Dirección de Comunicación
Universitaria
Departamento de Prensa
Año 10 • No. 469 • Enero 30 de 2012 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Martín Caparrós: los medios
no tienen compromiso social

Las redes sociales no desplazarán a los medios tradicionales

Reflexionar, alternativa de periódicos frente a la inmediatez
de la televisión e Internet

El autor argentino publica constantemente textos en Pamplinas, blog que escribe para el periódico El País http://blogs.elpais.com/pamplinas/

Juan Carlos Plata

Nació en Argentina en 1957. En 1973 tuvo su primer trabajo como reportero de nota roja, bajo la tutela de Rodolfo Walsh. Se exilió en Europa cuando Jorge Rafael Videla llegó al poder e instauró una terrorífica dictadura militar en 1976. Ha trabajado, e incluso dirigido, en publicaciones deportivas, políticas y hasta de cocina.

Martín Caparrós es uno de los cronistas latinoamericanos más importantes y reconocidos de la actualidad, además es autor de nueve novelas (por las que ha ganado el Premio Planeta –por Valfierno– y el Herralde –por Los living–) y 14 libros de ensayos y crónicas. Y además de todo esto, tiene un tupido bigote victoriano.

Testigo profesional y cronista, Caparrós sólo tiene un método para escribir que podría ser calificado como cavernícola en estos twiteros y facebookeros tiempos: leer y poner atención.

A continuación, la entrevista que Universo realizó al periodista argentino.

Usted ha dicho que la crónica no es sólo un lujo narrativo, sino también una posición política, ¿cómo es eso?
Hay dos razones principales: por un lado, me interesa el hecho de que la crónica mira hacia otro lado de los que suele mirar el periodismo clásico.

Siempre digo que para salir en los diarios uno tiene que ser rico, famoso, futbolista o tetona, y el resto de la gente no sale en los medios o sale sólo cuando la pisa un tren o cuando la mata un zeta.

Esa situación lo que postula es una forma del mundo, es decir, cuando tú lees un periódico, estás leyendo un discurso que dice: “importan los ricos, los famosos, los futbolistas y las tetonas, el resto no importa, tú no importas”.
Hay una transmisión constante de una idea del mundo.

Cuando los cronistas tratan de mirar hacia otro lado, no necesariamente hacia los más pobres, sino solamente hacia otros lados, están rebatiendo esa idea del mundo, ese orden que el periodismo clásico trata de imponer y eso me parece muy político.

Otra de las razones que suelo argüir es el tema de contar en primera persona –por supuesto que no tiene porque ser gramatical, uno puede contar en primera persona escribiendo en tercera persona–, haciéndose cargo de lo que uno dice, dejando claro que hay un sujeto que cuenta. Siempre hay un sujeto que cuenta, pero el periodismo tradicional intenta disimular la existencia de ese sujeto en aras de suponer una neutralidad del medio que no te da una versión, una mirada, posible de las cosas, sino “la realidad”.

La realidad no puede ser sintetizada en un artículo, aunque más no fuera por una razón técnica. Por ejemplo, aquí charlaremos 20 ó 30 minutos; de todo eso, después, tú tienes que poner 30 líneas en el periódico.

Tú vas a elegir de esos 20 ó 30 minutos qué 30 líneas te parecen dignas de ser citadas. Lo vas a hacer, va a ser tu subjetividad la que lo haga. Lo que tú sabes sobre esto te va a hacer pensar que tal cosa vale la pena ser citada, tal cosa no, tal cosa es importante, tal cosa no.

Y no es mala leche, ni interés por desviar nada, simplemente es tu trabajo y eso es lo que uno hace como periodista, decide qué cosa vale la pena de ser contada y cuál no.

La subjetividad es muy fuerte, aún en esos casos en los que el periodista supuestamente se borra y se presenta como neutral.

Por supuesto, a la máquina prensa le sirve esa apariencia de neutralidad para que el lector crea que no le están contando una de las infinitas miradas posibles sino “la realidad”.

El cronista hace lo contrario, se hace cargo de que está contando una de las infinitas miradas posibles y lo dice: “esto es lo que yo vi, lo que a mí me parece, lo que les puedo contar, una de las miradas sobre una cuestión”. Y eso también me parece muy político en la medida en la que cuestiona la base de la máquina prensa y su supuesta neutralidad que conforma la realidad en vez de aceptar que están dando sólo una mirada.

¿Entonces un concepto más cercano a la verdad podría ser la suma de todas esas historias, las que publican los medios y las otras que no publican?
Sí. Yo no creo que haya algo que uno pueda llamar la verdad. Creo que una visión, una percepción más aproximada de las cosas se construiría con la suma de cuantas más miradas mejor.

En la imposibilidad de hacer eso, uno elige a la gente que le parece que mira con criterios parecidos a los propios.

En una visión ideal, se considera que los medios (tanto escritos como electrónicos) tienen un compromiso con la sociedad. ¿En la actualidad los medios están cumpliendo con ese compromiso?
Me cuesta aceptar o asumir la premisa de que los medios tienen un compromiso con la sociedad. Los medios son herramientas económicas, políticas y sociales para ganar dinero y para difundir una cierta versión del mundo que a un
grupo le parece mejor, más interesante, más útil que otra.

Esa idea de que tienen un compromiso con la sociedad me parece cháchara del Club de Leones y ya estaría bien que dejáramos de creerlo.

Usted sostiene que en esta lucha que hay entre los medios impresos y los electrónicos, los primeros han escogido, erróneamente, pelear con las armas de su enemigo, siendo cada vez más gráficos, visuales y menos “leíbles”. ¿Cómo podrían los medios pelear más eficientemente esa batalla?
Los medios impresos están luchando por su supervivencia, por conservar el mínimo espacio para poder existir.
Creo que los medios escritos deben insistir en sus particularidades, en aquellas cosas que ellos tienen y los otros no. Si se ponen a pelear con la radio y la televisión siendo cada vez más fragmentarios, más ilustrados, más superficiales, van a perder, porque en eso la televisión, la radio y ahora el Internet son claramente mejores, porque así es su forma de ser.

En cambio, lo que un buen relato puede hacer, contar, reflexionar, recordar, emocionar de cierto modo, es algo que a los otros medios les cuesta mucho más. Entonces deberían insistir por ese lado.

Además, deben asumir que ya no son el canal principal de información de actualidad. La mayor parte de la gente medianamente informada ya no se informa con el periódico de la mañana, a esa hora ya sabe todo lo que pasó el día anterior, por el Internet, o por el noticiero de la radio o de la televisión.

Los diarios tienen que reconvertirse al hecho de que ya todos los diarios son, lo que antes en Argentina se llamaba “Segundo diario”. Había dos o tres diarios principales y una nube de segundos diarios que lo que hacían era comentar, contar, analizar, tenían una postura un tanto más reflexiva y menos de información inmediata.

Bueno, ahora todos los medios tienen que aceptar que son todos ellos segundos diarios, porque la información uno ya la tiene. Lo que pueden hacer es eso, pensar un poco más, unir más cuestiones, contar mejor, reformularse para ocupar ese nuevo lugar.

Me parece que los que hagan eso tienen buenas chances de seguir adelante; los que no, van a ir cayendo uno tras otro.

Hay quienes afirman que la irrupción de las redes sociales (Twitter y Facebook, principalmente) ponen en crisis a los medios tradicionales porque los ciudadanos ya no necesitan la intervención de los medios para difundir sus ideas, sus preocupaciones o hechos. ¿Cree usted que sea así?
Yo no creo que ya no sea necesaria esa mediación, porque las redes sociales lo que hacen es amplificar una forma de comunicación horizontal, las personas que lo desean entran en red y se comunican.

La comunicación de los medios es vertical, es supuestamente alguien que sabe algo más y se lo cuenta a los que saben menos, porque está calificado para hacerlo, porque tiene una preparación, porque le pagan y puede tomarse el tiempo necesario, un sinfín de razones.

Por supuesto eso se puede hacer fuera de los medios tradicionales, pero eso no es lo que hacen las redes sociales. Lo que sí hacen es facilitar la circulación de cierta discusión, de ciertos datos, pero no reemplazan la difusión de discursos más elaborados y sancionados, que son los que se hacen en los medios tradicionales.

Me parece que hay procesos de integración y de reacomodo, en los que cada uno busca su lugar.

Facebook no lo uso porque me aburre, pero uso a veces el Twitter y me parece que es, por un lado súper interesante para intervenciones muy puntuales, para decir una pequeña cosita, una chispa, que suscite cierta discusión, pero que tiene un límite muy claro. Cuando necesito elaborar un poco algo que quiero decir, obviamente no lo puedo poner en Twitter.

Entonces me parece que hay una situación en la que se van reacomodando los roles y me parece muy interesante, todo eso va completando las formas posibles de difusión. Todavía no hay un buen periodismo digital, las formas de utilización que da el mundo digital están muy insipientes, eso se irá formando y cuando se encuentren esas maneras de contar con todos esos recursos, seguramente las redes sociales también entrarán en esos recursos posibles y servirán para difundir esas cosas, pero no me parece que se excluyan mutuamente los medios tradicionales y las redes sociales.

¿Hay un método particular que usted utilice para hacer una crónica?
Hay bastantes mecanismos que yo uso, sin duda, pero son bastante obvios. Es interesarse por una cuestión y mirarla con todos las personas posibles y concentrarse mucho en lo que yo he llamado “la actitud del cazador”, que se trata de estar muy atento y mirar a todos lados porque uno nunca sabe por dónde va a saltar la liebre que te va a dar de comer esa noche.

Esa actitud que ya hemos perdido porque ya sabemos que en la noche llegaremos a casa y haremos unos fideos, y que tenía el hombre primitivo porque sabía que si se le escapaba esa liebre esa noche no comía. Eso me parece la situación en la que uno está trabajando para escribir algo: la obligación de la atención extrema.

Cuando yo estoy trabajando una crónica voy reformulando el guión según lo que voy encontrando y pienso en qué es lo que voy a buscar.

No sé, son muchas cosas, pero ninguna es mágica ni rara. A final de cuentas todo se reduce a ir, mirar y contar. Lo que pasa es que para hacer eso hay que entrenarse mucho en mirar, porque es un ejercicio difícil porque consiste en encontrar aquello que vale la pena y que va a ser elocuente con respecto a lo que uno está contando.

Y contar es un ejercicio más complicado todavía porque requiere de haber leído mucho. A mí me sorprende cómo hay gente que quiere escribir habiendo leído muy poco, que es como querer tocar la guitarra sin haber escuchado nunca a los que mejor lo hacen.

La periodista canadiense Naomi Klein sostiene que mientras se sucedían los debates sobre género e identidad, en los años ochenta, la gente se hacía cada vez más y más pobre. Usted acaba de publicar un libro sobre el cambio climático, ¿cree usted que ese fenómeno de ponerle tanta atención a un tema particular pospone el debate y la solución de problemas como que en el mundo hay cada vez más pobres y que los pobres son cada vez más pobres?
Sí, y no sólo con nuevos temas, sino con los mismos. Yo no diría posponer, me parece exagerado, me parce que sí hay una cuestión de prioridades que a veces se tuercen.

Por ejemplo: hace poco tiempo hubo elecciones en Argentina y una campaña de carteles se basaba en el concepto de “la dignidad” (la dignidad del trabajo, la dignidad de la educación, etcétera) y cada uno de ellos tenía una imagen que representaba el tema del que se hablaba. Uno de esos carteles decía: la dignidad de la igualdad y la imagen, era de una manifestación gay.

Me llamó mucho la atención que el concepto de la igualdad, acuñado por la Revolución Francesa y que se trata de la igualdad social, hubiera sido transformado en ese cartel en simple igualdad de género y ya no hablamos más de igualdad social.

A mí me parece importante la igualdad de género, por supuesto. Pero de ahí a que eso remplace en el discurso político oficial la igualdad social y económica, es un paso importante que yo no comparto.

Me parece que es un buen ejemplo de eso mismo. Esas reivindicaciones son válidas y necesarias, siempre y cuando
no ocupen el lugar de otras que son, yo creo, incluso más válidas que ésas.

Una cita de su libro Contra el cambio: “Éste es un mundo que tiene condiciones para ser mejor, pero no lo intenta porque sus dueños dejarían de serlo”. ¿Hay alternativa para eso? ¿Se puede que el mundo cambie de dueños?
Yo creo que se puede, también creo que no sabemos muy bien cómo. Esto puede ser una contradicción, pero hay que tener en cuenta que si se compara el poder que tienen ahora algunos sobre el mundo, con el poder que algunos tenían
en el mundo hace mil o dos mil años, encontraremos que hoy hay mucha más gente que tiene algún poder.

El mundo actual comparado a cuando el rey era dueño de todo y si quería te cortaba la cabeza, mucho ha cambiado.
En ese sentido me parece que hay un movimiento en el largo plazo que va en el sentido de que haya cada vez menos poder, por supuesto que a uno le gustaría que este proceso se acelerara, pero en este momento yo no sé cómo se podría dar esa aceleración.

Creo que habrá algunos acelerones y estoy convencido de que el sentido general de la historia es que haya menos poder y por eso tengo cierta confianza; pero no tengo mucho más que eso.