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Departamento de Prensa
Año 10 • No. 483 • Mayo 21 de 2012 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Jenny, una gran guerrera

María Luz Márquez Barradas

Qué magia envuelve a la vida, en nuestro exterior confrontamos cada día hechos que nos llevan al sufrimiento, a la alegría; expresamos para los demás lo que sentimos, esperamos que nuestra risa contagie a los demás, que los otros se pongan en nuestros zapatos y entiendan nuestros conflictos, penas y decepciones; acudimos a nuestra humanidad para entender a los que nos rodean, sentimos sus propias emociones y nos llegamos a autodenominar sabios, poderosos, racionales y conocedores sin serlo, para alimentar nuestro ego y engrandecer la sombra que cobija al mismo tiempo nuestras miserias y nuestras cualidades.

Cuántas veces –sanos y autosuficientes– nos detenemos a pensar en lo que sucede en nuestro interior, cuántas veces al día le dedicamos un segundo a sentir la magia de la respiración, pese a que nos mantiene vivos. Nos preocupamos por nuestra apariencia física, pero difícilmente hacemos un ejercicio de introspección para indagar cómo está nuestra apariencia interior; la vida nos pone en la circunstancia de mostrarnos ante los demás a veces buenos, a veces malos, educados, cariñosos, atentos, cortantes, bruscos o desafiantes, pero caminamos gracias a un número infinito de células que constituyen nuestro cuerpo y con el sentido de orientación para ir al encuentro de los amores: filiales, eróticos, circunstanciales, duraderos, simples o complejos.

Sabemos –porque lo sabemos– que dentro de nosotros en constante circulación habita un río que mantiene al organismo en movimiento, que nutre cada parte del mismo, que desafía la gravedad y va y viene renovando, pasando una y otra vez por los mismos sitios, sin cansancio, sin exigencias, sembrando la semilla que germina para que podamos tener exteriores. El constante fluir del líquido que pintado de rojo acude a las citas de la vista, del olor, del color, del amor, del dolor, la esperanza, las percepciones, los sentidos y los sentimientos.

Me pregunto cómo es una vida pendiente del fluir de ese río interior, cómo es el diario despertar de quien se sabe y no se imagina tan cercano a la parálisis del fluir, que espera cada día el milagro de la respiración; cuántas preguntas acuden a la mente; cuántos lamentos. Quizá la recurrencia al recuento innecesario pero obligado de lo que no se hizo, los pleitos idos en la barca del tiempo contemporáneo lleno de competencias y desafíos, los desencuentros y la búsqueda de los encuentros que no nos hacen más felices pero sí armonizan el vivir.

Qué dimensión cobran los hechos de la vida, cómo se enfrentan los intentos fallidos; cómo le ruegas a tu sangre que se agite, camine, avance, irrigue, manche, que no olvide pasar por las zonas que representan la vida misma, tus brazos, tu corazón.

Por los recuerdos de tiempos excepcionales, los rostros cálidos amados, las manos que tocan e identifican, los pies que dirigen al encuentro de los ideales; cómo le hablas a tus latidos, a la suavidad poderosa de tus músculos para que se sostengan; cómo le dices a tu sangre que llene tus ojos de lágrimas y ponga rojos tus labios al reír; cómo atiendes al ya no estoy, pero sí al ya me voy, ya llegue, al déjame ir pero retenme, al olvídame pero tenme siempre presente… no lo sé.

Lo que sí sé es que sólo una guerrera lo hace, pocas he conocido de tu tamaño, con esa entereza y decisión, sin duda, Jenny, eres una mujer valiente, una gran guerrera.