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Año 10 • No. 444 • Mayo 30 de 2011 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Entrevista a Hernán Darío Rivas Barrera

Que lo que escribo ayude a la
gente… aunque sea a soñar

El colombiano es el ganador del Premio a Primera Novela Sergio Galindo 2011

Juan Carlos Plata

Es zurdo y dice de sí mismo que tiene letra fea, razón por la cual agradece las computadoras. Es colombiano, ha escrito toda su vida sin querer ser escritor, vive solo con dos gatos en su departamento en Medellín. Prefiere salir en la noche que quedarse en casa, le gusta la salsa pero si hay reggaeton también baila.

Su nombre es Hernán Darío Rivas Barrera, tiene 34 años y ganó la quinta edición del Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo que organiza la Universidad Veracruzana (UV).

El día que recibiste el premio dijiste que había cuatro factores que marcaron tu novela: el dolor, la violencia, la indiferencia y la esperanza. Desde donde tú lo ves, ¿la esperanza puede con las otras tres?

Sí, casi siempre. La esperanza es el motor bonito que tenemos los latinoamericanos, seguimos adelante, al otro día nos reímos de lo malo que nos ha pasado.

Cuando hablo de la indiferencia la considero consecuencia de la violencia. Se vuelve una forma de sobrevivir, pensar que no es conmigo.

La esperanza es clave para nosotros, es lo que nos hace seguir. Supongo que hay esperanza en todo el mundo, pero creo que para nosotros es muy importante.

Y en la novela yo trato de que así sea, de pronto la violencia no la tomo muy fiel ni hago fotografías reales y explícitas, más bien la tomo como una historia mágica, cómica hasta cierto punto.

Porque yo quiero escribir un libro desde la esperanza. Quiero decir: “Esto es lo que hay, esto es lo que somos, no nos olvidemos de que hay esto que es malo, pero esto es lo que somos nosotros, vamos, sigamos”.

La diferencia de la esperanza en Latinoamérica con respecto a otros lugares, es que nosotros la canalizamos a través de la alegría…
Claro, y posiblemente ellos no tengan que luchar todos los días por la situación económica del primer mundo, para ellos tal vez la vida no es una lucha diaria; en cambio, para muchos de nosotros la vida es “mañana a ver qué hago” y la gente se levanta y consigue lo de hoy y sigue adelante, y pasan cosas malas pero hay una alegría constante.
Y creo que eso es lo más bonito que tenemos, esa alegría, ese calor humano. Es como si esta parte del mundo fuera como un adolescente. Como si el viejo mundo fuera en efecto más viejo y acá fuéramos más jóvenes, más alegres, que no nos derrotáramos tan fácilmente.

Tú, como ciudadano, ¿cómo entiendes el fenómeno de la violencia?
Yo creo que es preocupante, muchas veces me levanto y me pregunto si en efecto somos así los seres humanos. Entiendo que es parte de la naturaleza, pero no creo que podamos abandonarnos a eso, porque también somos lo otro: esperanza y alegría.

En relación a la cobertura mediática que tiene, creo que nunca es necesario el amarillismo pero creo que la historia hay que contarla, por un lado para que no se repita y también porque finalmente la gente tiene que expresar lo que está viviendo. El arte ayuda mucho a esas cosas.

No sé si todas las formas de violencia creen fascinaciones en la gente, pero hay una en particular –el narcotráfico– que lo hace. Genera una cultura, en Colombia y México es muy evidente con las telenovelas que se han producido a partir del fenómeno.

Tenemos derecho a esa fascinación, pero lo verdaderamente preocupante es que parece que cada vez la gente tiene menos opciones, menos cosas de qué enamorarse.

Creo que el dilema no está en comunicar o no lo relacionado con el narcotráfico. La gente tiene derecho a enterarse de las cosas que pasan por los noticieros y a disfrutar las telenovelas, pero creo que el asunto de fondo es no anhelar eso para nuestra vida.

Pero el gran problema es que al día de hoy a la gente no se le dan opciones y eso es muy necesario, hay que decirle a la gente que hay otros caminos posibles.

Ocultar definitivamente no es la solución, pero necesitamos un profundo proceso de educación.

¿El problema puede estar no en qué decir o qué no decir, sino en cómo decirlo?
Más bien en decir también otras cosas. Es necesario hablar del narcotráfico, abordar el tema en todas las plataformas posibles, pero también darle importancia a otras cosas. Darle opciones a la gente.

Yo me pregunto, ¿qué es lo que hace que nos fascine tanto la violencia? Recuerdo una película española llamada Tesis, en la que unos estudiantes hacen un video snuff y al presentarlo en la tele hacen la advertencia de que las imágenes son de un asesinato real y que si no quieren verlo no lo hagan y la gente está ahí viéndolo.

Creo que tenemos que hacernos preguntas más profundas, más que debatir sobre qué poner o qué no poner en la televisión.

Los ciudadanos terminan en medio de dos discursos: el del Estado, que justifica la violencia para exterminar a los criminales, y la cultura del narco que ofrece soluciones. Y es muy fácil que se crea que no hay nada que se pueda hacer.

Sí, si las personas se encuentran alejadas de la situación de violencia, actúan con total indiferencia, y si están cerca están muertos de miedo.

Tenemos que encontrar cada vez más razones para luchar por nuestros espacios, por nuestras sociedades.

En Colombia hoy en día en cualquier librería o puesto de periódicos se pueden encontrar cientos de libros sobre narcotráfico, de todo tipo, pero de muy poca calidad. Entonces la gente se ve inundada de mensajes que van desde la total apología de los criminales, hasta las posturas más ingenuas y cargadas de política.

Por eso creo que tenemos la obligación de crear mensajes distintos, no sólo de esperanza sino que ofrezcan opciones diferentes para la gente.

¿Por qué decidiste escribir?
Para la novela, la primera motivación fue el desamor, me acababa de divorciar y una manera de superar ese trance fue ponerme a escribir. Y eso fue mucho antes de la idea de publicar. No tengo una formación académica para escribir, pero escribí desde siempre.

¿Por qué escribir? Supongo que ahora tiene que ver con una necesidad de expresarme y ya viéndolo ahora como escritor, quiero que lo que escribo le ayude a la gente, aunque sea a soñar, a que no se nos muera la magia que llevamos dentro.

¿En tu vida cotidiana en dónde entra el escribir?
En cualquier momento en que no estoy trabajando. Tengo, junto con unos amigos, una empresa de investigación de mercado. Traigo siempre una libreta donde apunto cosas que me gustan, cosas que descubro y después escribo.

El trabajo me da muchas ideas, tengo que ver y hablar con gente casi siempre, entonces de pronto dicen o hacen algo que me parece que puede servir y lo apunto.

No tengo una rutina hecha para escribir, a veces cuando llego de trabajar en la noche me pongo dos o tres horas a escribir. Otras veces cuando me despierto y tengo un poco de tiempo, escribo un rato.

Trato de escribir cuando sé que tengo tiempo para poder trabajar sobre la marcha. A veces escribo una sola cuartilla y creo que es suficiente, pero hay veces que borro más de lo que escribo. No hay una rutina fija.

Hay quienes privilegian la inspiración por sobre el trabajo y viceversa. ¿Cómo trabajas tú esos temas?
Es una combinación de las dos. Una buena idea se pule con trabajo. Creo que el trabajo ayuda a traducir las ideas y a ponerlas en el papel.

Evidentemente es importante la inspiración, sentirse bien para imaginar cosas. Yo trato de recoger las cosas que veo o que se me ocurren en mi libreta y después, ya sentado para escribir, las desarrollo o las elimino, depende.

Has dicho también que en tu vida has tenido muy poco contacto con el mundo literario. Hoy, estando justo en la puerta de entrada, ¿cómo te imaginas el mundo de la literatura? ¿Cómo te imaginas a los escritores?
Nunca he sido reacio al gremio, yo pensaba en ir al Hay Festival de Cartagena (festival de literatura y cultura) pero decía “mejor voy cuando ya tenga algo publicado”.

Desde afuera lo veo como un círculo interesante, de buenas tertulias y buenas fiestas…además de lo intelectual.
No sé, no conozco mucho, creo que lo que siento es expectativa. Estos días que he estado en la Feria han sido bonitos. La primera noche que llegué me invitaron a cenar con Sergio Pitol; he platicado con Ana María Bergua, la presidenta del jurado a la que hoy ya llamo “La Madrina”. Creo que es un gremio que puede ser enriquecedor.

Supongo que también debe haber escritores que sean mala clase.

Me siento como si fuera un niño, con la expectativa de conocer, y me siento feliz. Este premio es muy importante para mí porque me da como la certeza de que ya soy escritor, pude tener la certeza desde siempre pero ahora el mundo te está avalando.

Y que sea en México, que siempre ha sido un referente importantísimo en cuanto a literatura para Colombia, es más significativo.

El premio sin duda alguna va a significar un antes de y un después en mi vida.

¿Cómo fue tu proceso para asumirte como escritor?
Yo siempre me asumía como escritor, a veces decía “nunca he estado en un taller, no estudié, pero he leído toda la vida”. Pero siempre hace falta ese jalón de afuera, que es lo que pasó ahora con el premio.

Era como algo inconsciente, como el ejercicio diario en la vida. Con el premio como que ya no me puedo escapar, ya lo sabe la gente, mis amigos ya saben, la gente de Veracruz ya sabe que soy escritor.

Al final del discurso decía que esperaba que la vida y los años me hicieran ser cada vez más digno del premio, y lo pienso de corazón.

¿Qué te significa integrarte al catálogo de la Editorial de la Universidad Veracruzana?
Cuando me di cuenta de que aquí habían publicado García Márquez, Onetti, Monsiváis, dije que era muy importante. Los amigos me lo decían en Colombia: “Es un gran honor”.

No me imagino una forma en la que hubiera sido mejor publicar mi novela que aquí en la UV y ahora.

Y en el ámbito emocional, ¿qué te dice?
Estoy muy emocionado, es muy grande. Es, incluso, difícil explicar lo que uno siente. Cuando supe se me salieron las lágrimas, estuve celebrando días completos.

Mi adolescencia estuvo inundada del realismo mágico, soy admirador de García Márquez, de Álvaro Mutis. Muchos de los que publicaron aquí son mis grandes referentes.

Es como que no me lo creo: me gané un premio, me van a publicar en la misma editorial que publicó a García Márquez, estoy en México.

Es muy impresionante, y es por eso que espero poder llegar a tener un buen trabajo y seguir trabajando.

¿Cómo fue tu formación académica? ¿Encaminada a dónde?
Cuando era niño me costaba trabajo dormir, me estorbaban las manos, una cosa de locos, entonces mi mamá me acariciaba y un día me empezó a leer, después se dormía leyendo. Tenía muy pocos años cuando empecé a escribir e iba guardando lo que hacía.

Yo empecé muchas carreras, Psicología la terminé luego de dejar varias –dos ingenierías, Biología, Música, Teatro–, sólo suspendí la escritura un rato cuando estudié Música porque me puse a escribir música, las letras terminaron por ser letras para música.

Finalmente dije que terminar un pregrado sería un buen regalo para mi mamá que siempre quiso y la Psicología me gustaba, entonces me metí a estudiar.

En la Facultad todos los trabajos que hice los negocié con los profesores: por ejemplo, en Psicoanálisis en lugar de hacer un ensayo sobre la psicosis hacía una obra de teatro en la que hubiera psicóticos; no hice ensayos sobre Psicología Humanista, sino que hice unos cuentos que involucraran eso.

Y así fui haciendo hasta que decidí que mi tesis sería un trabajo literario. Me tocó luchar contra la institución porque no era permitido, pero finalmente los jurados y la asesora lo aprobaron y así fue.

Mi asesora es filósofa y escritora, Marta Cecilia Vélez, se convirtió en una muy buena amiga. Ella me apoyó y cuando le dije que iba a escribir la novela me dijo que ella la revisaba, ese fue el contacto más cercano con la literatura.

¿Hacía dónde ir ahora? ¿Qué hacer ahora?
Tengo la firme decisión de escribir más tiempo. Ahora mismo he empezado a escribir otra novela, tengo otras dos ideas que necesito arreglar, tengo algunos cuentos que quisiera terminar. Hay mucho proyecto por hacer.

¿Y más allá de la escritura?
Desde antes del premio yo ya venía pensando en trabajar menos y escribir más, seguir combinando las dos cosas pero ahora con más énfasis en escribir.

El trabajo mío es bueno y es enriquecedor para esto porque es hacer investigaciones desde la antropología y la psicología y es hablar mucho con la gente, eso me nutre la cabeza para escribir.

La empresa de investigación de mercados que tenemos trabaja con el gobierno, con marcas.

¿Vives solo?
Sí, con dos gatos. Soy divorciado.

¿Quién es tu gente cercana?
Tengo mi familia, mi mamá, mi papá y mis hermanos viven cerca. Mi abuela es uno de los más grandes amores de mi vida, tengo mis tíos, mis primos, somos una familia grande. Tengo muchos amigos y compañeros de trabajo.
Hay mucha gente cercana que están ahí apoyándome.

¿Cómo te diviertes? ¿Eres de la gente que se guarda o de los que sale?
Me gusta mucho la calle, soy del mundo. Me gusta la calle, la noche.

¿Qué música escuchas?
Me gusta la fiesta, con salsa. Si hay fiestas de reggaeton bailo, me gusta el pop, la música colombiana, el rock también.

¿Qué es lo que más te gusta leer?
Novelas, casi de todo tipo. Últimamente he estado leyendo cosas escritas por mujeres.

Igual por eso pasó algo curioso, cuando conocí a Ana María Bergua lo primero que me dijo fue: “No te caché”. Yo no sabía a qué se refería, después me explicó que al leer la novela no se dio cuenta de que yo era hombre –mis dos personajes principales son mujeres.