Carlos Monsiváis en la UV
En una entrevista que UniVerso (ver la edición 292) realizó con Carlos Monsiváis, a propósito de la entrega del Doctorado Honoris Causa de la UV al cronista, ensayista, escritor, periodista e intelectual mexicano, ésta era una de las preguntas:“¿Se ha transformado usted en un fenómeno de la cultura popular?”. A lo que Monsiváis respondió: “Eso es completamente exagerado, a tal punto que como no puedo dar por concluida la entrevista, doy por concluido mi apellido, con lo cual el fenómeno será anónimo”.
Las muestras de respeto y pena que despertó su muerte, el sábado antepasado, contradicen al que probablemente ha sido el intelectual más certero del país desde la segunda mitad del siglo pasado. Anónimo nunca, Monsiváis.
2003: “Alguien nos ha tenido engañados. Tienen que ser varios Monsiváis…”
En septiembre de 2003, durante la Feria Internacional del Libro Universitario (FILU) –ese año dedicada a la comunicación–, la UV entregó su Medalla al Mérito a Juan Luis Cebrián, Pablo Latapí Sarré y Carlos Monsiváis.
José Carreño Carlón, encargado de presentar a los homenajeados, responsabilizó a Gabriel García Márquez de atribuirle a Monsiváis el don de la ubicuidad:“…(es) alguien que el mismo día aparece, en Santiago de Chile, deconstruyendo el Canto General de Neruda después de decirlo completo de memoria; en Berlín, opinando sobre la actuación de una actriz de reparto del cine mudo alemán de hace 80 años; en San Cristóbal de las Casas, comprobando el derrumbe de los paradigmas del nacionalismo y la modernización en México a raíz de la irrupción del EZLN; en Nueva York, fustigando la americanización chatarra de las elites políticas y empresariales mexicanas; en el Salón 21 del DF, entonando la versión original de La gloria eres tú, de José Antonio Méndez, antes de la censura; y ya en la noche, por Televisa, haciendo trizas el último informe de Fox, desde su casa de Portales, con un gato en las rodillas.
Todo en el mismo día. Alguien nos ha tenido engañados. Tienen que ser varios Monsiváis…”, citó el periodista.
“Carlos llega a recibir esta Medalla al Mérito Universidad Veracruzana, como quien llega a su casa, a una casa que ha frecuentado por décadas, por lo menos desde los años de Sergio Galindo hasta hace unas semanas, cuando vino a presentar a Sergio Pitol en la ceremonia en la que éste recibió el Doctorado Honoris Causa” (ver Gaceta 70-72).
Sobre su supuesta ubicuidad, Monsiváis dijo en la entrevista referida: “Yo le llamo debilidad de carácter o, si se quiere, curiosidad por saber cómo se llevará a cabo el torneo de falsas preguntas y falsas respuestas. Asistir a programas de televisión o de radio, a simposios, debates, mesas redondas, conferencias, congresos, cocteles con intercambio de puntos de vista, coloquios en pasillos y elevadores, etcétera, no es señal de ubicuidad, insisto, sino de constancia en el ejercicio de la opinión, algo no del orden cualitativo sino cuantitativo”.
2003. En el marco de la FILU, se le entregó la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana |
2003: Alegría y agradecimiento por Pitol
Un par de semanas antes, Monsiváis estuvo en la UV para presentar a Sergio Pitol en la ceremonia en la que este último recibió el Doctorado Honoris Causa. En esa ocasión, Monsiváis dijo sobre el veracruzano que dos años después ganaría el Premio Cervantes: “Mexicano globalizado (término que se usa ahora en lugar de mexicano universal) por vocación y espíritu de aventura, entusiasta por primera y por segunda naturaleza, canófilo, amigo excepcional, hombre de izquierda, Sergio Pitol se concentra siempre en su actitud esencial: ver la vida a través de la literatura que es alabanza y exigencia de la forma y es ganas de leer el día entero la gran novela de la realidad”
Dijo, además, que la UV, por el hecho de otorgar a Pitol el Doctorado Honoris Causa, “incorpora la alegría y el agradecimiento de lectores y amigos por el reconocimiento a su obra, su persona, su actitud… En Sergio Pitol, la Universidad Veracruzana reconoce el vínculo vivísimo entre un literato y el proceso cultural al que enriquece, niega sus efectos burocráticos y chauvinistas, diversifica, exalta en sus logros estéticos y comunitarios, satiriza en su pompa y su triste circunstancia, ve a trasluz y admira selectiva y generosamente” (Ver UniVerso 114). |
2005: “… quién no exclama a la manera de Rubén Darío:
Y pues, contáis con todo, mas falta una cosa: la definición?”.
El escritor, cronista y periodista regresó a la UV en 2005, de nuevo a la FILU, donde participó en el coloquio “Reflexiones sobre la cultura en México”. Ahí sostuvo que ante la imposibilidad de definir la cultura como un objeto de estudio, es en los productos que genera su análisis –que han tenido cuando menos en las editoriales un avance portentoso– donde radica el valor de los estudios culturales.
“¿Quién, con espíritu de veracidad, localiza hoy el presente?, ¿quién señala con cierta precisión lo que es cultura?, ¿quién distingue entre los practicantes de la teoría crítica y los practicantes de estudios culturales?, ¿cómo seguir utilizando los conceptos ideología, hegemonía y sociedad?, ¿quién, ante las disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades no exclama a la manera de Rubén Darío: Y pues, contáis con todo, mas falta una cosa: la definición?” (Ver UniVerso 192).
2007: En defensa de la universidad pública
En noviembre de 2007, Monsiváis regresó a la UV, esta vez para recibir él mismo el Doctorado Honoris Causa, junto con Carlos Jurado y Mario Muñoz. En su intervención, el intelectual hizo una férrea defensa de la universidad pública:
“Pese al desdén presupuestal y social del gobierno federal –muy notorio durante el régimen de Zedillo y Fox– y no pocas veces de los legisladores, y de la leyenda denigratoria impulsada en su contra por el neoliberalismo, las universidades públicas siguen cumpliendo, y con eficacia no desdeñable, funciones indispensables para la sociedad latinoamericana”, sostuvo. |
2007. Al recibir el Doctorado Honoris Causa, Monsiváis hizo una férrea defensa de la universidad pública |
“Mi tema no es la calidad de la formación de las universidades privadas, sino la campaña de rumores del neoliberalismo que quieren ser dictámenes de eficiencia prestigiosa que a la letra dicen: las universidades públicas son, el orden de los factores no altera el relegamiento, inmensos estacionamientos de desamparo vocacional, estetas del conocimiento anacrónico, sitios de retención y entretenimiento de legiones de adolescentes y jóvenes, ámbito del acecho de las oportunidades que les niega el determinismo de clases”, aseguró (Ver UniVerso 292).
En la entrevista referida al inicio, Monsiváis habló de lo que le significó el reconocimiento: “Le digo rápidamente algunas de mis reacciones: control de los daños que causa la modestia, alegría que no se asoma a la ventana para no perder fama de indiferente, gusto por pertenecer una vez más a la Universidad Veracruzana, agradecimiento genuino y ocultamiento del rubor”.
2008: El terror no se apoderará de nosotros
En 2008, de nuevo en la FILU, al presentar su libro El estado laico y sus malquerientes, Monsiváis dijo que el rechazo y la respuesta crítica que ha dado la sociedad ante los recientes hechos violentos que han afectado a nuestro país impediría que el terror se apodere de nosotros como una muestra de sumisión a las armas.
“Si el terror embarga a la sociedad estaremos perdidos, tanto en el sentido de orientación como en el manejo de nuestras propias reacciones”, añadió.
Dijo que si los terroristas quieren implantar el terror como la sumisión incondicional ante el poder de las armas, sería inaudito y francamente devastador. “Creo que no lo van a conseguir y ni tampoco se va a someter a la sociedad al dominio de las armas para contestar el dominio de las armas. Creo que estamos en vísperas de una actitud muy civilizada y quiero ser optimista porque de lo contrario notarían el miedo que tengo”. |
2008. En la FILU presentó su libro
El Estado laico y sus malquerientes |
2009: Con la Biblioteca del Universitario se logró el milagro de la generosidad
La última vez que el intelectual estuvo en la UV fue en la inauguración del Festival de la Lectura 2009, en el mes de mayo. Ahí, Monsiváis habló sobre lo que significa que Sergio Pitol encabece un proyecto tan ambicioso como la Biblioteca del Universitario.
2009. En el Festival de la Lectura acompañó a su gran amigo Sergio Pitol, y habló de la Biblioteca del Universitario; en 2003 presentó
al Premio Cervantes en su
Doctorado Honoris Causa |
“Los clásicos son el entramado vital y cultural de la obra de Sergio Pitol. Él, que tiene ya para mí algunos libros clásicos en su haber, ha logrado ese milagro o ese acto infrecuente de la generosidad: demostrarnos a todos que sin clásicos la vida puede valer y la catástrofe puede continuar sin tedio, pero se perderá bastante y todos nos perderemos de la primera y única articulación mental” (Ver UniVerso 356).
A manera de epílogo, la penúltima pregunta de la entrevista realizada en 2007 fue: ¿Todavía es posible aspirar a la felicidad? Y Monsiváis respondió: “Aspirar a la felicidad es una empresa condenada al fracaso, es como aspirar al delirio. Se puede ser feliz, y se es feliz a momentos aun en medio de circunstancias atroces. Yo soy feliz cuando no me lo propongo, y por eso, como técnica de autoengaño, ya no me propongo ser feliz”.
Descanse en paz, Carlos Monsiváis. |
La escritora, artista visual y promotora cultural lamentó la muerte del escritor
Monsiváis valoró lo que la “cultura culta”
nunca quiso ver: Elizabeth Romero
La de Monsiváis fue una muerte prematura: Héctor Vicario
Dunia Salas Rivera
Carlos Monsiváis es una de las personalidades más grandes del siglo XX mexicano. Nos acerca e ilustra sobre aspectos de la cultura, que la “cultura culta” no quiso ver: el mundo de lo popular, aseguró la escritora, artista visual y promotora cultural Elizabeth Romero.
Al recibir la noticia de la muerte del llamado “gran cronista de México”, Elizabeth Romero, mientras asistía a la inauguración de la exposición “Entorno a 1910: Imágenes del Porfiriato y la Revolución Armada en Veracruz”, en el Museo de Antropología de Xalapa, el pasado sábado 19 de junio, manifestó que Monsiváis “es un maestro de la crónica de otros mundos que no son los de la cultura oficial”.
Destacó que fue un gran coleccionista y conocedor de la fotografía, de la música de los Tigres del Norte, del cine y los espectáculos de principios del siglo XX: “Habló de Mimí Derba, María Conesa, María Félix, José Alfredo Jiménez. Prácticamente ninguna cosa que haya sucedido en México dejó de pasar por sus ojos, sus oídos y su mente brillantísima”.
La fundadora del Centro de la Imagen y Premio Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez”, dijo que el actual ha sido un año fatídico para el pensamiento contemporáneo: “Perdimos a Carlos Montemayor, a Bolívar Echeverría, a José Saramago y ahora a Monsiváis. Estos grandes intelectuales nos harán mucha falta. Pero seguiremos hablando de ellos y estarán vivos en tanto sean leídos, citados y traídos a la memoria constantemente”.
Con Monsiváis se muere la forma más
ácida de criticar al sistema: Héctor Vicario
Por su parte, el fotógrafo Héctor Vicario consideró que la muerte de Monsiváis fue prematura “Aún tenía mucho qué decir. Era una voz crítica que debería de seguir siéndolo, ahora más que nunca en un país que necesita de voces como la de él para ver si así es posible reencauzar el rumbo fallido en el que está el país”.
Se muere Monsiváis y junto con él se muere una forma crítica de ver al país desde una visión ácida, añadió el académico de la Facultad de Antropología de la Universidad Veracruzana (UV): “El intelectual debe ser crítico. Muchos podrán ser grandes literatos, muy inteligentes y brillantes, pero dejan de ser intelectuales en el momento en que se venden a las élites del poder”.
Monsiváis creía en la universidad como un
espacio fundamental para la sociedad: José M. Morelos
La muerte de Carlos Monsiváis representa una gran pérdida para las letras mexicanas porque fue alguien con un gran talento pero también con compromiso social que se ganó el respeto de todos, se estuviera de acuerdo o no con su postura, a través de su trabajo que desarrolló con gran humor y acidez que a todos hacía reír, pero que no todos entendían, expresó el artista plástico José M. Morelos.
El ex director del Instituto de Artes Plásticas de la UV se refirió a Monsiváis como a un hombre que tenía un respeto por las universidades como espacios fundamentales para la sociedad: “Recuerdo que la última vez que vino a la Feria Internacional del Libro de la UV llegó corriendo del primer vuelo de Veracruz, participó en la feria y se regresó al terminar porque tenía un compromiso en otra universidad. Para él era importante estar en las universidades, con los jóvenes”, dijo.
Monsiváis tenía el don de la ubicuidad:
Manuel González de la Parra
Por su parte, el director del Instituto de Artes Plásticas de la UV, Manuel González de la Parra, destacó el humanismo y la sencillez de Monsiváis, al recordar cómo reaccionó cuando lo invitó a participar en la presentación de su libro Luces de raíz negra.
“Hablamos por teléfono y me citó en su casa a las 9 de la mañana. Apareció en bata, despeinado, recién levantado, y con toda naturalidad recibió mi libro. Lo hojeó. Le gustó mucho. Desafortunadamente ya había hecho el compromiso de presentar ese mismo día y a la misma hora un texto de Héctor García en Bellas Artes, pero su trato tan humano y cálido me acercaron a su persona”, expresó.
El fotógrafo dijo que su partida duele a título personal: “Me atrevo a decir que tenía la virtud de la ubicuidad. Su forma de tratar diferentes ámbitos de la cultura hacía que lo sintiéramos cercano a todos”.
Aseguró el coordinador de Edición y Corrección de Proceso, Alejandro Pérez Utrera
Monsiváis encabezó una “guerrilla del intelecto”
Asumió que ser intelectual en un país bocabajeado implica un
compromiso perenne con los estrados desfavorecidos y la
ausencia de posturas frívolas desprovistas de sentido social
Monsiváis cubrió todo el espectro de la interpretación de la
cultura popular y el ejercicio de la crítica hacia los poderes en turno
A diferencia de otros "intelectuales", Monsivás siempre
fue un respetuoso de la relación autor-editor
Dunia Salas Rivera
Carlos Monsiváis encabezó una “guerrilla del intelecto” porque asumió que el ser intelectual en un país como el nuestro implicaba un compromiso perenne con el pueblo y no al servicio del autoelogio ni de las mafias políticas o culturales, aseguró en entrevista Alejandro Pérez Utrera, coordinador de edición y corrección de la revista Proceso, donde el escritor fallecido el pasado sábado 19 de junio publicaba su columna “Por mi madre, bohemios”.
El editor agregó que el autor de Días de guardar fue capaz de entrar a círculos políticos o culturales de todo signo, pero sin contemporizar con posturas frívolas o dogmáticas desprovistas de sentido social.
“La animadversión que despertaba Monsiváis tiene una fuente previsible y plenamente identificada; sus víctimas, es decir, los destinatarios de su crítica, fueron los más incómodos a propósito de su pensamiento. Siempre quedó claro que fue un intelectual dedicado a poner énfasis en los excesos del poder y eso constituía un material preciosísimo para recargar las armas de su ironía, cuyo poder letal, sus destinatarios, conocen de sobra”, puntualizó.
Pérez Utrera expresó que con la muerte física de Carlos Monsiváis la cultura popular pierde a su mejor intérprete y su mejor vocero: “Fue el mayor referente y analista de las expresiones culturales de nuestro país y siempre estuvo preocupado por descubrir la riqueza cultural del pueblo mexicano”.
Además, añadió, en términos cuantitativos produjo un trabajo vastísimo: “Muy pocos escritores, ensayistas y cronistas contemporáneos mexicanos han tenido la sobrehumana capacidad de trabajo que tuvo él. Si algún día se desataba un acontecimiento noticioso que ameritaba revisión o profundización, él –ya fuera por encargo o iniciativa propia– podía tener lista una crónica o un ensayo el mismo día, o cuando mucho al día siguiente”.
Respecto a su partida, explicó el editor de Proceso, “me atrevo a decir que Monsiváis fue un hombre que se fue feliz de haber hecho lo que hizo, de haberse divertido como lo hizo, porque ciertamente fue un escritor gozoso. Ahí están sus crónicas, sus ironías y su mordacidad cuando se trataba de quitarle la máscara a los declarantes de su ‘Por mi madre, bohemios’, cuando hacía ese ejercicio de poner en evidencia a los hombres del poder de manera tan divertida e
inteligente”.
La relación autor-editor
Como editor, explicó Alejandro Pérez, siempre quedé asombrado con sus textos clarificadores, documentados al por mayor, amenos, jocosos, irreverentes, de una gran estatura intelectual y siempre desprovistos de la afectación que caracteriza a nuestros “intelectuales cortesanos”, que son los que quedan, los intelectuales de ocasión, dedicados a servirse a sí mismos, en términos materiales y de autoapapacho, plegados al servicio del poder y que son plenamente identificables.
En cuanto a su relación con Monsiváis, Pérez Utrera dijo que siempre fue de mucho respeto: “En esta relación del editor con el autor siempre me trató con mucha consideración y mi respeto hacia él creció mucho porque las dudas que tuve como editor siempre estuvo dispuesto a resolverlas con una gran humildad”.
En ningún momento, a diferencia de otros “intelectuales”, que no permiten que se les hagan observaciones –aseguró– él siempre escuchó atento mis dudas como editor y me dio respuesta suficiente, puntual y respetuosa. Siempre estuvo dispuesto a hacer ajustes y cambios a sus textos a partir de las pocas observaciones que llegué a hacerle. El respetar de esta manera el trabajo del editor, siendo el gran escritor que fue, habla también de su gran calidad humana.
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