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Año 11 • No. 491 • Agosto 20 de 2012 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

Escritora que se define como una liberal de izquierda

Los libros me dieron paz durante
la dictadura: Susana Zanetti

Karina de la Paz Reyes

La argentina Susana Zanetti, especialista en literatura latinoamericana, relató parte de su vida como lo que es: “una liberal de izquierda”. Padeció las dictaduras militares de su país;en esa época, abanderó un proyecto que buscaba hacer conciencia en las masas a través de los libros, el Centro Editor de América Latina, y en todo momento se rehusó al exilio, “porque uno tiene
un compromiso”.

La mujer, menudita, de pelo corto, claro y semiondulado, mejillas ruborizadas, labios teñidos y ojos pequeños cubiertos con anteojos abultados, previo a la entrevista mostró preocupación por su apariencia: “¿Cómo me veo en la foto?, es que tengo alergia en los ojos por la pintura de uñas, ¡qué horror! se nota, ¿no?”, dijo enseguida de la serie de flashazos que la iluminaron.

Una vez que observó la fotografía, comentó gustosa:
“¡Ah! está bastante bien, muchas gracias”.

¿Quién es Susana Zanetti?
En la Argentina hubo varias dictaduras militares, y la universidad fue intervenida pero a mí me tocó vivir el golpe de 1966; es decir, la dictadura de Juan Carlos Onganía.

Estuvimos afuera (de la universidad) hasta 1984, porque hubo una sucesión de dictaduras y problemas. Entonces trabajé mucho en el campo editorial. Trabajé en una editorial que después se volvió un poco legendaria, que se llamó Centro Editor de América Latina, fundado por Boris Spivacow. Ahí dirigí la segunda edición de Historia de la Literatura Argentina en cinco tomos.

Era una editorial muy popular que publicaba mucho. Se vendían las cosas en quiosco. Tuvo muchísima recepción. La creamos en 1967 y sobrevivió hasta 1986.

¿Con qué recursos era posible esa burbuja cultural, en un periodo de dictaduras en el país?
Bueno (sonríe), económicamente mucho no había. Nosotros ganábamos bastante poco y nos pagaban bastante salteado. Pero cuando se produjo el golpe militar, sobre todo la última dictadura que fue muy dura (en 1976), nosotros decidimos quedarnos en el país. No estábamos en ningún movimiento guerrillero o cosa por el estilo.

Nos quedamos, tuvimos algunos problemas porque éramos una editorial más bien de izquierda, pero sobrevivimos.
Nuestro cometido era mantener la vida intelectual de Buenos Aires. Dábamos mucho trabajo, porque la gente colaboraba, escribía fascículos, prólogos, notas, hacíamos ediciones de autores argentinos, latinoamericanos. Eso movilizaba mucho el campo de trabajo de los intelectuales, de muchos que venían de la universidad y que hacía poco que se habían recibido, fue una etapa bastante linda, a pesar de todo.

¿Qué nombres recuerda de personas que trabajaron o colaboraron en el Centro Editor de América Latina?
Quien publicó con nosotros fue un novelista muy conocido ahora, César Aira; publicamos mucho de Juan José Saer, uno de los novelistas que nosotros consideramos más interesantes de la Argentina; trabajamos mucho con Beatriz Sarlo, que es muy conocida, era directora de colección; también trabajó con nosotros Aníbal Ford.

Trabajó un montón de gente y también muchos pintores, hacían las tapas de los libros. Además, había una colección de pintores y grabadores argentinos. Hubo una gran actividad.

¿Cómo recuerda esta etapa de su vida?
Fue una etapa linda. Éramos un grupo muy unido. No éramos académicos. Fue una experiencia muy importante, creo que a nosotros nos dio mucho espíritu de cuerpo. Yo aprendí muchísimo, por supuesto.

A mí me gusta mucho dar clases. Yo me dedico mucho a eso, pero indudablemente en esa etapa yo aprendí mucho de mucha gente. Trabajaba y comía con gente que estaba en el mundo del arte o de distintas cosas de la literatura.

¿Cómo sobrevivieron durante una dictadura militar?
Sobrevivimos bastante bien. A pesar de que siempre había cierta amenaza, porque fue una etapa en la que mataron a mucha gente. Creo que cuando uno tiene un grupo enfrenta mucho mejor los problemas, sobre todo en épocas donde hay mucha represión. Estar solo no es bueno en esas circunstancias.

Siempre teníamos problemas de gente que llegaba diciendo que iban a revisar los teléfonos, pero que eran mandados (por los dictadores). Pero como no estábamos en grupos violentos, por eso no se metieron con nosotros.

También, porque la editorial tenía mucho nombre, se habían metido con Siglo XXI, ahí les fue muy mal porque hubo muchas protestas internacionales y ya no querían una más.

Una vez concluida la dictadura militar, ¿qué pasó con ustedes?
Cuando volvió la democracia había muy poca gente que se dedicaba a la literatura latinoamericana, porque en las facultades no la alentaban. Yo tuve muchos compañeros, mayores que yo, que sabían mucho de eso, había algunos que eran bastante conocidos y aprendí mucho de ellos y regresé a la universidad a dar clases de eso.

Pero el Centro Editor de América Latina fue una editorial que siempre tuvo problemas económicos, por lo tanto se fue muriendo. Muchos de nosotros nos habíamos ido de la editorial, porque además se estaba achicando. Se fue muriendo, pero cumplió un rol muy importante.

Durante la dictadura militar, ¿nunca tuvo la necesidad de exiliarse?
Tuve un compañero que estuvo exiliado acá (en México), que se llamó Gregorio Selser, que se dedicaba mucho a la historia política de América Latina. Él había escrito un libro muy importante sobre un personaje de la política de Nicaragua, sobre Sandino.

Yo nunca estuve exiliada, ni Beatriz Sarlo, ni mucha gente. Nosotros elegimos quedarnos en Argentina, porque en los momentos difíciles creo que la gente que tiene una formación y que puede abrir espacios, tiene que quedarse. No digo que uno los va a derrocar, pero sí crear espacios, no hay que retroceder porque uno tiene un compromiso.

¿Prefirió quedarse en su país, bajo el riesgo de perder la vida?
Uno no sabe hasta cuándo es a costa de la vida, porque pueden bajar de un tiro a alguien que no tiene nada que ver con nada.

Nosotros éramos una editorial de izquierda y hacíamos cosas de la literatura y del arte, que es más disimulado; sin embargo, nuestras publicaciones en algunos lugares de la Argentina estaban prohibidas.

Pero con nosotros estrictamente no se metieron, porque el director de la editorial era alguien muy conocido, como acá era (Arnaldo) Orfila Reynal.

Creo que lo importante es que uno, si puede, tiene siempre que pelear por lo que cree que enriquece la vida social, por eso yo trabajé en literatura.

Además, no tenía problemas. Nunca fui una militante ferviente, para nada. Había otros compañeros nuestros
que sí, porque la vida política de la Argentina en esos años fue
muy movida.

Entonces, casi todos estaban comprometidos con distintas líneas. Yo era más bien una liberal de izquierda, decía siempre.

¿Qué opina de los movimientos de izquierda que optan por la vía armada?
La guerrilla en América Latina estuvo ligada a la Revolución Cubana, ése fue un momento de mucha efervescencia; en Argentina también hubo grupos que estaban más ligados al peronismo. Yo nunca fui peronista, estaba alejada de eso porque no coincidía.

Yo era muy crítica, sobre todo porque en la Argentina no es muy viable eso (la guerrilla), para nada. Me refiero al territorio: tomar el gobierno en medio de una llanura es muy difícil. Nosotros éramos muy críticos de eso, muy críticos.
Esos años sesenta fueron muy tumultuosos, también en la literatura.

¿Considera que estos movimientos “tumultuosos” se han ido diluyendo en América Latina?
La democracia en América Latina es difícil, como en Europa que también está bastante mal. Es muy difícil terminar con la pobreza, con la exclusión, que haya una distribución de la riqueza diferente, que no haya intervención de países poderosos como Estados Unidos y ahora se está metiendo el narcotráfico, que es un problema bastante serio.

¿Por qué no está de acuerdo con los movimientos subversivos?
Creo que ésos fueron otros momentos que tenían que
ver con dictaduras y ahora son muy poco viables, no creo que sean lo mejor. Después los países quedan en situaciones de deterioro muy alto.

¿Qué tan difícil es ejercer esa democracia?
Es muy difícil. Pero esos caminos los busca la gente joven, evitando la improvisación.

A propósito del tema, ¿cómo observa a los jóvenes de la Argentina actual?
Tengo contacto con los de mi facultad, nada más. El hecho de ser jóvenes es una cosa prioritaria, indudablemente el asunto es cómo miran el futuro y cómo encaran la pertenencia, la distribución de la riqueza, la justicia social
en países que en general han sido muy injustos, que algunos han tenido procesos revolucionarios, pero han tenido situaciones muy complicadas.

En Argentina ha habido muchas películas y testimonios por eso del rescate de la memoria, donde han trabajado, sobre todo, los hijos de los desaparecidos durante la dictadura.

Pero también ha habido reacciones de los padres, (en el sentido) de tratar que los hijos se queden tranquilitos, de olvidar un poco, que es una cosa muy peligrosa.

Además, los jóvenes de hoy no vivieron esa época, la dictadura terminó en 1984, no recibieron mucho. Sí hay una participación política, el problema es hasta dónde piensan todo esto. Por otro lado, los partidos políticos tradicionales no tienen la renovación necesaria y entonces es muy difícil.