Dirección de Comunicación
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Departamento de Prensa
Año 9 • No. 392 • Marzo 22 de 2010 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Internet puede equilibrar la concentración de los medios:
Miguel Varas

A pesar de esa democracia que dicen que existe (en Chile), hay un sector muy importante del pensamiento que no tiene posibilidades de expresarse a través de los medios de más poder

Los que aspiran al cambio democrático deben profundizar y hacerse dueños de los sistemas contemporáneos de difusión

Edith Escalón

El escritor y periodista chileno José Miguel Varas, ganador en 2006 del Premio Nacional de Literatura que distinguió en el pasado a Pablo Neruda y Gabriela Mistral, participó en el encuentro literario “Algún día en cualquier parte. Bicentenario: letras de Chile y México”, realizado por la Universidad Veracruzana (UV) y la Embajada de Chile en México.

En el encuentro histórico que reunió en febrero a 40 escritores de ambos países, el autor de numerosos libros de narrativa –novelas, cuentos, biografías y crónicas– habló en nuestro país de los profundos lazos culturales y literarios que hermanaron a Chile y México.

Después de haber dedicado seis décadas de su vida al periodismo –en diarios, revistas, canales de televisión y emisoras radiales del ámbito local e internacional– y haber traspasado desde el exilio el cerco informativo del gobierno autoritario de Pinochet, el escritor comparte su visión sobre las alternativas que hoy existen para hacer contrapeso a la enorme concentración de medios de comunicación que unifican ‘a modo’ la oferta informativa, problema común a Chile y México que frena la lucha democrática.



José Miguel Varas, escritor y periodista chileno ganador en 2006 del Premio Nacional de Literatura

¿Cómo funcionan en Chile los medios de comunicación luego de instalada formalmente la democracia?
La situación actual es extremadamente negativa. Existen dos grandes consorcios que concentran bajo su control a toda la prensa escrita que tiene algún peso en la opinión pública, la que no lo tiene es muy débil en comparación. Este “duopolio” también controla la televisión y otro consorcio internacional posee más de 50 radioemisoras.

A pesar de esa democracia que dicen que existe, hay un sector muy importante del pensamiento que no tiene posibilidades de expresarse a través de los medios de más poder; cierto, existen varias radios alternativas, prensa diferente y de izquierda, pero muy debilitada. Yo creo que todavía estamos viviendo las consecuencias de una dictadura que fue muy prolongada, muy cruel y muy exitosa en cuanto a la destrucción de personas y medios de comunicación que históricamente habían luchado por la libertad de expresión en Chile.

¿Esa concentración le resta méritos a la democracia chilena?
En Chile la democracia formal funciona perfectamente como aparato y hacia el exterior da la impresión de un tipo de democracia perfecto para América Latina. Pero hay que tomar en cuenta que hay más o menos dos y medio millones de personas jóvenes que no han querido inscribirse en los registros electorales y no votan porque se sienten ajenos al sistema; en alguna medida son efectos de la dictadura pero también del sistema neoliberal que desintegra la organización social.

Todos los partidos políticos se han debilitado hasta convertirse en cúpulas y funcionan como empresas, incluso los partidos políticos de la izquierda histórica. El partido comunista, que fue muy importante en Chile hoy está reducido a una expresión mínima, como reflejo de la represión, del derrumbe del mundo socialista en Europa y de otra serie de factores.

Ahora bien, creo que hay una escasa expresión de un pensamiento de izquierda y, sin embargo, me parece que sigue teniendo una fuerza social importante que debería manifestarse en una democracia de verdad que tuviera un impacto más amplio.

¿Qué puede hacer la izquierda frente a esa concentración de medios? Hay que tratar de crear nuevos medios y buscar la manera de que sean suficientemente sólidos, que no dependan de la publicidad del Estado.
Los que aspiran al cambio democrático deben profundizar y hacerse dueños de los sistemas contemporáneos de difusión. Internet puede ofrecer posibilidades a través de la creación de redes, pero de verdaderas redes, porque hay que tener bien claro que Internet es mucho más que la estúpida y tramposa red de Facebook, también puede ser una posibilidad de transmitir otros mensajes, de hacer un contrapeso real a la concentración; yo creo que es una alternativa que está en desarrollo, que ha sido desaprovechada, pero que tal vez dé frutos que todavía no podemos imaginar.

Esa alternativa era impensable en los setenta, cuando usted y un grupo de periodistas chilenos exiliados en Moscú rompieron el cerco informativo de la dictadura, ¿cómo lo lograron?
Es la tarea periodística más hermosa que yo he podido hacer. El gran problema era cómo contar a los chilenos, desde Moscú, lo qué estaba pasando en su propio país en una época en la que ciertamente no había posibilidad de una comunicación instantánea como ahora.

No había Internet, pero existía todo un sistema de comunicaciones (el teletipo) que utilizaban los corresponsales extranjeros que radicaban en Chile. Nada de lo que ellos investigaban y descubrían podían publicarlo dentro del país, pero lo mandaban a las agencias –United Press, Reuters, Associated Press, EFE, ANSA– a las que nosotros, en Moscú, teníamos acceso.

A partir de ese sistema desarrollamos nuestro propio sistema de comunicación. Constituimos en Chile un equipo de periodistas absolutamente clandestinos. Ellos elaboraban una especie de boletín diario y lo enviaban por teletipo a Buenos Aires, donde gente de la izquierda chilena y comunistas argentinos solidarios con nuestra causa recibían el material y lo enviaban directamente a Moscú. Así teníamos información con menos de 24 horas de diferencia respecto al momento en que fue enviada.

Hacer llegar esa información desde Moscú, a más de 14 mil kilómetros de Chile, fue toda una proeza…
Fue sencillamente increíble. Los periodistas exiliados creamos un programa radial llamado Escucha Chile, una señal que tuvo una enorme aceptación durante 14 años. Hubo épocas en las que éramos la primera sintonía del país, y en mucho gracias al apoyo de la Unión Soviética. Se pueden decir muchas cosas, pero que hubo solidaridad de parte de ellos fue indudable, la expresión más grande fue el apoyo para la transmisión: ellos (los rusos) tenían 17 transmisores en diferentes frecuencias de onda corta mandando la señal hacia Chile, simultáneamente. La dictadura trató de impedir la comunicación, de hecho tuvieron un barco que recorría el país de norte a sur bloqueando la señal, pero lo lograban con dos o tres frecuencias, nunca con todas. Nuestro programa se escuchó maravillosamente en Chile, había regiones en las cordilleras y en la costa donde se oía como si fuera una estación local.

Hoy es mucho más sencillo traspasar los bloqueos que impone la concentración mediática.
En un sentido sí, porque Internet existe, pero también hay otras condiciones. En Chile, por ejemplo, existen algunos medios como Punto final, una tribuna del pensamiento de izquierda que no está parcializada como el partido, pero con una circulación muy débil que no debe ir más allá de ocho o 10 mil ejemplares cada quincena; lo mismo sucede con el diario El Siglo, un semanario comunista fundado en los cuarenta. En este sentido chocamos con las características del sistema.

Yo trabajé en una revista de corte cultural y político que se llamó Rocinante, y prácticamente nos ahogaron. Teníamos grandes problemas para la distribución a pesar de que tratábamos de trabajar dentro del sistema con una empresa distribuidora de los grandes; la revista se exhibía y se vendía en los kioscos, pero aun así no pudimos más, resistimos como siete años y luego se acabó. Lo que necesitamos es dejar de depender de la publicidad oficial.

Históricamente los medios han sido un arma fundamental para el desarrollo de cualquier acción que tienda a modificar la situación existente en la sociedad. Yo recuerdo que Luis Emilio Recabarren, el creador del partido obrero socialista y padre del movimiento chileno, empezó su militancia en 1902 organizando en cada lugar un sindicato, un teatro y un periódico, después agregó un cuarto elemento que es el partido. Era un hombre verdaderamente visionario, intuitivo, que salvo algunas lecturas anarquistas carecía de formación teórica particular, pero tenía esta intuición maravillosa de que los trabajadores necesitaban la organización, la cultura, y sobre todo un medio de información. Así sembró más de 25 mil periódicos en una época difícil para nuestro país. Hoy la tradición de la prensa obrera está totalmente perdida.

Y en este contexto, ¿la literatura ayuda a la lucha democrática?
Eso es un misterio, uno nunca sabe si la literatura contribuye de alguna manera a producir algún cambio, produce cambios a veces de las personas, yo siento que algunos libros me cambiaron, me hicieron mirar el mundo de otra manera, a mis semejantes de otra manera. La literatura tiene esa cosa maravillosa de que te saca de ti mismo y te hace vivir otras vidas y te hace entrañables a personas que nunca has conocido.

Yo creo que a través de lo íntimo del ser humano la literatura puede contribuir a la conciencia y al conocimiento. Puede ser también una fuerza que impulse el desarrollo; históricamente lo ha sido en varias partes del mundo aunque no estoy seguro que en Chile pueda serlo hoy, pero también hay que tener presente que cuando uno se pone a contar un cuento, cuenta un cuento, no está pensando en una perspectiva ideal más amplia.

Los gobiernos autoritarios dicen que el olvido es el precio de la paz. Usted que sobrevivió al golpe militar, ¿qué cree que sea lo que nunca tienen que olvidar México y Chile, que pagaron con sangre la conquista de su libertad y siguen pagando caro su ambición de democracia?
La posibilidad de la unidad del pueblo y la oposición siempre a la violencia, creo que eso es fundamental.