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Año 10 • No. 402 • Junio 14 de 2010 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Parte del proyecto mundial “Códigos de barras de la vida”

Tras el código genético
de las cycadas

Pretendemos contribuir a la documentación de la biodiversidad a través de la biología molecular:
Fernando Nicolalde

El Instituto de Investigaciones Biológicas coordina estrategia nacional para clasificar
las cycadas mesoamericanas

David Sandoval

Poseedoras de las semillas vivientes más primitivas que se conocen, las cycadas –plantas tropicales de hojas leñosas y semejantes a las palmeras– han compartido el suelo con los dinosaurios y han sido reverenciadas desde tiempos precolombinos en Mesoamérica. Además, poseen un importante potencial ecológico por sus destacables aportes de nitratos a sus ecosistemas.

No obstante, se carece de registros de las especies que se han extinguido en México y Veracruz. Si no se establecen programas urgentes de conservación y manejo, principalmente para las especies Zamia inermis y Zamia vazquezii endémicas a Veracruz, es probable que en un periodo corto de tiempo puedan ser únicamente observables en jardines botánicos.

Nuestro país alberga un total de 51 especies de cycadas, distribuidas en tres géneros: Dioon Lindl., Ceratozamia Brongn. y Zamia L; esta diversidad y los endemismos sitúan a la región como un importante centro de especiación de este grupo de plantas, razón por la cual se ubica como el segundo de los tres centros de diversidad a nivel mundial, después de Australia.

Asimismo, el género Ceratozamia forma parte del Apéndice I de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), el cual incluye todos los taxa, tanto de flora como de fauna, que enfrentan un mayor peligro de extinción.

En este sentido y mediante el uso de la biología molecular, académicos adscritos al Instituto de Investigaciones Biológicas (IIB) de la Universidad Veracruzana (UV) clasificarán las cycadas desde México hasta Panamá, al coordinar el proyecto “Códigos de barras de la vida”, auspiciado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).

Al respecto, Rubén López Domínguez, director del IIB, apuntó: “Estamos tratando de generar una actividad, una pieza clave, académicamente hablando, para incrementar la calidad de nuestra área de biología vegetal, con lo cual se pretende tener un mayor impacto con nuestras investigaciones”.

La ciencia, si no tiene una repercusión social, es como si no existiera, añadió, por esta razón se busca generar un impacto social con la formación de recursos humanos, profesionistas de alta calidad. “El Instituto sustenta esta postura, lo que nos lleva a un tercer factor: nos interesa crecer en calidad y crecer en alianzas” mediante los proyectos.



Fernando Nicolalde Morejón


Rubén López Domínguez
Fernando Nicolalde Morejón, académico del IIB encargado del proyecto, explicó: “Se habla mucho de los serios problemas respecto a la pérdida de biodiversidad; en el estado de Veracruz se ha hablado de enormes pérdidas y hay especies que están desapareciendo sin haber sido documentadas”.

Además, todas la especies del género Ceratozamia, Dioon y Zamia están protegidas por la Norma Oficial Mexicana (NOM-059-Semarnat-2002); sin embargo, el académico señaló que la documentación de la biodiversidad se ha dado a paso lento y sin sistematizar, lo que dificulta evaluar qué especies desaparecen y cuáles son prioritarias para la conservación.

“Una de las propuestas que tenemos como instituto es documentar la información a través del herbario con el que contamos, trabajo paralelo a hacer nuevas exploraciones”, detalló.

Códigos de barras genéticos en la UV
Los investigadores recalcaron que se busca contribuir a la documentación de la biodiversidad a través de la biología molecular, en el proyecto denominado por la comunidad científica internacional como “Códigos de barras genéticos”, también conocido como “Códigos de barras del ADN”. El proyecto global –que involucra a Canadá, Estados Unidos e Inglaterra, entre otros– se llama “Códigos de barras de la vida”, el cual opera desde hace siete años.

Nicolalde Morejón se ha dedicado a trabajar con un grupo particular de plantas llamadas cycadas mesoamericanas, un grupo muy pequeño en comparación con otros, pero que está en peligro de extinción.

“Pretendemos documentar toda esta biodiversidad en Mesoamérica y establecer su potencial código de barras; cuando hayamos terminado esta fase estaremos en posibilidad de poder identificar, con un pedazo de hoja, de qué especie se trata y de dónde viene”, comentó el investigador.

Este proyecto se desarrolla de manera paralela con la información contenida en el herbario, lo cual se debe aprovechar –añadió– para con ello proponer un buen sistema de conservación y catalogación.

Asimismo, resaltó que “México y la región mesoamericana es muy diversa en cycadas, tiene el segundo lugar en biodiversidad a nivel mundial; además, cuando uno ve una cycada está viendo 250 millones de años de evolución, es una especie muy antigua, cuyos ancestros convivieron con los dinosaurios y hasta ahora sobreviven algunas conservando sus formas originales”.

La cantidad de especies registradas es un hecho único para nuestro país dentro de todo el continente americano, “esto convierte a nuestra región en un sitio importante de la diversificación en todo el planeta, únicamente después de Australia”, destacó Fernando Nicolalde.

Detalló también que el género Ceratozamia cuenta con 23 especies en México, todas endémicas, y Veracruz cuenta con dos especies endémicas; respecto al género Dioon, México cuenta con 13 especies, todas endémicas, y en Veracruz únicamente está presente Dioon edule Lindl., especie que también se distribuye en Querétaro y San Luis Potosí.

Por último, el género Zamia en México cuenta con 15 especies, de este total 12 especies son endémicas; además, en Veracruz se cuenta con cinco especies, de las cuales tres son endémicas: Zamia furfuracea, Zamia inermis y Zamia vazquezii.

Investigación que genera recursos
La investigación es auspiciada por el Conacyt mediante el programa de redes temáticas, donde el IIB forma parte de la red “Códigos de barras de la vida”; mientras que el proyecto es coordinado por el IIB, asociado al Instituto de Ecología A.C. y al Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Es de resaltar que sea una instancia nacional –el Conacyt– la que haya delegado la coordinación del proyecto a un instituto de la UV, evidenciando un interés del Estado nacional para catalogar y preservar las especies en peligro de extinción.

El trabajo con las cycadas ya está generando recursos para el instituto y consideramos que contribuirá a generar información de alta calidad a nivel internacional, además de impulsar la formación de recursos humanos en una nueva frontera del conocimiento, precisó Rubén López.

Añadió que una vía para adquirir recursos financieros es mediante la elaboración de proyectos a competir en diversas instancias, y “es muy importante establecer puentes entre la sociedad en general y la comunidad científica”, precisó el director del IIB.

Actualmente existen problemas que inciden en el ámbito de acción del biólogo, desde las cuestiones de cambio climático hasta la pérdida de biodiversidad, problemas de contaminación del agua; la sociedad reclama a la comunidad científica que ayude a resolverlos.

El sector político a veces no tiene las herramientas para tomar las decisiones adecuadas, aunque esté consciente de la necesidad de resolver el problema, “lo que necesitamos es una mayor eficacia, comunicación e interacción entre el sector político, empresarial y científico, entonces la sociedad se ve beneficiada”, agregó Rubén López.

Mejor control de especies en peligro
Respecto a los beneficios de esta nueva técnica molecular para identificar especies, Nicolalde Morejón explicó que esta información les será útil a los organismos de control ya que a nivel internacional su comercio es regulado por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES).

Siguiendo los protocolos que podemos establecer con la investigación, es posible que con sólo dos centímetros cuadrados de tejido folial pudiera determinarse con exactitud el tipo de especie del que se trate, ello en relación con la inexistencia de personal especializado en aduanas y puertos que identifique a las plantas, explicó.

“Estos potenciales códigos de barras podrían funcionar como etiquetas internas basadas en secuencias moleculares de ADN, buscamos también que no exista margen de error”, comentó el académico.

Las bases de datos ya se encuentran en proceso de construcción y cuando se finalicen el proyecto “estará en capacidad de decirle al gobierno y a los órganos de control: esta información puede ser utilizada para identificar especies”.

Así también, la información permitirá rastrear y etiquetar especies que hayan sido requisadas previamente por las autoridades, y en dado caso de no poseer su “código de barras”, será una nueva especie que se anexará a la base de datos general, lo que impulsa a su vez una mayor investigación.

Para finalizar, Fernando Nicolalde precisó que en un año se tendrán los resultados preliminares del proyecto, los cuales servirán también para extender la información con que se cuenta en el herbario y posteriormente, antes de los dos años, se tendrán los resultados finales que permitirán continuar con el proceso de clasificación de otras especies.