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Hace un poquito más de 30 años,
allá por 1971, se estrenaba en los cines de todo el mundo
la película Los diamantes son eternos, en donde Sean Connery
interpretaba por penúltima vez las aventuras del celebérrimo
espía británico James Bond. Todos aquéllos
familiarizados con las andanzas del agente 007, seguramente recordarán
que uno de los ingredientes principales en sus películas
además de las mujeres exóticas y los artefactos
sofisticados son las conjuras secretas por medio de las cuales,
algunos de los villanos más temibles de la pantalla intentan
llevar a cabo sus malévolos planes. Quien iba a pensar entonces
que mientras todo el mundo disfrutaba de esta cinta, una conjura
que muy bien hubiera podido servir de inspiración a los guionistas
del 007 se llevaba a cabo en la vida real.
En
efecto, la revista New Scientist publicó en su edición
electrónica del dos de enero de este año, un informe
en donde se narra como salieron recientemente a la luz pública
unas grabaciones del gobierno británico, que revelan la existencia
de un grupo secreto que conspiraba para limitar la efectividad de
la Primer Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente,
la cual se celebró en Estocolmo en 1972. Lo interesante del
caso, es que este grupo de conspiradores secretos conocido
como Grupo de Bruselas no había sido organizado por
agentes de la KGB ni por científicos locos tratando de conquistar
el mundo, sino por representantes oficiales de algunos de los países
más desarrollados del planeta.
La
Conferencia de Estocolmo surgió como una respuesta de la
ONU a la creciente preocupación respecto a la problemática
ambiental, mostrada por la opinión pública mundial.
El fruto principal de esta conferencia fue por un lado la Declaración
de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, conocida
como Declaración de Estocolmo, y por el otro, la creación
del Programa ambiental de la ONU, o ONEP (por sus siglas en inglés).
Contrariamente
a lo que pudiera pensarse, en la Declaración de Estocolmo
no se defendía ninguna ideología exótica,
sino tan sólo el derecho inalienable de todo ser humano a
vivir en un medio ambiente saludable. Sin embargo, para los gobiernos
pertenecientes al grupo de Bruselas entre los que se encontraban
Gran Bretaña, Estados Unidos, Alemania, Italia, Bélgica,
Holanda y Francia las resoluciones tomadas por la ONU podrían
restringir el buen funcionamiento del libre mercado,
por lo que debía limitarse su alcance, o de ser posible,
detenerlas de plano.
El
Grupo de Bruselas fue definido en una reunión secreta sostenida
en julio de 1971 es decir, casi un año antes de la
Conferencia de Estocolmo como un cuerpo político
confidencial encargado de concertar los puntos de vista de los gobiernos
involucrados. Entre las medidas sugeridas por la ONU y condenadas
por los documentos del Grupo de Bruselas, se encuentran el establecimiento
de regulaciones internacionales de calidad ambiental emisión
de contaminantes, así como el control de la contaminación
por ruido, que dañaba los intereses de ciertas compañías,
como la
aeronáutica anglo-francesa Concorde.
No
sabemos hasta que punto el complot del Grupo de Bruselas cumplió
con sus objetivos, sin
embargo, a pesar de los esfuerzos de los conspiradores, la Conferencia
de Estocolmo se llevó a cabo y el Programa Ambiental de la
ONU continúa hasta hoy. Probablemente los servicios de inteligencia
piensen que El mañana nunca muere, pero cuando se trata de
cuestiones ambientales es responsabilidad de todos asegurarse que
exista siquiera un mañana.
*Con
información de la revista New Scientist.
Un año de ciencia...
Sin
duda, uno de los ejes vertebrales del quehacer científico
consiste en la difusión de sus investigaciones en un lenguaje
asequible, a fin de que las conozca la sociedad. Atrás debe
quedar esa imagen del hombre de ciencia huraño, apartado
del mundo, que se expresa en un lenguaje sumamente técnico,
sólo comprensible para una cofradía de especialistas.
El acto de compartir el conocimiento representa una tarea en la
que necesita comprometerse todo aquel que dedique sus esfuerzos
a dicha actividad.
En la Universidad Veracruzana, los investigadores Porfirio Carrillo,
Leticia Garibay, Heriberto Contreras y Jorge Jolmash han asumido
con creces esta importante función, conformando el grupo
Observatorio de la Ciencia. A través de las páginas
de UniVerso. El periódico de los universitarios, ellos han
dado a conocer a la comunidad universitaria temáticas relevantes
sobre la investigación que se realiza tanto en esta casa
de estudios como en otras instituciones, al igual que otros asuntos
de interés general, a fin de despertar en los jóvenes
el interés por la labor científica y se acerquen a
los académicos que realizan estudios en las áreas
que les llamen la atención.
La constancia y dedicación de los integrantes del Observatorio
de la Ciencia ha rendido frutos, al cumplir un año de colaborar
en UniVerso. Empero, más que un punto de llegada, este primer
aniversario -pleno de enriquecedoras experiencias- significa el
descubrimiento de nuevos retos, de aumentar los bríos para
divulgar la ciencia, por más técnica u oscura que
pueda parecer. Vaya, pues, una felicitación a todos los involucrados
en el Observatorio de la Ciencia, y que continúen con esta
labor tan necesaria de acercar el conocimiento científico
a la sociedad. ¡Gracias!
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