Dirección de Comunicación
Universitaria
Departamento de Prensa
Año 10 • No. 472 • Febrero 27 de 2012 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Carlos Fuentes y Veracruz

Georgina García Gutiérrez Vélez*

Veracruz: el principio mexicano
La atención de Carlos Fuentes se ha detenido varias veces en Veracruz. Examen, mirada cuidadosa, estudio, afecto. Su obra recuerda la importancia histórica de Veracruz: entrada estratégica para conquistadores e invasores, puerta abierta para viajeros, pero también despedida para los que se iban, e inicio del camino hacia la Ciudad de México.

Varios escritos de Fuentes se refieren a esta vía de acceso al territorio mexicano: se entraba y se salía por Veracruz. Su literatura impide que olvidemos que Hernán Cortés, Santa Anna, Maximiliano de Habsburgo, Porfirio Díaz, entre otros personajes importantes en la historia de México, al atravesar sus tierras, al pisar el puerto, dejan en Veracruz huellas históricas.

Las grandes novelas de Fuentes muestran el peso que Veracruz tiene en México y en su historia. El escritor se fija con predilección y apego en el estado de Veracruz, en su geografía excepcional, en el bello puerto, en la inteligente Xalapa, no únicamente para adentrarse en la historia mexicana por medio de la representación novelesca de esta región saturada de acontecimientos históricos, como lo ha venido haciendo con la Ciudad de México desde La región más transparente (1958), o como lo hizo con Guanajuato (Las buenas conciencias, 1959), novelas con las que captó, respectivamente, los rasgos del mexicano de la capital y los del centro del país.

Al aproximarse a Veracruz, además, también, ahonda en la historia de su propia familia. Se trataría de recuperar literariamente el tejido de los acontecimientos que conforman una nación, enfocando Veracruz, en donde se fundó y conformó una familia veracruzana: la del autor. A partir de esta reflexión, Fuentes revisa su historia familiar entretejida con la de México y plasma en narraciones o en ensayos el fino tejido que vincula lo individual y lo social, lo privado y lo público. Se refiere a la historia de su familia en ensayos, es trasfondo de su imaginario personal y la recuenta, por fin, en Los años con Laura Díaz (1999).

En Veracruz principia la historia de un país y comienza también la de los antepasados de Fuentes, nos dicen sus escritos. Una familia veracruzana que integra un linaje de hombres de empresa, de artistas, escritores, intelectuales, cineastas, diplomáticos, de gente que defiende en varias trincheras a México y deja su huella en la historia del siglo XX.
El 23 de marzo de 1994, en el Ayuntamiento de Xalapa, se declaró Hijo Predilecto de Xalapa y Ciudadano por Nacimiento a Carlos Fuentes. En su emotivo discurso, “Oración filial en Jalapa”, el escritor rinde un homenaje póstumo a Rafael Fuentes Boettiger:

Mi padre perteneció al grupo de cadetes militarizados por el Colegio Preparatorio de Jalapa para acudir a la defensa de Veracruz durante la invasión norteamericana del año 14. Hay una foto de estos jóvenes jalapeños, mi padre entre ellos, uniformados con casacas oscuras abotonadas hasta el cuello y kepís franceses, con los fusiles listos para defender a Veracruz contra el invasor. Eran niños de 14 años. El puerto cayó antes de que ellos pudieran presentarse.
Pero toda Jalapa lloró –me cuentan– el valiente sacrificio de los cadetes de la Naval, José Azueta y Virgilio Uribe.

Fuentes prosigue:

Sin duda, el recuerdo de anhelante espera para salir a la defensa del puerto en 1914, lo marcó para siempre, pues a lo largo de su carrera diplomática, 45 años, entre 1925 y 1970, mi padre no dejó pasar un solo día sin defender o promover, de un modo o de otro, los intereses nacionales de México. Su formación se la debió por entero a Jalapa. Mi padre fue fundador, como alumno y jovencísimo catedrático, de la Escuela de Derecho del estado, de la cual se graduó para concursar para su ingreso, en 1925, al Servicio Exterior Mexicano.

Rafael Fuentes Boettiger partió de Xalapa hacia la Ciudad de México, en plena época optimista de la reconstrucción posrevolucionaria, del auge de la importancia de la cultura y de la educación, del Muralismo mexicano. La “Oración filial en Jalapa” recobra la ciudad provinciana del tiempo en que nació y vivió Rafael Fuentes Boettiger. Crónica documentada, prosa poética. La imaginación de Fuentes reconstruye con imágenes, referencias, la ciudad de las primeras décadas del siglo XX, en una evocación poética entrañable:

Añorada ciudad de lluvia fina sobre tejados rojos. Finísima lluvia y patios reventando de flores. Balcones enrejados y zaguanes verdes. La Jalapa que se fue para siempre.

El hogar veracruzano
Así, en la relación fundamental de Carlos Fuentes con Veracruz destacan dos escritos significativos: “Oración filial en Jalapa” (1994) y Los años con Laura Díaz. Ambos textos se inscriben en la tradición de los escritores veracruzanos que ha convertido a Xalapa en ciudad literaria.

En los “Reconocimientos” que añade Carlos Fuentes como posdata a Los años con Laura Díaz, resume la historia familiar, aclara las deudas y el origen de la novela: “Las mejores novelistas del mundo son nuestras abuelas y a ellas, en primer lugar, les debo la memoria en que se funda esta novela”. Es así que en los marcos de la historia, de las historias literaria y cultural de México, Los años con Laura Díaz recupera recuerdos, memorias, leyendas; en suma, la historia oral de una familia mexicana fundada en el estado de Veracruz a principios del siglo XX.

Carlos Fuentes traduce a la novela las voces familiares y pinta el retrato narrativo de lo que podría considerarse el árbol genealógico de la
familia fundada por un inmigrante alemán y una mexicana de origen español:
Mi abuela paterna, Emilia Boettiger de Fuentes, nació en Catemaco, Veracruz, de Philip Boettiger Keller, inmigrante alemán de Darmstadt en la Renania y casado con una joven de origen español, Ana María Murcia de Boettiger, con quien tuvo tres hijas, Luisa (Boettiger de Salgado), María (Boettiger de Álvarez) y Emilia (Boettiger de Fuentes), casada con Rafael Fuentes Vélez, gerente del Banco Nacional de México en Veracruz e hijo de Carlos Fuentes Benítez y de Clotilde Vélez, que es quien fue asaltada y mutilada en la diligencia entre México y Veracruz.

Con su ficcionalización de la historia familiar, personajes singulares y una estructura novelesca que “baraja” tiempos, la novela constituye un verdadero homenaje a la familia del autor ya desde la dedicatoria:

Dedico este libro de mi ascendencia
a mi descendencia
Mis hijos
Cecilia
Carlos
Natasha

Doble homenaje, pues Los años con Laura Díaz (que significativamente tiene en la cubierta un fragmento del mural de Diego Rivera, Arsenal, con Frida Kahlo en el centro, rodeada por otras personas) retrata a Diego Rivera, a Frida Kahlo y a la época del muralismo; mexicano, por cierto, a su vez sustento de algunos elementos de la poética narrativa de Fuentes que renueva el género novelesco con su “nueva novela” o novela mural. Es decir, Los años con Laura Díaz, novela mural sobre el muralismo, recuenta la historia cultural de la etapa del esplendor posrevolucionario cuando los muros de México fueron pintados por Rivera, Orozco y Siqueiros.

Singularmente, la novela también rescata el recuerdo del muralismo mexicano pintado fuera del país. Esta memoria, la del arte de México fuera de México, y la memoria de la familia, se integran a la novela en el contexto de la historia mexicana. El paso del siglo XIX al XX con la Revolución, la modernidad que ésta originó, aportan marcos de referencia, contextos, que permiten entender los desplazamientos de los muralistas a los Estados Unidos de América, de mexicanos de Veracruz a la Ciudad de México. En esta novela centrada en la construcción de una mujer como ser humano, la mujer ya aparece, con Laura Díaz, con Frida Kahlo, por fin como protagonista de la historia mexicana.
Con ellas, se muestra cómo en el siglo XX, la mujer trasciende los roles convencionales e ingresa en la historia, por derecho propio, por sus logros, conquistas y personalidad. Los años con Laura Díaz muestra ese proceso de individuación, de llegar a ser, de conquista del amor, del cuerpo. El siglo XX, revela la novela, es el siglo de la mujer. La novela abarca cronológicamente desde el año de 1905 en Catemaco hasta el año 2000 en Los Ángeles, de modo que este mural novelesco de Fuentes pinta todo el siglo XX.

El novelista se ha convertido en Los años con Laura Díaz, en el depositario de reminiscencias, evocaciones, de mini relatos sobre los antepasados. Dice en los “Reconocimientos”: “Mis padres, Rafael Fuentes Boettiger y Berta Macías Rivas contrajeron matrimonio en enero de 1928. Yo nací en noviembre del mismo año y heredé la constelación de historias transmitidas por mi parentalia”. El escritor preserva la memoria y las voces familiares al entretejerlas en el tejido novelesco con la historia de México. En Los años con Laura Díaz, los antepasados de Carlos Fuentes devienen personajes inolvidables que conviven con las figuras y protagonistas de los fundadores del México del siglo XX, mientras que Diego Rivera y Frida Kahlo, a su vez, devienen personajes de una novela mural.

El arte sobrevive
El libro La palabra sobrevive (2000) de Carlos Fuentes Lemus (1973-1999), publicado post mortem, reúne los poemas que el joven fotógrafo, cineasta, pintor, poeta, escribió de 1986 a 1999.La portada tiene un autorretrato pintado en 1987 que muestra a un niño-adolescente-hombre de tan sólo 14 años. Los ojos penetrantes tienen toda la edad del mundo igual que la boca de bello trazo, escéptica. Un joven visto por él mismo, sin paliativos. Los poemas son también así: auténticos, honestos, sin disimulos, talentosos.

La verdad del artista, su lucidez, corroen cualquier filtro para observar la realidad, a los demás, a sí mismo. Desde la ausencia de esperanza y desde una sensibilidad inteligente, surge la poesía. El libro ordena el material reunido bajo nueve títulos: I Muertes, II Vidas, III Amores, IV Humores, V Homenajes, VI Ciudades, VII Campos, VIII Momentos, IX La muerte. Asuntos esenciales ocupan al joven poeta. Los poemas están ordenados a partir de “¿Viviré mañana?” hasta “Amor, la palabra impresa”. Un orden no cronológico, sino temático. El libro empieza con un poema de José Emilio Pacheco “A la memoria de Carlos Fuentes Lemus”, Un “Prólogo. La poesía de Carlos Fuentes Lemus”, de Juan Goytisolo y concluye con un “Epilogo. El lugar exacto de Carlos Fuentes Lemus” (Carta a un joven poeta) de Julián Ríos.

Un volumen que descubre la juventud del autor porque se interesa en Elvis Presley, Janis Joplin, pero revela también al lector de Nietzsche, de Dylan Thomas, al viajero que deambula por el mundo y lo ha visto todo. Poemas al borde de la muerte. Un libro que revela el valor de un poeta que lo sabe todo desde la infancia. Niño que ama, pinta, escribe y muere como hombre.

Carlos Fuentes Lemus publicó un libro de sus fotografías, Retratos en el tiempo (1998), con un prólogo “Batalla en armonía” de Tomás Eloy Martínez. Retratos de Gabriel García Márquez, Lola Beltrán, Muhammad Ali, José Luis Cuevas, Salman Rushdie, y varios más, van acompañados de textos del escritor Carlos Fuentes. Hay una complementariedad entre las fotografías y los escritos de Fuentes, insuperable para retratar con la palabra. Los personajes enfocados por la cámara que los descubre en un instante revelador son presentados, por así decirlo, por la pluma del escritor. Un libro bello, importante desde la portada con la imagen de Gregory Peck: luces, sombras. Fotogenia de los retratados, pero también algo más, nos dicen Carlos Fuentes y Carlos Fuentes Lemus.

Como Carlos Fuentes, Fuentes Lemus poseía numerosos talentos. Además de los dibujos, pinturas, fotografías, preparaba una película de largometraje, Gallo de pelea, que quedó incompleta.

El talento de los Carlos Fuentes se revela por primera vez en Carlos Fuentes Boettiger, poeta, que muere a los 21 años y cuya trágica historia Fuentes cuenta en Los años con Laura Díaz. En “Oración filial en Jalapa”, recuerda:

Y sobre todo mi tío Carlos, el talentosísimo joven, quien fundó la revista Musa Bohemia, junto con sus amigos Francisco R. Vargas, Guillermo Esteva y Óscar Serrano. Anunciada en cierto momento como “el único periódico de Jalapa”, en ella colaboraban los maestros Díaz Mirón, Urbina y González Martínez, pero también los muy jóvenes, entre ellos Efrén Rebolledo, Tirso W. Cházaro, Carlos Bracho y mi tío Fernando de Fuentes, famoso director de cine, pero entonces aún junior. Como lo escribió en uno de sus poemas, “mis años son mi escudo en el humano viaje”.

La revista deja de publicarse el 6 de enero de 1915, dice el escritor, por falta de papel. Carlos Fuentes Boettiger viaja a la Ciudad de México y a los 10 días muere de tifo. Rafael Fuentes Boettiger, padre de Fuentes, no lo olvidó:

[…] llevó siempre en su corazón la herida del hermano muerto. A mí me puso su nombre y si desde niño me rodeó de libros; fue, sin duda, como un homenaje a una esperanza para ese otro Carlos Fuentes, el segundo de ese nombre, como yo soy el tercero y mi joven hijo, cineasta, pintor y poeta, el cuarto.

José Emilio Pacheco, en “A la memoria de Carlos Fuentes Lemus”, escribió sobre el joven artista:

Tuvo más de un talento. Desde niño supo pintar y también le gustaron las cámaras que escriben con la luz. Aun antes de saber hasta qué punto somos, observó Rilke, los efímeros, él detenía el fluir de lo que pasa como si antes de irse antes de tiempo atesorara el mundo que fue suyo, el mundo vuelto suyo al contemplarlo, rehacerlo con sus íntimas visiones.

El poema de Pacheco concluye con las siguientes palabras: “Sus átomos construyan otra luz y escriban su dibujo en las tinieblas.”

*Cátedra Carlos Fuentes del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

 

Carlos Fuentes y Puerto Rico

José Luis Martínez Suárez

Julio Ortega, crítico y profesor de la Universidad de Brown en Providence, conocedor profundo y esclarecedor de la obra de Carlos Fuentes, traza un retrato del autor en los siguientes términos: “Si el boom de la novela latinoamericana no hubiese existido, los libros de Fuentes lo hubiesen inventado: entre La muerte de Artemio Cruz y Terra nostra empieza y termina este periodo fecundo de exploración del género y de interacción polifónica de los discursos en el relato.

Esta constelación narrativa es un sistema de autorreferencia, en el que unos libros se remiten a otros, porque aunque cada uno se plantea como una hipótesis distinta e irrepetible mantienen entre unos y otras relaciones que, por un lado, revelan la unidad final de la obra y, por otro, su notable tendencia a diversificarse en polos tensados, en apariencia opuestos, que abren campos formales paralelos”.

Valiosa síntesis de la andadura literaria de Carlos Fuentes en tanto aportación a las letras de la América hispánica como a la intención del autor en tanto unificar en la diversidad, única manera de ser sustentable culturalmente, una meta que fue expresada desde el primero de sus ensayos importantes: La nueva novela hispanoamericana (1969) donde propone romper con el costumbrismo entronizado en las letras latinoamericanas anteriores al boom señalando la atención a las otras tradiciones culturales que integran nuestra diversidad continental.

Según Fuentes, el nuevo escritor latinoamericano debe revisar sus textos a la luz de la falta del lenguaje.
“Continente de textos sagrados –dice–, Latinoamérica se siente urgida de una profanación que dé voz a cuatro siglos de lenguaje secuestrado, marginal, desconocido”. Y su obra se ha constituido en pródiga alfaguara cuyas aguas mitigan esa llamada “falta de lenguaje” con mirada que abarca el vasto horizonte de una literatura, una historia, una sociedad y una geografía diversa y única, en movimiento y con raíces, desenterrando espejos para preguntarse y preguntarnos ante la evidencia de que somos mexicanos pero también centroamericanos, que somos argentinos y chicanos, que somos colombianos y veracruzanos, que somos brasileños y caribeños.

En una entrevista concedida en mayo de 2001 a uno de los más importantes periódicos de España, tras las preguntas “¿Por qué siempre los mismos escritores de los mismos países? ¿No existe literatura en Puerto Rico, República Dominicana, etcétera?”, Carlos Fuentes expresó: “La literatura en lengua española, para mí, es una sola, de ambos lados del Atlántico.

Es lo que he llamado el Territorio de la Mancha. Para mí no existe en el sentido estricto escritores mexicanos, argentinos, etcétera.
Todos formamos parte de la misma gran comunidad del idioma. A veces sucede que en ciertos países se dan más novelistas que en otros.

Argentina es quizá el país latinoamericano con mayor continuidad narrativa. Pero otros países, como Chile, que era un país de grandes poetas, a partir de José Donoso se convierte también en un país de grandes novelistas. Quiero añadir que para mí Puerto Rico es parte de la comunidad hispanoparlante y que sus grandes escritores en español, entre otros Luis Rafael Sánchez, Rosario Ferré, etcétera, son todos grandes escritores nuestros”.

En otro texto, Fuentes menciona: “Cristóbal Colón vio las sirenas del Caribe en 1495 aunque dice que “no eran tan hermosas como las pintan”… el Caribe, cuna de nuestra cultura… ya que el Caribe es región de muchas lenguas y muchos perfiles. Del Caribe son William Faulkner y Jean Rhys, Édouard Glissant, Saint-John Perse, Derek Walcott y Aimé Césaire. También, y cubanos, Alejo Carpentier y José Lezama Lima”.

Esta comprensión de la necesidad de integrar la realidad latinoamericana conociéndola a través de los opimos frutos de la lengua que compartimos es nuevamente abordada por Carlos Fuentes cuando en marzo de 2010, al recibir el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad de Puerto Rico, destacó la importancia de la lengua castellana como elemento unificador de los pueblos hispanoamericanos, y dijo aceptar el reconocimiento como una manera de celebrar la gran comunidad de hablantes de la lengua española.

El poeta David Huerta, de estirpe magnífica y valiosa obra, considera que “llamar a Carlos Fuentes un escritor mexicano puede parecer extraño y hasta un poco extravagante puesto que para muchos de sus lectores, en nuestro lengua lo mismo que en otros idiomas, su figura y obra son paradigmáticas: no es un escritor entre tantos otros, sino que es el escritor mexicano por antonomasia”. Cabe también la consideración de que en el mundo literario latinoamericano Carlos Fuentes ha logrado hacer de la pluralidad el carácter mismo de su identidad.

Es en este contexto valorativo que la Universidad Veracruzana (UV) celebrará el próximo 2 de marzo la tercera edición de la Cátedra Carlos Fuentes con el tema “Puerto Rico en América Latina”, con la participación de expertos de prestigio internacional para disertar sobre la obra de Carlos Fuentes, así como sobre la literatura y la producción intelectual de nuestras regiones y países.