La música nos hace pensar más rápido: alumnos del CIMI
El arte moldea el carácter del niño, su intuición”: Raquel López Libreros
“Cuando veo un niño que no estudia música, quisiera decirle que lo haga, que si le gusta un instrumento lo diga a sus padres y que lo traigan al CIMI”: José Eduardo Salmerón
Alejandro, José Eduardo, Natalia y Jhoys Cecilia |
Raquel López Libreros |
Jorge Vázquez Pacheco
Para Natalia Galván Reducindo, Jhoys Cecilia Albarrán, José Eduardo Salmerón y Alejandro Flores Domínguez, asistir al Centro de Iniciación Musical Infantil (CIMI) de la Universidad Veracruzana (UV) es una tarea agradable, sin importar qué tan absorbente resulte o que les consuma un horario que podrían destinar al juego.
Jhoys Cecilia, quien cursa el quinto año de primaria, tiene ocho semestres en el CIMI y toma clases de solfeo con Mayra Jácome, coro con Patricio Mendoza y piano con Gladys Trigoura. Su intención es continuar la carrera en la Facultad de Música. “Mis compañeros de escuela pasan mucho tiempo frente a la televisión o la computadora, yo dedico las tardes a aprender y eso es importante para mí”.
Cuando empezó interpretaba piezas a cuatro manos con su maestra y paulatinamente ha abordado partituras de mayor complejidad. José Eduardo toma clases de solfeo con Rosario Gutiérrez, Patricio Mendoza es su maestro en coro y Cutberto Córdova le enseña a tocar la guitarra. |
Cursa el sexto año de primaria. Su padre, el académico de la UV y guitarrista Enrique Salmerón, es su mejor ejemplo, aunque aclara que la decisión por el instrumento ha sido propia.
Aún no sabe si tomará la música como carrera pero sí es consciente de la utilidad del arte en la formación de su personalidad.
“Cuando veo un niño que no estudia música, quisiera decirle que lo haga, que si le gusta un instrumento lo diga a sus padres y que lo traigan al CIMI”.
Alejandro Flores tiene 12 años, cursa el sexto año de primaria y se prepara como guitarrista bajo la guía de Crisóforo González. Afirmó que ha sido una enorme satisfacción participar en la Orquesta de Guitarras del CIMI que dirige Julio Vélez, y en los ensambles –dúos, tríos y cuartetos– que organiza su maestro
. El arte musical le motiva al estudio, a la preparación previa, a la mejora continua. Natalia Galván tiene 12 años de edad y cursa el sexto grado de primaria.
En el CIMI sus maestros son María Esther Vivanco en piano, Patricio Mendoza en coro, y Rosario Gutiérrez en solfeo. Considera que la preparación artística le ha dotado de una mejor agilidad mental. “Me considero una niña inteligente.
Mis compañeros de escuela se pasan las tardes en la computadora, tengo la impresión de que eso les impide reaccionar de la misma forma como lo hacen mis compañeros en el CIMI, a quienes la música nos hace pensar más rápido, creo que nos hace más despiertos.
Cada pieza que tocamos es muy distinta a la otra, algunas son muy alegres y otras nos llevan a la reflexión; hay que captar el sentimiento presente en cada una de ellas para intentar reproducirlo.”
La totalidad de los entrevistados coincide en que asistir a las clases del CIMI es una experiencia agradable y edificante.
No hay tiempo para el aburrimiento, mucho menos para la decepción, porque se trata de un aprendizaje continuo, ininterrumpido. En este espacio universitario se vive un proceso de renovación continua y una etapa de cambio académico que marcha de la mano con la evolución del modelo educativo que se da al interior de la UV, expresó Raquel López Libreros, coordinadora del CIMI.
No es sólo una escuela más. Se trata de una entidad académica en la que la UV apunta su atención hacia el arte destinado a niños y niñas, tarea que ha registrado un sensible impacto en la sociedad xalapeña.
Su presencia, después de más de tres décadas, ha motivado la aparición de escuelas particulares con similar planteamiento académico.
Según López Libreros, los académicos del CIMI tienen el compromiso de que sus estudiantes aprendan a disfrutar lo que hacen.
“La música genera placer y emociones. Como maestros, nos vemos involucrados en los cambios que los niños registran y el proceso evolutivo que les hace interesarse en la interpretación musical”.
También se refirió a la satisfacción de ver a los niños sobre el escenario: “Ello significa el cumplimiento de un mundo de situaciones que es necesario resolver previamente. El arte moldea el carácter del niño, su intuición.
Contra todo lo que pudiera suponerse, el jovencito se detiene a pensar ante la música, a razonar los procedimientos que le permitirán un mejor desempeño sobre el instrumento, lo cual le proporciona el desarrollo de una habilidad que no es propia de otras áreas del conocimiento; dota a los niños de la sensibilidad que les permite conectarse con la creatividad sonora”.
La formación es de calidad, abundó López Libreros: “Nuestro compromiso es que sea acorde con el prestigio de la UV, que los resultados ejemplifiquen el esfuerzo conjunto de maestros, alumnos y padres de familia. En el CIMI tenemos aún mucho por dar, nuestra labor es perfectible y de eso todos tenemos plena conciencia”.
Instalaciones del CIMI |
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