pedro a una cooperativa casi en quiebra y fundan Telares Uruapan, empresa que a la fecha continúa en operación y en la que trabajan varios de aquellos jóvenes indígenas capacitados en los talleres comunitarios donde Walter pudo poner en práctica sus habilidades
de inventor.

“Antes, el operador del telar tenía que avanzar en el tejido y dar la vuelta y enrollar la tela ya entramada, Walter inventó un dispositivo –al que todos le dicen Cri-Cri– para que eso se pudiera hacer de manera automática”, cuenta Bundy.

El trabajo y pensamiento de Rewi Alley, y lo visto en las escuelas y cooperativas del Gung Ho, dejaron una huella indeleble en la manera de pensar de Walter Illsley, cuya intención era intentar replicar estos esfuerzos allá
donde fuera.

“Cuando nos establecimos aquí queríamos ayudar en lo que fuera; no podíamos entrar en política, así que ayudamos a la construcción de una escuela. Hasta hace algunos años los barrios de Uruapan estaban organizados como una comunidad indígena, entonces construimos la escuela entre la gente del barrio y luego fuimos al ayuntamiento para que pusieran a los maestros: la escuela funciona hasta la fecha”, cuenta Bundy Illsley.

Los Illsley organizaron –retomando la idea de un conocido– durante varios años los llamados “Encuentros de hombres nuevos”, en los que artistas y estudiantes de artes iban a Uruapan y daban talleres de música, dibujo, pintura, entre otras artes, a niños indígenas de la meseta purépecha.

“No teníamos muchos recursos, el apoyo de las autoridades era muy poco. Las actividades se hacían en la fábrica San Pedro, los artistas, los estudiantes y los niños comían y dormían en las casas de los vecinos, pudimos hacerlo por varios años.

Gung Ho: el hilo de mi existencia
Con sus cuatro hijos adultos –dos varones (uno de ellos llamado Rewi en honor a Allen) y dos mujeres–, Bundy Illsley se dedica a la supervisión de la operación de la fábrica –cuya peculiaridad es que se trabajan las pacas de algodón hasta convertirlas en chales, manteles, telones, etcétera– y a pensar en nuevas maneras de ayudar.

“Gung Ho ha sido el hilo conductor de mi vida y lo fue de la de Walter; yo desde niña eso vi con mis padre, Walter siempre tuvo esa misma idea, su familia era muy disciplinada, pacifista. Eso fue lo que nos movió a hacer lo poco que hemos hecho aquí.”

Walter Illsley regresó a China varias veces, sólo una vez fue toda la familia (viaje en el que recorrieron una parte del país en un largo viaje en tren), mantuvo contacto con Rewi Alley hasta la muerte de éste en 1987 y organizó su vida a partir de los principios del trabajo conjunto, hasta su muerte.


Walter Illsley