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Año 10 • No. 468 • Enero 23 de 2012 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Aseguró en entrevista Lanfranco Marcelletti

Director de orquesta, posición de responsabilidad, no de poder


La OSX realmente es una orquesta de primer mundo: Marcelletti

“La música es parte del patrimonio humano y aborda un lenguaje más profundo”

"Las orquestas son de la ciudad, no pueden ser un ente separado de la sociedad”

Juan Carlos Plata

El artista brasileño Lanfranco Marcelletti, aseguró durante su toma de posesión como director de la Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX), que trabajará conjuntamente con sus compañeros porque “una orquesta sin director puede dar un concierto, pero un director sin orquesta no es nada. Yo estoy aquí para inspirar, para coordinar, pero la parte más importante de la OSX son sus músicos”.

Formado como pianista en Brasil y Suiza, y como director en Austria y Estados Unidos, ha sido director invitado en las orquestas sinfónicas de Chile, Galicia, Sao Paulo, Madrid, del Teatro Comunal de Bolonia y la OSX; además, con la Orquesta de Cámara Haydn (Londres). También ha dirigido la Orquesta de Cámara de Cayuga (Ithaca, Nueva York) y a las orquestas de la Universidad de Massachusetts, institución en la que además imparte clases en la Maestría en Dirección Orquestal.

Asimismo, dirige y es coordinador musical de la Orquesta Infantil Ciudadana (Criança Cidadã), proyecto musical y social que brinda educación musical –además de asistencia médica y alimenticia– a 130 niños de Coque, una de las favelas más pobres y violentas de la ciudad de Recife, Brasil.

¿Se entiende de la misma manera la música clásica en Europa y Estados Unidos que en Latinoamérica?
La música es arte muy cosmopolita, no es un arte folklórico, popular o regional. Es un arte humano.

Lo cierto es que en Europa el lenguaje de la música clásica es algo cercano a lo que es el mariachi en México. Tiene un sentido que no es sólo un patrimonio humano, sino también un patrimonio regional; es decir, en Alemania, Beethoven es siempre Beethoven; Mozart en Austria, es siempre Mozart.

Además, hay una cosa interesante para observar: hace unos años en Viena consultaron a la gente sobre si acudía regularmente a la Ópera y si querían que se cerrara ese recinto, porque es muy oneroso para el Estado. La gente, en su mayor parte, contestó que no iba con regularidad a la Ópera, pero que no se podía cerrar, porque es un símbolo de una expresión muy propia para ellos. Así se entiende este arte en los lugares en los que se creó.

Pero otros países han absorbido esta cultura musical de manera muy fuerte. En China hoy hay cientos de salas de concierto, en Japón el nivel artístico –más específicamente de música clásica– es altísimo; creo que esto se debe a que es un arte que llega a la gente sin necesidad de mucha traducción.

Ahora mismo en Brasil, la mayor parte de los estudiantes de música clásica vienen de clases medias y bajas, eso quiere decir que la música clásica no es necesariamente un arte para gente preparada. Hay quien sigue usando el término música erudita, pero a mí no me gusta porque cuando dices erudito parece que alguien tiene que entender algo.

El problema de este lenguaje artístico es el mismo que cualquier otro, si uno no tiene acceso a él cuando es niño o muy joven, es más difícil de absorber más tarde.

Lo que sucede en Europa y Estados Unidos –y ahora en China y Japón– es que los niños en la escuela llevan clases de música. Entonces la música clásica se torna un arte que se consume.

Pero, por otro lado, creo que los sitios que no tienen tradición dentro de la música clásica son los sitios en los que la gente siente la música clásica de manera más fuerte, porque es una cosa nueva. Por ejemplo, una vez tocamos Mesías de Haendel en un concierto realizado en una ciudad que nunca lo había escuchado y la gente lloraba, me abrazaban llorando. Yo recuerdo que pensé: si este Mesías fuera en Viena nadie lloraba, la gente diría que el Mesías tiene que existir porque es parte de su vida todo el año, pero no lo sentiría igual.

Ahora mismo trabajo en un proyecto social con niños muy pobres y las madres de los niños dicen que cuando ven a sus hijos tocando música clásica con un violín, se sienten engrandecidas como personas. La música clásica puede darle ese tipo de cosas a las personas.

La manera en la que se siembre la música clásica en un lugar que no tiene una tradición naturalmente será diferente, pero puede tener un impacto mucho más fuerte en comparación con los grandes centros tradicionales.

En esta labor de acercar las artes al gran público, ¿qué papel cree usted que juegan o deben jugar las universidades?
Me encanta el hecho de que la OSX está vinculada a la UV porque es muy necesario tener una idea académica en las orquestas, y digo académica en el sentido de llevar un conocimiento nuevo a la sociedad.

Las universidades pueden y deben ayudar a todas las artes. La UV, en ese sentido, es muy activa y tiene la responsabilidad no sólo de mantener esa línea sino ayudar a que el arte encuentre su sitio en la sociedad, en labores de difusión, creo que las universidades son mucho más afectivas que los políticos.

La OSX está ahora mismo integrándose a una dinámica académica, ¿qué tan importante es para un director que una orquesta trabaje de esta manera y qué beneficios se pueden obtener?
Hay dos grandes beneficios, pueden ser muchos más, pero éstos creo que son fundamentales: el emocional, porque cada miembro de la Orquesta se siente responsable y parte de todos los procesos; y el artístico, porque cuando uno se siente así toca mejor y la música sale mejor.

Como director, yo no soy de la escuela antigua en la que el director tenía que resolver y decidir todo, entiendo que era así antes porque no había estructuras suficientes para trabajar de otra manera.

Además, hay que recordar que las orquestas en sus inicios estaban compuestas por gente que nunca había ido a una escuela, que eran como artesanos, habían aprendido el instrumento con un maestro, tocaban muy bien, pero no sabían qué era un acorde, no tenían idea de composición, ni de historia de la música.

La palabra maestro quiere decir profesor en italiano, es decir, que la persona que estaba delante de una orquesta estaba para enseñar a la gente, no cómo tocar su instrumento, sino cómo tocar en conjunto.

Hoy, muchos músicos salen de la universidad muy bien preparados, muchas veces mejor preparados que el director que está enfrente, y eso sucede muy frecuentemente, conmigo también.

Entonces, si estamos hablando de las orquestas, son grupos con elementos que tienen educación, calidad, preparación, información, el grupo tiene que ser responsable, tiene que ser parte de todos los procesos.

Así fue que se llegó a que la Orquesta de Viena no tenga ya un director artístico, son todos invitados y la Orquesta tiene su comité que elige a los directores; Berlín tiene un director, pero la verdad es que todas las decisiones son tomadas en conjunto por la orquesta, porque tiene músicos muy buenos. Por qué una sola persona ha de decidir todo cuando tienes un grupo de personas tan buenas para decidir juntos.

El que la orquesta vaya bien tiene que ser interés de todos, no sólo del director. Yo tengo amigos en las orquestas, y cuando tengo un problema los llamo y los consulto y resulta que ellos tienen mucha más información que yo.
Yo sé dirigir, pero no soy todo. Cuando los grupos son así, el director tiene que estar muy bien preparado.

La posición de director de orquesta es una posición de responsabilidad, no de poder, cuando el director asume una posición de poder es muy peligroso, porque la calidad musical sólo puede decaer.

En un contexto como el que acaba de describir, ¿cómo se tienen que preparar los nuevos directores de orquesta?
Una persona que quiere ser director tiene un problema en el ego, y yo me incluyo, ya llevo 20 años de terapia. Pero hay que tener una fuerza y una educación, porque uno no puede llegar ahí adelante y no saber lo que quiere. Pero, repito, hay que entender que no es una función de poder, sino de responsabilidad.

Ser director es muy difícil porque se requiere de mucho trabajo, aprender una partitura es sumamente complicado porque uno tiene que contemplar todas las posibilidades, uno no puede decir: “Ah, no pensé en eso”.

Se tiene que tener mucho respeto por los músicos, aquí con la OSX ya tuve la experiencia de que un músico se me acercara y me dijera: “Maestro, con mi experiencia tal cosa puede funcionar así”. Entonces yo digo: “Puede ser, podemos intentarlo”. Si la persona tiene 30 años de experiencia y yo tengo 10 o 20, por qué no puedo respetar su punto de vista e intentar lo que sugiere.

Con mis alumnos soy muy categórico en decir que es necesario respetar al grupo que tienen delante.

Pero si bien no se trata de un asunto de poder, si se requiere fuerza, eso sí se espera de un director, pero no se trata de jugar a ser Dios o algo así.

Uno debe entender que no saber hace bien, eso cuesta mucho cuando se es joven porque las orquestas te matan, pero hay que asumir que es una profesión que requiere mucho tiempo.

En mi primera clase de dirección tuve un gran profesor que me preguntó: “Lanfranco, ¿tú tienes paciencia?”, yo le dije: “¿Por qué me pregunta eso?”, y me contestó: “A dirigir puedes aprender en seis meses, pero para ser un buen director probablemente te tardes 20 años”.

Ese maestro tenía razón, probablemente lleve más tiempo, ahora a mis alumnos les digo que se lleva 30 años aprender las profesión porque con 20 no me basta todavía.

Como director, ¿cómo se le pone el estilo propio a una composición de Bach o de Beethoven?
No tengo la concepción romántica que dice que uno tiene que encontrar su voz; creo que cuando hago una pieza cualquiera, mi voz será escuchada, pero tengo primero que entender lo que está escrito y poner en la ejecución algo que no tenga que ver conmigo sino con el compositor.

Muchas veces tengo que hacer cosas que no me gustan, pero sabiendo que estoy siendo fiel al compositor. Estudiar una partitura es un poco una religión, en el sentido de que debemos dejar de ser nosotros para creer algo que está más allá, que es el compositor.

La verdad es que el éxito no es del director, sino del compositor; nuestro trabajo como director y músicos es hacer que suene bien y todo salga como debe ser.

Si voy a hacer Beethoven, entonces pienso, ¿quién era Beethoven?, ¿cómo era el sonido en aquel entonces? Ahora que he estado trabajando la Novena Sinfonía de Beethoven con la OSX, soy muy radical con la cuestión de los metrónomos, porque Beethoven los usaba, de hecho, fue su primer gran incentivador.

Naturalmente los músicos dijeron que era mucho más rápido de lo que siempre la habían tocado, y contesté: “Sí, pero el hombre pidió eso, tenemos que intentarlo”. Es algo que cuesta muchísimo porque crecí escuchando esa sinfonía de manera distinta, pero tengo que intentar.

Siempre digo que la función de un músico es muy parecida a la de un diplomático. Un embajador no puede decir que el presidente de su país es un tonto, que los ministros no saben qué hacer; él tiene que representar a su país de la mejor manera, entonces hablará de lo más bonito, de las posibilidades, de las bellezas, de la gente. Su función no es decir que el presidente es un tonto.

Así pues, mi función delante de la orquesta no es decirle a los músicos que la pieza es terrible, si está ahí tenemos que hacerla funcionar.

¿Qué le parece la Orquesta tanto como institución como en el aspecto estrictamente musical?
Tengo mucho afecto por la OSX, primero porque desde el primer día que trabajé con los músicos la relación se dio con mucha facilidad.

¿Qué es ser un buen director? No tengo la respuesta, puede ser alguien que deje que el ensayo se termine una hora antes, puede ser aquel que te saluda todos los días y te pregunta cómo estás, puede ser aquel que habla muy bien de música, puede ser uno que mueve muy bien los brazos y sabe hacer muy bien el uno, dos, tres, cuatro –eso lo puede hacer cualquiera, en una semana se puede aprender–. Pero hay un elemento muy importante para la relación entre el director y la orquesta: la química.

Y aun cuando el director y la orquesta sean muy buenos, la química puede no suceder. En este caso quiero decir que hay una química muy buena entre la OSX y yo, y la hubo desde el primer momento.

Además, encuentro que la OSX realmente es una orquesta de primer mundo –y no lo digo porque venga ahora a trabajar aquí–, se puede trabajar muy bien con los músicos y los resultados son excelentes. Pero además es una orquesta muy flexible; por ejemplo, en diciembre pasado que estuve como director invitado tuvimos poco tiempo para trabajar la Novena Sinfonía de Beethoven pero hice muchos cambios y la Orquesta respondió muy bien, la gran mayoría de los músicos estaban contentos de hacer esos cambios, de trabajar con ideas diferentes.

Hay muchas orquestas grandes con las que no puedes hacer una pieza de manera distinta, con la OSX no hay ese problema, los músicos tienen un pensamiento muy abierto y son muy flexibles.

La OSX posee prestigio internacional y un arraigo muy particular con su entorno local, con la Universidad y con la ciudad, ¿qué tan común es que esto se dé?
No sé si suceda en todas partes del mundo, pero eso es esencial, no tiene que ser un lujo, tiene que ser una condición sine qua non de una orquesta.

Siempre he pensado que las orquestas son de la ciudad, de toda la gente de una ciudad, no sólo de un grupo. Me alegra mucho que la OSX tenga esta condición, porque esta doble característica –calidad y arraigo– sucede en muchos sitios, pero no sucede en muchos otros.

Hay orquestas que saben que su existencia está asegurada y no se preocupan por el público, por la gente. Las orquestas no pueden ser un ente separado de la sociedad.