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Los
efectos negativos del sistema globalizado, que excluye a gran parte
de la humanidad de los beneficios de la educación, la ciencia
y la tecnología, tienen que ser revertidos por el ser humano
a través del acercamiento con quienes han quedado fuera de
la civilización, dijo el filósofo argentino Enrique
Dussel, al ofrecer el pasado viernes 15 la conferencia Ética
de la liberación.
Ante un numeroso auditorio que rebasó la capacidad de la
galería de arte de El Ágora de la Ciudad, al grado
de que muchas personas tuvieron que permanecer de pie, Dussel -cuyo
discurso no parte de la filosofía para interpretar la realidad,
sino de la cotidianidad en dirección de la filosofía-
apuntó que su ética de la liberación busca
responder al problema que implica la pobreza en América Latina,
una realidad que ha estudiado acuciosamente.
De entrada, hizo referencia a la disputa que inició en 1989
con el doctor alemán Karl Otto Apel -maestro de Jürgen
Habermas-, pues en su libro La transformación de la filosofía
Apel habla de una comunidad de comunicación donde todos sus
integrantes comparten los conocimientos, y la validez de todos los
actos es producto de un consenso entre todos. Y aunque Dussel comparte
esta tesis, criticó sus alcances europeocentristas -sistema
donde no hay pobreza- y parámetros abstractos (un problema
del que no sólo adolece Habermas, sino también los
más importantes filósofos alemanes: Hegel y Kant).
A contracorriente de esa verdad abstracta con caracteres de validez
universal, Dussel aseveró que la ética de la vida
tiene tres ejes universales que se adecuan a todas las culturas:
reproducir la vida, hacer participar al afectado
simétricamente y hacer posible los dos anteriores
postulados, su factibilidad. De ahí que, desde su perspectiva,
un ser ético surge cuando hay una evolución
suficiente de su cerebro para que éste tenga conciencia y
autoconciencia.
Si bien la decisión sobre la reproducción de vida
recae en la participación simétrica de los seres racionales
que conforman la comunidad de comunicación, siendo producto
del consenso, Dussel recalcó que no es lo mismo validez que
verdad; la fuerza argumentativa de la razón veritativa que
da lugar al consenso es sólo una posibilidad, no algo establecido
de una vez y para siempre (como sostienen el dogmático o
el fundamentalista, que están convencidos de ser dueños
de la verdad absoluta). Todo acto, incluido aquél con pretensión
de bondad, es imperfecto, debido a que conlleva efectos negativos
y siempre afectará a otro; por tanto, el ser ético
reside en hacerse responsable de las consecuencias de una acción,
y tratar de resarcir sus daños con un proceder coherente,
jamás escudarse en posturas ideológicas o en justificaciones
mesiánicas (matar en nombre de Dios); el mal no surge como
oposición al bien, si no en negar la responsabilidad de una
decisión. Por ello, todas nuestras acciones necesitan estar
en el terreno de la incertidumbre. Estar en la periferia -sentenció-
es una condición de posibilidad de la universalidad.
La inclusión del afectado, dijo Dussel, es dar muestras de
un acto de generosidad, en el sentido de permitir que su voz se
escuche en la comunidad de vida, de comunicación. Ello sentará
las bases de una ética crítica, que ponga atención
al rechazo o disensión del afectado respecto a los actos
con pretensión de bondad; los discriminados también
constituyen una comunidad, y la lucha porque sean reconocidos tiene
que centrarse en convertir los efectos de su exclusión del
sistema (negatividad) en la construcción de un proyecto de
vida que les posibilite ser (positividad). Colocándose en
la dimensión marginal, los tres principios universales de
la ética de la vida muestran un cariz de negación.
De este modo, la ética crítica da paso a la ética
de la liberación. Cada sistema tiene a su individuo negado,
aquél que padece dolor, y el dolor es un grito de la vida,
un aviso de que algo anda mal y debe ser corregido. Entonces, Dussel
apeló sobre qué hacer ante tal panorama: Debo
criticar al sistema que no reproduce la vida, que excluye del consenso
y que no es eficaz para la víctima, y por tanto, debo cumplir
el consenso crítico de las víctimas contra el consenso
dominador de la sociedad.
Todo sistema es susceptible de ser transformado mediante una praxis
de liberación que de-construya de manera positiva lo que
produce la víctima; la construcción de lo nuevo es
una factibilidad crítica. Pero, tras la instauración
del nuevo orden, de nuevas instituciones, surgirá otra vez
el excluido, y habrá que hacer lo posible por atenderlo,
aunque las soluciones no sean perfectas.
Enrique Dussel, figura nodal de la filosofía de la liberación,
ha publicado los libros Método para una filosofía
de la liberación, Para una ética de la liberación
y América Latina: dependencia y liberación.
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