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Año 10 • No. 476 • Marzo 26 de 2012 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

El viernes 30 de marzo

OSX cierra temporada con el Réquiem de Mozart

Participarán solistas y el Coro de la UV

Jorge Vázquez Pacheco

La Orquesta Sinfónica de Xalapa (OSX) presentará una de las obras más representativas del clasicismo musical: el Réquiem Koechel 626 de Wolfgang Amadeus Mozart, el viernes 30 de marzo a las 20:30 horas en la sala “Emilio Carballido” del Teatro del Estado; contará con la participación del Coro de la Universidad Veracruzana (UV) que dirige Alfredo Domínguez, y un listado de solistas de la misma agrupación.

Como en muchas de las grandes obras, el Réquiem de Mozart se acompaña de una leyenda tan difundida que muchos dan por cierta. Se dice que una noche de 1791 se presentó en casa de Mozart un desconocido de aspecto fúnebre y misterioso que procedió a encargarle la creación de una misa para difuntos.

La historia real nos dice que aquel extraño no era otro que un enviado del conde Franz von Walsegg-Stupparch, quien habiendo fallecido su joven esposa a la edad de 21 años, quiso tocar en su honor una misa que teóricamente haría pasar como propia; por lo tanto, el encargo era asunto de guardarse con el mayor secreto.

Eran días de apuros monetarios y Mozart estaba tan aquejado de diversos males físicos que es posible que sintiese el final cercano. En octubre de ese año había terminado su Concierto para clarinete y orquesta K. 622 y, en noviembre, la cantata masónica conocida como Anunciad alto nuestra alegría K. 623, que sería la última obra que escribió completa.
La salud de Mozart empeoró rápidamente. De acuerdo con el testimonio de su cuñada Sophie, el compositor tenía la idea de que trabajaba la música para su propio funeral. El 4 de diciembre, aprovechando una leve y momentánea mejoría, interpretó con unos amigos los fragmentos del Réquiem que había terminado. Sólo llegaron hasta Lacrimosa. A la una de la madrugada, Mozart estaba muerto.

El manuscrito del Réquiem se interrumpe en el octavo compás de Lacrimosa y el resto fue terminado por el amigo y discípulo de Mozart, Franz Xaver Süssmayer, quien cumplió el compromiso con una dignidad incuestionable.

Obra de una gravedad sombría y carácter inconfundiblemente fúnebre, en el Réquiem es imposible encontrar cualquier referencia a los renglones operísticos de Mozart. En el mismo, vemos a un creador pasar directamente de sentimiento de tristeza infinita o de desesperación, a los momentos de serenidad o con acento de implorante plegaria. Aunque el discípulo que concluyó el Réquiem se apoyó en esbozos del maestro, resulta interesante analizar el trabajo de Süssmayer a la luz de sus posteriores composiciones.

Un respeto indudable al legado de Mozart se hace evidente aquí y Süssmayer logra un nivel que nunca pudo siquiera igualar. Contemplado como un testamento espiritual, el Réquiem de Mozart es también la cabal conciencia de un hombre de apenas 35 años que siente alcanzar el punto culminante y coincidente en su carrera artística con su periplo creativo.

Esta poderosa y conmovedora obra queda para la historia como una de las cúspides del arte de todos los tiempos.
El programa habrá de complementarse con una partitura atribuida al mismo genio de Salzburgo, aunque los conocedores aseguran que es en realidad obra de Michael Haydn, hermano de Franz Joseph, la introducción sí fue escrita por Mozart. Se trata de la que se conoce como Trigésima séptima sinfonía, Koechel 444, misma que muchas colecciones discográficas con las sinfonías de Mozart no incluyen.


Mozart y sus amigos ensayan el Réquiem