Año 2 • No. 44 • noviembre 5 de 2001 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Páginas Centrales

 Información General


 Compromiso Social 

 Foro Académico

 Date Vuelo

 Arte Universitario

 Inter Nautas

 Halcones al Vuelo

 Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

 

 
Se enriquece el acervo del Museo de Antropología
Nueve muestras del esplendor olmeca
Claudia Domínguez Mejía
 

Recinto de nuestra memoria

Uno de los espacios culturales más bellos del país y el más completo en lo referente a las civilizaciones originarias del Golfo de México, el Museo de Antropología de Xalapa (MAX), celebra los 15 años de su actual edificio, enriqueciendo su acervo con nueve valiosas piezas de la cultura olmeca, la primera donación significativa que recibe en sus tres lustros.

Desde la semana pasada, estas piezas escultóricas de incalculable valor serán huéspedes permanentes del MAX, y dan la bienvenida al resto de las salas de exposición del museo.

El grupo escultórico está constituido por dos figuras antropomorfas (los llamados gemelos o mellizos) y dos jaguares en basalto, cuatro piezas que al parecer representan una escena relacionada con el culto a los dioses; además de dos máscaras funerarias y tres hachas de jade blanco, serpentina verde y jade oxidado, de incalculable valor histórico y patrimonial, que por ser halladas en el lecho de un río se juzgan como ofrendas a deidades marinas.

Una escena escultórica

Lo que podemos denominar como escena escultórica se constituye de piezas datadas entre los años 1200 al 900 a.C. Son piezas de gran tamaño talladas en basalto donde vemos a dos figuras antropomorfas sedentes (sentados) que representan a unos gemelos colocados ante dos figuras de jaguares también sentados, sobre una plataforma en la cara sur de la Acrópolis del Azuzul, en Loma del Zapote, Veracruz. Su estado de conservación es magnífico, como pocas veces ocurre con este tipo de materiales con tantos años de antigüedad. Cada gemelo empuña una barra dando la impresión de tratar de incorporarse y se dice que la escena quizá representa un mito muy antiguo que data del preclásico inferior olmeca.

Rubén Morante, director del MAX, nos hace saber que algunas piezas de este grupo escultórico fueron encontradas por Ignacio Vasconcelos Cruz, un trabajador de Leopoldo Alafita Hipólito, en cuyo terreno fueron halladas estas piezas en 1987. El señor Vasconcelos encontró a los gemelos y uno de los jaguares; mientras que el segundo aguar, el más grande, lo encontró Ann Cyphers, una arqueóloga del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, quien ha ofrecido la
hipótesis de que la escena probablemente representa el proceso de transformación de un rito chamánico.

La importancia de las piezas se ubica en varios frentes, uno de ellos radica en que son la muestra más temprana de las manifestaciones estéticas de los olmecas, una cultura que representa, a juicio de Rubén Morante, la cúspide del arte escultórico prehispánico, en cierta manera los griegos del continente americano.

"Además, su repercusión histórica viene del hecho de que gracias a este conjunto escultórico encontrado in situ, ya que no estamos hablando de piezas aisladas, sino de una escena completa que en la museografía hemos respetado totalmente, podemos saber que los olmecas representaban escenas escultóricas, seguramente relacionadas con el culto a sus deidades y posiblemente con algunos mitos de origen. Estoy preparando un artículo sobre la cosmogonía oculta en estas figuras pero todavía no está listo; pero por mi parte no estoy del todo de acuerdo con Ann Cyphers con su hipótesis del chamanismo en el caso de los jaguares", nos dice el arqueólogo.

El tercer factor que hace importantes a estas piezas, tanto a los personajes del Azuzul como a las máscaras y hachas halladas en Hueyapan, es su estado increíble de conservación: "parecen hechas hace tres días, cuando en realidad fueron hechas hace tres mil 200 años. No es fácil encontrar piezas olmecas en tan excelente estado de preservación, de hecho muchas que tenemos en las salas del Museo han sufrido serias mutilaciones".

¿Por qué tardaron en llegar?

Algo que uno se pregunta es por qué teniendo tan grandes cualidades estas piezas halladas en 1987, para el caso de los gemelos y jaguares, y en 1997 en cuanto a las máscaras y hachas, hasta ahora se integran al MAX.

Rubén Morante nos explica que tuvo que pasar un delicado proceso, en el que al principio se tuvo que vencer la reticencia por parte de los habitantes para entregar estas obras, a pesar de que ellos no tenían un lugar adecuado para resguardarlas, de modo que aquí el mérito es del presidente del Patronato del MAX, don Agustín Acosta Lagunes, quien convenció a la gente para que donara las piezas.

Pero ese fue el primer paso, luego se tuvieron que iniciar los trámites de acuerdo a las estrictas leyes en la materia en el país, lo que llevó a la celebración de un convenio entre la UV y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) el año pasado, con lo que se consiguió una concesión por parte de esta institución normativa por tiempo indefinido, por lo que prácticamente las piezas son parte de la colección del MAX.

En medio de esto también se tuvo que vigilar estrechamente la seguridad e integridad de las piezas. Si las piezas grandes podrían ser vulnerables por el daño que se le puede ocasionar al trasladarlas por sus grandes dimensiones y su peso, las máscaras y las hachas, siendo más pequeñas, corrían el riesgo de ser robadas al poseer un valor extraordinario por el material mismo y por el estado de conservación que tienen, de hecho, su valor en el mercado negro puede llegar a ser altísimo. Todo el conjunto de la donación podría tener un valor por encima de los cinco millones de dólares, en una estimación conservadora... Toda esta historia es una muestra de cómo el MAX ha adquirido un prestigio muy alto en el ámbito académico nacional en los últimos años; ello ha dado confianza a la gente de que las piezas que llegan al Museo no sólo van a estar bien exhibidas, sino correctamente preservadas y custodiadas. La consolidación de su imagen no sólo en el medio académico sino también en el político y social, ha servido para crear un marco adecuado para que estas donaciones se den, lo que no había ocurrido en los últimos 15 años.

"La ventaja que tiene el MAX frente a otras instituciones es que tiene amplísimos espacios donde podemos exhibir muchas piezas más", afirma Rubén Morante, quien no sin orgullo agrega: "no solamente estamos justificados académicamente, sino también en el campo de la restauración, la seguridad y la legalidad, y no sólo eso, sino que también en el campo de la difusión."

Breve Historia del MAX

El 20 de noviembre de 1960 se inaugura el Museo de Antropología de la Universidad Veracruzana, en un terreno donado por los ejidatarios del Molino de San Roque en las afueras de Xalapa. En el museo se integran las piezas resguardadas que en ese entonces rebasaban las 10 mil. Con el tiempo, las instalaciones resultaron insuficientes para colocar muchas de las extraordinarias obras que habían llegado a Xalapa en las últimas tres décadas.

El nuevo Museo, el que conocemos ahora, ya construido de acuerdo a la necesidades planteadas por la colección dedicada a las culturas del Golfo de México, fue fundado en 1986 y en el 2001 cumple 15 años. El MAX se asienta sobre un terreno de seis hectáreas, con amplios jardines. El recinto tiene una superficie construida de 13 mil metros cuadrados, dos terceras partes destinadas a salas de exhibición, y el resto a servicios generales. Para los recubrimientos del Museo se utilizó mármol y cantera de regiones cercanas de Xalapa, mientras que la jardinería representa una gran variedad de especies típicas del estado.

Su colección consta de más de 29 mil piezas arqueológicas, tres mil de las cuales se encuentran en exhibición por ser las piezas más importantes y representativas de las culturas del Golfo de México; las restantes se guardan en un almacén especialmente diseñado para garantizar su seguridad y conservación.

 

 
Parte de lo que somos y de lo que podemos realizar en el futuro: MAV
 

El 29 de octubre, el gobernador Miguel Alemán Velazco estuvo presente en la recepción de las ocho piezas arqueológicas que se sumaron al acervo del Museo de Antropología de Xalapa (MAX).

Felicitó al MAX y a la UV y agradeció a los donadores, Felipe Alafita Hipólito y Héctor Molina Ramírez, ex presidente municipal de Hueyapan (bajo cuyo mandato recibiera las máscaras y las hachas de manos de un pescador que halló las piezas en el lecho de un río del sur de Veracruz).

"A nosotros los veracruzanos -dijo el mandatario estatal- nos interesa preservar y difundir nuestro patrimonio cultural, porque nuestro pasado forma parte de lo que somos y de lo que podemos realizar en el futuro".

Esta colección, que por primera vez está a la vista de la sociedad y de los especialistas, "muestra la capacidad de abstracción, la cosmogonía y la visión superior que tenían los olmecas de la relación del hombre con la naturaleza. Este legado expresa la capacidad que tienen los veracruzanos para desarrollar su potencial en armonía con su medio ambiente".

Al participar en el acto en que se mostraron los frutos de su gestión como presidente del Patronato del MAX, Agustín Acosta Lagunes hizo entrega simbólica al museo de la primera pieza de una colección de hachas ceremoniales en jade oxidado, probablemente procedentes de El Manatí dedicadas a deidades marinas, que pronto se agregarán a este museo de la UV.

El rector Víctor A. Arredondo, por su parte, exhortó a rendir un obligado tributo a todos aquellas autoridades nacionales y estatales y destacados académicos universitarios que tuvieron la visión de concebir, construir, preservar y enriquecer el MAX.

Agradeció la confianza que depositan en la UV y el MAX las distintas comunidades que conforman la cuenca olmeca, e insistió en que este último es el mejor lugar para el resguardo de las piezas patrimoniales, un recinto vivo que cumple con los objetivos que le dieron origen y que corresponde plenamente con los propósitos de nuestra alma máter de extender el conocimiento a los distintos sectores sociales, de compartir el saber para comprender mejor a nuestra nación y comprendernos a nosotros mismos.