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Año 12 • No. 521 • Mayo 13 de 2013 Xalapa • Veracruz • México Publicación Semanal

La Universidad Veracruzana nos nutrió a todos: Ripstein

El cineasta y la escritora Paz Alicia Garciadiego recibieron la Medalla al Mérito UV

 

Karina de la Paz Reyes, René Ramírez

La Universidad Veracruzana (UV) otorgó la Medalla al Mérito a dos de los mejores exponentes del cine mexicano, Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego, en una ceremonia presidida por el rector Raúl Arias Lovillo, en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario.

En el foro al aire libre de la Casa del Lago, Ripstein expresó que la UV “nos nutrió a todos”.

Recordó que en su juventud leyó Los funerales de mamá grande, “que era prácticamente lo único que tenía publicado Gabriel García Márquez, y que fue editado en esta casa”.

Agregó que gracias a ésa lectura se acercó al escritor colombiano, con quien trabajó su primer filme, Tiempo de Morir.

En su intervención, Paz Alicia Garciadiego enlistó las razones por las que le enorgullece haber recibido la Medalla al Mérito UV; la primera es que esta casa de estudios es su editora. “Que la UV me haya permitido publicar dos guiones –El evangelio de las maravillas y El coronel no tiene quien le escriba- ha sido un enorme gusto”.

Comentó que, por lo general, los guiones son textos inexistentes que desaparecen cuando se filman y rara vez son publicados.

En segundo lugar, mencionó que no es común que se rinda homenaje a los guionistas, por lo que expresó un agradecimiento a nombre del gremio.

El cine ya no sorprende A propósito de este reconocimiento, los creadores concedieron una entrevista a Edgar Onofre Fernández, director de Medios de Comunicación de la UV, en la que expresaron sus sentimientos sobre el llamado Séptimo Arte.

¿Cómo se sienten en este momento de sus trayectorias, están en la cúspide?

Ripstein: Ya no es la cúspide. Me siento como un viejo que empezó a hacer películas hace 47 años, que es ya muchísimo tiempo. Ha sido una carrera muy larga, permeada por la buena suerte. Los nuevos cineastas no tienen la posibilidad de hacer carreras así; ahora son mucho más y cuentan con menos películas. Probablemente eso se deba a que cada película se calcula más o se hace con más atención.

Garciadiego: Yo tiendo a preguntarme poco por el pasado y el futuro de mi carrera. Probablemente soy más inmediatista, más involucrada en lo concreto de mi devenir cotidiano. Trato de filmar lo que tenga ganas. Siempre lo digo, pero ahora con mucho más énfasis: hago lo que mi corazón tenga ganas de hacer. ¿Por qué? Por el puro placer de contarlo, sin pretender lo que es ya casi imposible: estremecer al mundo como en la época de Fellini. Él estrenó La dolce vita y el mundo entero se estremeció, cambió y se renovó.

Dicen que su carrera está basada en la buena suerte, ¿por qué?

Ripstein: Cuando empecé, había una serie de cineastas que hicimos carreras paralelas. Que yo haya destacado es producto del trabajo continuo, esfuerzo y mucha dedicación. Y todo esto teñido por una buena suerte. No hay otra forma de explicarlo. ¿Por qué soy mejor que el otro o éste es mejor que yo? Por buena suerte. Se trata realmente de estar en el lugar adecuado cuando ocurren cosas adecuadas. No va más allá. Sólo hay que saber utilizarlo y llevarlo para adelante.

Garciadiego: Si vemos las carreras de jóvenes que iniciaron con películas similares, notamos que a uno le va estupendo y el otro pasa desapercibido, pero lo que los es la suerte y la fortuna.

Ripstein: Esto sucede también en la prensa. Los cronistas, los críticos y los escritores también necesitan ese factor. ¿Por qué un escritor es mejor que otro, si hacen más o menos la misma cosa? Por la buena suerte. La vida, a final de cuentas, es un rosario de buena o de mala suerte.

Como creadores, ¿qué imposibles encuentran hoy día?

Garciadiego: Con el exceso de información en todos los ámbitos, la posibilidad de perdurar en la memoria del espectador se va reduciendo. Vamos a hablar de novelas: antes uno esperaba que saliera la próxima de Vargas Llosa y cuando se publicaba todos comprábamos la primera edición, la leíamos y discutíamos durante varios meses. Hoy cada uno lee distintas cosas y eso cancela la posibilidad de discutir y perdurar.

Ripstein: Ya desde los años cuarenta, Breton decía que lo terrible del mundo es que nadie se escandalice. Traemos este fárrago desde hace casi setenta años. Es una queja frecuente: ya nadie se escandaliza, pues todas las cosas han cambiado. Ahora, si algo no nos satisface instantáneamente, es echado a un lado. Todo lo que no es instantáneo implica una tarea, una labor y un trabajo. Y ya nadie quiere tomarse el trabajo de esperar.

Garciadiego: Me quedo con una frase respecto a la imposibilidad de escandalizar. Me refiero al próximo enemigo jurado del cine. YouTube, que se especializa en captar la realidad. Uno piensa, por ejemplo, en esos repugnantes y horribles narcovideos que cancelan la posibilidad de hacer cine sobre la realidad. Su nivel de horror y de terror es imbatible. La realidad es espantosa, es la peor de todas las madres.

¿Estamos viendo el fin del cine?

Ripstein: Creo que el cine como lo conocíamos ya es otra cosa. Para empezar, era un lugar donde la gente se reunía para un propósito. Ahora ir al cine no es entrar a ver una película, se trata de pasar el tiempo. Los cines ya están en los centros comerciales y si no tenemos algo mejor que hacer, entramos al cine. El equivalente en literatura sería ir a la peluquería y tomar cualquier revista que esté a mano para leer mientras nos cortan el pelo o nos bolean los zapatos. El cine, hoy en día, es una industria muy distinta de aquélla en la que nosotros participábamos. Por supuesto, sigue habiendo algo, y la prueba está en los festivales, donde asombrosamente se presentan 80 o 70 películas al año que cumplen con esta necesidad de hacer las cosas. Pero estas 70 películas se hacen para ser exhibidas especialmente ahí, lo que es casi en género en sí mismo. Hay quienes hacen filmes para un festival, no para otra cosa. Además, como todo es instantáneo, la gente ya no tiene comunicación real o la está perdiendo. Lo que se hace es twitteado, texteado y esas cosas. Incluso se textea con quien está al lado de la mesa, lo cual es asombroso. Uno empieza a quedarse muy solo. Por ejemplo, ahora podemos alquilar los últimos estrenos, lo cual es notable, pero se trata de un ejercicio hecho en la soledad y no en la comunidad. El cine que conocíamos dejó de ser una instancia de seguimiento e idea social para volverse una cosa individual. Y aunque esto tiene sus ventajas, la noción social se está perdiendo. El fin del cine como se conocía, hace mucho que pasó.

Garciadiego: Por otro lado, creo que la narrativa en general, el contar historias y transmitir conocimientos van a continuar bajo formas que probablemente sean más fugaces y, sobre todo, mucho más fraccionadas. La gran ágora universal, la gran comuna que caracterizó al siglo XX ya no existe. Ahora tenemos a nuestra disposición 80 canales de televisión y es imposible comentar el mismo programa al día siguiente. El ágora desapareció, queda la soledad.

¿Cuáles son los temas de los que hablan cuando colaboran en la creación de una película?

Ripstein: Es un poco petulante hablar de temas. Cuando era joven, me preguntaban cuáles eran mis constantes. Me preocupan, me gustan, me inquietan y siempre me han importado más o menos las mismas cosas. Ha habido variantes, pero lo que me ha conmovido y por lo que hago películas ha sido más o menos lo mismo. La misma electricidad que siento cuando leo ciertos cuentos sigue existiendo. No se trata de temas sino de gustos y emociones: el corazón que me brinca, las tripas que me dicen “por ahí vas”.

Garciadiego: Creo que los gustos y las cosas que hacen brincar nuestro corazón pueden aglutinarse en la terca obsesión por lograr lo imposible. Puede ser lo amoroso, en el caso de las películas de corte más sentimental; o la utopía frustrada, como en El evangelio de las maravillas. Son los sobrevivientes que, a pesar de que saben que van a fracasar, se obcecan en lograr un mundo mejor.

Ripstein: Entre nosotros, hablar de estas cosas es incluso innecesario. Son muchos años ya de colaboración. Si algo me gusta o me llama la atención, me da un indicador de que podemos ir por ese rumbo. Porque uno se inspira en lo que sea, pero hay que tener las antenas atentas y los ojos abiertos.

Garciadiego: Casi no tenemos que discutirlo, ya nos sale. Una noche me acosté después de haber visto la noticia de una madre que había matado a su hijo y no la habían detenido. Al año siguiente llevó una piñata e hizo una fiesta infantil sobre la tumba del niño. A mí me encantó la imagen. Él llegó mucho más tarde y vio el mismo programa o debió haberse enterado en las noticias. Y los dos nos dijimos, mientras tomábamos el café a la mañana siguiente, “vi una cosa fantástica en la tele”. Era la misma; somos muy parecidos, o nos volvimos muy parecidos.

Tras su trayectoria, ¿cuáles son las obras que viven en ustedes y de cuáles se han distanciado?

Ripstein: El cine es raro en ese sentido. Cuando era un joven aspirante a cineasta, no había escuelas de cine en México. La manera de aprender el oficio era leyendo. Había unos cuantos libros, no la enorme cantidad de ahora. Tampoco teníamos textos que nos orientaran sobre cómo tener éxito, que es algo completamente distinto. Lo que había eran sobre cómo se hace el oficio y sobre lo que tiene sentido. Uno iba a ver las películas a los cineclubes y a los estrenos normales. A mí me tocó la fortuna de que, al mismo tiempo que se estrenaban las películas de Hollywood, existía la opción de ver cine francés, del bloque socialista, cine soviético o cine alemán. Es completamente distinto ahora, pues 95 o 98 por ciento del cine que vemos es de Hollywood y lo demás muestra muy poco de lo que pasa en el mundo. Es difícil, porque uno va haciendo balances y análisis frecuentes y desechando cosas. Yo ya no leo nuevos libros. Tengo ya la provecta edad para escoger los que tengo en mi biblioteca y leer de nuevo todo lo que me entusiasmó. Y de pronto me doy cuenta de que lo que me pareció prodigioso entonces me lo parece mejor o incluso mejor. Pero son los libros que se han consagrado. Leo poco, releo mis gustos y ahí no hay engaño. En literatura se puede ver con mucho más claridad qué es lo perdurable. Si leo a Melville una vez más, o a Stevenson o a Chesterton o a Proust, me doy cuenta de esto.

Garciadiego: Yo soy espectadora visceral y mis películas favoritas no pertenecen ni siquiera a una corriente. No puedo decir que me gusta Fellini sino que me gustan algunas de Fellini. Hay películas que me parecen espantosas, como Robinson Crusoe, de Buñuel. Me gustan películas aisladas, de directores aislados en el tiempo. Pero básicamente lo que me nutre es la literatura, especialmente la del siglo XIX. Leo también literatura contemporánea mexicana o latinoamericana. Pero la cantidad de títulos es enorme y uno se pierde. Si hoy me preguntan cuáles son los autores noveles mexicanos, me es imposible contestar

¿Cómo se sienten con su país, qué sentimientos les inspira, qué reflexiones?

Ripstein: Como es el país que más odio, es el único en el que me quiero quedar, porque me produce esa emoción. Es, por supuesto, mi ciudad, donde nací y crecí. Nunca he salido de ahí ni he vivido en ningún otro lado. Es el lugar que más odio en la vida y naturalmente el que más quiero. Es lo que me ha nutrido, lo que me ha dado ojos y sentido de la vida. México es complicado y formidable. Sí, es el lugar que más odio en la vida y eso me estimula mucho. Como decía Borges sobre Buenos Aires: “No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”.

Garciadiego: A mí me gustaría apuntar una cosa en estos momentos tan terribles por los que está pasando el país, que tiene que ver con el oficio de hacer cine y la selección de los temas, tomando en cuenta esta ola de películas de narcos, donde el chiste es la violencia sobre la violencia. Yo no pediría censura –y creo que es la primera vez que lo pienso en voz alta– ni siquiera autocensura, sino reflexión sobre ‘por qué lo estoy haciendo y para qué lo estoy haciendo’. A mí me parece muy obsceno el uso de la violencia en ciertas películas que lo único que quieren es taquilla, mostrando la cruda realidad. No me gusta. A estas alturas no haría una película sobre drogas.

Ripstein: Estábamos en un festival en Estados Unidos. Éramos ocho o diez latinoamericanos. Estaba en la mesa el jovencísimo Guillermo del Toro y otros que empezaban, y nosotros éramos los más mayores. Uno de los espectadores propuso que hiciéramos una película sobre el Ejército Zapatista. Tenía cinco días de haberse dado a conocer y ya decían ‘hagan la película’. Está el inmediatismo, que es el noticiero y el YouTube, que son cosas completamente distintas, pero que se acercan mucho; y está el cine, que sí necesita tiempo y reflexión. De lo que estamos viviendo en México, que es durísimo, no se puede hablar en este momento, salvo como impresión. Lo que se necesita es tiempo para narrarlo; porque la narrativa, que es lo que nosotros pretendemos hacer, sí requiere de pensar, de darle su dimensión precisa; es decir, tener otros ojos.

Garciadiego: Gramsci siempre decía que el arte se basa en la forma de presentar las contradicciones primarias a través de contradicciones secundarias; es decir, que el chiste no es presentar los ejes del conflicto, sino las secuelas producidas en los personajes cotidianos como nosotros, la gente de todos los días y cómo nuestras vidas se han visto afectadas. Lo que probablemente sea mucho más maduro e importante que hablar de la violencia, los descabezados y los despellejados; es hablar de una señora que planea una fiesta para festejar los 50 años de su matrimonio y no puede porque su ciudad está tomada. Me interesan mucho más, para hablar del México actual, las pequeñas modificaciones que hemos adoptado en nuestra vida cotidiana, sin siquiera darnos cuenta.

Ripstein: Por eso es difícil decir “esto me gusta, esto no me gusta”. Son caminos muy diversos y ahora, como todo se vale, se puede y se justifica, todo el mundo se congratula de que existe una serie de cosas. Todo se ha vuelto fácil y eso siempre lleva, quizás, a la equivocación.

¿Cómo se sienten al recibir la Medalla al Mérito que les otorgó la Universidad Veracruzana?

Ripstein: A mí me da muchísimo gusto. Es la primera vez que una universidad me da una medalla y es muy gratificante. Me enorgullece y lo agradezco de corazón.

Garciadiego: Además, Xalapa es la Atenas mexicana, es cierto. Mi madre es xalapeña, mi abuela y mi bisabuela son xalapeñas. Éstos son mis olores, mi manera de entender la vida, es mi mundo y me encanta. Que aquí me den un reconocimiento es como voltear hacia mi abuela y decirle ‘aquí estoy, sí sirvió lo que me contaste’. Eso para mí es muy importante. Que sea Xalapa me importa capitalmente. Mi abuela nunca dejó de contarme historias que pasaban en estas calles.